A no más de 190 kilómetros de Salta, Patios de Cafayate Resort & Spa resulta una opción tentadora, en medio de viñedos y montañas que aportan la maravilla de un paisaje espectacular.
De estilo colonial, su arquitectura se impone por las gruesas paredes hechas de adobe, los techos de tejas a dos aguas y la torre en uno de los ángulos, capaz de captar el panorama total.
Se trata de un conjunto edilicio que a simple vista resalta. En él comparten protagonismo el hotel y la Bodega El Esteco, propietaria de las plantaciones y productora de vinos de alta gama. Por supuesto que esa vecindad no es casual. La vieja construcción que guarda los lagares, toneles y demás tecnicismos aplicados al zumo de las vides, es la misma que en otros tiempos sirvió de base a Michel Torino, un nombre que es tradición en la industria vitivinícola de la zona, ex dueño también de la finca que inspiró el proyecto.
No es novedad que el mismo tiene sangre uruguaya. Carlos Garramón, impulsor entusiasta de las obras, no necesitó más que una visita a la vieja casona para quedar literalmente enamorado del lugar.
El resultado está a la vista. Recorriendo el hotel se intuye un gran respeto por la tradición de una familia que de generación en generación vivió comprometida con la tierra, a lo que se suma la dedicación y el quehacer de los nuevos propietarios, preocupados por mantener su carácter, sin perder de vista el rol para el que fue concebido: hospedaje de excelencia.
La Unión hace la Fuerza
Patios de Cafayate Resort & Spa cuenta con una conjunción de esfuerzos que a juzgar por los resultados fue positiva. Por un lado, es fruto de una inversión privada que apostó al crecimiento de la región. Cabe señalar también la confianza de los propietarios en la experiencia y el conocimiento de Starwood, una empresa que desde el comienzo aceptó administrar el establecimiento bajo su marca selectiva The Luxury Collection; sello que actúa como garantía de servicio distintivo a nivel internacional y que de por sí atrae a sus seguidores acostumbrados a disfrutar del plus que ofrecen.
A estas alturas, importa acotar que nada hubiera sido posible si la finca no reuniera los méritos suficientes como para montar toda esa estructura hotelera de primer nivel. Y en eso hay que hacerle justicia al trabajo desplegado por María Laura Garramón en lo concerniente a la decoración y el alhajamiento de las habitaciones.
Detallista al extremo, supo manejarse con artesanos, artistas y anticuarios, creando un mix realmente acogedor.
Todo fue inspirado en la región. Nada de lo que allí está puesto se aparta demasiado de su historia. A los muebles de estilo se los tapizó en telas de calidad, algunas veces tejidas y bordadas en telares salteños. En las paredes, aguayos antiguos y tapices de Soledad Cruz son algunos de los evidentes toques autóctonos, al igual que las alfombras, las arañas y las lámparas hechas en plata. Y podríamos seguir, porque son miles los detalles a descubrir mientras uno recorre los salones, probando vinos y quesos, al atardecer.
Perfil que Distingue
Desde que se traspasa el umbral de la gran casa, el ambiente se apodera del espíritu, que parece aquietarse con el sonido de la fuente del primer patio. Nada interrumpe ese silencio cuidado al extremo. Los modales son suaves, como también es suave el tono agradable con que todos se dirigen al huésped. En poco tiempo uno puede darse cuenta de la manera gentil con que se mueven Nancy, Mabel o Nilda –antigua empleada de la vieja casa–, todas responsables del mantenimiento de las habitaciones. O Luis Artime, encargado de servir las comidas, siempre con una sonrisa amplia e impecable prolijidad.
Demás está decir que el menú de Patios destaca por una propuesta basada en las maravillas del lugar. Es de orden apuntar el nivel de la degustación de vinos, con la guía invalorable de Fabián Miranda, enólogo de El Esteco, y las exquisiteces del chef Andrés Castro. Verdaderamente de antología.
Es evidente que la organización funciona y que todo se ve muy bien aceitado. Los horarios son elásticos, como para que nadie quede sin cenar o almorzar. Estos pequeños guiños seducen, porque dan la sensación de una atención particularizada. Y es así. Detrás de cada gesto hay un alma que los hace posible: Carlos Kramer, gerente del hotel.
El Vino es Vida
Y a riesgo de ser redundante, viene a tiro recordar una máxima que puede sonar a Perogrullo: la vida merece ser bien vivida. ¿Qué otra cosa pueden inspirar las piscinas tibias que invitan a la inmersión bajo la luz de las velas? En ese clima, las aguas sedan y producen bienestar.
El Wine Spa está pensado para exaltar los sentidos. Se puede elegir el tratamiento o dejar que Marianella Höy recomiende el más adecuado. Los productos son de la casa, exclusivos, construidos en base a las bondades de la uva, incluso de las pepitas, ingrediente que molido es fundamental en la crema exfoliante, gracias a la cual se logra una tersura de seda.
Y si no se quiere abusar del vino, está la leche de cabra, que por esos lares abunda y permite emular, aunque más no sea por una vez, a la famosa Cleopatra.
Dicen que Cafayate, en lengua kakán, es “lugar que lo tiene todo”. Después de Patios lo pueden afirmar con propiedad.
En Patios cada habitación tiene un detalle que la distingue. Desde sus paredes pintadas en lacre, verde o amarillo, hasta los muebles de época y los tapizados. Si bien el paisaje se disfruta a toda hora, al amanecer la bruma pone misterio a la salida del sol entre las montañas.
Por la noche, el spa invita al relax, con una copa de torrontés en la mano. Y si luego de tanto disfrute, alguien quiere conectarse con el
mundo, el hotel dispone de todos los adelantos, incluso Wi Fi.
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