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  Agosto 2006 | Nº165  
 
Cocina a la moda
 

 
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Mal de Amores
Se obsesionan con los hombres hasta tal punto, que recurren a ellos con la misma desesperación con que un adicto cae en las drogas. Para combatir su compulsión se reúnen en grupo. Son las Adictas Anónimas a los Vínculos Emocionales.
Montañas de Fe
Salta recibe al viajero con los brazos abiertos. Bella, acogedora y milagrosa, la capital de la provincia norteña fue moldeándose a la medida de su geografía y de su gente. Entre cerros y quebradas, encontró la benevolencia de un valle que le enseñó a comulgar con lo diverso.
Tendencias al Día
Hombres y mujeres comienzan a quitarse ajustados corsets culturales. Ellos se mueven cada vez con más soltura en feudos tradicionalmente femeninos y ellas hacen lo propio en cotos antes reservados a los varones.
Viñas de Placer
Refinamiento, calidad y paz. Tres virtudes capitales de Patios de Cafayate Resort & Spa, nuevo eslabón de la prestigiosa cadena internacional, sobre la ruta del vino en Argentina. De ahÍ que sus tratamientos celebren a Baco y que cada cliente sea motivo de culto por su bienestar.
Que le pasa a su Hijo
¿Por qué un niño de dos años es capaz de pegarle a un bebé? ¿A qué le temen los niños cuando llega la hora de acostarse? ¿Qué motiva sus berrinches? La sicóloga inglesa Jeanne Magagna, que lleva casi 40 años observando niños, tiene la respuesta a ésas y otras preguntas.
 
 


Turismo en las Alturas



Montañas de Fe

Salta recibe al viajero con los
brazos abiertos. Bella, acogedora y milagrosa, la capital de la provincia norteña fue moldeándose a la medida de su geografía y de su gente. Entre cerros y quebradas, encontró la benevolencia de un valle que le enseñó a comulgar con lo diverso. La historia, el paisaje, las etnias y sus creencias hicieron de este destino un rincón en el mundo que bien vale la pena conocer.

Por: Natalie Scheck. Fotografías: Marcelo Campi.


Cuatro días no alcanzan para abarcar los diferentes circuitos y paseos que desde la Secretaría de Turismo de la provincia de Salta promueven a viva voz, en una de las campañas más activas que se conocen por estas latitudes. Es parte de una política encarada a incentivar la gran industria sin chimeneas que en otros continentes ha demostrado ser fuente de recaudaciones mayúsculas. Y hacen bien. Porque en cambio, cuatro días sí bastan para descubrir la magia y el misticismo que allí se respiran y que sin duda convierten al lugar en un destino lleno de sorpresas, al que seguro, se querrá volver.
No es un cumplido. Es una sensación, un sentimiento que se va metiendo de a poco. A ritmo lento, como el de la gente, pausada hasta en el hablar.
No es para menos. La capital está enclavada a casi 1.200 metros sobre el nivel del mar y subiendo, porque en cualquier dirección que uno se mueva, a pocos kilómetros más, se llega a alturas que agobian. Un factor que debe haber pesado al momento de forjarse una idiosincrasia que no conoce de apuros.
Si hay algo que el salteño tiene claro es que a cada cosa hay que dedicarle un tiempo, y si no se cumple, se reprocha. ¡Faltaba más!
¿A quién se le puede ocurrir ir hasta “la linda” con la idea de hacer rendir las horas más de la cuenta, sin atender explicaciones ni reclamos? “¡Esa no es manera de hacer periodismo!”, escuchamos.
Y en cierta forma, era verdad. Sólo en cierta forma. Porque presos por la fiebre de abarcar, fuimos, trepamos, bajamos y corrimos hasta agotarnos. Pero gracias al nervio que le pusimos, logramos captar algo de lo esencial. Veamos.

El Pasado Manda
La fundación de Salta tuvo lugar en abril de 1582, poco más de tres décadas después de iniciada la colonización de esa vasta zona del norte por parte de los españoles, a instancias del gobernador Hernando de Lerma, quien sólo dejó su nombre al gran valle que la aloja. El propósito era obvio: su ubicación resultaba estratégica para la defensa del comercio y las comunicaciones entre Santiago del Estero y Perú.
Mucho antes, las numerosas tribus aborígenes habían sufrido ya los efectos de otra dominación. La de los incas, que en su expansión, constituyeron una fuerte influencia traducida en avanzadas artes de cultivo, nuevos objetos de culto, técnicas en tejido y alfarería, más una impronta musical distinta, caracterizada por el lamento de la quena y el chasquido del erke, entre otros instrumentos.
Entonces, sucedió lo de siempre. La resistencia contra el nuevo invasor devino en levantamientos y luchas que se pagaron con sangre. Mas la provincia sobrevivió a eso y a otros males naturales. Y en cuatro siglos tuvieron tiempo suficiente para adaptarse, aceptarse y conjugarse en un sincretismo de ideas y creencias propias de la región.
En Salta, hoy, se venera a la figura del general Martín Miguel de Güemes, “nunca suficientemente bien reconocido en el resto de la república”, según reclama en Cafayate Osvaldo Colo Domingo.
Su activa participación en la gesta por la independencia le valió, tanto a Güemes como a sus gauchos “infernales”, un lugar especial en el corazón de cada lugareño. De allí que aún se siga usando y honrando el poncho rojo enlutado, uno de los símbolos visibles de la tradición salteña.

Rezos con Unción
Y hay más. Están las iglesias, numerosas y brotando como hongos, a la vuelta de cada esquina. Con la Catedral a la cabeza, todas por igual son testigos de una firme presencia religiosa que logró imponerse a lo largo de tanta vicisitud. Cualquiera puede aquilatar el fervor popular que inspiran los dos patronos de la provincia: El Señor y la Virgen del Milagro.
La religión católica supo asimilarse muy bien a la vida de Salta. Allí no alcanza con ir a misa los domingos y llevar una vida de guardar. Además, se adora a los santos y se los complace para merecer su buena voluntad. No extrañan, entonces, las fiestas y procesiones que casi todos los sábados tienen lugar en ésa, o en cualquier otra ciudad de la provincia. Celebran la Semana Santa, el Día de Corpus Christi, la Ascensión de la Virgen y también a los Difuntos, entre tantas festividades más. Y en todos los casos, se mezclan cantos, costumbres y rituales. Como la insólita procesión que vimos en la plaza principal, en agradecimiento a la virgen por parte de la Policía, con entrada triunfal en la Catedral, previa guardia uniformada, y con desfile de escoltas embanderados, blandiendo armas de fuego a través de la nave central. O la ceremonia que presenciamos en el Mercado de los Artesanos, con el sacerdote abriendo el cortejo para bendecir el lugar, y la virgen en andas detrás, acompañada por cantos ininteligibles, desgranados en quechua o en aymara, por indias ataviadas con sombreros y ponchos típicos, en actitud espontánea. Porque por suerte, ni sueñan con tener que disimular.

El Poder de la Fe
Y es en esos espíritus sanos y sin dobleces donde primero prendió la historia de la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús.
La misma comenzó con la revelación de la virgen ante María Livia, una señora común, de barrio, quien afirma haber recibido el pedido de María de entregarse a la oración, en un lugar de los Tres Cerritos, donde todos los sábados se reúne con miles de fieles, sin distinción de nacionalidad ni credo, dispuestos a ascender por un sendero escarpado, en la esperanza de que a ellos también les llegue un milagro.
Es un tema de devoción que no exige respuesta. En la ermita se ora, se canta, se hacen promesas, se dejan rosarios en un árbol que los exhibe por miles. Y nada se pide ni hay que dar a cambio. En todo caso, paciencia y silencio a lo largo de la extensa cola que lleva hasta María Livia, y quizás un desmayo frente a su misterioso poder.
¿Qué dice la Iglesia? En estos casos, lo mejor es tomar distancia y quedar expectante.
Mientras tanto, sabido es que el rezo colectivo genera buena energía, y la verdad es que en Tres Cerritos es fuerte y se siente. ¡Vaya si se siente!

La Pachamama aún Vive
En Salta existe una tradición gastronómica que en nada envidia a las provincias vecinas. Las empanadas salteñas son famosas. Tan famosas como puede ser su vino Torrontés. Pero además se disfruta de buenos cochinillos y chivitos asados, quesos de cabra excelentes, locro, humitas y tamales envueltos en chalas de choclo verdes o sazonadas, quinoa [delicioso cereal de la zona], miel de caña, dulce de cayote o cuaresmillo, y un largo etcétera. Tanta abundancia y variedad se debe agradecer. Por eso, a principios de agosto, sí o sí, tiene lugar una costumbre ancestral. Es la fecha en que se celebra a la Pachamama. En ese día, la Madre Tierra, que siempre regala generosa sus frutos en cantidad, se ve recompensada con ofrendas de comidas y otros festejos.

Altares de los Caminos
Aunque es distinto, las montañas también transmiten paz. Al recorrer el valle rumbo a Cafayate, es tan imponente el silencio y grande la inmensidad, que uno no puede menos que sentirse diminuto frente a la obra del Creador.
¿Quién sino él pudo concebir con tal prodigio ese paisaje? Allí alternan rocas, lechos de ríos por estas épocas secos y una vegetación que a veces es muy ostentosa. Pero lo que más impacta es el cielo, azul celeste profundo, iluminado, de lado, por el sol.
Después de un veranillo inesperado, Salta inauguró lloviznas y neblinas cerradas que a nuestro arribo se convirtieron en gran preocupación.
¿Van a Cafayate?, preguntó Christian, encargado de llevarnos por esos caminos de Dios. “Allí siempre hay sol”, dijo sin convencer, aunque el tiempo le dio la razón.
Por la mitad del camino se produjo el milagro. Y en ese trecho soleado y estirado en reiteradas curvas, empezaron a pulular pequeños altares ofrecidos en memoria de almas perdidas, en precipicios que sumieron a muchas familias en desolación.
Impresiona. Son unos cuantos a cada lado de la ruta, y aunque no se quiera, se piensa, no tanto en el riesgo puntual que se corre, sino en la propia vulnerabilidad de la exixtencia.

Sembrar el Futuro
Finalmente en Cafayate, la mirada se pierde tras cientos de viñedos que recuerdan otra realidad. La de la tierra y el campo, la de las cosechas y los vinos, la de una industria que ocupa y exporta. Si bien son muchas las variedades que se cultivan, se reconoce como de la zona a la uva torrontés, fundamental para la elaboración del vino blanco salteño por excelencia.
Para el viajero curioso, Cafayate es más que la fiesta de la vendimia. Como pueblo chico que es, resume la mayoría de los rasgos que Salta esboza. Sus pobladores se conocen y a cada uno le cabe una historia miles de veces contada. ¡Macondo!, dice alguien y puede que sea así.
En torno a la plaza, hay bastantes conocidos. Miguel Nanni, renombrado tapicista de nivel internacional, eligió volver a Cafayate a regentear su propia galería de arte; Laura Cruz, joven diseñadora de ropa con sello local, atiende personalmente en su importante boutique de artesanías finas; Soledad Cruz, artista del telar, reparte las horas entre su tienda y sus obras, que justamente se exhiben en la galería de Patios de Cafayate, el nuevo hotel que le puso ritmo al pueblo. Y se podría seguir. Mucho se habla de Barraco, reconocido artista que trabaja con habilidad la plata y otros metales; o de Ana María Cristófani, fiel continuadora de una vieja técnica en la fabricación de tinajas y botijos de barro, cuya fama ya salió fuera de fronteras.
Es que en Cafayate no sólo de las vides vive el hombre. Conscientes de la importancia que tiene mantener su identidad, practican con esmero el cultivo de otros valores: la integridad, la confianza, la palabra, la fe. Por eso no fue grande la sorpresa al ver cómo se les enseña a los niños. Asistimos a su misa y vimos con qué atención y alegría participaban. Y entonces comprendimos. No se necesita ser muy sabio para ver que ellos son el futuro y por tanto tienen en sus manos la decisión de continuar o no con todo el fervor.

 

 

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