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Modelo: Lucía Solari para
Valentino Bookings.
Fotografía: Marcelo Campi.
Producción: Revista Paula.
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Editorial
El ánimo de Paula no está de fiesta.
Aún cuando podríamos celebrar la entrega de este nuevo ejemplar con variadas notas e informes de interés, inspirados, como siempre, en sueños y realidades que hacen a la vida de hombres y mujeres de todas las edades; no vemos el cielo color de rosa.
Aún cuando podríamos festejar que fuimos y cubrimos los últimos desfiles de Colombiamoda en Medellín, y que también viajamos a Salta en pos de desentrañar algunos de los misterios profundos de la provincia, además de gozar de las bondades de un hotel como Patios de Cafayate Resort & Spa; no estamos radiantes.
Aún cuando podríamos respirar aliviados al comprobar que permanentemente funciona la creatividad en nuestra redacción, incluso para airear y hacer la diferencia en secciones fijas de la revista, léase Elegidos, Números, Cocina, Sociales e incluso tendencias en lo que refiere a moda; igualmente, no nos embarga la alegría.
Haber promocionado días atrás la V Semana de la Moda y el Diseño en Uruguay, organizada desde sus primeros intentos por María Inés Rodríguez, conocida productora y también diseñadora de nuestro medio, nos puso en contacto con las marchas y contramarchas que por cierto conlleva un espectáculo de esta naturaleza, sacado a bajo presupuesto y todo a pulmón, con tal fuerza y empeño que no pudimos menos que apoyar, asistiendo a las tres jornadas. Un tiempo más que suficiente para aquilatar la tremenda oportunidad que este acontecimiento significa para los jóvenes estudiantes de diseño, a quienes se les abre una puerta donde mostrar sus trabajos e ir haciendo experiencia.
Así las cosas, también pudimos apreciar el júbilo con que los presentes recibieron y vivaron las colecciones de sus compañeros; el apoyo de familiares y amigos capaces de ponerle el hombro y prestarse al show; la onda positiva que se percibía desde una platea paciente y comprensiva frente a los apurones y los nervios lógicos que se desatan.
Todo venía funcionando muy bien. El timing, la música, los cambios de look, las modelos.
Sin embargo, sucedió lo que nadie hubiera imaginado jamás. Luisel Ramos, con sus escasos veintidós años y la gran ilusión por delante, sufrió un desmayo y se fue para siempre. Ella, que había estado al firme como asistente del espectáculo, que había soñado con lo que por fin se perfilaba como una carrera segura, tuvo un paro cardiorrespiratorio y nos dejó, para congoja y desconsuelo de su familia y de la gran familia de la moda uruguaya, en cuyas filas por supuesto nos contamos.
Y surgen comentarios. Muchos. Porque en estos casos es fácil inventar fantasmas y sembrar dudas que no vamos siquiera a considerar.
Es explicable el porqué de nuestra tristeza. Fue un golpe bajo del que cuesta reaccionar. De nuestra parte, es claro el deseo de guardar la imagen tímida de Luisel, prendida a sus carpetas, atenta a las fotocopias o a los impresos que esmeradamente archivaba, con una sonrisa en los labios y una gran esperanza en el corazón. O mejor, la otra, la imagen de la pasarela, en donde finalmente brilló con una luz única, diferente, de seguro porque arriba ya la habían elegido y dispuesto su elevación.
Haya paz. Amén.
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