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  Agosto 2006 | Nº165  
 
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Que le pasa a su Hijo
¿Por qué un niño de dos años es capaz de pegarle a un bebé? ¿A qué le temen los niños cuando llega la hora de acostarse? ¿Qué motiva sus berrinches? La sicóloga inglesa Jeanne Magagna, que lleva casi 40 años observando niños, tiene la respuesta a ésas y otras preguntas.
 
 



Asuntos de Familia

Qué le pasa a su Hijo

¿Por qué un niño de dos años es capaz de pegarle a un bebé? ¿A qué le temen los niños cuando llega la hora de acostarse? ¿Qué motiva sus berrinches? La sicóloga inglesa Jeanne Magagna, que lleva casi 40 años observando niños, tiene la respuesta a ésas y otras preguntas.

Por: Marcela Recabarren. Fotografías: Rodrigo Chodil.


Jeanne Magagna lleva 37 años observando niños. Como sicóloga y sicoterapeuta visita a recién nacidos en su casa una vez a la semana, por dos o tres años. Después de cada sesión de una hora toma nota de cómo cada bebé movió los brazos, de cuánto apretó sus puños, de la forma en que su madre lo sostuvo al amamantarlo, de cada gesto, cada sonido, cada mirada y cada juego, y con esta observación acumulada intenta dilucidar qué sintió el niño en cada momento. Usa un método que aprendió durante tres años con la fundadora de la observación de niños, la sicóloga y sicoterapeuta Esther Bick. Ahora Jeanne, que acaba de cumplir 63 años, trabaja como jefa del Servicio Psicoterapéutico en un hospital pediátrico de Londres, el Great Ormond Street, y en una sala cuna de Roma, donde guía a las educadoras en la observación y comprensión de la mente de los niños. En casi cuatro décadas de estudio ha visto, entre otras cosas, que la relación entre la madre y la niñera es determinante en el desarrollo de la personalidad del niño; que los hermanos mayores son igual de importantes que los padres en la formación de la autoestima de un bebé, y que un hijo pequeño puede volverse más fuerte, más valiente y más amoroso si la persona que lo cuida lo consuela de una manera específica cuando su mamá sale a trabajar.
Aunque ha recolectado información valiosa para la crianza cotidiana, sus conocimientos sólo se han difundido en libros y papers especializados. Aquí, la sicóloga entrega respuestas para una audiencia a la que hasta ahora no había llegado: padres y madres.

–¿Tendemos a pensar que los bebés saben y sienten menos de lo que realmente son capaces?
–Sí. Estamos recién empezando a descubrir lo que pueden hacer y sentir. Los bebés no sólo identifican a la madre por su olor y la forma en que los toca desde que nacen, sino que también reconocen su voz desde el útero. Miran la cara de su mamá y saben cómo ella se siente. Los bebés que no cuentan con una madre emocionalmente presente tienen altos niveles de cortisol en el cerebro, lo que destruye parte de su función cerebral y afecta su desarrollo intelectual. En cambio, cuando se sienten sostenidos en la mente y el cuerpo de su madre, sus niveles de cortisol se mantienen normales y se desarrollan mejor.
–¿Cómo logra una mamá sostener a su bebé con la mente y el cuerpo?

“Una madre está emocionalmente presente cuando deja que los sentimientos del bebé la toquen el tiempo necesario para sentirlos también. Los bebés que no cuentan con una madre que los contiene, tienen altos niveles de cortisol en el cerebro, lo que afecta su desarrollo intelectual”.

–Dejando que los sentimientos del bebé –su amor, su dolor, su rabia, su miedo– realmente la toquen el tiempo que sea necesario para mentalizarlos y sentirlos también. La mamá mira al niño y él se siente contenido. No es necesario verbalizar para que sepa que lo entendemos.

Emociones con Valor
–En Uruguay las mamás tienen una licencia posnatal de tres meses. ¿Son demasiado chicos los bebés para dejarlos y salir a trabajar?
–Para el bebé es importante que la madre tenga una vida que ella pueda tolerar. Algunas mujeres se sienten cómodas siendo mamás todo el día y sería bueno que pudieran quedarse con su bebé hasta que cumpliera un año. Otras necesitan mantener algún contacto con el mundo adulto para sentirse bien. Si salen a trabajar, se arman nuevamente en sus funciones adultas, recuperan la estructura y regresan renovadas a su casa. Eso es beneficioso para el bebé. Ahora hay más niños que tienen madres que trabajan y toman la experiencia de la separación como parte de su vida cotidiana. Lo importante es que la madre sepa que la persona que cuida a su hijo, una niñera o una educadora en una guardería, piensa en los sentimientos del bebé y contiene sus emociones.
–¿Qué indica que una niñera es la adecuada para cuidar a tu bebé?
–Una buena niñera debe ser la persona más contenedora, amorosa y empática que puedas encontrar. A muchas personas les cuesta elegir a una niñera adecuada porque sienten celos si es demasiado buena. Pero una madre debe elegir a la niñera como si eligiera a un marido. Debe preguntarse: ¿puede esta persona expresarle amor al bebé? ¿Puede estar en contacto con los sentimientos del niño? ¿Es capaz de impulsarlo a explorar el mundo? La niñera debe reconocer que la relación más importante del niño es con su madre, sin competir con ella. Y la madre debe reconocer que la relación de su hijo con la niñera es única. Debe valorar su función.
–Hay mamás que cambian a la niñera cada año porque no soportan que su hijo se apegue demasiado a ella. ¿Qué efecto tiene eso en el niño?
–Le causa un gran dolor. En la mente del niño, la cuidadora pasa a ser parte de la familia. La pérdida de una niñera en la infancia puede asociarse a la inhabilidad de una persona para establecer relaciones cercanas con otros. El efecto de la separación es más fuerte si la niñera empieza a cuidar al niño antes de los 18 meses y lo deja antes de que cumpla tres años. Lo ideal es que la madre y la niñera establezcan una relación de colaboración. Es beneficioso para el niño, por ejemplo, sentir que si su madre sale unas horas hay un tercero que es capaz de consolarlo. Eso le da seguridad.
–¿Cómo puede la niñera ayudar al bebé y a la mamá en esa separación diaria entre madre e hijo?
–Antes que nada, la madre debe despedirse de su bebé. Si sale a escondidas, su hijo estará siempre un poco alerta. En cambio si él sabe que la mamá le dice adiós antes de salir, puede que llore un poco, pero estará menos ansioso. Lo que debe hacer la niñera es reconocer el dolor que le causa al niño separarse de su madre y contenerlo, no distraerlo diciéndole cosas como “mira el pajarito”.
–¿Qué tiene de malo distraer a un bebé para que deje de llorar?
–Si lo distraes no lo ayudas a conectarse con sus emociones profundas. Le estás diciendo que sus sentimientos no existen, no importan o son inaceptables. Le enseñas a reaccionar así: “esto no es bueno, no me gusta, lo evado”. Es una defensa maníaca. En cambio, si la cuidadora reconoce el dolor del niño, lo mentaliza, mira al bebé a los ojos y le dice que sabe cómo se siente, lo abraza y le da cariño, le ayuda a desarrollar la capacidad de pensar en sus experiencias emocionales. El niño se va a convertir en una persona más valiente, fuerte, amorosa. Llorar no es una tragedia para él si sabe que cuando llora alguien entiende cómo se siente y lo consuela. Es la mejor experiencia, porque finalmente internaliza una figura que lo conforta. Lleva internamente a una madre que acoge sus emociones.
–¿Le das una contención emocional adecuada a un bebé que se separa de su mamá si lo consuelas como si se hubiera hecho una herida en la rodilla, por ejemplo?
–Sí, es lo que hay que hacer. Y si la niñera le permite al bebé sufrir esa pena y el bebé siente el placer de ser consolado, después va a querer hacer algo entretenido, explorar, abrirse al mundo, para sentir más placer. Es la mejor base para aprender en el colegio. Si el niño ha sido consolado aprende, no porque debe hacerlo, sino porque le interesa.
–Entonces jamás deberíamos dejar que un bebé llore sin ir a consolarlo.
–Jamás.

Hora de Dormir
–Acá es bien conocido un libro llamado Duérmete niño, que recomienda dejar a el bebé en la cuna, aunque llore, y consolarlo cada cierta cantidad de minutos según una tabla establecida, para enseñarle a dormir solo.
–¿Y qué pasa si el bebé llora en la mitad de la noche?
– Vas y lo consuelas.
–¿Y si quiere dormir en la cama de los papás?
–Lo consuelas, dejas que se acueste en tu cama y cuando se quede dormido lo llevas a su cuna. Después de que se sienta seguro por dentro, se va a sentir seguro solo. Es un proceso. La capacidad de estar solos la logramos después de que internalizamos a un padre o una madre que nos contiene.
–¿Por qué tratamos a los niños así? ¿Por qué no respetamos que tienen sentimientos como nosotros? Por supuesto que un bebé va a llorar y va a querer estar con su mamá. Si le cantas, lo tomas en brazos, le hablas, y él sabe que va a ser consolado, llorará cada vez menos y gradualmente aprenderá que está bien estar solo. Tendrá la experiencia de una madre que lo comprende y lo conforta. En cambio si llora media hora y no lo consuelan, parará de llorar porque se rinde. No es una buena señal. Medir el tiempo para ir a consolar a un bebé, no hace que se sienta seguro. Lo pone a la defensiva.

Abrir los Ojos
Jeanne Magagna relata una escena: Kirstie, una niña de tres años, irrumpe en la sala de juegos de un jardín de infantes con una muñeca en la mano. La lanza al suelo. Se acerca a una mesa llena de comida de juguete y de un manotazo la desparrama por el piso. Luego recoge la muñeca y desaparece corriendo por la puerta.
–A partir de esta observación, ¿tienen alguna idea de lo que le pasa a la Kirstie? –Jeanne lanza la pregunta durante un seminario.
–Se siente abandonada, como tirada en el jardín, –dice un sicóloga de la audiencia.
–Se siente hecha pedazos, desparramada, agrega otra.
La asociación libre a partir de la observación es la base del método que usa Jeanne para comprender la mente de los niños. Efectivamente, cuenta, Kirstie se sentía abandonada y desparramada. Su mejor amiga había dejado de ir al jardín hacía unos días y la niña no sabía cómo rearmarse para integrarse con sus compañeros. Sus profesoras vieron esta escena, la interpretaron y le sugirieron a la mamá de Kirstie que invitara a la amiga que se había ido del jardín. Kirstie dejó de desparramar los juguetes por el suelo.
Jeanne propone que los padres hagan este mismo ejercicio con sus hijos: que se sienten a observarlos y analicen los temas que salen a flote en sus juegos y las emociones que expresan, para saber cómo se sienten.
–¿No es peligroso que padres sin una preparación especial analicen libremente el juego de sus hijos y lleguen a conclusiones totalmente erradas?
–No. Es siempre una experiencia maravillosa. Todos nos equivocamos, incluso los sicoterapeutas. Pero ya es beneficioso para el niño sentir que alguien lo observa, piensa en él y se preocupa de sus emociones. Eso hace que se sienta acogido. Que alguien se interese en lo que pasa por su mente hace una enorme diferencia. Que acepte, por ejemplo, que juegue a que viene un lobo y se come todos los pollos significa que acepta que hay agresión en él, y eso le da al niño un alivio profundo. Piensa: “tengo agresividad, pero me quieren de todas maneras. Me quieren cuando soy bueno y cuando soy malo”. Los padres deben ser capaces de aceptar la agresividad de un hijo tal como aceptan su amor o su miedo.
–¿Cómo se acepta la agresividad de un niño?

“Un hermano tiene la misma influencia en la autoestima de una bebé que los padres. El bebé percibe cuando un hermano mayor no acepta su presencia en la familia, y eso puede disminuir su autoestima”.


–Tu bebé de cuatro meses te pega una patada. “Ay”, dices. “Estás enojado conmigo”. Aceptas su agresividad al pensar en su sentimiento y ponerle palabras. Tu hija de dos años te patea. Le dices: “Ay, eso duele. ¿Por qué estás enojada?”. Entonces le propones mostrar su agresividad de otra manera, sin herir a nadie. “¿Estás muy enojada? Pégale al tambor, hagamos un ruido fuerte. O zapatea. O salgamos al patio a gritar”. Es importante que sienta que tiene espacio para expresar su rabia y no la acumule, o un día va a explotar.
–¿Y qué hay que hacer si el niño le pega a un hermano menor?
–Siempre debes proteger al menor y tener en cuenta que un niño mayor, de dos o tres años, no siempre puede seguir la orden verbal de detenerse, porque sus impulsos son más fuertes que su mente racional. Los padres deben proteger físicamente al bebé, hasta que hayan trabajado con el hijo mayor el trauma de la llegada de un bebé que le ha quitado espacio en la casa. Y van a trabajar mejor el conflicto del niño si cada uno, individualmente, pasa tiempo con él. Mientras la mamá amamanta al bebé, el papá le puede leer una historia al niño mayor y así este hermano grande sabrá que hay un espacio distinto y entretenido para él. También ayuda a que cada niño sepa que en algún momento de la semana tiene a alguno de sus padres exclusivamente para él. Aunque sea media hora. Saber, por ejemplo, que cada domingo en la mañana juega a la pelota con su papá sin que nadie interrumpa, hace una gran diferencia. El niño aprende a sentirse como un individuo distinto al bebé.
–¿Cómo puede influir en la autoestima de un bebé sentirse odiado o querido por un hermano mayor?
–Un hermano tiene la misma influencia en la autoestima de un bebé que los padres. El bebé percibe cuando un hermano mayor no acepta su presencia en la familia. Eso puede hacer que el bebé desarrolle una baja autoestima. Por eso es tan importante ayudar al hijo mayor a soportar su dolor y enseñarle a compartir el espacio con el bebé. Para un niño, que nazca un hermano puede ser un trauma. Hay que estar atento a sus sentimientos. Es como si tu marido llegara a la casa con una segunda mujer.
–¿Conviene entonces observar de cerca a este hermano mayor?
–A los dos. Y si el hijo mayor se pone agresivo o tiene pesadillas, por ejemplo, uno puede partir por preguntarse: “¿cómo fue su día? ¿Con qué ánimo despertó? Tal vez el padre estuvo de viaje una semana, tal vez el niño se sintió poco tomado en cuenta durante el día. Les sugiero a los padres que le pasen a su hijo una caja con animales salvajes y de campo, con cercos, pelotas y plasticina, y dejen que juegue libremente, sin estructura. Les propongo que lo observen atentamente durante quince minutos. Así podrán ver qué hay en su imaginación, qué siente en ese momento. No hay que ser sicoterapeuta ni experto en observación de niños para ver qué pasa por su mente. Basta abrir bien los ojos.

 

 

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