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  Enero 2006 | Nº158  
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El lujo de Punta del Este ya trepa a las alturas. Nuevos y sofisticadísimos proyectos edilicios inyectan vitalidad al sector de la construcción...
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Punta Rumbo al Cielo

Por todo lo Alto

El lujo de Punta del Este ya trepa a las alturas. Nuevos y sofisticadísimos proyectos edilicios inyectan vitalidad al sector de la construcción, emplean a miles de personas, seducen a otros tantos clientes y transforman el paisaje del balneario.

¿Qué hay detrás de este nuevo boom?



Por Silvana Silveira

 

 

 


A los inversionistas les brillaron los ojos cuando la Junta Departamental de Maldonado otorgó una serie de permisos especiales para estimular el sector de la construcción, que hace apenas un par de años se encontraba en estado casi comatoso. Las ventajas para los desarrollistas, ampliamente difundidas, incluían exoneraciones varias y excepciones a la normativa vigente en materia urbanística. Entre otras cosas, daban la posibilidad de levantar torres más altas que las conocidas, en zonas de valoración inmobiliaria igualmente elevadas. Ante el paquete de ventajas, los capitales empezaron a llover. Principalmente, de cielos argentinos, pero también fueron de la partida inversores uruguayos, franceses y españoles, entre otros.
El resultado no pasa desapercibido: el contorno de la Península, desde la Laguna del Diario hasta La Barra, está salpicado de imponentes show rooms que promueven y venden los futuros edificios. El nuevo paisaje incorpora cimientos que trepan a las alturas, plumas ajetreadas, cascos amarillos y azules que no descansan. El horizonte de la nueva Punta está erizado de torres.
“Punta del Este se ve hoy como un lugar con un futuro muy promisorio, muy atractivo, donde tradicionalmente los edificios de categoría fueron una línea de la ciudad, así que pensamos que nuestra propuesta está relacionada con todo eso y tiene que funcionar muy bien allí”, dice Susana Giovinazzo, directora de marketing de Raghsa, que gerencia el emprendimiento Le Parc S.A. en la rambla de la Brava y Roosvelt.
Con proyectos como ese, el viejo balneario se dispone ahora a batir récords de altura y llevar el lujo a peldaños cada vez más altos. Se estima que en 2007 estarán prontas no menos de cuatro torres premium frente al mar que rozan los ochenta metros de altura. Según los entendidos, en un par de años ciertas zonas de Punta del Este serán el doble de altas que Pocitos.
Algunos de los edificios emblemáticos de esta nueva escalada son Torre Aquarela [26 pisos que desarrolla Invergroup en la parada 18 de la Mansa], Le Jardin [25 pisos obra de Sky Group y Atijas-Weiss en la parada 16], y Le Parc [dos torres de 24 pisos con diseño del arquitecto Carlos Ott, frente al mar de la Brava].
También los desembolsos de dinero andan por las nubes. Invergroup invirtió 35 millones de dólares en el proyecto Aquarela, 30 millones de dólares harán florecer Le Jardin, y Le Parc S.A. desembolsó no menos de 15 millones de dólares para levantar sus torres.

Como se ha dicho, estos son sólo algunos ejemplos. En total, “hay doce proyectos que se hicieron al amparo de los permisos especiales, entre tantos otros”, dice Nora Piñón, presidenta de la comisión departamental de Maldonado de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay.
Entre los esbozos que ya tienen cimientos también hay que mencionar Torre Lobos, frente a la Brava y junto a Le Parc; Veramansa, a la entrada misma de Punta del Este; Terrazas de La Laguna, un edificio bajo que se expande como una ola frente a la Laguna del Diario; y Brava 28, un complejo de dos bloques bajos. Atijas- Weiss también está desarrollando Ocean Drive, con una inversión de 16 millones de dólares; South Beach [7 millones de dólares], y Cabo San Lucas [dos millones].
Un proyecto de las dimensiones de Le Jardin demanda 1.600 toneladas de hierro, 341.700 ticholos, 16.640 metros cúbicos de hormigón, 500 bolsas de portland por día, y 40.000 metros cuadrados de cerámica para áreas de revestimiento, entre otros tantos insumos. El aluminio, la arena, el cemento, el hierro y la piedra son uruguayos. Los mármoles, las cerámicas, los cristales y los ascensores son importados.
Aquarela demandó dos toneladas de hierro, 12 de aluminio, 750 baños y un personal de 130 obreros contratados que podrán ser 300 en el momento más movido de la obra.
En total, se calcula que se están construyendo 600.000 metros cuadrados y que en el 2007 la plaza inmobiliaria tendrá 4.000 flamantes apartamentos a disposición de los ricos y famosos que se desviven por adueñarse de una porción de la Punta.

Categoría y confort

Durante el primer boom de la construcción, avanzados los años ’70, importantes estudios argentinos construyeron los primeros edificios de alrededor de veinte pisos, como El Torreón, Parque Mar y el Tiburón. Entonces se proyectaron alrededor de 650.000 metros cuadrados entre casas y apartamentos. Un segundo boom estalló en el 98, ligado a los capitales que aportaron los nuevos ricos de la era menemista. Hoy no todos están de acuerdo en hablar de un boom, porque mientras la mayor arte de las casas ya se construyó, las grandes obras recién empiezan a estar activas.
Lo que en rigor caracteriza esta nueva sobre-actividad del sector es la creación de edificios premium con diseño y tecnología de avanzada. Edificios inteligentes, a la vanguardia del lujo y el confort, en grandes predios con variedad de atractivos, especialmente diseñados para el sector ABC1 –el de más alto poder adquisitivo– de la región. “El concepto es lujo, confort y tecnología moderna aplicada a todas las instalaciones y al diseño. Muchas áreas comunes, lugares de esparcimiento, áreas para deporte, entretenimiento y recreación social”, resume Giovinazzo.
Aquarela, por ejemplo, está en un predio de 17.000 metros cuadrados que incluye amenities como business center, home theatre, sala de lectura con vista al mar, spa seco y húmedo, canchas de tennis, jaula de golf y tres piscinas, entre otras tantas alternativas de esparcimiento, amén de las áreas destinadas especialmente a los niños y las imponentes vistas al mar y la isla Gorriti. Tampoco faltan curiosidades como una pista aeróbica Cooper, para trotar cual profesional, una cava de vinos, un pent house triplex con ascensores internos, departamentos con techos de doble altura [que ellos llaman cathedral ceilings], o cocheras con valet parking y lavadero. “Te llevan el auto, te lo estacionan y hasta te lo lavan”, sonríe Federico Mengual, director de ventas de Invergroup.
Entre los privilegios que disfrutarán los futuros propietarios de Le Jardin hay que mencionar los ascensores de alta velocidad [un segundo por piso] y código secreto de seguridad, jacuzzis con hidromasaje, ring calls en cada piso para evitar imprevistos, sistema de mudanzas con ménsulas y motor para subir muebles a los pisos más altos, y vidrios dobles para evitar pérdidas de calor y de frío. El costo del metro cuadrado rondará los 2 mil dólares, pero según el arquitecto Ricardo Weiss, “los edificios de este tipo no son edificios: son hoteles cinco estrellas”.
La venta de Aquarela se inició en agosto de 2005. Hoy, más del 30 por ciento de la torre ya está vendido. Allí los pisos cuestan entre 250.000 y un millón de dólares. Los compradores pagan el treinta por ciento contado y financian el resto. Le Jardin ya está vendida en un 90 por ciento. Según la jefa de obra Blanca Viera, los futuros usuarios pagan al contado. “Acá nadie compra financiado. En dos cuotas, como mucho. Vienen de Miami y abren el maletín o hacen un giro bancario. Acá nadie está tres años pagando”.
¿Quiénes son y de dónde salen estos magnates que acceden a estos reductos de primera categoría? “El 80 por ciento son argentinos con negocios en Estados Unidos y de ascendencia judía. El resto es una melange de europeos, brasileños –generalmente paulistas que vienen a comprar y se van sin molestar–, y unos pocos uruguayos. Son todos amigos y se conocen entre ellos. Compran ellos y luego sus hijos. Tienen edades entre los 35 y los 80 años. Uno de los más jóvenes es el dueño de una de las plantaciones de soja más importantes de Argentina”, deja saber Viera.
Por su lado, la Asociación de Promotores Privados de la Construcción del Uruguay está tratando por todos los medios de ampliar la clientela. ¿A quienes? “A los retirados pudientes de los países fríos que habitualmente van a España, a europeos de todo nivel y a zonas de América como México que tienen monedas más fuertes”, explica Weiss, presidente de la asociación.


1: Entrada triunfal: derroche de sofisticación en el lobby de Milenium. 2: Sólo para tus ojos: los futuros interiores de Delamar, el polémico edificio junto al puente de La Barra.


Habitación con vista: así serán los apartamentos de la Torre Aquarela.

Ladrillos rendidores

Manuel Villaverde, presidente de Invergroup, está convencido que el negocio inmobiliario es muy interesante. “El resultado definitivo es impredecible ya que intervienen muchas variables [costos de materiales, mano de obra, tipo de cambio, velocidad de las ventas, tiempo]. El atractivo para los inversionistas es la seguridad y rentabilidad a largo plazo, por más que puede haber coyunturas donde se pueda ganar mucho dinero y en otras se pueda perder. Sin duda estamos ante un boom constructivo que esperamos se transforme en un boom de ventas”.
Actualmente, los metros cuadrados más codiciados cuestan alrededor de 2.000 dólares. Sin embargo, los más optimistas consideran que, en apenas un par de años, esa cifra ascenderá a 4.000. Según Carlos Portela, presidente de la Asociación de Inmobiliarias de Punta del Este, “la gente que compra este tipo de propiedades busca tener su dinero colocado en varias opciones, entre las que figuran las propiedades de lujo. La rentabilidad de estos apartamentos se conocerá a fines del 2006”. De momento, lo que todos comentan es que para los potentados europeos o estadounidenses que pagan 12.000 dólares el metro cuadrado en Madrid, 8.000 en Miami, y 4.000 en zonas más cercanas como el porteño Puerto Madero, comprar lujo en Punta del Este sigue siendo una ganga.
“Media planta en Le Jardin cuesta 900.000 dólares. Los gastos comunes son de alrededor de 400 dólares mensuales, y un apartamento estándar, de 400.000 dólares, se puede alquilar en 17.000 por un mes” avanza Weiss.
De todos modos, como ha dicho la revista Fortune, habrá que esperar a 2007 para descubrir si Punta del Este será un punto de referencia entre los inversores inmobiliarios de todo el mundo, tal como muchos sueñan hoy.


Gente en obra: la maquette de Le Jardin es testigo silenciosa del ajetreo en la Parada 16.

Escenas similares se aprecian junto al show room de Le Parc y a lo largo de toda Punta del Este.

El incipiente boom también desvela a la clase trabajadora, que vuelve a ver en Maldonado la puerta al paraíso. ¿Hay mano de obra suficiente para construir todo lo proyectado? “En este momento hay dos grandes focos que consumen la mano de obra que hay en el país: Botnia, en Fray Bentos, y Maldonado. Todavía no falta mano de obra, pero seguramente muchos desocupados irán a esas zonas del país. No creo que sea dramático. Puede faltar mano de obra calificada, pero está retornando al sector”, asegura Weiss.
Arnoldo Cóccolo tiene 60 años y se desempeña como medio oficial en Le Jardin. Su trabajo de nueve horas diarias le reporta alrededor de 4.200 pesos por quincena. El vive en Maldonado con su señora y sus hijos, y dice que el trabajo no le resulta tan duro. “Hoy hay mucha maquinaria eléctrica. Antes había que picar a punta y maceta, ahora hay martillos eléctricos”, cuenta mientras se acomoda un poco a la sombra.
Un peón gana alrededor de 6.000 pesos, un oficial de obra 8.000 y un finalista 10.000.
Parte del salario del obrero se va en vivienda y alimentación. “Somos un poco nómades, vamos donde está el trabajo. Cuando termina la obra unos regresan a sus casas, otros pasan a engrosar los asentamientos del cinturón de Maldonado”, dice Faustino Rodríguez, integrante de la dirección del Sunca. “El dinero que gana el obrero es para gastar en la semana, no da para más. Es dinero que se vuelca al mercado interno”, agrega Rodríguez.
Entre los problemas con que deben lidiar los trabajadores del sector, Rodríguez menciona la sub aportación –que trabaje como oficial y le paguen el sueldo de un peón, por ejemplo– o el trabajo en negro, que es más frecuentemente en las obras chicas. Eso, aparte de la presión contra la organización sindical. “Sutilmente, cuando los trabajadores se organizan, los despiden alegando que hay reducción de personal”, acusa el dirigente sindical.

Producir riqueza

Nadie pone en duda la relación calidad precio de estos paraísos del confort y el lujo. Que se hayan volado los cielorrasos de la Coral Tower durante el temporal que azotó el país en agosto del año pasado es considerado por todos algo tan excepcional como el mismo fenómeno meteorológico.
“Creemos que, generalmente, los precios van asociados a la calidad. No creemos que el fenómeno que aconteció el 23 de agosto se asocie a la mala calidad de la construcción”, dice Villaverde.
Coral Tower, Millenium, Beverly y Sea and Forest son algunos de los edificios de lujo que se construyeron más recientemente. Sólo en Sea and Forest [60 apartamentos en 17 pisos] trabajan en temporada unas 50 personas entre porteros, mucamas, cadetes, garagistas, piscineros, jardineros, playeros, recepcionistas, serenos y guardias. En temporada baja trabajan menos de la mitad. Sólo dos de los 60 apartamentos disponibles están ocupados todo el año.
En Millenium, una de las torres más lujosas, trabajan unas cincuenta personas durante los 12 meses del año. Allí es fácil ver automóviles marca Ferrari y Jaguar entrando y saliendo de los estacionamientos, mientras el valet parking se comunica con el front desk por walkie talkie. Hay pocas personas viviendo todo el año. En temporada baja, incluso durante los fines de semana apenas el 10 por ciento del edificio está ocupado.
Decorar estos suntuosos pisos es otro cantar. En Walmer, que atrae a buena parte de esta clientela, calculan que quien gasta 200.000 dólares en comprar un apartamento suele destinar un diez por ciento de ese valor [20.000 dólares] a equiparlo a su imagen y semejanza. “Los que no tienen límites de gasto son los menos. La mayoría tiene un rubro destinado al mobiliario. Digamos que miran el menú de izquierda a derecha”, bromea Héctor Liberman, propietario de Walmer.
“Uruguay necesita ingresos y estos compradores generan divisas”, avanza Weiss. Además de comprar muebles, “pagan teléfono, Primaria, impuestos municipales, patrimonio. Este tipo de turismo sacó a España de la mediocridad económica. Punta del Este tiene cien kilómetros de costa, así que no hay que asustarse si en algunas zonas hay edificios en altura. Hay gente que quiere vivir en edificios, como otra gente prefiere las casas. El paisaje no es sólo la naturaleza, es la naturaleza y la mano del hombre”, menciona el arquitecto y empresario, convencido de que este fenómeno produce la riqueza necesaria para que el país salga adelante.
Sombras en el edén Por su lado, otros temen a las multitudes, a que las vista emblemáticas se vean cercenadas y a que acaben desapareciendo los terrenos verdes frente al mar. Se ponen en el lugar de los vecinos que, de la noche a la mañana, vieron su soleado terreno apagarse bajo un cono de sombra, o perdieron su panorámica de verdes y turquesas a cambio de otra de cemento y cristal. “Asusta. El gran inconveniente es hacer las cosas sin planificar. Eso es lo peor que puede sucederle a una ciudad. Creo que primero deberíamos preguntarnos qué Punta del Este queremos. No se puede soslayar la infraestructura de la zona para recibir ese aluvión de personas viviendo en un área tan pequeña”, opina Piñón.
A su entender, hay gente que quiere comprar frente a la costa, pero también otra que se está corriendo hacia el Este, buscando una paz que es difícil de encontrar entre los grandes edificios. “La Mansa tiene que ser baja porque lo mejor es ver la continuidad de la playa y el verde. Además, los edificios en altura generan cambios en la dirección de los vientos. Eso, sin mencionar la agresión que uno siente al caminar al lado de un edificio de gran altura. Las intervenciones no se pueden realizar en forma aislada, sino que deben responder a un estudio de la situación para determinar su conveniencia”, agrega la arquitecta.
Villaverde, que conoce Punta del Este hace cuarenta años, dice haber visto y vivido distintos paisajes. “Si bien fue perdiendo algo de su agreste belleza, la fue compensando con el desarrollo edilicio, transformándose en el balneario más importante de América del Sur. La nueva altura en Punta del Este es otra etapa, que tenía que llegar en el momento en que el mercado lo requiriera, ya que la vista la mar es un bien escaso”, dice el presidente de Invergroup.
Tampoco Giovinazzo cree que Le Parc sea un exabrupto que atente contra las postales de la Brava. “La torre tiene una estrecha relación con la dimensión del terreno, de 140 metros frente al mar por cien de fondo. Eso hace que no sea urbanísticamente un perjuicio. Hay ucho verde y mucha tierra alrededor”, dice la directora de marketing de la empresa.
Como escribiera Miguel Carbajal en su libro Punta del Este/Esplendor Atlántico: “Punta del Este imita a Manhattan. Hacia el Este, cada vez más al Este, una playa parece ser mejor que la otra, oceánica hasta decir basta y prudentemente solitaria cuando se acerca la noche. En ese momento todo parece estar más cerca de la dorada región de antes, cuando el turismo no la había descubierto y puesto su marca. Ahora tiene sello, caro, exclusivo, de un diseño exquisito”.

 

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