A los inversionistas les brillaron
los ojos cuando la Junta
Departamental de Maldonado
otorgó una serie de permisos
especiales para estimular
el sector de la construcción,
que hace apenas un par de años
se encontraba en estado casi comatoso.
Las ventajas para los desarrollistas, ampliamente
difundidas, incluían exoneraciones
varias y excepciones a la normativa vigente
en materia urbanística. Entre otras cosas,
daban la posibilidad de levantar torres
más altas que las conocidas, en zonas de
valoración inmobiliaria igualmente elevadas.
Ante el paquete de ventajas, los capitales
empezaron a llover. Principalmente,
de cielos argentinos, pero también fueron
de la partida inversores uruguayos, franceses
y españoles, entre otros.
El resultado no pasa desapercibido: el
contorno de la Península, desde la Laguna
del Diario hasta La Barra, está salpicado de
imponentes show rooms que promueven
y venden los futuros edificios. El nuevo paisaje
incorpora cimientos que trepan a las
alturas, plumas ajetreadas, cascos amarillos
y azules que no descansan. El horizonte
de la nueva Punta está erizado de torres.
“Punta del Este se ve hoy como un lugar
con un futuro muy promisorio, muy
atractivo, donde tradicionalmente los edificios
de categoría fueron una línea de la ciudad,
así que pensamos que nuestra propuesta
está relacionada con todo eso y tiene
que funcionar muy bien allí”, dice Susana
Giovinazzo, directora de marketing de
Raghsa, que gerencia el emprendimiento
Le Parc S.A. en la rambla de la Brava y
Roosvelt.
Con proyectos como ese, el viejo balneario
se dispone ahora a batir récords de
altura y llevar el lujo a peldaños cada vez
más altos. Se estima que en 2007 estarán
prontas no menos de cuatro torres premium
frente al mar que rozan los ochenta
metros de altura. Según los entendidos, en
un par de años ciertas zonas de Punta del
Este serán el doble de altas que Pocitos.
Algunos de los edificios emblemáticos
de esta nueva escalada son Torre Aquarela [26 pisos que desarrolla Invergroup en la
parada 18 de la Mansa], Le Jardin [25 pisos
obra de Sky Group y Atijas-Weiss en la
parada 16], y Le Parc [dos torres de 24 pisos
con diseño del arquitecto Carlos Ott,
frente al mar de la Brava].
También los desembolsos de dinero
andan por las nubes. Invergroup invirtió 35
millones de dólares en el proyecto Aquarela,
30 millones de dólares harán florecer Le
Jardin, y Le Parc S.A. desembolsó no menos
de 15 millones de dólares para levantar sus torres.
Como se ha dicho, estos son sólo algunos ejemplos. En total, “hay doce proyectos
que se hicieron al amparo de los permisos
especiales, entre tantos otros”, dice
Nora Piñón, presidenta de la comisión departamental
de Maldonado de la Sociedad
de Arquitectos del Uruguay.
Entre los esbozos que ya tienen cimientos
también hay que mencionar Torre
Lobos, frente a la Brava y junto a Le Parc;
Veramansa, a la entrada misma de Punta
del Este; Terrazas de La Laguna, un edificio
bajo que se expande como una ola
frente a la Laguna del Diario; y Brava 28,
un complejo de dos bloques bajos. Atijas-
Weiss también está desarrollando Ocean
Drive, con una inversión de 16 millones de
dólares; South Beach [7 millones de dólares],
y Cabo San Lucas [dos millones].
Un proyecto de las dimensiones de Le
Jardin demanda 1.600 toneladas de hierro, 341.700 ticholos, 16.640 metros cúbicos
de hormigón, 500 bolsas de portland por
día, y 40.000 metros cuadrados de cerámica
para áreas de revestimiento, entre otros
tantos insumos. El aluminio, la arena, el
cemento, el hierro y la piedra son uruguayos.
Los mármoles, las cerámicas, los cristales
y los ascensores son importados.
Aquarela demandó dos toneladas de
hierro, 12 de aluminio, 750 baños y un personal de 130 obreros contratados que podrán
ser 300 en el momento más movido
de la obra.
En total, se calcula que se están construyendo
600.000 metros cuadrados y que
en el 2007 la plaza inmobiliaria tendrá 4.000
flamantes apartamentos a disposición de
los ricos y famosos que se desviven por
adueñarse de una porción de la Punta.
Categoría y confort
Durante el primer boom de la construcción,
avanzados los años ’70, importantes
estudios argentinos construyeron los primeros
edificios de alrededor de veinte pisos,
como El Torreón, Parque Mar y el Tiburón.
Entonces se proyectaron alrededor
de 650.000 metros cuadrados entre casas
y apartamentos. Un segundo boom estalló
en el 98, ligado a los capitales que aportaron
los nuevos ricos de la era menemista.
Hoy no todos están de acuerdo en hablar
de un boom, porque mientras la mayor arte de las casas ya se construyó, las grandes
obras recién empiezan a estar activas.
Lo que en rigor caracteriza esta nueva
sobre-actividad del sector es la creación de
edificios premium con diseño y tecnología
de avanzada. Edificios inteligentes, a la
vanguardia del lujo y el confort, en grandes predios con variedad de atractivos, especialmente
diseñados para el sector ABC1 –el de más alto poder adquisitivo– de la región. “El concepto es lujo, confort y tecnología
moderna aplicada a todas las instalaciones
y al diseño. Muchas áreas comunes,
lugares de esparcimiento, áreas para
deporte, entretenimiento y recreación social”,
resume Giovinazzo.
Aquarela, por ejemplo, está en un predio
de 17.000 metros cuadrados que incluye
amenities como business center, home theatre, sala de lectura con vista al mar,
spa seco y húmedo, canchas de tennis, jaula de golf y tres piscinas, entre otras
tantas alternativas de esparcimiento,
amén de las áreas destinadas especialmente
a los niños y las imponentes vistas
al mar y la isla Gorriti. Tampoco faltan curiosidades
como una pista aeróbica Cooper,
para trotar cual profesional, una cava
de vinos, un pent house triplex con ascensores
internos, departamentos con techos
de doble altura [que ellos llaman cathedral
ceilings], o cocheras con valet parking y lavadero. “Te llevan el auto, te lo estacionan
y hasta te lo lavan”, sonríe Federico Mengual,
director de ventas de Invergroup.
Entre los privilegios que disfrutarán
los futuros propietarios de Le Jardin hay
que mencionar los ascensores de alta velocidad [un segundo por piso] y código secreto
de seguridad, jacuzzis con hidromasaje,
ring calls en cada piso para evitar imprevistos,
sistema de mudanzas con
ménsulas y motor para subir muebles a
los pisos más altos, y vidrios dobles para
evitar pérdidas de calor y de frío. El costo
del metro cuadrado rondará los 2 mil dólares,
pero según el arquitecto Ricardo
Weiss, “los edificios de este tipo no son
edificios: son hoteles cinco estrellas”.
La venta de Aquarela se inició en agosto
de 2005. Hoy, más del 30 por ciento de
la torre ya está vendido. Allí los pisos cuestan
entre 250.000 y un millón de dólares.
Los compradores pagan el treinta por ciento
contado y financian el resto. Le Jardin
ya está vendida en un 90 por ciento. Según
la jefa de obra Blanca Viera, los futuros
usuarios pagan al contado. “Acá nadie
compra financiado. En dos cuotas, como
mucho. Vienen de Miami y abren el maletín
o hacen un giro bancario. Acá nadie está tres años pagando”.
¿Quiénes son y de dónde salen estos
magnates que acceden a estos reductos
de primera categoría? “El 80 por ciento
son argentinos con negocios en Estados
Unidos y de ascendencia judía. El resto es
una melange de europeos, brasileños –generalmente paulistas que vienen a comprar
y se van sin molestar–, y unos pocos
uruguayos. Son todos amigos y se conocen
entre ellos. Compran ellos y luego sus
hijos. Tienen edades entre los 35 y los 80
años. Uno de los más jóvenes es el dueño
de una de las plantaciones de soja más importantes
de Argentina”, deja saber Viera.
Por su lado, la Asociación de Promotores
Privados de la Construcción del Uruguay
está tratando por todos los medios de
ampliar la clientela. ¿A quienes? “A los retirados
pudientes de los países fríos que
habitualmente van a España, a europeos
de todo nivel y a zonas de América como
México que tienen monedas más fuertes”, explica Weiss, presidente de la asociación.
1: Entrada triunfal: derroche de sofisticación en el lobby de Milenium. 2:
Sólo para tus ojos: los futuros interiores de Delamar, el polémico edificio junto al puente de La Barra.