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  Enero 2006 | Nº158  
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Esplendor Tropical
Enclavada en un terreno fronterizo entre lo real y lo imaginario, la selva se erige hoy como uno de los destinos turísticos favoritos del viajero moderno...
 
 

De Crucero por el Amazonas
Esplendor Tropical


Por Julia Helena Romei
Enclavada en un terreno fronterizo entre lo real y lo imaginario, la selva se erige hoy como uno de los destinos turÍsticos favoritos del viajero moderno.


¿Qué misterios atesora aún la Amazonia?

En su cuna peruana, el gran río Amazonas se llama Vilcanota, y así transcurre hasta la frontera con Brasil. Desde allí, y hasta Manaos, cambia su nombre por el de Solimões, y es al unirse con el oscuro cauce del río Negro cuando por fin toma su legendario nombre.

En su cuna peruana, el gran río Amazonas se llama Vilcanota, y así transcurre hasta la frontera con Brasil. Desde allí, y hasta Manaos, cambia su nombre por el de Solimões, y es al unirse con el oscuro cauce del río Negro cuando por fin toma su legendario nombre.
Navegar por esta incomparable cuenca representa algo más que una mera aventura. Es adentrarse, y por la puerta grande, en una naturaleza indómita que devora sin piedad todo aquel elemento extraño al precioso balance de su funcional sistema.
Una vez allí, los amantes del asfalto y cultores de la vida urbana pueden verse reflejados en los versos de Baudelaire, cuyo soneto Correspondances recuerda a un hombre desconcertado y confuso pues se ha alejado, sin darse cuenta, de su primera cuna: la naturaleza. Sin embargo, en esta parte del mundo, quienes habitan el litoral del gran río, prueban que lo contrario es posible. El estado de Amazonas se ubica en el extremo soroeste de Brasil y cuenta con una superficie aproximada de 1.577.820 kilómetros cuadrados. ocupa cerca del 20 por ciento del territorio del país.
Su nombre, asignado a partir de 1856, se debe al río, descubierto por Francisco de Orellana en 1542. Dadas las difíciles condiciones de acceso al territorio, la llegada de los españoles fue bastante tardía con respecto al resto del país.
Hasta hoy, a la capital Manaos sólo se puede acceder por vía fluvial o aérea. Esto explica que recién en 1669, perdida en medio de la selva virgen, surgiera una pequeña aldea que luego de establecida pasó dos siglos aislada del mundo. Recién en 1890, este asentamiento rebautizado como Manaos vio florecer su infraestructura social y cultural, gracias a la explotación del caucho y la concentración de sus exportaciones. Los magnates de este tráfico, endulzados por una aparentemente inagotable prosperidad, decidieron transformar a la ciudad en una metrópoli al estilo de las del Viejo Continente. Testigos de aquella época, todavía maravillan por su magnificencia el Teatro Amazonas y la plaza San Sebastián, concebidos por el italiano Domenico de Angelis. Allí, en su desmedido afán vanguardista, la nueva aristocracia de la capital se deleitó con los más afamados artistas europeos de aquel tiempo.
Por su parte, la Aduana y el muelle flotante, proyectados y prefabricados en Inglaterra, se mantienen tal y como entonces. De la misma manera, el mercado municipal [diseñado a imagen y semejanza del de Les Halles de París] y el Palacio Río Negro [antigua residencia de un comerciante alemán], transportan por unos instantes al esplendor de antaño.
Una nueva inyección de prosperidad económica convirtió a la zona en un polo de intensa actividad comercial e industrial, cuando en 1967, con la creación de la Zona Franca de Manaus, numerosas empresas se instalaron allí.

Pasos perdidos

El clima de la región se define como tropical y húmedo. Y ese aire caliente y denso es el primer abrazo de bienvenida al visitante. Con una temperatura media de 33 grados, las estaciones se concentran en una temporada veraniega y otra marcada por las lluvias que afectan a la región, desde diciembre a junio.
Es entonces cuando el río crece, y grandes extensiones de territorio quedan por completo sumergidas bajo sus aguas, sin que por este motivo se vea menazada la simbiosis de los integrantes de este ecosistema. Muy por el contrario, ésta se nutre de ellas.
No es preciso alejarse demasiado de la urbe para encontrarse con la fauna y flora selvática. Dentro de la misma ciudad, la empresa Varig ofrece una primera aproximación en el Hotel Tropical Manaus, impresionante complejo que conjuga en un mismo predio la calidez de la arquitectura horizontal y amplia, con la eficiencia de una moderna torre. A las comodidades usuales de un alojamiento turístico, el hotel agrega, para sorpresa del huésped, un jardín de orquídeas y un zoológico donde es posible admirar las especies más representativas de la región. Además, un embarcadero propio habilita un rápido acceso y conexión con otros puntos de la cuenca.
Para disfrutar un bocado más suculento de selva tropical, cruzando los 22 kilómetros que separan ambas márgenes del Río Negro, es posible vivir la jungla desde el cómodo y seguro marco de un hotel cinco estrellas. El hotel de selva TIWA Eco-Resort ofrece pintorescos bungalows sobre palafitos, en medio de una laguna natural donde no desentona un diseño que, integrado al paisaje, resalta la exquisita madera local. Esta clara invitación a dejarse llevar y olvidar, esta vez sí, el mundanal ruido, compite en solaz, con la tentación de abandonar la modorra contemplativa y azuzar el espíritu explorador, mediante expediciones por el bosque.
Para los más intrépidos, intentar el focagem de yacarés, colma con creces las ansias de aventura. Estos safaris nocturnos se efectúan en rápidas lanchas que recorren el río, a la luz de un faro piloto, que busca inexplicables puntos brillantes en medio de la más densa oscuridad. Una vez hallados, los experimentados guías que acompañan los paseos demuestran al asombrado observador que esos minúsculos puntos fosforescentes, son, en realidad, los hipnotizados ojos de un enorme saurio que disfrutaba del fresco de la noche.
El ritmo de la selva sorprende por momentos. La percepción del paso de las horas, para quien es ajeno a su dinámica, es inexplicable. La actividad es intensa pero los minutos parecen tan elásticos que una vida entera puede transcurrir en el espacio de una hora.
Este reposo, que jamás llega a convertirse en parsimonia, es palpable también en los caboclos y ribeirnhos, que moran en las riberas del río.
Sin atisbos visibles de incomodidad alguna, estos personajes interrumpen sin más sus tareas diarias y hacen gala de un instinto narrador extraordinario para contar, a quien esté dispuesto a escucharlos, asombrosas historias ocurridas a algún padre o abuelo, siempre experimentados hombres de selva, que en algún momento de sus vidas se encontraron cara a cara con la anaconda, la indiscutida reina de la selva. Así es. En esta jungla, ni la pantera onça, ni el yacaré, ni tan siquiera el hombre, son signos rivales de la más temida de las cobras.
Muchas son las historias y leyendas que la tienen por protagonista, aunque para desilusión de muchos, son pocas las veces en que se puede apreciar algo más que el surco que deja sobre el terreno por donde se mueve.
Infinitamente menos amenazadores, y por el contrario en extremo propensos a socializar con los humanos, resultan los botos .delfines rosados– de Novo Airão. Allí funciona un programa de conservación de la especie que se originó cuando estos mamíferos comenzaron a acercarse naturalmente al restaurant flotante de Donha Marilia. Sus dos hijas adolescentes son las encargadas en la actualidad de mostrarle al turista cómo acercarse a estos mamíferos. Bajo el disfraz de atractivo, fue posible encontrar la manera de educar y concientizar a visitantes y locales acerca de la importancia de preservar estos delfines de tan peculiar color.


Cazando turistas

En la Amazonia es factible que el viajero se sienta vulnerable. Inquieto, al menos, si la palabra anterior peca de exagerada. Sin embargo, no visitarla, o dejar de conocer sus maravillas debido a temores de adaptación, sería otra exageración. Como en todo destino, existen varios caminos para emprender el derrotero. Y puesto que se trata de un río y el transporte fluvial es el medio por excelencia de comunicación, la navegación por sus aguas se presenta a todas luces como la opción ideal. A tales efectos, Iberostar construyó, para esta aventura, el Gran Amazon, un crucero que comenzó en 2005 el recorrido por los ríos Negro y Solimões, hasta el famoso encuentro de aguas, donde los ríos transcurren sin mezclarse unos seis kilómetros. El barco, que zarpa de Manaos y culmina su travesía en la misma ciudad portuaria, es un verdadero hotel flotante que posibilita el desplazamiento sin problemas por la región. Piloteado por una muy solvente tripulación, sus comodidades satisfacen las expectativas de cualquier huésped acostumbrado al servicio cinco estrellas. Con un régimen de all inclusive que ahorra preocupaciones, la propuesta ofrece, además, un programa muy completo de paseos por el río, focagem de yacarés, pesca de piranhas y caminatas por la selva. Incluso, una serie de conferencias a cargo de los guías que acompañan cada recorrido permite tener una visión más cabal de la fauna y flora de este paraíso tropical.
Una de las instancias más esperadas y que genera mayor expectativa en el recorrido por la vida en el Amazonas, es el encuentro con indígenas. Si bien existen más de 120 etnias nativas, gran parte de los pueblos que tienen contacto con el mundo desarrollado se ha adoptado los beneficios de la vida moderna, sin dejar de lado su propia cultura. Así, en una visita a una aldea Kambeba cercana a Manaus, el jefe de la comunidad explica al interesado que cada líder se esfuerza en inculcar a los miembros de su comunidad la noción de sus derechos con respecto a los temas de salud y educación. El esfuerzo por conservar la tierra, ganar el reconocimiento étnico y salvaguardar sus demás derechos, se ha tornado una plataforma sobre la cual estos pueblos buscan resurgir y reconstruir sus vidas de acuerdo a su propia identidad.
Por otra parte, ese mismo apego al estilo de vida tradicional dispara la imaginación del extranjero, resultando una suerte de paradoja histórica la alegre ingenuidad con que los turistas son seducidos por collares, pulseras de semillitas, cestería y demás artesanías indígenas.
Probablemente, luego de una visita a este paraíso ecuatorial las impresiones del viajero sean un poco confusas, en parte debido a la cantidad de información absorbida. La naturaleza se presenta ante cada uno tal y como es. Más allá del estímulo sensorial, del asombro producido por los distintos modos de vida, el entusiasmo contagioso de manifestaciones tan básicas y a la vez complejas, como la danza del Boi Bumbá o la adrenalina generada por la presencia cercana de animales salvajes, el espacio para la reflexión responsable encuentra lugar en boca de todos los guías locales y agentes de viaje que se dedican a incentivar la visita a este mágico bosque tropical.
Definitivamente, el paso por el corazón del Amazonas seduce y abre un panorama nuevo para quien está acostumbrado a visitar la historia y la cultura del mundo. Disfrazado de vacación alternativa o aventura exótica, esta es, en realidad, una buena oportunidad para vivir de forma activa el planeta en que uno habita.

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