Casados y Sin Sexo
LA INTELIGENCIA
ERÓTICA
Una exitosa terapeuta neoyorquina invita a sumar una cuota de riesgo, misterio y novedad como forma de mantener el erotismo en la pareja.
Mientras mantienen su fiera pureza, las criaturas salvajes no procrean en cautiverio. Sufren y mueren. Así lo establecen los versos de D.H. Lawrence, aquel inspirado poeta que a principios del siglo pasado escandalizó a la sociedad inglesa post-victoriana con las intimidantes aventuras eróticas de Lady Chatterley.
Un siglo después, la frase viene a cuento y no precisamente por la paradoja del nacimiento de tres tigrecitos de Bengala en el zoo de Buenos Aires, sino por la publicación, en el hemisferio norte, de un manual que promete la fórmula mágica para levantar la temperatura en el matrimonio.
Con la rutina doméstica y la llegada de los hijos, la pasión se apaga. Y ya es sabido que una buena conexión emocional no siempre garantiza una buena vida sexual. No es posible desear lo que ya se posee. Es frecuente que estas ideas o temores sobrevuelen la atribulada realidad de cada pareja. De ahí que sea sencillo comprender el alboroto causado por la publicación de Mating in Captivity o, según su versión en castellano a editarse próximamente en España (y luego por estos lares, es de esperar), La Inteligencia Erótica.
Esta nueva biblia de la vida moderna investiga las interrogantes e inquietudes más frecuentes de las parejas establecidas, en el entendido de que el sexo y la rutina hogareña no son necesariamente irreconciliables.
Según Esther Perel, la autora del best seller del momento, hoy en día, la historia de la sexualidad de los esposos habla de la muerte de la pasión, por lo que su propuesta insta a explorar las complejidades y contradicciones del amor y del deseo.
Entre sus postulados, ella afirma que el misterio del erotismo radica en la tensión entre el anhelo por alguien y su posesión, y es examinando y trabajando estas preguntas y presiones culturales que dan forma al sexo domesticado, como se inyectan nuevos bríos a la monogamia del siglo XXI.
Perel sabe de qué habla. Casada y madre de dos hijos, esta sicóloga nacida en Bélgica vive en Nueva York y se dedica a la terapia familiar y de parejas. Forma parte, además, del cuerpo docente del programa internacional Trauma Studies de la Universidad de Columbia y es miembro de la American Family Therapy Academy.
Adiós al Deseo
En su consulta, la terapeuta ha tratado cientos de matrimonios cuyas vidas han caído inevitablemente en la monotonía. Las relaciones se describen como abiertas y amorosas, pero, sin embargo, aburridas.
Al cabo de veinte años de clínica, Perel comenzó a inquietarse y decidió averiguar si era posible mantener el deseo en una relación a largo plazo y evitar el consabido desgaste. Pronto descubrió que el tema generaba un encendido debate en el cual se polarizaban dos posturas opuestas: románticos y realistas.
Los románticos, explica, son individuos que rechazan una vida sin pasión. Son aquellos que nunca dejarán de perseguir el amor verdadero o de buscar a la persona con quien el deseo nunca se extinguirá. Pero la vida es dura, y cuando la pasión merma, concluyen que el amor también se ha escapado por la ventana. Lloran entonces por la pérdida de la excitación y se niegan a echar raíces.
En el extremo opuesto, los realistas valoran el amor duradero. Opinan que la pasión conduce a que la gente se comporte de manera estúpida. Para ellos, la madurez prevalece y la excitación inicial se transforma en otra cosa: un amor más estable, respeto mutuo, historia compartida y compañerismo.
Sin embargo, detrás de ambas posiciones, las miradas esperanzadas disfrazan un anhelo secreto por mantener viva la energía erótica que hace vibrar al individuo. Y sea cual sea la razón por la que la gente se asienta, la búsqueda de esa fuerza no se extingue jamás.
¿por qué no?
Comparar la vida matrimonial con una suerte de jaula no es una metáfora desconocida por estas latitudes, de modo que no sorprenderá el entusiasmo ante las dinámicas de alcoba de Perel, que prometen liberar, encantar y provocar.
Es posible tenerlo todo. He aquí el revolucionario aporte de esta sicóloga primermundista. Su manifiesto proclama que un matrimonio feliz es un matrimonio sexy, pero, ¡oh, sorpresa!, cuanto más cercana sea una pareja a nivel emocional, menor oportunidad tendrá de permanecer amante.
Esta revelación se basa en la noción cultural de que la búsqueda de la equidad en la relación atenta directamente contra el deseo erótico de hombres y mujeres. Sucede que la excitación sexual es políticamente incorrecta, y sin el vital elemento de la incertidumbre, se apaga. De hecho, la pasión florece con los juegos de poder y la distancia entre las personas.
Su visión glorifica los espacios personales entre los esposos, entre la madre y el niño, y sobre todo, la lejanía entre las facturas a pagar y el dormitorio. Pero reinventar las reglas de juego básicas en cualquier matrimonio equivale a plantear grandes interrogantes, a los cuales Perel retruca sin piedad: “¿por qué no?”.
¿Por qué no dejar de amamantar? ¿Por qué no una noche, o varias, fuera de casa y lejos de los hijos?
A juzgar por las estadísticas, muchas de sus posturas equivalen hoy a una estrategia de supervivencia: el 50 por ciento de las parejas se divorcian al tercer año del matrimonio y al primero de vida del hijo.
Números abrumadores, definitivamente. La ausencia del placer mata el amor. ¿Pero quién no se identifica con una mujer que, al cabo de una jornada en la que tuvo que demostrar su solvencia como profesional, madre y ama de casa, prefiere dormir antes que jugar a la vampiresa?
El Sabor del Peligro
Demasiado cansados, demasiado ocupados o demasiado enojados son el nombre y apellido de los principales obstáculos en la salud erótica de las relaciones.
Pero la gurú no predica en vano. Perel duerme sólo cuatro horas por noche y entiende tan bien como cualquier mujer el agotamiento de una madre. “Es cierto que esa fatiga no se puede trivializar. Yo también me cansaba, pero sé que los amantes al inicio de una relación pueden estar despiertos toda la noche. De la misma manera, el deseo en el matrimonio debe hacer el esfuerzo de sortear los obstáculos, pues el resultado será indudablemente positivo”.
La especialista entiende, por ejemplo, que es muy difícil sobreponerse a las demandas de los hijos. “Una madre exhausta no puede recibir, ni tampoco necesita en realidad, mayor estímulo sensual o emocional que el que tuvo cuando amamantó a su hijo, unos minutos antes de acostarse a descansar.” En consecuencia, su solución a este delicado tema es brutalmente pragmática. Todos los años, la sicóloga y su marido toman vacaciones lejos de sus hijos y es así como han logrado mantener la buena salud del matrimonio, luego de dos décadas de convivencia.
Los consejos planteados son originales y variados, pero no por ello fáciles de seguir. Las parejas pueden esforzarse en planificar la seducción, pero la naturaleza no siempre responde a la sintonía forzada, pues tanta programación tampoco funciona. Tratando arduamente de ser espontáneos, se corre el riesgo de dejar de serlo.
Otro de los puntos que La Inteligencia Erótica señala es el coqueteo extramarital. Es cierto que el espectro de la infidelidad persigue a muchas parejas, y si bien los argumentos que consideran las relaciones extramatrimoniales como la única chance de felicidad erótica son expresiones consideradas hoy arcaicas o éticamente incorrectas, de hecho son apoyadas por los terapeutas. Perel no sólo adhiere a la tesis que apoya las virtudes del flirteo, sino que considera posible que una pareja sobreviva a una aventura e incluso se beneficie con ella.
En el papel, las ideas convencen por su sofisticación y elegancia, pero jugar con fuego conlleva sus riesgos. Y como con toda receta para la felicidad, conviene siempre mantener una sana cuota de escepticismo.
Más allá de los amores u odios despertados por el libro, la conclusión -que puede ser tachada de idealista- finalmente abre una luz de esperanza para la monogamia contemporánea.
Reconciliar amor y deseo como elementos no excluyentes es un logro nada menor. Sólo es preciso entender que no siempre se dan al mismo tiempo y que, como todo, hacerlo cuesta trabajo.
Seguridad y pasión son dos necesidades humanas fundamentales e independientes que florecen por diferentes motivos y tienden a arrastrar a las personas hacia direcciones opuestas. Por un lado se enaltece la estabilidad, asumiendo que echar raíces es inherente a la condición humana, pero también lo es la búsqueda de la novedad y el cambio como fuerza generadora de plenitud.
¿Un contrasentido? Es cierto, pero también lo es el ser humano, que encuentra su riqueza en definirse como una contradicción caminante.
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