Ágatha Ruiz de la Prada
A TODO
COLOR
Como dice la canción, la vida puede ser color de rosa. O en todo caso fucsia, naranja o verde limón. Pero nunca marrón. Y mucho menos negra. Tal el credo de esta diseñadora juguetona, inconfundible e imitadÍsima.
Por M.N.B.
Hoy tiene tiendas propias en el eje más cotizado del mundo fashion (París-Milán-Nueva York), pero Ágatha Ruiz de la Prada, española de cuna aristócrata, supo formar parte de la famosa y publicitada movida madrileña de los tempranos años ´80, junto a Pedro Almodóvar y la inefable Alaska. Aquellos años de desenfreno encontraron a la diseñadora, por entonces veinteañera, fascinada con todo lo nuevo. Ella creía en la individualidad y tenía muchas ganas de divertirse. No menos, de conciliar el mundo del arte contemporáneo con el de la moda. Los vientos de libertad que soplaban en la Madre Patria se reflejaban en el desenfadado vestir de Ruiz de la Prada, del que no reniega hasta hoy, cuando está al filo de la cincuentena. Basta recordar el casamiento de la infanta Elena, cuando ella asistió ataviada en un vestido de tafeta a franjas amarillas y rojas, emulando los colores de la bandera española.
Sus faldas, medias y sweaters juegan con los colores más audaces. Agréguese a eso corazones y florcitas como objetos fetiche, y el resultado es un mundo completamente agathizado.
Para la diseñadora, el color tiene efecto terapéutico. “Dentro de unos años irás al médico y te dirá que tienes que darle un poquito más de color por tal y cual cosa. Igual que te receta o aconseja que hagas ejercicio, te va a indicar que debes usar más color. Claro, que si tú te encuentras bien, tú estarás mucho mejor de colores”, bromea animadamente junto al grabador de Paula unos minutos antes de presentar su colección Otoño-Invierno en la madrileña Pasarela Cibeles.
Está claro que no comparte la máxima según la cual blanco y negro son símbolos del buen vestir. “La elegancia es una persona generosa, divertida. Intentar ir elegante todo el día es poco elegante”, sentencia Ruiz de la Prada, cuyo universo no está confinado al ropero, sino que se extiende por todas las habitaciones de la casa y hoy llega, incluso, a centros de estudio y oficinas de trabajo. Lapiceras, libretas, vajilla, revestimientos para pisos y paredes y un sinfín de objetos llevan su firma. En ese cocktail que a más de uno puede resultar mareador, vive la creadora. “Si llevas a una persona con los ojos cerrados a mi casa y luego le preguntas ¿de quién es?, dirá, sin dudar, de Ágatha Ruiz de la Prada”.
Y aunque pasen los años, su pasión por los naranjas, fucsias y rojos sigue intacta. “No me gusta el minimalismo, ni esas casitas todas beige”, ironiza la reina de la paleta alta
Colores a Escena
Todo está listo detrás de bambalinas. Esta vez, la diseñadora debutará con su línea de ropa para la nieve, pero ya es una experimentada de las presentaciones y toda una profesional en el trato con la prensa. En los descuentos para salir escena, con las modelos ya prontas para desfilar, una reportera de televisión la aborda y la entrevista para un programa en directo. A pocos metros, un periodista colombiano espera por sus declaraciones. Su firma ya es conocida en buena parte del mundo. Vivió en Barcelona, París y Madrid, pero es en la capital española donde tiene sus oficinas. “Tengo un equipo genial. Nuestro estudio es uno de los sitios más divertidos donde alguien pueda trabajar”, asegura sin falsa humildad. En el cuarto piso de un edificio ubicado en la exclusiva calle José Ortega y Gasset, casi una veintena de personas desempeñan diferentes tareas entre paredes pintadas de fucsia y blanco, pisos de vinílico naranja y carpetas de colores chillones. La mayoría de los empleados viste a tono con el entorno, sin importar si pertenece al departamento de diseño gráfico, trabaja en el taller o está encargada del marketing. Lo que tienen en común es esa especie de look Ágatha que no es nada fácil llevar por la vida así como así. La propia diseñadora es consciente de eso cuando afirma: “una mujer que no esté segura de sí misma no puede llevar mi ropa”. Lo mimo, claro, vale para los varones.
El escritor José María Plaza, autor del libro Corazón Ágatha, señala a Andy Warhol como uno de los artistas que más marcó la carrera de la española. Además de admirar el concepto que tenía el gran artista pop sobre el arte y la cultura, Ruiz de la Prada también respetaba la manera en que conciliaba creación y comercialización.
Pero las cosas no le resultaron tan fáciles. A mediados de los `80, la joven diseñadora debía dinero. Su nombre estaba en el candelero, pero las ventas eran escasas. Por esa época conoció al hoy director del diario El Mundo de España, y padre de sus dos hijos, Pedro J. Ramírez. “Es difícil encontrar un hombre que me aguante, que sea más fuerte y más inteligente que yo. A mí me gusta que el hombre esté por encima...” confió en su momento. Fiel al dicho popular, aquella fue una etapa en que la buena suerte en el amor traía aparejada mala suerte con el dinero. Pero pronto se impondrían el diseño de sábanas, medias y alpargatas, y a medida que los espacios se fueron agathizando, las cuentas volvieron a cerrar.
A mitad de los ‘90 Ágatha Ruiz de la Prada tocó el cielo con las manos. Por fin llegaba a París para presentar su colección. Si desfilar en la capital de la moda era la demostración del triunfo, vender sus diseños en El Corte Inglés era el premio material. Fue justamente en 1995 cuando esta gran tienda española comenzó a comprar sus creaciones y encargó una línea para niñas que se transformó en el producto estrella. “Antes de entrar en El Corte Inglés yo era muy conocida en todas partes, pero no vendía nada”, declaró en el libro Corazón Ágatha. Hoy, sus florcitas, sus bichitos San Antonio, sus corazones y todo el fetichismo Ágatha forman parte de una cultura pop que sigue pidiendo a gritos ponerle color a la vida.
Ághata Dixit
Una mujer tiene el derecho y la obligación de ir cómoda. La ropa forma parte de la salud, la ropa te debe permitir respirar mejor, en lugar de producirte alergia, y dejarte libertad de movimiento.
- Intento mantener un equilibrio entre lo vendible y lo no vendible, entre la creación pura y la comercialización.
- Mi diseño es conceptual. Dibujar un traje no es esconderlo debajo de una montaña de cremalleras, frunces, botones y aplicaciones de cuero, sino buscar, ante todo, su esencia como objeto.
- Estoy en contra de la Alta Costura. ¿Qué significa? ¿Que un vestido cueste tres millones y hayan estado trabajando en él doce personas? Con los problemas que hay en el mundo, es vergonzoso que alguien se gaste una millonada en un traje. Todo ello me parece anticuado y muy triste.
- Siempre he sido una mezcla de niña bien y niña mal. En nuestros ambientes hemos desentonado bastante. Siendo una familia bien, como éramos, no acabábamos de encajar en la sociedad que nos correspondía y teníamos fama de raritos.
- Yo siempre he sido ecologista. He tenido épocas más o menos militantes. Hubo un tiempo en que las reuniones de los Verdes, como no estaban muy organizados, se realizaron aquí, en mi estudio. Me daba rabia que esa gente que defiende ideas que yo comparto estuviera tan desinformada, tan perdida, tan separada.
- La vida es colorida. Tengo una vida de la que no me puedo quejar, hago todo lo que me gusta. Pedro J. me dice siempre: “tú lo tienes todo”. |