La historia de este descubrimiento [que de confirmarse y aprobarse constituirá una nueva revolución sexual] comenzó como siempre sucede con los grandes aciertos: de casualidad.
Resulta que unos inquietos investigadores de la universidad de Arizona, Estados Unidos, en la búsqueda de una sustancia que protegiese a los fanáticos del deporte de los nocivos rayos ultravioletas del sol del desierto, dieron con un componente al que llamaron Melanotan II. Pronto quedó en claro que el hallazgo superaba todas las expectativas, pues sus efectos eran tan diversos como seductores. Facilitaba la pérdida de peso, aumentaba el deseo sexual y actuaba como anti-inflamatorio. Dadas las características, la droga pronto fue bautizada como “la medicina de las Barbies”.
Sin embargo, para Palatin Technologies, el laboratorio que compró los derechos del Melanotan II, el fármaco resultaba demasiado bueno para ser útil o comercializable. Por lo tanto, el plantel de científicos se abocó al aislamiento de sus efectos. Una de las primeras variaciones examinadas fue un compuesto que luego se convertiría en el Bromelanotide o PT-141, droga que hoy abre el fuego de un encendido debate.
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