–Tratándose de usted, se me ocurre empezar preguntándole qué fue lo primero que vendió en su vida.
–El amigo Juan José Harispuru, dueño de Radio Universal y padrino de mi novia, un día me dijo: “tenés que dejar el Banco, porque ahí estás perdiendo el tiempo”. Yo ganaba unos 150 pesos, que por entonces era una cifra importante, pero él me aseguró que si en seis meses yo no triplicaba esa cifra vendiendo avisos él me daba esa plata. Agarré 8 de Octubre, donde había varias mueblerías de gente de la colectividad y me quedé con todas ellas. Yo ya tenía estilo de vendedor. Harispuru tuvo el buen ojo de descubrir mi potencial viéndome atender a los clientes en el Banco, y yo no hice otra cosa que creer en él y en mí. Vender fue mi chiche nuevo. Y me encantó.
–Antes de explotar esa vena comercial, ¿cuáles eran sus aspiraciones infantiles o adolescentes? ¿Qué quería ser? ¿Qué soñaba?
–Yo entré a la Sagrada Familia con ocho años. Mis padres hicieron un gran esfuerzo, porque era un colegio caro. Empecé a convivir con los alumnos que estaban de pupilos, la mayoría de los cuales eran hijos de estancieros, y para mí fue absolutamente definitorio conocer las estancias de algunos de aquellos muchachos que me abrieron sus puertas, como los Bauer. Yo tendría unos doce años cuando ya había descubierto que mi sueño era ser alguien, pertenecer a ese mundo. Mis padres querían que fuera bancario, y yo conseguí estar entre los cinco primeros alumnos, con lo que terminé en el Banco Comercial, donde había un puesto esperándome. En aquella época, el Comercial era una sucursal de la Sagrada Familia. Le di la satisfacción a mis padres, pero nunca dejé de soñar. |