Cuando el artesano de origen alemán Enrique Loewe Roessberg llegó a España, a mediados del siglo XIX, pocos hubieran apostado que construiría las bases de un imperio que se extendería por más de 150 años. En la conocida calle madrileña Echegaray, el especialista en el tratamiento de las pieles fundó su primer taller de marroquinería, y con los años se encargó de la producción de pequeñas maletas de cuero, marcos de piel, cajas de puros, portafolios, bolsos y carteras, entre muchos otros accesorios. Antes de la llegada del nuevo siglo, la tienda ya se había mudado varias veces de lugar y le abría las puertas a los exigentes clientes de los mejores barrios de la Villa y Corte. No pasó mucho tiempo para que la realeza cayera seducida por la calidad y la cuidadosa realización de los modelos de Loewe: en 1905, la firma fue distinguida por el rey Alfonso XIII con el título de Proveedor de la Casa Real.
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