Tradicionalmente, la Economía se ha preguntado cómo maximizar el bienestar de los individuos. “El grado de bienestar de una sociedad se puede evaluar desde un punto de vista objetivo [observando el consumo de esa sociedad] o desde un punto de vista subjetivo [interrogando a los individuos sobre la percepción de su propio bienestar o qué tan felices se sienten con su situación actual]. A este último punto alude la Economía de la Felicidad. Podemos decir que es una rama de la Economía que trata de medir el bienestar de los individuos desde su subjetividad”, arranca en Montevideo el decano de la Facultad de Ciencias Económicas, Miguel Galmés.
¿Y eso se puede medir?.
Según el siquiatra y sicoanalista Luis Bibbó, la tarea, más que difícil, es imposible. “El término felicidad es tan popular que puede hacernos creer que todos decimos lo mismo cuando nos referimos a él y esto ser fuente de profundos malos entendidos. Yo entiendo a la felicidad como un fenómeno esencialmente humano y singular, que se resiste a la generalización. Cada uno de nosotros podremos hablar de aspectos parciales que nos hacen momentáneamente felices, pero en tanto nuestro siquismo tiene un lado inconsciente, nunca podremos dar cuenta, a ciencia cierta, de las vías a través de las cuales la alcanzamos. Menos aún, establecer relaciones lineales de causa-efecto. El dinero es una de esas categorías que opera de manera singular en cada uno de nosotros. Es decir, imposible establecer reglas que pauten cómo ha de participar el dinero en la compleja maquinaria individual de la felicidad”, resume Bibbó.
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