Moda y educación. A grandes rasgos, esos son los
temas centrales que nos ocupan en esta edición, y
no por casualidad están sobre el tapete en estos
días cercanos al cambio de estación, cuando para
unos se acerca el balance que trae aparejado la finalización
de las clases, y para otros sobrevienen las fechas de las pasarelas, donde es de orden mostrar qué se propone en cada nueva
colección.
¿Qué no se relacionan? Depende. Especialmente si se considera
que todo va dirigido a un mismo consumidor, no importa el sexo ni
la edad, interesado por integrarse al proceso de transformación que
la sociedad viene sufriendo y sufrirá, por los siglos de los siglos,
amén.
A no extrañarse entonces, si por un lado nos preguntamos, dónde
están parados los jóvenes uruguayos y uruguayas de esta era, si los
propios profesores y otros profesionales conocedores del tema, dicen
que la formación que se les imparte en nuestros centros de enseñanza
primaria, media y superior, no se ajusta a los vertiginosos
cambios técnicos y biológicos que tienen lugar en el mundo, a una
velocidad que ningún proceso cultural o político puede acompasar.
Así las cosas, y en medio de un sinfín de críticas constructivas,
parece sensato pensar que el ritmo de vida actual exige una mejor
preparación en tecnología, idiomas y ciencias, como para que los
chicos no tengan dificultades en insertarse en el mercado del trabajo
de hoy, y que por supuesto se mantengan en el mercado laboral
del futuro.
Entre cifras desalentadoras y otras yerbas, surgen voces sesudas,
como la del filósofo francés Bernard Charlot, invitado a Montevideo
para compartir sus experiencias.
Con un punto de vista interesante, señala la diferencia entre una
sociedad del ahorro propia de los años sesenta, y la actual, una sociedad
del crédito, en la que se obtiene lo que se desea, antes de
salir a ganar dinero. Para él, la escuela no puede satisfacer los deseos
de inmediato; sin embargo, nunca ha sido tan imprescindible
como ahora, en pos de acceder a una vida buena.
Por el otro lado, la reciente visita a la Semana Internacional de la
Moda en Madrid nos obliga a pasar revista al mundo de la moda; un
mundo de fantasía, especie de semillero que en este caso nutre y
se nutre de la inspiración de diseñadores de variadas nacionalidades
latinoamericanas, todos con la misma consigna: crear con identidad.
¿Cuántos de ellos pegarán el gran salto? Se sabe que es difícil
triunfar. Y más, si como indica la lógica, no se dispone de un sólido
background que funcione como generador de ideas y de fuerzas
que guíen en los negocios. ¿O acaso la moda no es un gran negocio
que mueve ilusiones y millones?
¿Qué dice la vida real? Que no todos los que llegaron fueron grandes
estudiosos, sino personas con chispa. Para prueba, tenemos a
Renzo Rosso, creador de Diesel, la marca de jeans, quien en treinta
años supo construir un imperio sobre la base de un pantalón que
confeccionó con sus propias manos. También está Carolina Herrera,
una venezolana que con elegancia y estilo supo triunfar en la Big Apple y hoy dirige, junto a su hija, una significativa cadena de tiendas
dispersas por el mundo. Para postre, nadie mejor que Valentino, pope
máximo de la moda, decidido a triunfar como diseñador a los diecisiete
años, y hoy reconocido por todos como el gran maestro.
¿Existe una fórmula milagrosa para el éxito? Si es así, debe contener
capacidad, visión, conocimiento, arrojo, inspiración y por supuesto,
oportunidad y suerte.
De seguro las mismas cualidades que reunieron cuatro jóvenes
ciudadanos uruguayos que un 14 de setiembre, hace ochenta y nueve
años, se jugaron por un ideal que luego se hizo empresa, y sigue
viva.
Sí; me refiero a El País, parte importante también de mi historia,
que anima cada esfuerzo para crecer y ser mejores. |
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Modelo: Lucía Solari Scheck para
Valentino Bookings.
Maquillaje: Leonel Aita Musi.
Peinado: Rubén Robledal.
Ropa: vestido de Oscar Álvarez y
accesorios de Panthai.
Producción: Natalie Scheck.
Asistente: Victoria Bernal.
Fotografía: Pablo Rivara.
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