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A simple vista podría parecer un exceso. Si así lo piensan, debo decirles rotundamente que no. En el mundo, hoy, el negocio de la moda está en auge y creciendo, con pasarelas que a diario se montan, cualquiera sea la excusa y el lugar, para mostrar, hasta el cansancio, lo que en definitiva se desea imponer como tendencia, en un mapa del que no escapa ni el mismísimo Uruguay. Sí señores. La globalización ha logrado que pese a las diferencias de culturas, rasgos y color, los habitantes de Oriente y Occidente se mimeticen en el consumo de idénticas propuestas y fallezcan víctimas de la misma fiebre marquera de la que nadie, por ahora, pretende escapar.
¿Será por seguridad? Basta con observar el comportamiento de los jóvenes para comprobar que existe una necesidad de identificación con seres afines, que comulguen con sus gustos y creencias. Las mujeres, por su parte, se desviven por verse atractivas y no dudan ni por un instante en someterse al sacrificio que les exija su objetivo.
¿Por qué los hombres iban a resistirse a ese torbellino imparable, si se sabe que la publicidad que maneja la industria de la imagen es persuasiva y va dirigida a ganadores de ambos sexos, bien dotados, con cuerpos esculturales, ejecutivos, inquietos, sonrientes y por supuesto, consumistas?
Frente a la rutina del día a día, no hay otra que soñar con parecerse a alguna de esas imágenes de película que una y otra vez aparecen en los medios, promocionando variados productos. Los empresarios lo saben y lo aprovechan, porque entre otras cosas conocen muy bien el valor de la comunicación. Así es como se crean los grandes íconos que representan todo eso que la gente común desea imitar. Detrás, decide un enorme andamiaje; una máquina infernal. Y claro, hay que poseer ángel, talento y por supuesto oportunidad para llegar. Es el caso de los famosos que no por casualidad están reunidos en esta edición que mira con atención un fenómeno al que no somos inmunes. Igual que en otras latitudes, aquí también floreció la obsesión por el diseño. Palabras que antes ni sonaban se escuchan cada vez con más asiduidad: estilismo, arte, y muy de vez en cuando, oficio; lo que es para lamentar. A los chicos que están en esto, creo que sí les debe interesar, en especial lo que dicen nuestros ilustres entrevistados, todos personajes reconocidos, de diferente edad y nacionalidad, que se hicieron de la nada y que pese a llegar, siguen peleando por mantenerse e ir a más.
Olivier Theyskens, reciente adquisición de Nina Ricci, confiesa que la moda es un lugar complicado; un mundo de secretos en el que suceden muchas más cosas de las que se enseñan. Para los canadienses Dean y Dan Caten, impulsores de su marca Dsquared2, la mejor escuela es el trabajo, y opinan que en los colegios instruyen para ser artistas desde el primer momento, cosa que no es razonable y que explica por qué se ve ropa en las pasarelas imposible de llevar. El gran Roberto Cavalli constituye una lección en sí mismo. Con una primera incursión a finales de los ’60, se mantuvo en el ostracismo durante los años grises del minimalismo. Atento a los cambios, supo volver con su paleta de color y con su fantasía. Hoy, ya sesentón, piensa que fue una suerte acceder a la fama con madurez y no, como otros, sin experiencia para manejar el éxito. Como último plato Y-3 es mejor ejemplo de fusión entre una marca deportiva y un diseñador de moda japonés. Yohji Yamamoto está afín con los resultados, aunque al hablar de creación afirma que la satisfacción en ese sentido no existe, porque es un trabajo en proceso permanente, hasta el día del fin. Adidas, por su parte, tiene un lema que hace carne: “imposible es sólo una palabra lanzada por hombres insignificantes”.
Pero acá cuesta; ¡cómo cuesta!
 

Modelo: Claudia Galván
para Valentino Bookings.
Producción: Natalie Scheck.
Fotografía: Pablo Rivara.