Los números de Paula
Señoras & Señores
Moda
Gente Paula
Dimes & Diretes
Cocina a la moda
Horóscopo

Algo de mi MADRE
Hablan las hijas de mujeres famosas
ESPECIAL Belleza
Verdad al desnudo
ENEMIGO interior
Las Enfermedades Autoinmunes

EL SHOCK DEL POSTPARTO
El nacimiento de un hijo suele trastocar la vida de las madres primerizas con la fuerza
de un terremoto. Y aun cuando no se verifique la famosa depresión, no es raro que
temores, tensión y desconcierto digan presente.

Durante el octavo mes de su primer embarazo, Cristina Romero, abogada, decidió tomar un curso de gastronomía. Pensaba que durante las doce semanas siguientes al parto tendría todo el tiempo del mundo para transformarse en repostera consumada. Así imaginaba ella, cándidamente, su nueva vida maternal. No sospechaba que una vez nacida su beba estaría tan atareada que rara vez tendría tiempo para hacerse un huevo frito. “No lo podía creer –cuenta–. Mudaba a mi hija entre pecho y pecho, después ella seguía comiendo, y otra vez al cambiador. Todo eso ocurría de día y de noche, sin parar y, por supuesto, yo sin dormir. Durante como dos semanas me lo pasé en pijama, porque no me alcanzaba el tiempo para vestirme. Una vez, hasta llegué a sentarme en el water con la beba en brazos, porque si la dejaba en la cuna se ponía a chillar. Estaba desesperada, lloraba a cada rato y me sentía culpable de no estar radiante. Encima, llegaban las visitas a hablarme de lo maravilloso que era tener un hijo”.
A pesar de que la maternidad es casi siempre una condición deseada, el puerperio –como se denomina a las semanas posteriores al parto– constituye un período emocionalmente estresante para las mujeres que lo viven y, en un 10 por ciento de los casos, puede derivar en depresión. Pero aun cuando no se produzca esta condición clínica, hay cambios hormonales fuertes, que modifican el estado anímico. La progesterona y el estrógeno, que se han elevado considerablemente en el organismo durante el embarazo, caen abruptamente cuando nace el niño. En ese momento, el proceso pasa a ser comandado por una hormona llamada

prolactina, que se dispara hacia arriba para estimular la producción de leche. Tales alteraciones suelen gatillar llantos, ansiedad y cansancio extremo, en un cuadro bastante típico que la obstetricia ha descrito como “el síndrome de la nueva madre”.
“Además”, indica la experta Sara Teixido, “es frecuente que en esos días se produzca mucha congestión mamaria: el pezón se estira, el lactante no lo puede succionar, y terminan llorando los dos –el niño y la madre–, uno de hambre y la otra de frustración”. Estas dificultades son transitorias y la recomendación es que la mujer “haga lo que su instinto le indique, a pesar de lo que le diga la hermana, la tía o la suegra”.

Sexo, ¿cuándo?
A María Alcalde, madre primeriza de 26 años, la llenaron de consejos y recomendaciones antes de que naciera su hija.
Pero la teoría se esfumó cuando llegó la hora de práctica: “Como a los tres días de volver del sanatorio, colapsé. Estaba totalmente borrada y empecé a angustiarme al pensar que no sería capaz de reaccionar.
Entonces no pude más, me fui a acostar, y le entregué la beba a Iván, mi marido. Fue así como establecimos una rutina que me ha ayudado mucho: una noche la vigilo yo, y la siguiente la cuida él. Fue una lección, porque uno al principio quiere hacerlo todo sola. Pero hay que aprender a delegar porque si no, te agotás”.
Respecto del tema sexual, Alcalde cuenta que lo han conversado entre los dos: “Le dije a Iván que prefiero esperar un poco hasta que sepa que lo voy a pasar tan bien como antes. Por ahora, siento más cariño que pasión. Él lo entiende así y no se lo toma como un rechazo personal”. Distinta ha sido la experiencia de Claudia Bahamondes, de 30 años, madre de Clemente, de ocho meses. “No es que no quiera, de verdad que no. Lo que pasa es que pongo la cabeza en la almohada y me quedo dormida ipso facto. Y es difícil que tu pareja lo acepte: la primera vez que le dije que no tenía ganas, él se horrorizó y pensó que yo quería separarme”. La reanudación de la vida sexual es una de las inquietudes más frecuentes entre los padres que recién han tenido un hijo.
Si bien anatómicamente una mujer está preparada para tener relaciones

en poco tiempo (generalmente al cabo de algunas semanas, según el tipo de parto), desde el punto de vista fisiológico –en su capacidad de respuesta sexual– puede que no lo esté hasta varios meses después.
El ginecobstetra Mario Leyton explica que la lactancia disminuye la lubricación, lo cual, para la mujer, torna un poco más molesta la relación sexual, con la consiguiente disminución de la libido. Agrega: “Además, muchas mujeres se bloquean por el terror de quedar nuevamente embarazadas. Esto, sumado al cansancio natural de esta etapa, disminuye el deseo todavía más. Por eso, yo cito a los dos –marido y mujer– al primer control después del parto y les explico claramente que existen píldoras anticonceptivas compatibles con la lactancia y que pueden recurrir a algunos productos para mejorar la lubricación”.
Con todo, cuando el varón se muestra demasiado impaciente y acosador, recomienda directamente la abstención, hasta que la mujer se sienta más cómoda.

Signos de rechazo
Otra de las preocupaciones más habituales se produce cuando surgen sentimientos negativos hacia el hijo. “Muchas mujeres sienten que son las únicas responsables de su bebé y esto les provoca un agobio enorme. Aparece la sensación de rechazo y eso genera culpabilidad, porque no hay nada peor que ser catalogada de mala madre”, comenta el doctor Leyton.
Al respecto, la psicóloga Sandra Benadretti tiene palabras tranquilizadoras. En primer lugar, señala que sentir cierto rechazo es normal. En segundo término, recomienda exteriorizar los sentimientos negativos y hacerlos parte de la conversación. Respecto de los conflictos con la lactancia, opina:
“Muy pocas personas le cuentan a una embarazada lo mucho que puede doler, en un comienzo, dar de mamar. Y aunque el dolor se supere, hay algunas madres a quienes amamantar no les resulta agradable, por lo cual se tensan y tensan también a su hijo.
Si es ésa la situación –y a pesar de las ventajas de la leche materna–, yo recomiendo recurrir a la mamadera, que puede darse con la misma actitud de protección y de cuidado”.

Odio mi cuerpo
El cuerpo es otra fuente importante de desconcierto. Claudia Calderón, diseñadora de 27 años, soñaba con enfundarse rápido en sus añorados jeans y se preocupó durante el embarazo de no subir más de los diez kilos reglamentarios. ”Un mes y medio después de parir, muy feliz, me dispuse a probarme mi ropa, y con horror, comprobé que los cierres se me atascaban uno detrás del otro. ¡Ni los anillos me cabían! ¡Ni los zapatos! Por suerte la doctora me tranquilizó, y me dijo que tuviera paciencia. A mi pesar, tuve que seguir usando los vestidos maternales por un buen tiempo más”. Por lo mismo, es común que a las mujeres les cueste volver a sentirse atractivas frente a sus parejas. Así, muchas vuelcan toda su atención en el hijo, olvidando que es posible y necesario compartir la crianza. “Muchas mujeres utilizan frente al hombre la superioridad que creen tener por el hecho de ser madres, y no se dan cuenta de que así desplazan al padre y se aumentan innecesariamente la carga de trabajo”, sentencia la psicóloga. Y añade: “En rigor, la ‘exclusividad’ biológica de la mujer respecto al niño, dura sólo los nueve meses del embarazo. La mejor manera de integrar al nuevo miembro de la familia, es hacer de su cuidado una responsabilidad de los dos”.
Claudia Santelices y su marido, Enrique Cerda han compartido la crianza de sus hijos –Joaquín, de un año y medio, y Olivia, de tres– hasta las últimas consecuencias. “Enrique es un padre muy presente en el tema cotidiano”, cuenta Claudia, “tanto, que incluso una vez tuvimos una discusión eterna sobre si la espinaca se debía poner con o sin tallo a la comida del bebé. En el fondo, estábamos compitiendo a ver cuál de los dos era la mejor mamá”. Reconoce, eso sí, que les ha sido más fácil encontrarse en su dimensión de padres que en la de amantes, pese a que hacen esfuerzos para generar espacios para ellos, sin niños de por medio. Respecto de sus primeras semanas después del parto, recuerda: “Es inevitable sentirte recluida en un espacio especial donde sólo cabes tú y tu hijo. Al comienzo es lindo, pero luego te ahoga. Entonces, volver al mundo se convierte en una necesidad imperiosa. Creo que el postparto es como un viaje que emprendes tú y tu hijo; como un largo viaje del que, poco a poco, e inevitablemente, se debe regresar”.

CONSEJOS ÚTILES
• El shock casi siempre ataca: no intente combatirlo.
• Ni por un momento piense que usted debe hacerlo todo: confíe en su marido, procure ayuda doméstica extra y, si tiene ganas y dinero, consígase una enfermera.
• Acepte los sentimientos negativos. Es normal sentir que su bebé no es todo lo perfecto que usted hubiese imaginado, y que de buena gana se olvidaría de él durante algunas horas.
• Dosifique las visitas sólo a los más cercanos: usted no tiene tiempo para preparar cafecitos ni jugar a las tacitas.
• Explíquele a su pareja que sus cambios de ánimo son normales y tienen una explicación hormonal.
• Piense que el puerperio es absolutamente transitorio: dentro de poco volverá a dormir una noche entera, y tendrá tiempo para ir a comprarse zapatos con la calma de siempre.
• Puede pasar todo un año hasta que recupere su peso original pero, a menos que tenga un problema hormonal y si es que no engordó demasiado durante el embarazo, regresará al peso de antes.
• Póngase tapones de oídos frente a los miles de consejos que llegarán sin que los pida. El bebé es suyo y de su marido, y su intuición es la que manda. Si necesita verdaderamente una recomendación, pídasela al obstetra o al pediatra.

EL CUERPO DEL POSTPARTO
Muchas cosas cambian cuando se tiene un hijo. entre ellas, la imagen que devuelve el espejo.
Aquí, una pequeña guía para ganarle al tiempo y recuperar el cuerpo de antes.
E incluso para mejorarlo.

Han pasado un par de meses desde el parto y ahora usted se mira al espejo.
Lo que ve es un abdomen abultado con estrías y unos muslos y caderas que parecen los de una madonna renacentista. El espectáculo es deplorable. Pero, antes de dar rienda suelta a su desesperación, repítase como mantra: “esto es transitorio, esto es transitorio”.
Porque, aunque ahora no lo parezca, la situación es reversible en el mediano plazo.
Es más: los expertos concuerdan en que el postparto es una buena oportunidad para terminar mejor que nunca, ya que la inclemencia del espejo actúa como un poderoso incentivo. Lo primero que debe saber es que lo que le pasa a su cuerpo tiene una explicación: “Durante el embarazo y el postparto los cambios hormonales predisponen al organismo a aumentar las reservas de grasa”, explica la médica y nutricionista Mónica Manrique. Lo segundo que debe tener en cuenta es que no basta con controlar su alimentación; debe atacar simultáneamente todos los frentes: dieta, ejercicios, piel.

Qué comer
El primer ítem en la lista de cuidados debe ser la dieta: si se empieza el embarazo con un peso adecuado, lo normal es aumentar entre 8 y 9 kilos. Subir más de 15 se considera sobrepeso. Durante el parto se pierden entre 5 y 6, lo que deja un excedente de al menos 3 a 4 kilos. Lo normal es bajarlos en los primeros 90 días postparto, si es que se mantiene una dieta balanceada.
El gran aliado de la madre en esta etapa es la lactancia, pues el cuerpo consume más calorías para producir leche, lo que

ayuda a bajar de peso. Pero esto es válido sólo si no se abusa de la heladera: “Durante la lactancia hay un requerimiento energético extra de sólo 200 a 400 calorías. El resto se saca de las reservas”, precisa la doctora Manrique. Eso no es mucho, si pensamos que 400 calorías se consiguen agregando dos frutas y dos rebanadas de pan integral a una dieta normal. Por eso, aunque sienta más apetito es fundamental controlarse. Lo ideal es no excluir ningún alimento, pues todos son necesarios para el buen funcionamiento del organismo, pero debe ser muy frugal con los hidratos de carbono (como pastas, arroz, papas y azúcar) y con las grasas saturadas de origen animal (como manteca, cerdo, queso mantecoso, embutidos, cordero, cremas y todo lo que sea pastelería en general). Además, debe tener presente que si está amamantando necesita consumir al día al menos 1,5 litros de leche –o sus derivados– y tomar bastante líquido, pues ello influye en la producción de leche materna.
Una dieta equilibrada debe incluir cinco comidas. Pecado capital es saltarse cualquiera de ellas.
En cuanto a suplementos de calcio, vitaminas y minerales, éstos deben ser recetados por el médico, puesto que ingerirlos en exceso podría producir efectos tóxicos en el bebé. Con todo, hay un grupo de mujeres que, a pesar de estar amamantando y cuidar su alimentación, no ven bajar la aguja de la balanza. Se trata de aquellas que tienen inhibido el sentido de la saciedad y tienden a comer más. Como en esta etapa cualquier medicamento inhibidor del apetito puede afectar al bebé, la única solución para ellas es que agreguen fibras naturales a sus comidas (salvado de trigo o avena) hasta que termine la lactancia. Esto les impedirá comer en exceso.
En cuanto a las mujeres que por alguna razón no puedan amamantar, lo único claro es que deben cuidar aún más su ingesta calórica.

En forma
Durante los primeros 40 días postparto el útero vuelve a su tamaño y posición natural y se establece la lactancia. En esta época los únicos ejercicios recomendables son los Kegel: contracciones de la musculatura perineal que evitan la
relajación del piso pelviano.

Al término de esta primera etapa –y con la autorización médica– ya puede comenzar un programa más riguroso. La larga lista de beneficios del ejercicio físico constituye un poderoso incentivo para iniciar su programa postparto: no sólo contribuye a bajar de peso y reducir las grasas, sino que también ayuda a la tonificación muscular y mejora los mecanismos inmunológicos y el ciclo vigilia-sueño. Además, tiene un efecto positivo sobre los sistemas cardiovascular y osteológico. Como si esto fuera poco, tras una hora bien sudada, la liberación de endorfinas produce una agradable sensación de placer.
Todo programa de ejercicios debe comenzar con una evaluación que determine la condición física, el peso, el nivel de grasa y la capacidad cardiovascular de la mujer.
Esto último es muy importante pues, en muchos casos, el cuerpo ha estado inactivo durante casi un año. Según los últimos estudios de la fisiología del ejercicio, se deben combinar ejercicios aeróbicos o cardiovasculares con ejercicios de sobrecarga (pesas), para estimular el sistema muscular.

Pelo y piel
Los cambios hormonales y el aumento o reducción de peso en forma súbita pueden causar estragos en la piel, sobre todo en aquellas mujeres que genéticamente la tienen más delicada. “La estría es una cicatriz y como tal es imborrable. Ni siquiera el láser la elimina por completo”, sentencia la dermatóloga chilena Vesna Turak. Lo que sí ofrece la ciencia es atenuarlas. Y para ello, factor clave es el tiempo: cuanto antes se traten, mejor. El ideal es cuando aún están rosadas, ya que hay irrigación sanguínea en la zona. El tratamiento incluye cremas con retinol, ácido glicólico y ampollas que deben ser aplicadas por un profesional. Algunos centros de estética ofrecen tratamientos de iontoforesis para lograr el mismo objetivo.
Estos consisten en la aplicación de productos de tratamiento mediante un tipo de corriente eléctrica, lo que permite una absorción más profunda. En lo que sí hay resultados más alentadores es en la eliminación de las manchas del rostro (cloasma), que suelen aparecer durante el embarazo.

Las cremas son de gran ayuda y se deben seleccionar productos que contengan glicólicos, retinol, arbutín, hidroquinona y filtro solar.
Lo ideal es que el tratamiento comience con una limpieza profesional. Una buena alternativa es el peeling ultrasónico que, mediante vibraciones, produce una higiene profunda de los poros. Para las manchas más rebeldes se recomienda el tratamiento con glicosal, que mezcla ácido glicólico con ácido salicílico, o un green peel: limpieza herbácea que, en cinco días, elimina la epidermis y la reemplaza por una piel nueva, a la cual se le aplican productos regeneradores.
El pelo tampoco sale invicto.
Su principal enemigo, curiosamente, no es el cambio hormonal sino el shock del parto.
“Para defenderse, el organismo disminuye la irrigación sanguínea en los órganos no vitales y la primera perjudicada es la raíz del pelo”, explica la doctora Turak.
Por ello un 50 por ciento de las mujeres sufre algún grado de caída del cabello tras tener un hijo.
Esta pérdida, sin embargo, se produce recién entre el segundo y el sexto mes después del parto, debido a la lentitud del ciclo de vida del pelo.
La mejor terapia para el cabello es un buen corte, que debe acompañarse de masajes nutritivos y reparación de puntas.
Una vez en la peluquería aproveche también para pintarse las uñas. Según la doctora Turak, ése es un buen remedio para las uñas frágiles y laminadas de las nuevas madres.

DIETA EN LACTANCIA
• Desayuno: leche descremada, fruta, pan integral, queso y jamón.
• Colación a media mañana: yogurt dietético, jalea dietética, o fruta.
• Almuerzo: de entrada, ensalada verde o sopa. Como plato de fondo, un guiso de verduras, acompañado de pollo, pescado, pavo o carne, privilegiando siempre las carnes blancas.
El guiso debe alternar legumbres, papas, zapallos y verduras de estación.
• Postre: fruta.
• A la once se puede repetir el desayuno y a la cena el almuerzo.

LA ANGUSTIA DEL POSTPARTO
Una profunda tristeza invade a muchas madres luego de dar a luz.
Sin una terapia adecuada, ese estado emocional puede dañar para
siempre el vínculo entre la mujer y su hijo.

FOTOGRAFÍA: LATINSTOCK

El llanto, la irritabilidad y el agotamiento son síntomas frecuentes en madres recientes.
En la mayoría de los casos, se disipan después de unas horas o algunos días del parto, pero en un porcentaje de mujeres persisten más tiempo de lo normal y las conducen a una tristeza profunda, conocida como la depresión o la angustia postparto. En Estados Unidos, entre el 10 y el 20 por ciento de las mujeres desarrolla este síndrome que, de no ser tratado, puede permanecer por meses e incluso por años. Estos problemas emocionales no son exclusivos de las norteamericanas: una revisión de 143 estudios realizados en diferentes regiones del mundo reveló que la depresión puerperal es común en países como Brasil, Chile, Costa Rica, Sudáfrica, Italia, Taiwán y Corea, y que en algunas naciones la prevalencia alcanza hasta el 60 por ciento.
En una investigación publicada por el diario americano sobre siquiatría, la epidemióloga Patricia Dietz concluyó que el 10.4 por ciento de 4.398 madres estuvo deprimida en los nueve meses posteriores al parto, mientras que el 8.7 por ciento mostró este síndrome durante el mismo periodo de tiempo pero antes del embarazo y el 6.9 por ciento lo hizo durante el período de gestación. Las causas de estos desórdenes emocionales no están claramente establecidas. No obstante, los drásticos cambios hormonales que se producen durante el embarazo y los episodios de depresión previos podrían explicar sus apariciones. Más de la mitad de las mujeres que mostraron depresión puerperal había pasado por este estado durante o antes del embarazo, por lo que se presume que una manifestación anterior de este

síndrome puede ser un factor crucial para una repetición posterior al parto. Por otra parte, los estudios indican que los trastornos hormonales que se desarrollan en el cuerpo de una madre contribuyen a manifestar esta sintomatología. Ocurre que durante el embarazo la mujer produce altos niveles de estrógeno y progesterona, cuyos valores se desploman en las 48 horas posteriores al nacimiento del bebe. Este desequilibrio podría ayudar a desarrollar la depresión postparto, así como se registran otras modificaciones hormonales más pequeñas durante el período de menstruación. La alteración del humor en esos días es un buen ejemplo. Aunque las variaciones del flujo hormonal pueden influir, no son determinantes. De hecho, todas las mujeres sufren esos cambios durante los nueve meses de gestión y, sin embargo, quienes presentan estas alteraciones emocionales son una minoría. De todos modos, los expertos coinciden en que la subida y caída precipitadas de hormonas sexuales femeninas puede afectar las emociones de las mujeres con predisposición a la depresión.
El endocrinólogo David R. Rubinow, del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, presentó un estudio que estableció que el reflujo hormonal producido
durante el embarazo precipitó síntomas
depresivos en la mayoría de las mujeres que ya habían presentado igual trastorno en embarazos anteriores.
Por el contrario, no registró ninguna alteración del comportamiento en mujeres que nunca habían pasado por un estado depresivo.
El agotamiento por el sueño dispar del recién nacido, o el sentirse sobrepasadas por los continuos cuidados que necesita un bebe contribuyen a generar un estado emocional negativo en las madres.
Lo mismo puede ocurrir si aparece cierta nostalgia con respecto a la calidad de vida registrada mientras no había niños en la casa o si, además de estas sensaciones, se atraviesan problemas matrimoniales o económicos o no hay apoyo familiar suficiente.

Lazos débiles
Las madres con síntomas de depresión postparto no sólo están abrumadas por la culpa de no poderle dar amor a su hijo sino que, incluso, piensan que podrían llegar a dañarlo. Aunque raramente causan un perjuicio, sienten dificultad para cuidar y querer a su niño, lo que hace incrementar la angustia.
Independientemente de la causa que lo provoca, este síndrome tiende a debilitar los lazos entre madre e hijo. Por eso los siquiatras y sicólogos cada vez ponen más atención en el refuerzo de esta relación para superar un estado depresivo. “Tenemos que cambiar los modelos de conducta desfavorables que se
desarrollan entre una madre y su

hijo durante una depresión”, opina la licenciada Corinna Reck, de la Facultad de Sicología de Heidelberg. Es que el estado anímico de la mujer sin dudas repercute en el bebe. No posee la energía emocional suficiente para relacionarse de la forma más adecuada con el niño, lo que le produce una pena muy grande. Y los pequeños lo perciben. De hecho, otro estudio determinó que los niños de tres meses de madres deprimidas comienzan a mirarlas con menos frecuencia y muestran una menor emoción positiva hacia ellas en comparación con los bebes de madres sanas.
Los profesionales sostienen que los niños desarrollan habilidades esenciales entre los dos y seis meses de vida, cuando no sólo construyen la relación con su madre sino con el resto de las personas.
Por esto, durante los primeros meses de vida del niño, la depresión puede ser particularmente peligrosa para su desarrollo social.
Un niño de una madre deprimida puede llegar a ser más introvertido y a padecer fobias sociales, entre otras dificultades emocionales. Un informe de Reck remarcó que los niños de 14 meses con madres depresivas resultaron más miedosos e inhibidos que los niños de la misma edad con madres sin este síndrome. No obstante, los profesionales sostuvieron que el desarrollo intelectual del niño, por lo general, permaneció intacto.
En 2001, los sicólogos de la Universidad de Munich Sophie Kurstjens y Dieter Wolke probaron las habilidades intelectuales de 1.329 niños de entre 20 meses y ocho años, de los cuales había un porcentaje con madres depresivas. El relevamiento no arrojó diferencias entre los niños de mujeres con depresión y aquellas sanas. Es decir, no comprobaron un déficit cognoscitivo en los niños con madres que mostraban bajones emocionales. Sí hallaron, en cambio, problemas cognoscitivos en los pequeños de estratos socioeconómicos bajos, con madres depresivas crónicas comparados con niños cuyas madres presentaban los mismos cuadros pero menos severos. Recurrir al tratamiento es para la madre una situación traumática. Es que, muchas veces, sienten vergüenza de sus sentimientos. Temen que el resto no entienda el porqué de la tristeza luego del nacimiento de un niño lindo y sano. Hay distintas terapias para ayudar a la madre a sobreponerse de una depresión puerperal: los siquiatras pueden prescribir antidepresivos y, en determinados casos, tienen la facultad de recetar hormonas como el estrógeno.
El sicoanálisis es otra posibilidad efectiva para enfrentar estas variaciones emocionales, al igual que la terapia de comportamiento cognoscitivo, que consiste en la corrección de pensamientos

incorrectos y negativos. Este tratamiento persigue ayudar al paciente a conocer las distorsiones del pensamiento que lo llevan a una situación de angustia y a corregirlas.
Existen casos en que el tratamiento no es suficiente para impedir que la enfermedad de la madre afecte al niño. Un estudio realizado el año pasado por David Forman, sicólogo de la Universidad Concordia, en Québec, comparó a 60 madres que recibieron tratamiento sicoanalítico con un grupo de igual número de mujeres deprimidas no tratadas y a 56 mamás sanas. Luego de seis meses de terapia, las mujeres deprimidas con tratamiento bajaron la tensión en la crianza de sus hijos con respecto a las no tratadas. No obstante, las mujeres bajo terapia aún veían de forma más negativa a sus niños que aquellas que nunca presentaron un cuadro de depresión. Tal vez por esta razón, 18 meses después de haber iniciado el tratamiento, las mujeres afectadas relataron más problemas de comportamiento y un temperamento negativo en sus niños en comparación con los pequeños de madres sanas.
Un importante grupo de profesionales en esta materia coincide en la necesidad de implementar terapias que involucren al niño para obtener mejores resultados.
El sicólogo George Downing, del Hospital Pitié Salpêtrière de París, desarrolló la terapia de intervención por video con el objetivo de ayudar a las madres a percibir el comportamiento de sus niños registrándolo y analizándolo, y a sentirse mejor acerca de sus propias acciones. “El objetivo de la terapia es reactivar los repertorios de conducta maternal intuitiva que fue cubierta por la depresión”, explica el siquiatra de la clínica de Heidelberg Thomas Fuchs. En algunos casos, la terapia requiere la hospitalización de la madre. Y es aquí cuando la mujer se siente peor aún, porque le da culpa haber abandonado a su hijo debido a la depresión. Generalmente suele tener interpretaciones erróneas sobre las acciones de su bebe y esto da inicio a un círculo vicioso, en el cual el rechazo aparente del niño hace daño a la mamá, volviéndola más insegura y triste, lo cual a su vez tiene un efecto negativo sobre el pequeño.
En general, la mayoría de las madres que se someten a un tratamiento adecuado para atender la depresión postparto se recuperan después de unos dos meses de haber iniciado la terapia. Y muchas, según los especialistas, abandonan esa nube de tristeza dándole un nuevo sentido a la vida.