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POR PAULA VÁZQUEZ FOTOGRAFÍAS: CAROLINA VARGAS.

Átame.
Prácticas privadas, encuentros pagos, contactos a través de revistas o páginas web son algunas de
las modalidades con las que se relacionan los adictos a la subcultura del bdsm. ¿de qué se trata?

El viejo sadomasoquismo no está solo. Hoy, en todo el mundo, aparece agrupado junto a otras prácticas bajo el acrónimo BDSM (Bondage, Dominación y Sadomasoquismo), prácticas que muchas veces tienen fines estéticos y eróticos no necesariamente asociados a las relaciones sexuales convencionales. Variantes, combinaciones, juegos de rol, reglas y códigos suman sal y pimienta a la propuesta. El BDMS engloba términos muy dispares, y todas las partes involucradas tienen su propia historia. Los orígenes podrían buscarse tanto en la Grecia clásica como en la Roma imperial, en la casta samurái japonesa, en la alta Edad Media o en las escuelas inglesas de la época victoriana. También se vincula el nacimiento de un movimiento social en torno al BDSM con la aparición de London Life, en 1918. Esta revista, de marcada tendencia fetichista, fue pionera en publicar anuncios de contactos y fiestas privadas. Ya en 1946, con la aparición de Bizarre, primera publicación específica sobre bondage, dominación y fetichismo, los clubes y otros locales del ambiente BDSM empezaron a cobrar notoriedad. Los registros históricos también hacen referencia a los clubes de motos y cuero fundados a partir de 1950 por los veteranos de la II Guerra Mundial.

Su estética, aunque renovada con el paso del tiempo, se ha mantenido como código de vestuario en estas prácticas.
De los apellidos del Marqués de Sade y Leopold von Sacher Masoch derivan los términos sadismo y masoquismo. Donatien Alphonse François de Sade, aristócrata, escritor y filósofo francés conocido como el Marqués de Sade, llevó una vida de excesos, y su gusto por las relaciones de dominación y flagelación fue muy conocido en la sociedad francesa del siglo XVIII. Fue acusado y encarcelado varias veces, y de sus estadías en la cárcel surgieron obras llenas de historias y personajes que gozaban al flagelar o infligir dolor a otra persona, teniendo la búsqueda del placer personal como principio más elevado, sin el freno de la ética, la religión o las leyes. Entre las más conocidas se encuentran Los 120 días de Sodoma y Justine. Leopold von Sacher Masoch nació en Polonia en el siglo XIX. Fue profesor, periodista y escritor. A pesar de que escribió varias obras, se lo recuerda fundamentalmente por La venus de las pieles. Allí se relatan los gustos de un hombre que adoraba a una mujer vestida de piel que lo ataba,
azotaba y humillaba. El término masoquismo, por su parte, fue utilizado por primera vez por el médico alemán Kraft Ebbing, basándose en el apellido del autor polaco. El sadomasoquismo se entiende dentro del BDSM como una práctica acordada de antemano en la que los participantes experimentan relaciones de dominación y sumisión que no siempre incluyen sexo convencional. Se trata más bien de exploraciones eróticas y sexuales alternativas con límites claramente marcados. Al término sadismo se lo asocia en general con ideas de violencia, abuso, tortura o degradación, mientras que el sadomasoquismo es una práctica acordada con el fin de que los participantes experimenten placer. En una relación sadomasoquista hay quien domina y quien es dominado o sometido, y en algunos casos existen contratos en los que se expresa el consentimiento de esclavitud.

Bondades del bondage
Otra práctica que forma parte de la subcultura del BDSM es el bondage que consiste en utilizar ataduras sobre una persona desnuda o vestida. Habitualmente, tiene objetivos estéticos o eróticos y no tanto sexuales. Las ataduras pueden ser totales o parciales, y aunque generalmente se utilizan cuerdas, también pueden emplearse sogas y cadenas; o algún otro elemento, como esposas de cuero, correa o metal, para el cuello y la cintura. Sus practicantes no siempre están de acuerdo en que se lo considere parte del BDSM, sobre todo cuando sólo se utilizan cuerdas y se realiza como expresión estética. La diferencia entre el bondage como parte de una relación sadomasoquista y el bondage como práctica independiente reside en que en la primera la inmovilización es un elemento y una variante para el tipo de vínculo de dominación y sumisión, mientras que en el bondage en sí, las ataduras tienen un carácter estético o artístico.
El erotismo ligado a la inmovilización del cuerpo se relaciona con la liberación de inhibiciones y responsabilidades. El hecho de que la responsabilidad del juego recaiga en otra persona, de abandonarse a un erotismo despreocupado, en el que es otro quien marca las pautas, puede llegar a ser muy gratificante. Algunas personas se sienten atraídas por las sensaciones físicas que provocan la imposibilidad de moverse, la presión de las ataduras en el cuerpo, el roce y hasta la abrasión que produce la cuerda al moverse sobre la piel, así como por la sensación que genera el intentar liberarse o la adrenalina del peligro simbólico. Como en todo este tipo de prácticas, también hay ciertas reglas de seguridad que deben respetarse: no pasar las cuerdas alrededor del cuello, no dejar nunca sola a una persona atada y no realizar nudos corredizos. La idea es que estas prácticas resulten positivas para los participantes. El que ata siempre debe estar atento a las necesidades de su acompañante y todas las acciones se realizan con el consentimiento de ambos.

“Matrimonio busca”
Así arranca un aviso publicado en la revista uruguaya Tabú, mediante el que un matrimonio quiere encontrar compañía para practicar bondage en Montevideo. Llevan más de 16 años de casados y sólo lo han practicado en Europa, donde está más extendido. “No aceptamos ni drogas, ni alcohol, ni golpes de ningún tipo. Tenemos abundante material para compartir con los interesados”, promete esta pareja de amantes locales del bondage. Aunque su práctica se ha extendido por todo el mundo occidental, y ahora está llegando tímidamente a Uruguay, los precursores en el arte del encordamiento son los japoneses. La acción se conoce como shibari, y el arte de encordar como kimbaku. La diferencia entre bondage y shibari es que este último contempla la calidad estética del conjunto e incluso el plano triangular, es decir, maestro, atado y espectador. Tiene en cuenta la energía, negativa o positiva, sobre algunos puntos del cuerpo de la persona atada, puntos relacionados con la medicina oriental tradicional. Los orígenes se remontan a los guerreros samurái, pero es quizá con la apertura del Japón medieval al mundo occidental cuando aparece la primera documentación sobre el shibari o bondage propiamente dicho, y cuando se evidencia el uso de la cuerda con fines eróticos. Los maestros de diferentes escuelas exhiben su trabajo en teatros y son respetados socialmente. Los fanáticos desean ser su dorei (sumisa/o, esclava/o), ya que se considera un honor ser sometido por uno de los maestros de tal arte.

Amantes asediados
Disciplina es otra de las prácticas que engloba el vasto mundo del BDSM. Puede darse en una relación sadomasoquista o ser parte de un juego de rol de Dominación y Sumisión cuando uno de los integrantes toma el lugar de maestro o maestra “inflexible” y la otra parte juega el papel de alumno o alumna. Hay quienes la vinculan históricamente con los castigos que recibían los alumnos de las severas escuelas inglesas en la época victoriana.
Los castigos se aplican generalmente sobre las nalgas, y pueden usarse instrumentos como cintos, varas y reglas de madera. También se utiliza la palma de la mano para golpear, o látigos de colas o puntas conocidos como floggers. Dentro del BDSM, la disciplina es una práctica bastante puntual y mucho más acotada que las otras. Dominación y Sumisión, por su lado, es un comportamiento que abarca prácticas sexuales y otras costumbres. Es un vínculo que se establece con la aprobación previa de los participantes. Uno domina y otro es dominado. No sólo se trata de una práctica que se vincula a lo sexual, sino que puede darse en un nivel más general, ya que dos personas pueden tener una relación permanente o formal de este tipo.

Ellos manejan cuáles serán los límites. En una relación que se mantiene a lo largo del tiempo, el sumiso no se comportará siempre de la misma manera, y su contraparte no siempre exigirá con la misma intensidad. Esta práctica es utilizada en otras que se sirven de ella como un elemento más, incluso en la sexualidad “convencional”, donde las fantasías de dominación y sumisión agregan cierta emoción para salir de la rutina. Es lo que hacen los uruguayos Sergio y Ana, que están casados hace siete años, viven en Montevideo y tienen dos hijos. Ambos declaran practicar una sexualidad “convencional”, pero de vez en cuando juegan con otras posibilidades. Tienen ciertos códigos que indican cuándo uno de los dos quiere comenzar el juego. Él es
quien acecha y ella es víctima de su asedio.
Al principio hay un desencuentro, pero tras varios intentos de fuga ella se rinde, aceptando con sumisión su rol. Luego que ella es dominada, se entrega a todos los deseos de su amo, con un abandono placentero. Es un juego de imaginación con papeles bien claros, que cada uno cumple a la perfección. Ella fue quien lo comenzó. Primero en su cabeza, apenas como una fantasía, pero luego quiso compartirlo con su marido para hacerlo real y probar si podía enriquecer su relación. Los dos coinciden en que las sensaciones son más intensas cuando se entregan a esa práctica.
“En nuestra relación, en general somos los dos quienes tomamos las decisiones, pero en estos juegos soy yo quien domina la situación. Creo que es algo que muchas parejas hacen, aunque no lo quieran contar”, opina Sergio.

Amos y esclavos
Luis publicó su aviso en una página de contactos: “Esclavo sumiso busca ama sádica. Me va todo para complacerte”. Comparece a la cita con la periodista de Paula en un bar del Cordón. Los parroquianos están distraídos mirando un partido de fútbol, a los gritos, y él empieza a hablar de dóminas y dominatrices. Suma poco más de 40 años, lleva casado más de 25, tiene hijos y trabajo estable. También, un gusto muy peculiar: adora ser dominado por una mujer como práctica erótica y sexual. Su familia no está enterada de esa predilección, a pesar de que fue en el seno del matrimonio donde comenzaron las primeras fantasías. Un día, un aviso en el diario llamó su atención. Ofrecía juegos de dominación.
Sin dudarlo demasiado, llamó y fue. Encontró un lugar muy bien preparado. Entre otras cosas, acordaron que sería una práctica suave. Estaba un poco nervioso, pero siguió adelante. En algunos momentos estuvo a punto de dar por terminado el juego, pero no lo hizo. En aquel entonces le pareció que había hecho algo totalmente transgresor.
Hoy, mirándolo a la distancia, piensa que apenas estaba rompiendo el hielo. Al tiempo volvió, pero la chica de su primera cita ya no estaba. La reemplazante tenía una presencia física muy fuerte.
No pudo resistirse a seguir adelante, y terminó cultivando una relación que duró más de dos años. Ella era dominatriz de alma, y con el tiempo, él se convirtió en su esclavo. Siempre que podían verse, lo hacían en casa de ella. Pero un buen día desapareció. En la gran mayoría de los casos, en este tipo de relaciones como las que cultiva Luis no se practica sexo onvencional.
Puede haber prácticas alternativas que llevan al orgasmo, o la relación puede darse con una figura “subalterna”. Pero con un ama que se precie hay muy poco contacto: sólo cuando ella lo crea necesario. Algunas de estas prácticas incluyen artículos específicos como arneses, camillas ginecológicas, útiles médicos, bozales, ropa de látex, esposas, látigos, cadenas, fustas, correas, pinzas para tetillas, paletas y un sinnúmero de elementos para flagelar. Hay una infinidad de artículos y prácticas pensadas para utilizarlos.
Sin embargo, la oferta de los sex shops montevideanos para este tipo de público es bastante limitada: antifaces de cuero negro, cadenas, esposas, látigos de cuero trenzado,

bodies de cuero con tachas, arneses de cuero con pene y vibradores. No mucho más.
Los precios de estos artículos van desde los 150 a los 850 pesos. Como los juegos pueden llegar a ser extremos, se acuerda siempre una palabra de seguridad o un gesto para que el sometido pueda parar cuando lo crea conveniente. Luis asegura que si el ama sabe lo que hace, será capaz de dominar todas las sensaciones en forma inimaginable, provocando placeres que van más allá de cualquier límite, transgrediendo un poco más en cada práctica. Para gente como él, Montevideo tampoco ofrece demasiadas opciones de esparcimiento.
Como forma de encuentro, lo que más funciona es el boca a boca. Existen boliches que son puntos de contacto, y hay un lugar en el Parque Rodó donde se puede asistir a noches temáticas.
Según Luis, los conocedores saben que en esas fiestas pueden encontrar lo que buscan. Habitualmente se les proporciona un antifaz a los participantes, que interactúan hasta encontrar quien los acompañe a un reservado para llevar a cabo todo tipo de juegos.
Es común, también, que si entre dos o más personas que se conocen allí se genera “química”, la relación se prolongue luego en otros ámbitos más privados.
Con un aviso en el diario, publicado hace muy poco tiempo, Leticia empezó a trabajar en Montevideo ofreciéndose como ama. Hasta ese momento, sólo trabajaba con clientes que buscaban relaciones sexuales “convencionales”. Pero la competencia la obligó a buscar otros rumbos, y descubrió que pocas mujeres se ofrecen para ser dominadas o dominar.
Su anuncio como dominatriz ha tenido muy buenos resultados.
Cobra mucho más que antes, porque los clientes saben que lo que buscan es especial y están dispuestos a pagar por ello. Una hora de su tiempo cuesta entre 600 y 1.300 pesos. La llaman hombres, pero también parejas.
Muchas veces sólo quieren un juego de excitación y morbo previo a la relación sexual o a la masturbación, sobre todo si van en pareja.
Si son hombres solos, buscan que los dominen y no esperan sexo de tipo convencional. Buscan un ama.

Goce disciplinado
Si bien en Uruguay el tema aún está relegado a prácticas más privadas, en Europa y Estados Unidos, flageladores y flagelados dan rienda suelta a sus bajos instintos en fiestas, boliches y encuentros de todo tipo.
Los amantes del sadomasoquismo compartan sus intereses, intercambian películas, literatura, fotos y artículos de sumisión. Holanda, España e Inglaterra son países donde los encuentros BDSM son multitudinarios y cada día son más quienes viajan allí para asistir a las ya conocidas “fiestas del látex”. En Alemania hay una creciente movida en torno a este tipo de prácticas, y muchos de los visitantes que descienden en el puerto de Hamburgo pasan gran parte de su tiempo investigando las atracciones que ofrece Reeperbahn, la zona roja.

Los conocedores cuentan que las representaciones de sadomasoquismo y bondage que allí se presencian son bastante fuertes y extremas.
En Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Suiza, Austria y Escandinavia las organizaciones BDSM han desarrollado un amplio espectro de actividades: informativas y formativas, de defensa legal, promoción de eventos, talleres e investigación. Estas organizaciones se caracterizan por ser democráticas –a pesar de las prácticas privadas y sus jerarquizaciones– y de gran tolerancia.
En los países de raíces latinas casi no existen organizaciones registradas como tales, a excepción de México, donde en los últimos años esta práctica se ha venido desarrollando con características similares a la de los países anglosajones.
La industria gráfica también ha hecho lugar al BDSM, y los cómics con referencias a la dominación y sumisión son conocidos en todo el mundo. Dentro de los precursores se encuentran el dibujante y acuarelista estadounidense John Willie, creador de la conocida serie Las aventuras de la dulce Gwendoline.
Willie fue fuertemente criticado por el movimiento feminista, ya que los personajes que aparecían en situación de sumisión eran siempre mujeres.
Eric Stanton fue otro de los dibujantes estadounidenses pioneros en proyectos de cómics para adultos, precursor del arte gráfico en relación con el bondage y el fetichismo y uno de sus mejores exponentes durante el siglo XX. Aunque la mayoría de sus trabajos representan la dominación femenina, también creó obras en las que invertía la distribución de roles.
El cine ha mostrado lo suyo. El vicio y la virtud, con Catherine Deneuve como actriz principal, es una adaptación libre de Justine. Belle de jour, dirigida por Luis Buñuel y protagonizada también por Deneuve, narra la historia de una mujer burguesa que se inicia en las prácticas sadomasoquistas, rebelándose en contra de los convencionalismos sociales. Gwendoline es la primera versión cinematográfica del clásico de John Willie.
Matador y Átame, ambas de Pedro Almodóvar, inscriben estas prácticas en un contexto más profundo.
En Lunas de hiel, de Roman Polanski, hay varios guiños sobre el sadomasoquismo, y la mismísima Madonna aparecía derramando cera caliente sobre Willem Dafoe en El cuerpo del delito.
En fin: las prácticas BDSM se extienden por el mundo de múltiples maneras. Utilizan códigos similares en todas partes y se comunican a través de las más variadas expresiones de sexualidad.
E independientemente del juicio que le merezcan a cada uno, de sus adeptos podrá decirse que pecan de muchas cosas, pero nunca de indisciplinados.