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  Mayo 2007 | Nº174  
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Playas paradisÍacas, merengue, bachata, ron y sensualidad a flor de piel. ¿Qué más puede pedírsele a un destino para las vacaciones soñadas? República Dominicana tiene varias respuestas para dar.
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Donde Todo Comenzó

paradisíacas, merengue, bachata, ron y sensualidad a flor de piel. ¿Qué más puede pedírsele a un destino para las vacaciones soñadas? República Dominicana tiene varias respuestas para dar. Por J.H.R.


La idea es más que tentadora. República Dominicana aparece, en el imaginario de los uruguayos, como un escape seguro a la formalidad rioplatense. Una zambullida en el calor y la exuberancia del Caribe. Hoy, viajando por Copa Airlines, el paraíso queda a unas pocas horas de Montevideo. La región, que tienta en más de un sentido, se popularizó por estas latitudes cuando Punta Cana se convirtió en uno de los destinos preferidos por los mieleros. Se trata, en efecto, de una tierra de contrastes cuyos colores intensos, aromas embriagadores y fuertes sabores son capaces de enamorar a cualquiera. Amén, claro, de una fauna y flora acorde y una identidad cultural signada por el mestizaje, que desborda en manifestaciones vivas y en constante transformación.


Un cálido mar turquesa, palmeras que pueblan costas de arena fina y una suave brisa que alivia el calor intenso completan la imagen idílica, anhelada por todos. Sin embargo, más allá del placer sensorial producido por los prodigiosos escenarios de República Dominicana, se impone la inevitable referencia histórica, pues esa misma postal de naturaleza virgen fue la que encontró Cristóbal Colón cuando puso pie en La Hispaniola el 5 de diciembre 1492 y marcó así el inicio de la aventura del Nuevo Mundo.
En 1496, la fundación de Santo Domingo convirtió a la ciudad en la más representativa de la Corona Real Española, pero llegado el siglo XVI, la conquista de las grandes masas territoriales de América del Norte y América del Sur, relegó a la isla a un segundo plano.
La Hispaniola permaneció bajo dominio español hasta 1697, cuando la parte occidental de la isla se convirtió en posesión francesa. Esta área, llamada Saint Domingue por los franceses, y que se volviera la colonia más rica en el mundo por sus plantaciones de azúcar, se transformó en 1804 en la República de Haití, quedando dividida la isla en dos Estados independientes.
Rastros de época son apreciables hasta hoy en muchos puntos de República Domincana, pero especialmente en su capital, Santo Domingo. La ciudad, que en primera instancia puede abrumar por el desorden del tránsito, es una moderna metrópoli que combina encantos del pasado y el presente. Tanto el Malecón sobre el increíble Caribe, como sus avenidas pobladas de almendros y flamboyanes, así como la riqueza de la Ciudad Colonial, enamoran al instante. Los ejemplos abundan: el Alcázar donde vivió el hijo de Cristóbal Colón, Diego, con su mujer María Álvarez de Toledo, domina la gran explanada de la Plaza España, que por la noche desborda de tradición y alegría. Asimismo, la encantadora calle Las Damas, por la que se paseaba la afligida María Toledo flanqueada por sus damas de honor para aplacar la nostalgia, es hoy una peatonal poblada de restaurantes y cafés, centros de diseño y galerías de arte.

Entra si quieres...

... Sal si puedes. Tal el dicho que califica a las mujeres de la zona de Nagua, y la sentencia es perfectamente aplicable a todo el territorio, dados los innumerables atractivos del lugar. Tanto sus ritmos, como su gastronomía y manifestaciones artísticas, son un claro reflejo de vida alegre y colorida.
Con una temperatura media entre los 25 y 30 grados, el país de nueve millones de habitantes ocupa algo más de los dos tercios orientales de la isla de Santo Domingo o La Española. Su vecino occidental es Haití, pero está cercado por el Océano Atlántico, el mar Caribe y el Canal de la Mona. Ello justifica la merecida fama de los más de 1.500 kilómetros de costa, bañados suavemente por aguas tan claras que permiten apreciar a simple vista las incontables maravillas que ofrece la vida marítima.
Dependiendo de la región, las playas ofrecen un sereno arrullo para quien quiera relajarse a la orilla del mar o suficiente fuerza para practicar deportes como el kiteboard. Llaman la atención los diferentes colores de arena. Las más blancas y finas caracterizan zonas como Bávaro y Punta Cana en la costa este, otras más doradas identifican playas del Norte como Puerto Plata, y una tonalidad gris es representativa de lugares como Boca Chica o Barahona, al oeste.
La mayoría de estas áreas, desde Punta Cana a Samaná, alberga resorts que bajo la modalidad de all inclusive ofrecen al turista la máxima comodidad: impecables villas con habitaciones de lujo, una oferta gastronómica en la que destacan los productos del mar y los tragos exóticos, y un más que completo programa de actividades con espectáculos, clases de baile y deportes. Los paquetes turísticos dejan poco librado al azar.
En zonas como La Romana, donde el glamour y la sofisticación dicen presente (con residentes como Oscar de la Renta o visitantes ilustres como Julio Iglesias), las posibilidades se multiplican. Es práctica común no sólo alojarse en hoteles como el que posee el gigantesco complejo Casa de Campo, sino que también es viable alquilar residencias particulares para gozar de una mayor privacidad. Al parecer, tal es el recurso utilizado por personajes como Shakira o el matrimonio Clinton cuando buscan descansar y alejarse de la mirada pública.
Quienes prefieran unas vacaciones menos digeridas y más aventureras, pueden optar por explorar playas como Cabarete o Las Terrenas, que ofrecen una infraestructura más pintoresca y agreste, y donde es posible alquilar habitaciones en apart-hotels por unos 20 dólares diarios.

Fusión de Culturas

Para una primera aproximación a la identidad de la región se recomienda enfáticamente visitar el Centro Cultural León, en Santiago de los Caballeros. La ciudad es la segunda en importancia de la República, y allí tiene su sede una institución para las artes creada por la familia Jiménez, responsable de la marca de cigarros Aurora y de la cerveza Presidente, la más popular del país.
Una sala dedicada a la antropología del Caribe permite al visitante sumergirse en la unicidad del ecosistema local, que determina en parte el carácter del dominicano, así como en su identidad multicultural.
La diversidad de influencias es innegable, a pesar de la tendencia local de sobrevalorar la herencia hispánica en detrimento de la africana. Producto de las diferentes olas migratorias y ocupaciones militares, que imprimieron un sello indeleble en el habla, la religión y hasta la música del país, la mayor parte de la población dominicana desciende de europeos, africanos y taínos.
Ello es bien claro en las manifestaciones de espiritualidad, pues si bien la religión oficial es la Católica, existe una religiosidad popular que conserva rasgos sincréticos con las creencias animistas traídas por las distintas etnias esclavas.

Tabaco, Ron y Ámbar


Más allá del merengue o la bachata de Juan Luis Guerra y el gran Torito Acosta, las asociaciones inmediatas con el país van de la mano del ron y los cigarros.
Tanto el primero, como la cerveza, son las bebidas más comunes. No hay que asombrarse si en los bares la gente pide una fría, o una vestida de novia, a secas, cuando se refiere a la cerveza helada.
En cuanto a la bebida blanca, los dominicanos reclaman para sí el honor de producir el mejor ron del mundo. Siendo el país un gran productor de caña de azúcar, se explica la variedad y calidad obtenida. Oscuro, dorado, añejo o especial, siempre es del bueno. Entre las marcas más reconocidas se posicionan Barceló, Bermúdez y Brugal, que al parecer exporta sólo el 20 por ciento de su producción pues el grueso se consume internamente. La tradición manda ofrecer el primer trago a los difuntos, razón por la cual tan pronto como se abre una botella, el primer sorbo se derrama en el piso.
El tabaco es otro de los grandes orgullos dominicanos, y los cigarros, hechos a mano y con materia prima proveniente de la región central de Santiago y del Valle del Cibao, gozan de gran prestigio internacional.
Pero singular será la sorpresa que se lleve quien paseando por las calles de arquitectura victoriana de la ciudad de Puerto Plata, se encuentre con un museo dedicado al ámbar, que contienen entre sus tesoros, nada menos que la piedra con el mosquito que inspiró a los creadores de la película Jurassic Park.

Arena, Sol y más

La excelente infraestructura turística contempla cada segmento del mercado. No es casual, entonces, que República Dominicana se haya convertido en uno de los destinos preferidos para la práctica del golf, como pueden dar fe los fanáticos que han probado alguno de los veintiún greens ubicados en los mejores lugares del Caribe y diseñados por profesionales como Pete Dye o Robert Trent Jones.



Pero dada su diversidad de zonas ecológicas, el turismo aventura y el ecoturismo también encuentran allí un un espacio propicio: montañismo, senderismo, exploración de cuevas, cabalgatas visitando sorprendentes saltos de agua como El Límón, y hasta la observación de ballenas jorobadas en la zona de Samaná, entre los meses de enero y marzo, son algunos de los platos fuertes.
En conclusión, unas vacaciones en República Dominicana pueden significar, para quien así lo desee, mucho más que unos días de playa y relax. La isla y los contrastes del Caribe, su biodiversidad, la vida indígena, el mestizaje, lo criollo y el predominio de la actual cultura urbana ofrecen un valor agregado que no se agota al tomarse el avión de vuelta a casa. Por el contrario, se prolonga en la memoria, estimulando nuevas interpretaciones incluso acerca de nuestra propia identidad.



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