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  Noviembre 2006 | Nº168  
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Dónde Están Los Hombres
Cada fin de semana, armadas con delineador, rouge y tapaojeras, miles de mujeres solas salen a la caza y a la pesca de varones disponibles. ¿Con qué se encuentran? Con otro batallón de mujeres que está en la misma que ellas.
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las alturas del museo.
 
 

DESVELOS FEMENINOS


Dónde están los Hombres

Cada fin de semana, armadas con delineador, rouge y tapaojeras, miles de mujeres solas salen a la caza y a la pesca de varones disponibles. ¿Con qué se encuentran? Con otro batallón de mujeres que está en la misma que ellas. El tema, además de monopolizar las conversaciones femeninas, motiva el estudio de prestigiosos académicos e inspira el trabajo de exitosos relacionistas pÚblicos. ¿Quién tiene la respuesta?

Por Silvana Silveira | Fotografía: Latinstock

A fuerza de repetirlo tantas veces, ya parece un mantra: “no hay hombres”, insisten las mujeres uruguayas. El grito de protesta se escucha cada vez más a menudo. Y entre féminas de edades cada vez más tiernas. Si hace algunos años era el latiguillo de las que ya transitaban la segunda mitad del camino de la vida, ahora es común escucharlo entre treintañeras. ¿Hay huelga de príncipes o estarán exagerando?
“¿Dónde están los hombres? Es lo que me pregunto hace exactamente dos años. O son casados, o son gays, o recién se divorciaron y precisan cuatro años de libertinaje. Recién después, y tal vez, piensen en formar una nueva pareja. En la noche lo que abunda son casados, mujeriegos y muchos salames. Además, pensá cuántos se fueron con la crisis de 2002. De mi generación no quedó nadie. Yo diría que los hombres de mi edad están sirviendo mesas en Europa”, se queja María Noel, una morocha de 30 años que frecuenta los pubs de la Ciudad Vieja.
“Los hombres se asustan. Se encuentran con mujeres independientes, libres, con una vida resuelta y que, a veces, hicieron muchas más cosas que ellos”, agrega Raquel, una empresaria de 36 años, separada y con dos hijos.
“A cierta edad te ponés más exigente. En verdad, creo que hay cierta paranoia femenina. Para mí es mentira que no hay hombres. Está difícil, pero no hay que exagerar”, tercia Johana, de 34 primaveras en su haber.
¿Qué hay de cierto en el desolador diagnóstico? Si se toman en cuenta ciertos datos estadísticos, el pesimismo femenino no es pura ilusión óptica. Según la base de datos de Nelly Niedworok, demógrafa del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 62 por ciento de los hogares montevideanos unipersonales son habitados por mujeres. En la capital, los hombres que viven solos suman casi 40 mil, mientras que la cifra de mujeres en igual situación trepa a 63 mil.
En el interior del país, la cantidad de personas que vive con un solo juego de llaves es más pareja, aunque predominan levemente los hombres solos. Sin embargo, la balanza comienza a ponerse fea para las mujeres a medida que aumenta la edad. En Montevideo, existen unos 13 mil hombres mayores de 60 que viven solos, contra más de 40 mil mujeres de la misma franja etaria.
Después de los 40 –e incluso antes– un alto porcentaje de Evas y Adanes uruguayos ya han visto naufragar una relación amorosa. Ya saben lo que es armar la valija y marcharse con el corazón roto, bancarse el síndrome de abstinencia que produce la lejanía del ser amado, sobreponerse a la depresión que implica toda pérdida y al golpe a la autoestima que supone un fracaso amoroso. Eso deja un sedimento de cansancio, cinismo y desencanto del que cuesta recomponerse.
Lo que sucede con estos hombres y mujeres que se separaron, se divorciaron o enviudaron, es algo que ha estudiado la demógrafa Wanda Cabella, investigadora del Programa de Población de la facultad de Ciencias Sociales. Concretamente, Cabella se propuso analizar las trayectorias posruptura femeninas y masculinas, y qué probabilidad tienen de recomponer la vida conyugal. Un terreno completamente inexplorado en el país hasta el momento.
¿Con qué frecuencia y después de cuánto tiempo las mujeres y los varones vuelven a formar una unión luego de la ruptura? ¿El género es un factor clave para determinar la posibilidad de recomposición? La experta universitaria encontró que, en la medida que las rupturas ocurren a edades cada vez más tempranas, es cada vez más corriente que las trayectorias conyugales incluyan más de una unión, lo que ha dado lugar al nuevo concepto de “monogamia en serie”. También encontró que, históricamente, era la muerte del cónyuge la que inducía a buscar una nueva pareja. “En cambio, como apunta el historiador de la familia André Burguiére, la inestabilidad demográfica de ayer fabricaba tantas familias recompuestas como la inestabilidad sentimental de hoy”, resume Cabella.
De todos modos, más de la mitad de la gente que queda sola en Uruguay vuelve a conformar una unión. Para ser exactos, el 64 por ciento de los varones y el 56 por ciento de las mujeres. ¿Y el resto?

La Ruta del Amor

¿Adónde van las solteras, separadas, divorciadas o viudas cuando quieren armar nueva parejita o al menos tentar la posibilidad de un “levante”? Entre las más jóvenes, boliches montevideanos como La Commedia, El Pony Pisador, Almodobar, Café Bolero y Love parecen estar en la ruta obligada.
En La Commedia, por ejemplo, la fauna va cambiando a medida que pasan las horas. Si antes de medianoche predominan las parejas o las mesas de amigos que van a cenar, entrada la madrugada la larga barra se transforma en territorio casi exclusivamente masculino. Algunas mujeres se sienten intimidadas ante la lluvia de miradas escrutadoras, pero otras aprovechan la improvisada pasarela para pavonearse. “El pasaje hasta el baño es de lo más incómodo”, argumenta Raquel. El abordaje es más sencillo en la zona que denominan “el infierno”, donde todos se entregan al baile hasta que amanece. Allí, cuentan algunas habitués, lo que hacen los caballeros es acercarse e invitar con un vaso de cerveza.
Las que ya cantaron 40 hace rato, frecuentan otros sitios. Lugares como Clyde’s, Azabache, o las célebres Noches de solos y solas de Makao (que ya no se celebran con ese nombre socialmente incorrecto), son bien conocidos por veteranos de ambos sexos que salen en busca de diversión pero no quieren que al lado les baile hip-hop un niño de 20 añitos. La barra de Roldós, en el Mercado del Puerto, y El Expresso de Pocitos son otros campos de batalla al parecer muy animados.
Valeria, 55 años, es divorciada. Tiene un bronceado caribeño, el pelo muy cuidado y lleva un vestido de lino color habano con bordados. Y grandes accesorios. Es la viva imagen del dilema de las mujeres que están en esta situación. Cuenta el modus operandi: “todo el mundo sabe que hay barras a las que van los hombres solos y las mujeres solas. Te quedás sentada y ellos se quedan sentados. Entonces permanecés ahí, como colgada del gancho, tipo carne de exhibición. Ellos se dan el lujo de mirar y elegir la mejor carne”.
Las mujeres de su edad no la tienen fácil desde ningún punto de vista. Sobre las “noches de solos y solas”, así como sobre ciertos lugares que cultivan ese target de público como nicho de mercado, pesa el estigma social de ser semillero de “mujeres fáciles” y “hombres de trampa”.
Según María, una divorciada de 60, “en ciertos lugares el ambiente muchas veces se pone denso. Las mujeres van vestidas para el aullido, hiper erotizadas, y se mueven al ritmo de la música procurando captar la mirada de los varones, mientras ellos se dan el gusto de observar.

“En ciertos lugares el ambiente se pone denso. Las mujeres van híper erotizadas y se mueven al ritmo de la música procurando captar la mirada de los varones”, dice María.

La mujer es más exhibicionista, el hombre mira de lejos. El esfuerzo que hace la mujer para atraer la atención del sexo opuesto es mucho mayor. Se viste, se produce, baila de manera llamativa. Yo me siento deplorable, entonces dejo de ir a esos lugares”.
Por lo que cuentan estas mujeres, son tiempos difíciles para quienes fantasean con abrazar algo más que la almohada por las noches. Todas coinciden en que los hombres interesados en asumir responsabilidades y contraer compromisos son tan raros como los camellos albinos. En cambio, la especie que prolifera es la de divorciados y separados con miedo de reincidir. La de solterones empedernidos con mamitis aguda. Los eternos artistas del cortejo que no quieren cambiar de estado civil. Y también, dicen ellas, muchos homosexuales y bisexuales en la vuelta. “Todo bien. Para ellos es una fiesta, pero para nosotras es una macana”, dice Leticia, soltera de 42 años.
“Lo que abunda son hombres que quieren encuentros sin compromisos, relaciones más que pasajeras, del momento. Hombres que fichan una para la mañana, una para la tarde y otra para la noche”, protesta Valeria. A ella le sorprende la incapacidad de algunos especimenes masculinos para compartir algo más que una copa. “Todo es touch and go. Toco y me voy. Uso y tiro”, se queja.
Con mirada académica, Teresa Porzecanski suma otras pistas para desentrañar este complicado mapa sentimental. “Varios pensadores sostienen que se trata de una época de emparejamientos laxos, transitorios, en oposición a aquellos compromisos que se realizaban para toda la vida o hasta que la muerte nos separe. Giddens habla de una sexualidad plástica, librada sólo a sí misma, separada de la responsabilidad conyugal. Bauman habla de un tipo de amor fluido, y hace una crítica a la liviandad con que, en general, no sólo en el amor, son concebidos los lazos interpersonales en las sociedades modernas occidentales contemporáneas. Otros pensadores cuestionan la ética de estos nuevos modos de relacionamiento, por el deshacerse de las obligaciones implícitas en los sistemas de parentesco, y acceder a lo que Ulrich Beck denomina la libertad de la propia biografía. Es decir, la emergencia de un tipo de sujeto cada vez más capaz de modelar su propia vida sin ataduras institucionales, tradicionales o familiares”, resume la antropóloga uruguaya.

Soledades Disfrazadas

Existen otros derroteros en la noche montevideana. Muchos acuden a fiestas en las que una relacionista pública se encarga de invitar especialmente a solteros, separados, divorciados y otros corazones solitarios. Cada quince días, Dolores Ballester Molina organiza una fiesta en Salón Makao. Rubia, de pelo largo hasta la cintura y enfundada en jeans, Ballester Molina cuenta que quiere inaugurar un lugar donde las mujeres se sientan cómodas y puedan acudir más livianas de prejuicios. Un sitio donde no se sientan llevando un cartel que dice: “estoy de levante”.

“las mujeres quieren un príncipe azul, un hombre que no existe. están locas”, dice José Luis.

Paula estuvo en una de sus fiestas. Nadie llega antes de las diez y media de la noche. A eso de las doce, ya hay algo más de 30 personas. Tres mujeres se lanzan a la pista de baile, coronada por una gran bola de espejos que irradia reflejos azules. Suenan hits de los ’70, los ’80 y los ’90. Las mujeres que no bailan se acomodan en las mesitas. Los hombres se instalan en la barra, o en el espacio abierto donde está permitido fumar. Florencia, de 42 años, divorciada, docente y estudiante de sicología, reconoce que es muy difícil conocer gente. Jura que no ha venido en busca de hombres. “Eso es algo que prefiero hacer de día”, dice a las risas. “Vine con cuatro amigas. Nos comimos una fondue y dejamos a los niños en casa. Yo no siento que me exponga. Creo que la idea es pasar un buen rato, no siempre de mujeres solas y hombres solos. Es bueno que haya un poco de energía de los dos sexos, que es tan linda, ¿no?”.
Dominique, que canta la misma edad, es traductora pública y cocinera. “Hay pocos lugares para bailar cuando ya no sos una adolescente. A mí me gusta salir temprano, no a las dos de la mañana. Es más fácil conocer un hombre cuando sos joven. A mi edad, sos más exigente. Te gusta estar con gente que comparta algo contigo. Pero siempre se encuentra algún hombre. La cosa es mantener el espíritu, la alegría, ser una persona con energía, con actividades”. ¿Y qué piensan ellos? En la barra está José Luis (53), alias el gallego. Para él, siempre es fácil conocer a alguien. “Lo que pasa es que las mujeres quieren un príncipe azul, un hombre que no existe. Están locas”.
En la misma cuerda, la relacionista pública asegura que “hombres sobran, lo que faltan son mujeres que se animen a venir”.
Sea como fuere, la ciudad está llena de gente sola. Montevideo, una aldea donde conocer vida y obra de los demás es deporte nacional, no es el mejor escenario para quienes están en esa situación. “Yo no sé si tiene que ver con convencionalismos o con ideas preestablecidas, pero los sitios donde podemos conocer algún hombre son lugares de toco y me voy. No hay un sitio donde se pueda establecer una amistad o un vínculo más serio”, vuelve a quejarse Valeria.

Enredos Amorosos

Algunas cosas han cambiado desde la época en que Dante se paseaba por un puente sobre el río Arno con el corazón en las manos, esperanzado poder hablar con su amada Beatriz. Hoy la cercanía física no parece ser tan importante. Al menos para los que buscan a la esquiva alma gemela o, cuando menos, a alguien con quien intimar en los portales de internet que se jactan de unir gente de forma privada y segura.
Uno de ellos es Match.com, que fue visitado por la friolera de 4 millones de personas sólo en el pasado mes octubre. “Allí ponés tu perfil, con la serie de cualidades que crees tener, con o sin foto. Luego esperás a que te manden un guiño vía mail. Cuando recibís ese guiño tenés que pagar alrededor de 65 dólares, con la tarjeta de crédito, para poder contestarlo e iniciar una relación virtual a través de Match. La gente te puede contar la historia entera de su vida. Eso sí: nunca sabrás si es cierta”, explica Anabela, que a través de ese portal conoció un extranjero que reside en Montevideo.
Buscar pareja a través de la red es un método cada vez más utilizado en todo el mundo, y otros sitios web que se dedican a eso son Ilove.de, Meetic, MSN Amor y amistad, y Matchnet.
Así en la tierra como en el ciberespacio, parece que las mujeres buscan un varón que todavía no existe, y los varones persiguen una mujer que ya fue. “Hay quien tiene más oportunidades de emparejarse y sustituye fácilmente a la pareja que le ha rechazado con distracciones amorosas que mitigan sus sentimientos de protesta y desesperación. Cada persona tiene en suma, un cableado diferente; algunas simplemente se enfadan menos, se deprimen con menos facilidad, tienen más confianza en sí mismos y reaccionan con más tranquilidad ante las desgracias de la vida en general y ante el rechazo amoroso en particular”, dice la antropóloga estadounidense Helen Fisher en su libro ¿Por qué amamos?
En Uruguay, la siempre inquieta Mecha Gattás recomienda a sus amigas divorciadas que asistan a vernisagges y conferencias interesantes, que no se queden en su casa tejiendo crochet. Según ella, que trabajó años en relaciones públicas, “los hombres uruguayos no saben manejar la situación de invitar una amiga al cine, al teatro o a comer algo, apelando a la inteligencia de su compañera y a la conversación interesante. Se sienten intimidados, se cohíben si no tienen un programa posterior. Creo que los hombres se quedan más en su casa de lo que la gente piensa. Ven televisión y hacen una vida solitaria”, opina Gattás.
No son pocas las uruguayas que encuentran en la agenda cultural un sistema alternativo de contención a su soledad. No se pierden la programación del Centro Cultural de España o del Centro Cultural de Música, no se privan de asistir a museos y conciertos donde eventualmente podrán conocer a alguien.
Con un paisaje tan distorsionado no es raro que florezcan las relaciones fuera de lo convencional. Hombres de 65 años que salen con mujeres de menos de 40. Veteranas que no encuentran varones interesantes y que, como están muy en línea, terminan con un joven de 20 y pico.
“Una se siente fuera del espacio y del tiempo”, dice Anabela, que sigue convencida de una vieja fórmula: “cuando se arma una pareja que dura más de un amanecer, en general es porque alguien se tomó la molestia de presentar a fulana y mengano, dos almas solitarias en un mismo círculo de gente”. ¿Será que el mundo no ha cambiado tanto como se dice?

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