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ENTREVISTA A VINTON CERF
El Padre DE LA RED
¿Adónde nos lleva Internet? No habla un profeta digital más,
sino uno de los inventores del ciber espacio que adelanta su
visión de un futuro lleno de pantallas, sin que todo sea gratis.
POR: JESÚS RUIZ MANTILLA. FOTOGRAFÍAS: BLOOMBERG.
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No todo en la vida está en
las pantallas para Vinton
Cerf. Mucho menos la
fabada que se mete
entre pecho y espalda
antes de descubrirnos
las claves del pasado y
el futuro de Internet, esa plataforma gigante
que él y sus colegas Bob Kahn, Tim
Berners-Lee y Lawrence Roberts inventaron
hace más de 40 años. Ante todo,
Vinton Cerf (Connecticut, EE.UU. 1943)
es un caballero. Un hombre refinado, de
exquisitos modales y gustos, que va contando,
allí donde lo llaman, cómo él y sus
compañeros dieron con este invento después
de trabajar para el Pentágono, y a la
vez que alerta de lo que se viene encima si
no nos espabilamos.
De lo bueno y de lo malo. Al principio
no cayeron en que aquella red que fueron
probando para los militares cambiaría las
costumbres y los modelos de trabajo del
planeta. Fueron los años y la perspectiva
de negocio de las empresas privadas los
que les hicieron darse cuenta de lo que
habían creado. Toda una revolución que
está poniendo en serios aprietos a los
modelos de vida y negocio tradicionales.
De las relaciones personales a la cultura,
de los viajes a las campañas políticas y el
periodismo. Una de las cosas que Vinton
Cerf sabe con certeza, a sus 66 años, es que un ordenador no puede cocinarle una
paella. Pero sí cómo y dónde conseguir
azafrán. Le ocurrió hace poco, de vacaciones
en un lugar perdido de su país. Se le
antojó hacerse un arroz, pero le faltaba esa
especia. Y la encontró online.
–¿Cuál era su sueño mientras estudiaba?
¿tenía alguno o era demasiado
práctico para permitírselo?
–Si nos retrotraemos a la infancia,
siempre me interesó la ciencia. Creo que
siempre quise ser científico. Hacer algo
importante en matemáticas. Recuerdo
que tomaba cursos de cálculo en la
Universidad de California mientras estaba
en el instituto. Una noche, junto a un edificio,
en el área de ingeniería electrónica,
con 17 años o así, sentí que volvería a la
UCLA para hacer algo importante justo en
esa área, algo científico.
–Y lo consiguió. los anhelos se
cumplen.
–Bueno, parece que sí. Cuando acabé
mi doctorado en Matemáticas en Stanford,
regresé a la UCLA y me dediqué a las
computadoras, junto a Leonard Kleinrock.
Su laboratorio se centraba en lo que se
conocía como dirección de redes y yo
trabajaba en lo que se llamaba el Arpanet.
Así que acabé haciendo trabajos interesantes
allí. Yo pensaba que me involucraría
en algo relacionado con la física, pero me metí de lleno en las redes.
–aquello era ni más ni menos que
el futuro real.
–Resultaba excitante. Imagínese un
recién graduado con la oportunidad de
investigar cómo unos ordenadores a distancia
podían conectarse e interactuar
juntos. Esa idea de que podías poner en
funcionamiento y conexión al mismo tiempo,
equipos a tres mil millas de distancia,
era pura magia. Poder coordinar máquinas
lejanas era muy estimulante. |
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–no se podía ni siquiera imaginar
que fuera a ser posible, ¿o sí?
–En aquella época, cuando acabé mis
estudios en Stanford, entré a trabajar en
IBM. Tenía unos 24 años, luego volví a la
UCLA porque necesitaba experiencia de
campo en informática. Empezábamos a
diseñar sistemas operativos, a inventar
programas, pero no se nos planteaba esa
posibilidad de trabajar para las redes. Aún
no.
–¿Fue la primitiva arpanet, desarrollada
para el Departamento de Defensa,
la que les dio las pistas?
–Trabajar en ese experimento y convertirlo
en algo útil determinó mi vida.
Me guió por el camino definitivo. Más o
menos en la primavera de 1973, Bob Kahn,
que también recibió el Premio Príncipe de
Asturias conmigo junto a Tim Berners-Lee
y Lawrence Roberts, me hizo fijarme en
ese problema:
¿cómo interconectar contenidos
con redes?
El Arpanet fue la primera
red que utilizaba tecnología de ese tipo.
Bob estaba muy involucrado en eso. El
interés de quienes encargaron el trabajo
consistía en conectar redes en movimiento
también por satélites.
De hecho eran
tres proyectos: el Arpanet, el experimento
por radio y por satélite. La cuestión era
interconectarlas entre ellas de manera
totalmente transparente.
Ése, ¡oh, señor!,
era el problema.
–¿el gran dilema?
–De hecho, interconectar esas tres
redes empezó a ser conocido como el
problema Internet. Era tremendamente
intrigante y excitante.
–¿Hasta el punto de que fueran
conscientes de que aquel paso cambiaría
en gran medida el mundo que
conocían?
–Honestamente, le diré que no fue
entonces cuando nos dimos cuenta de
aquello. Tuvieron que pasar varios años.
De hecho, ocurrió en 1988.
–¿tanto? ¿15 años? ¿De qué se ocuparon
hasta entonces?–Desde 1973 hasta 1988, el trabajo
se redujo esencialmente a temas científicos
y técnicos, de pura ingeniería, a
una escala que afectaba principalmente al
Departamento de Defensa y a la comunidad
académica.
–¿Cómo se dieron cuenta?
–Pues al entrar a una gran exposición
en San Francisco. Se titulaba Inter up.
Trataba de adaptar nuestra Internet a
todo lo que fuera posible. Convertirlo en
algo práctico. En esa exposición estaban
empresas como Cisco Systems. Hacían
routers que habían comenzado a experimentar
con la Universidad de Stanford.
Mientras me paseaba, me fijé en otra
compañía que se llamaba Three Com, una
competidora de la anterior. Les pregunté:
¿cuánto habéis invertido en estos aparatos?
Me respondieron que entre 250.000
y 500.000 dólares. Yo pensé:
¡Dios mío,
si alguien es capaz de invertir todo este
dinero para mostrar esta tecnología deben
de estar convencidos de que esto es un
gran negocio!
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–sin discusión.
–Claro. Pero había más.
En 1988, Internet no era accesible al público.
Sólo
lo utilizaban el Gobierno, las universidades
y los militares. Así que la cuestión era
cómo ofrecerlo a cada ciudadano, en sus
casas, para el comercio.
Así que vi la oportunidad
de unir dos inventos.
Entre 1983
y 1986 había trabajado para la empresa
MCI desarrollando un servicio de correo
comercial llamado MCI Mail. Pensé: ¿por
qué no pedir permiso a lo que se conocía
como el Federal Networking Council
(Consejo Federal de las Redes), que era
el encargado de dar los permisos para
utilizar Internet entonces, para unir las dos
cosas?
–¿Y qué pasó?
–Lo discutieron un tiempo y dejaron
que se probara durante un año. Era perfecto,
porque daba la posibilidad de utilizar
un programa público para agilizar negocios
entre empresas. Así que empezamos a
probar en verano de 1989.
Se hizo con tres
vías: una era la Uunet, que ahora posee
Horizon. Otra fue Psinet, que se desarrollaba
en Nueva York, y la otra fue Surfnet,
que la puso en marcha una empresa llamada
General Atomics.
–así fue como empresarios y científicos
se unieron. ahí empezó el gran negocio… –La gente pudo ver lo práctico que resultaba todo aquello.
–¿no se veía además que todo
aquel negocio iba a ir más allá de una
mera cuestión práctica, que acarrearía
un cambio de mentalidad global?
–Pues la verdad es que hoy vivimos
en un mundo diferente a aquél.
Yo creo
que todavía pasó más tiempo hasta ser
conscientes de eso.
Debemos irnos al
año 1994.
Fue entonces cuando la empresa
Netscape Communications empezó a
ofrecer su navegador en los servidores.
El público reaccionó inmediatamente al
world wide web (www).
Podían incorporar
imágenes y sonidos a la Red y actuar
como un megáfono, hacerse oír en un
mundo en el que hasta entonces no
habían tenido la posibilidad de hacerlo. Eso
fue toda una revelación, lo que demostró
que la Red podía ser un componente y una
herramienta de libertad de expresión, de hablar, escuchar y hacerse presente.
–¿así que fueron conscientes del
alcance de su invento en diferentes
etapas?
–Algunos de nosotros tuvimos el privilegio
de ser testigos del invento primitivo,
el Arpanet. Pero hubo otras cosas, inventos
como los de Douglas C. Engelbart,
el ratón, las ventanas, el hipertexto, el
linking…Después el e-mail, que fue inventado
hacia 1971.
Vimos cómo nacía todo
esto, pero no fuimos conscientes de ello
hasta que se impuso el world wide web.
Fue entonces, a mediados de los noventa,
cuando nos dimos cuenta de la verdadera
dimensión y la necesidad de adaptarnos a esas nuevas posibilidades.
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Desafío digital
–¿todavía se asombra ante lo que se
puede llegar en la red?
–Todos los días. Cada día.
El poder
que hace que la gente pueda compartir
sus ideas, sus métodos de trabajo,
sus vidas mediante webs, blogs, twitters,
cualquier cosa; que algunos lo hagan por
dinero y otros simplemente por necesidad
de comunicarse y mostrarse tal como son,
es impresionante.
El número de usuarios
interesados en compartir cosas en la Red
crece y crece.
–¿Qué hay del mundo que quedó
atrás? ¿Piensa en él a menudo?
–Mucho. Crecí en ese mundo en el
que no existía la televisión, en el que una
llamada de teléfono se convertía en una
fiesta en la que tres familias compartían
la comunicación. Recuerdo cuando no
existían grandes compañías informáticas y
los ordenadores eran tan bastos que había
que entrar andando en ellos para usarlos.
Recuerdo cuando los módems eran lentísimos.
Reconozco lo dramático que les
resulta a muchos conocer las posibilidades
de este mundo y no poder utilizarlo. Pero
hay muchos retos en el aire todavía. La
rapidez con la que vuela la información
nos está retando constantemente a los
científicos.
–también internet ha mostrado preocupantes
lados oscuros. ¿Cuál de ellos
es el que más le inquieta?
–Varias cosas. La calidad de la información que se muestra en la Red es muy
desigual. Alguna es espectacularmente
buena, y otra es terrible. Necesitamos
mucha agilidad mental para discernir cuál
es buena y cuál es mala. . |
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Siempre hemos
tenido ese problema en otros formatos.
No puedes confiar en cualquier cosa que
ves en la Red.
Hay tretas para abusar.
Puedes engañar, estafar, abusa
–Pero la vida es así.
–Cierto. En la vida real, la gente se
emborracha y estrella sus coches contra
cualquiera; es el precio de la libertad.
Debemos reconocer que la gente puede
pasarse y debemos dotarnos de controles globales.
Para prevenir ciertos usos. O los cortamos o pagaremos las consecuencias.
–¿Conseguiremos comportamientos
más responsables con el tiempo?
–Hay un libro titulado Born digital en
el que sostienen que no habrá manera de garantizar seguridad jamás en la Red, pero
que hay forma de acceder a información
fiable. Filtros de lugares con datos buenos,
de referencia.
La Red no es perfecta,
tampoco quienes tratamos de mejorarla,
pero nuestra obligación es adecuar todos
esos aspectos.
–otra de las referencias antiguas
que la red está aniquilando son los
ámbitos de prestigio intelectual. es
un dominio democrático y horizontal.
no hay jerarquías ni verticalidad, ni
siquiera en el saber. el acceso es inmediato,
sin intermediarios, sin líderes de
opinión.
–Emplea usted una palabra interesante.
Habla de destruir, lo que le da un matiz
negativo y no necesariamente lo es.
–tiene usted razón, puede que
hasta sea bueno. en algunos casos,
desde luego. |
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–La posibilidad de crear tu propio
medio de expresión se ha expandido
como nunca antes había ocurrido.
El problema
ahora es quién controla esa propiedad
intelectual.
–sí, pero no en términos económicos.
Me refiero a la influencia.
–Ocurren varias cosas. Una es que
las autoridades que se alzan no son todas
las que antiguamente considerábamos
de prestigio.
Mire lo que está ocurriendo
con los principales periódicos.
Las marcas
siguen interesando a los lectores que se
fían del trabajo de selección que realizan
las grandes cabeceras, sus posiciones
editoriales y demás.
En la nueva manera
de actuar que se expande en la Red, lo
que cuenta es lo que pinchas, lo que
copias; eso nos lleva a los problemas de
propiedad intelectual. Habría que identificarlos
claramente con etiquetas que
avisen que se debe pagar su uso. Pero
entonces lo que se extenderá con más
facilidad será la opinión de todos aquellos
que quieren hacerla circular gratuitamente.
Necesitamos llegar a una forma de
comportamiento en la que ambas cosas
sean compatibles, eso enriquecerá todo.
Ya se han inventado los denominados
creative commons, en los que la gente
elige si desea que le paguen por utilizar
cierto material o no. Pero creo que aún
debemos encontrar mejores mecanismos
para acceder a esas cosas y evitar que se
hagan copias tan fácilmente. |
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–es un debate abierto, un asunto
sin resolver.
–La cuestión es que actualmente
la copia es sencilla; aunque lo prohíbas
específicamente, se hacen. Se abusa y
debemos llegar a un acuerdo global sobre
cómo deseamos tratar los derechos de
propiedad intelectual.
–la palabra sagrada de la red es
“gratis”. ¿no hay manera de cambiar
eso?
–Montones de jóvenes asumen que
navegar por la Red es completamente
gratis. Pero la voluntad que debe implantarse
es la de pagar lo que debe pagarse.
Los libros electrónicos pueden acarrear
esa cultura. Ofrece muchísimas ventajas
y complementos a la lectura tradicional,
desde videojuegos hasta diccionarios
incorporados. Quien posee la propiedad
intelectual es quien debe elegir cómo
quiere mostrarla en la Red.
–¿aprenderá el mercado editorial lo
que le ha supuesto a la música y al cine
la irrupción de internet?
–Eso espero. Las compañías discográficas
se dieron cuenta de que los consumidores
no querían robar la música, que querían
precios razonables por una canción en
vez de un disco entero, cosas así.
–en la prensa escrita se notan ya
los estragos. ¿llegaremos a ver un
mundo sin periódicos de papel?
–Es realmente posible. Con aparatos
como el libro electrónico convirtiéndose
en algo popular, leer noticias en soportes digitales se extiende cada vez más.
Además, se están desarrollando |
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muy bien
varios proyectos de periódicos digitales.
–¿Qué opina de la proposición
que ha realizado el magnate rupert
Murdoch? insiste en que es imprescindible
pagar el acceso a la información
periodística. ¿Concuerda eso con los
tiempos que vivimos?
–El coste de producir información
necesita ser reconocido. Google ha descubierto
que su modelo publicitario funciona
para cubrir los costes de esas noticias
de la misma forma en que se sostenía el
negocio en otros tiempos. Creo que el
periodismo es todavía un servicio crítico
y necesario, pero el paso hacia el mundo
online debe ir acompañado de un replanteamiento
creativo del modelo de negocio
y sus mecanismos. La publicidad que se
crea es mucho más versátil que la impresa
y puede llegar a ser más dinámica y personalizada.
Me da la impresión de que el
sector no ha explorado todavía de manera
profunda las posibilidades.
–¿lee todavía el periódico impreso?
–Sí, aún lo hago. Pero cada vez tiendo
más a enterarme de las cosas por Google
News para echar un vistazo a aquellos
artículos que quiero leer en profundidad.
También me parece muy práctico enviar
esos artículos y otras referencias a mis
colegas. Además, acceder a piezas publicadas
en el pasado es algo muy útil, algo
que es mucho más difícil en papel. |
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–¿Qué siente cuando todavía toca
el papel? ¿nostalgia?
–¡No me haga reír! Poniéndose en las
últimas me recuerda al Leviatán. Conservo
muchos libros en mi biblioteca y me gustan.
Pero debo admitir que empiezo a no
ser amigo de las noticias impresas. Se me
caen de las manos y se me apilan por ahí
como algo que corre peligro de incendio.
Así que me encantaría observar cómo el
negocio de los periódicos se introduce con
éxito en los formatos digitales.
–¿en qué está metido ahora? tiene
entre las manos una especie de proyecto
de ciencia-ficción, según cuentan
por ahí.
–Me encanta la ciencia-ficción. Te obliga
a plantearte retos. ¿Sería capaz de hacer
eso? ¿Cómo? La especulación no te lleva a
ninguna parte, pero ayuda. Pero en lo que
estoy ahora no es ciencia-ficción. Trabajo
en conectar de una manera más rápida
y más fiable cada cosa que ponemos en
órbita en el espacio por medio de Internet.
Una de las claves es estandarizar los protocolos
de comunicación, homogeneizarlos,
normalizarlos. Además, estoy metido
en un problema importante.
¿Cómo enviar
una nave a la estrella más cercana?
La
más próxima está a 4,4 años luz.
Muy
lejos, se lo garantizo.
Tardaríamos, en un
cohete de los de hoy, 50.000 años. Si nos
las arreglamos para alcanzar una décima
parte de la velocidad de la luz, podríamos
estar allí en 44 años. |
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