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La realidad es dura y se impone. De ahí que muchos prefieran conectarse a la irrealidad que se respira en un mundo conformado por héroes y villanos de ficción, a tener que sufrir en silencio la cotidiana agonía.
¿Será ésa, acaso, la razón por la cual Japón y su cultura del manga y el animé, hace décadas que vienen atrapando adeptos, al punto de que hoy se contabilizan por millones?
Si bien los jóvenes necesitan escapar de su rutina y de la falta de incentivos que les brindan países como el nuestro, con innegables dificultades para integrarse al gran pool global, justo es advertir que entre Oriente y Occidente siempre existió una atracción visceral. Como muestra, vale citar a los tantos diseñadores nipones que buscaron la fama en las pasarelas del viejo continente, o el furor que siguen despertando las grandes marcas
europeas en las capitales asiáticas al este.
Pero ciertamente, no viene al caso.
Lo llamativo, lo que hoy PAULA quiere mostrar, es cómo el pop japonés ha ido avanzando sin reconocer fronteras, hasta desembarcar en Uruguay, y apoderarse de numerosos corazones orientales, que aprendieron a latir al ritmo curioso de la j-music.
¿Cómo se origina? ¿Dónde nace esta afición que no sabe de diferencias ni de distancia? En los comics y las tiras animadas made in Japan, que a poco de terminada la Segunda Guerra Mundial se convirtieron en los canales de transmisión de creencias y costumbres de una sociedad incomprensible para la mayoría de nosotros, con enorme arraigo en sus propias tradiciones.
Se trata de una forma exitosa de expresión, rica en temas y manejo de los personajes, caracterizados todos con peculiaridad y color. Historias intensas que atraen y producen adicción.
Como Hakujaden –La Leyenda de la Serpiente Blanca–, primer exponente que se remonta a 1958.
Hoy día, los videojuegos e internet constituyen la puerta de entrada y la vía de encuentro con otros otaku. Entre las bondades que ellos mismos enumeran de su práctica, rescato que es una buena manera de matar el tiempo, cuando se espera algo con ansias.
Nada que haya debido hacer Leticia Ortiz, actualmente princesa de Asturias, si es que algún día tuvo un sueño irreal, que con los años culminó en Boda Real.
En efecto, al mejor estilo de los cuentos de hadas, la plebeya española se casó en segundas nupcias con Felipe, el heredero de la Corona, y a cuatro años de su casamiento, logró que se la apreciara como una mujer inteligente, que supo sortear obstáculos, y sin amedrentarse, alcanzó la fórmula perfecta al repartir su tiempo entre los quehaceres que le exigen la monarquía y la familia. Pero está visto que la vida no siempre se pinta de rosa. Por eso, para los grises habitantes de la comarca, ávidos por celebrar la irrealidad de una economía en crecimiento, cuando en realidad no pueden manejar la merma del poder adquisitivo de sus castigados sueldos, PAULA promueve un estilo de compra atento a una serie de beneficios que, más que una solución, terminan siendo una tentación.
Que por fortuna las hay, y variadas. ¿O acaso los humanos no respondemos con fervor al deseo y a las ansias?
Decidida a poner pimienta, incentivemos a los sentidos entonces, y gocemos del invierno con excesos: un hotel de lujo, buena ropa, excelente comida y mejor sexo.
¿Realidades, aspiraciones o sueños? Que cada uno se haga cargo.
¡Sayonara!
 

Modelo: Flavie Lheritier.
Fotografía: Pablo Rivara.