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Canta Madame Sarkozy
ES LA PRIMERA DAMA DE FRANCIA Y UNA CANTAUTORA DE ÉXITO. CARLA BRUNI
ABRE LAS PUERTAS DE SU CASA DE PARÍS, EL SECRETO MEJOR GUARDADO DE
FRANCIA, PARA HABLAR DE SU MÚSICA Y SU AMOR POR EL PRESIDENTE FRANCÉS.
POR JESÚS RODRÍGUEZ FOTOGRAFIAS: GENTILEZA DE RANDOM RECORDSY AGENCIAS.
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La espera transcurreen la cocina de
la primera dama
mientras su hijo,
Aurélien, de siete
años, corretea por
el jardín entre rosas
rociadas de gotas
de lluvia de un chaparrón
de verano,
y Teresa, la niñera
peruana, rezonga en
castellano: “Mi hijito, apúrate”. Carla Bruni,
madame Sarkozy, habita en una burbuja
en el corazón del exclusivo distrito XVI de
París. Un rincón secreto al fondo de un
callejón con nombre de cardenal, empedrado
y sin salida, donde dos miembros
del Grupo de Seguridad del presidente,
jóvenes y rapados, con vaqueros y pistolas
al cinto, descienden a la carrera
de la furgoneta en la que están apostados
en cuanto detectan la presencia de
un extraño y le exigen sin ceremonia la
documentación. Tras el muro blanco y la
puerta añil surge el secreto mejor guardado
de la República: el refugio de la pareja
presidencial. Un hotelito blanco, vetusto,
pequeño y luminoso, que podría estar
en la Provence o Normandía, enmarcado
en un pequeño rectángulo de hierba. La
entrada natural atraviesa la cocina. Es el
alma de la casa. Allí el silencio es absoluto.
Apenas los pájaros. Sobre una mesa, la
correspondencia personal del presidente,
una armónica abrasada y una caja para
puros decorada con la imagen del Che en
esmalte rojo y negro y una vistosa leyenda
autógrafa: “Hasta la victoria siempre”.
Regalo del Comandante.
Es la casa de Carla Bruni; su refugio;
en el extremo opuesto del palacio del
Elíseo, la Jefatura del Estado, donde su
marido, Nicolas Sarkozy, atesora el gatillo
nuclear de la fuerza de choque francesa
en plena calle del lujo parisiense. Más allá
de la distancia geográfica, la residencia
de madame (como se refieren a ella los
escoltas; o la artista, como la denomina su
compañía de discos) está en las antípodas
del suntuoso estilo de vida bling bling del
Faubourg Saint-Honoré y toda la pompa
sarkozyana. Esta casa es discreta, sobria,
cálida y cómoda. Sin obras de arte ni muebles
intocables. Con suelos de madera sin
barnizar y techos infinitos. Troncos a medio
consumir en la chimenea, una lámpara
desvencijada para leer y Tome, el perro de
la anfitriona, dormitando de un sofá. |
Una casa de
millonaria sin aspavientos. Su castillo.
Lo curioso es que Carla Bruni, ex top
model planetaria, ex amante de Jagger,
Trump y Clapton; cantante y compositora
de éxito, mujer anuncio y, desde el pasado
2 de febrero (tras un noviazgo relámpago
con Sarkozy retransmitido en directo),
primera dama de Francia, no oculta ese
coto cerrado al periodista. Lo abre de par
en par. “Nunca me escondo; no sé cómo
se hace”.
Bruni nos recibe en la suite de un
hotel del centro de la ciudad a razón de
15 minutos por medio de comunicación
rodeada de una corte de asesores para
cumplir la penosa obligación de promocionar
su tercer disco, que sale en estos días
al mercado. Madame Sarkozy, de 39 años,
recibe sola. En casa. Sin condiciones. Ni
cuestionarios previos. Ni llamadas telefónicas
intempestivas. Ni una cuenta atrás
para concluir la entrevista cuando deja
de interesarle. Madame Sarkozy recibe y
despide con un beso y una sonrisa. Las
únicas interrupciones durante la entrevista
serán las quejas de Aurélien, exigiendo a
su madre que le preste atención. Madame
lo despacha firme.
Carla Bruni aparece en la cocina por
sorpresa. Abre la heladera (abarrotada
de yogures, agua Perrier y comida para
niños), atrapa una cerveza y ofrece otra.
La bebe. Enciende un cigarrillo apoyada
sobre la mesada. Conserva el porte etéreo
de aquella maniquí que desfiló entre 1988
y finales de los ‘90 para todos los grandes
de la moda. Lleva un pequeño cardigan
de cashmere gris de manga corta de Dior,
un amplio pantalón azul y mocasines de
Gucci. La única joya es la mínima alianza
de brillantes en el anular izquierdo de unas
manos grandes, como sus pies. Es alta
y atlética. Con un físico de nadadora con
curvas. Tiene una piel blanca y pecosa.
Que se pliega en algunos rincones. Ya no
es una niña. Pero cuando se desliza ondulante
por el pulido mármol ajedrezado del
pasillo déco, con la cabeza alta, la mirada
perdida y el cigarro entre los dedos, uno
tiene la sensación de verla surcando de
nuevo las grandes pasarelas del mundo.
Sin embargo, su rostro despista.
Es difícil de describir. Bello, pero irreal.
Luminoso, pero del tono y la tersura inmóvil
de la cera. Lleva la cara |
lavada y una
media melena con reflejos cobrizos que
cae sobre ella y la oculta en parte. Tiene
unos ojos bailarines azul grisáceo ligeramente
achinados. La nariz está perfectamente
esculpida. La boca es pequeña y
cuando ríe descubre unos dientes tallados
a mano. La voz es suave aunque firme.
Con una leve ronquera de fumadora. Salta
del inglés al francés y al italiano. Acepta y
practica el tuteo. Cosa rara en un francés.
Menos aún si se trata de la primera dama
de la nación. “No se olvide que soy italiana.
Bueno, ya no lo soy... soy francesa... ya
no sé ni lo que soy”.
–Me ha dejado entrar en su casa
para hablar de su tercer disco, Comme
si de rien n’était. ¿Qué le gustaría que la
gente supiera sobre él?
–Lo que realmente me gustaría explicar
es que hacer un disco, escribir y
plasmar lo que quieres, es siempre una
suerte; un refugio frente a la realidad de la
vida. Pero hacer este disco al mismo tiempo
que me estaba casando y con toda la
sobrecarga mediática que teníamos encima,
me ha proporcionado un refugio aún
mayor; un refugio indestructible. Hacer
este disco ha supuesto una de las épocas
más agradables y más cálidas de mi
vida. Porque a medida que mi vida se ha
hecho más pública hacia el exterior, más
he tenido que proteger mi interior. Me he
desdoblado. Me he metido en una burbuja.
Y la música y escribir canciones se han
convertido para mí en algo más esencial
de lo que era antes. En mi refugio frente a
un exterior que me sobrepasaba.
¿Cuándo empezó a trabajar en él?
Empecé a escribir hace un año y terminé
de grabarlo en febrero. El mes que
nos casamos.
–El título del disco, Comme si de
rien n’etait, (Cómo si no pasara nada)
se ha interpretado como una metáfora
de su curiosa situación como cantante
y, al tiempo, como primera dama de
Francia...
–Ese título es el de un retrato de mi
hermano Virgilio que va dentro del álbum;
pero, efectivamente, es algo más, describe
muy bien cómo hicimos el disco. Lo
hicimos como si no hubiera pasado nada, |
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aislados. Libres. Eso es importante para
mí y por eso escogí ese título.
–¿Es un homenaje a su hermano?
-
–Un poco. Murió de VIH hace tres
años. Tenía cuarenta y cinco. Lo quería
mucho. Era mi hermano mayor. Su vida
era navegar. Hay una canción dedicada a
él, un vals, Salut marin, en que le deseo
una buena singladura.
–¿Por qué un disco ahora? Muchos
pensaban que no iba a volver a cantar...
Que tras su boda con el presidente de
Francia entraba en una nueva etapa de
su vida.
–Tuve mucha suerte con mi compañía
discográfica al publicar mi primer disco,
porque tuvo éxito y vendimos, y entonces
tuve la oportunidad de hacer un segundo
disco, Promises, y un tercero, que es éste.
Todo viene del primero, no es una idea
que nos haya surgido ahora... No es nada
forzado. ¿Por qué he hecho este disco?
Porque es mi trabajo y tengo la suerte de
poder hacerlo.
–¿Le dio muchas vueltas al asunto?
¿Se cuestionó si era bueno para la
carrera política de su marido?
–No le di ninguna vuelta. No gasté
ni un minuto en pensarlo. Escribí todas
las canciones y teníamos fecha para la
grabación antes de todo el lío, y nunca,
en la medida de lo posible, rompo un
compromiso.
–¿Nadie la presionó desde el palacio
del Elíseo? ¿Nadie le dijo que no era el
momento?
–Nadie ha interferido en mis decisiones.
A nadie le importan.
–Algunos medios de comunicación
dicen que su disco favorece la carrera
política del presidente en unos momentos
en que su imagen pública está
muy deteriorada; otros, por el contrario,
piensan que la perjudica. El diputado
socialista Pierre Moscovici ha llegado
a afirmar que su presencia mediática
como cantante “es, sin duda, parte de
una operación de reconquista de la
opinión pública por el jefe del Estado”.
¿Piensa que su carrera musical influye
en la vida política del presidente?
–Tengo muy poca influencia en la vida
política de mi marido, que es una cosa
muy seria, un trabajo muy serio que tiene
que ver con asuntos |
muy serios y no tiene
nada que ver conmigo. De lo que estoy
segura es de que, al ser su mujer, mi vida
puede enriquecerse más porque puedo
aprender mucho y ayudar a la gente.
–La popularidad de su marido en
su primer año de mandato ha caído
en picada. ¿Cree que esa bajada en
las encuestas tiene algo que ver con
usted?
–Tiene que ver con los tiempos difíciles
que corren para la gente en Francia.
Tiene que ver con el hecho de que él quiere
cambiar muchas cosas y a la gente no
le gusta cambiar tanto. Hay mucho inmovilismo.
Tiene que ver con la economía,
que está en una situación difícil. Tiene que
ver con los combustibles, que son muy
caros... Pero, desde luego, no tiene que
ver conmigo. No soy tan importante.
–¿El presidente ha apoyado su decisión
de lanzar este disco?
–Todo el tiempo. Es difícil para él, porque
tiene un trabajo muy duro y necesita
una esposa que esté a su lado, pero también
sabe que me tiene incondicionalmente
y me apoya..
–¿Cómo?
–Dejándome tranquila cuando necesito
tiempo; estando conmigo cuando pierdo la
confianza; animándome cuando me deprimo
(porque cuando escribo me vuelvo
loca); empujándome cuando me vuelvo
perezosa. En todo, como cualquier esposo.
Mi marido y yo no somos diferentes
de otras parejas.
–Usted firmó con su compañía por
tres discos. ¿Será éste el último?
- No.
–Sin embargo, he leído que durante
el tiempo en que el presidente Sarkozy
esté en el cargo, es decir, al menos
durante este quinquenio, no piensa
hacer más discos...
–Si me llega la inspiración, haré otro
disco. Si a la gente le importa lo que hago;
si no le choca a la opinión pública, si no
les molesta a los ciudadanos, haré discos
hasta que me muera.
–¿No le molesta que el juicio de la
crítica sobre su trabajo, para bien o para
mal, sea todo menos musical?
–Lo que más me preocupa en la vida
es la indiferencia. Quiero que guste o que
no guste, con mayúsculas, pero que no
deje a nadie indiferente.
–El problema es que llegue a |
saber
si es bueno o malo por su
calidad
artística, no porque sea la esposa del
presidente de la República.
–Tiene razón, pero yo hacía discos
antes de conocer a mi marido y ya me
juzgaron antes de conocer a mi marido.
Escribía canciones antes de conocer a mi
marido y espero poder seguir haciéndolo
hasta que me muera.
arla Bruni sopesa sus palabras
con una balanza de precisión.
Cuenta y no cuenta. Responde
a las preguntas comprometidas
con frases cortas. Se refiere a
Sarkozy como “mi marido”, nunca como
Nicolás o el presidente. No levanta la voz.
No se agita. Es de una calma zen. Juega
a la ambigüedad. Como si estuviera relatando
la vida de otra persona. Como si la
primera dama no fuera ella. Como si todo
fuera un juego. Una aventura. El salón
donde transcurre la entrevista está abierto
al jardín y repleto de discos. Clash, los
Stones, Lou Reed, Bob Dylan, Gainsbourg,
Brassens, Antony and the Johnsons, Cat
Power, Portishead. Y de libros. Borges,
Proust, Maupassant, Balzac, Ibsen, Joyce,
Proust, Verlaine. Sobre la mesa, entre un
revoltijo de papeles, un libro a medio leer
del filósofo Ráphaël Enthoven, padre de
su hijo. Y el caótico viejo cuaderno azul
de colegiala donde escribe sus canciones:
“Preferiblemente de noche, sola, aquí y
con una cervecita”. En una esquina, el viejo
piano Steinway de sus padres: él, Alberto
Bruni Tedeschi, rico industrial turinés y
compositor de óperas; ella, la bailarina y
pianista Marisa Borini. Las raíces de su
pasión por el arte y, sobre todo, por la
música.
–¿Su disco está hecho con la cabeza
o con el corazón?
–No hay discos hechos con la cabeza.
En mi caso sería imposible. La cabeza no
es importante en la música.
–¿Cómo es su proceso de creación?
–Cuando escribo una canción, lo hago
desde la confusión que rige un momento
de mi existencia; navego en ese desconcierto
hasta que necesito precisar algo y
entonces escribo la canción. Cada canción
pone palabras a una confusión; después
me siento aliviada.
–¿Un disco es algo más que un
producto? |
Los discos de Bruni: no hay dos sin tres. |
–Puede que sea un producto para la
discográfica; para mí no lo es. Para mí es
lo que da sentido a mi vida, la expresión
de lo que siento... el mejor trabajo que
podría tener.
–¿Ha sido libre al hacerlo? ¿Ha hecho
el disco que ha querido?
–Soy totalmente libre cuando canto
y cuando compongo. Quizá demasiado
libre...
–¿No se han quedado canciones en
el tintero porque no les han parecido
convenientes a sus asesores?
–Nunca tengo en cuenta esas consideraciones,
nunca pienso en la opinión de
otra gente. En lo que conviene y lo que no
conviene. Puedo cometer un error, pero es
como soy. Si considerara todo en profundidad,
si le diera muchas vueltas, nunca
haría nada de nada.
–¿Se puede adivinar cómo es madame
Sarkozy a través de su disco?
–Probablemente, pero no es una elección
deliberada. Creo que todo lo que
se hace, todo lo que se escribe, es un
autorretrato. Incluso cuando usted escribe
sobre mí, está haciendo su autorretrato.
Así es el ser humano.
–Pero en cuanto las polémicas letras
de sus canciones se han filtrado a la
prensa, todo el mundo las ha interpretado
en clave autobiográfica. ¿Hay que
escucharlo como una confesión?
– Todo lo que puedo decir sobre mí, lo
más profundo, lo digo en mis canciones y
me alegro de que las interpreten del modo
que sea; no me quejo. Que cada uno las
interprete como quiera. No puedo controlarlo;
además, no me gusta controlarlo. No
soy controladora. Lo que me gusta es que
la gente interprete mis canciones. Y en
ese sentido tengo mucha suerte.
–¿Esa mujer enamorada, apasionada,
infantil, divertida, bucólica y un
poco frívola que dibuja en sus letras es
o no es usted?
–No es exacto que escriba sobre mí;
más bien escribo a través de mí, a través
de lo que siento. Escribo sobre usted, o
sobre aquél, pero siempre soy yo, porque
soy la que escribo. No es que intente dibujarme,
intento escribir sobre lo que siento,
y sale de mí como un chorro.
–Hay otro ejercicio que han hecho
los medios de comunicación que es
averiguar si cada canción de amor está
escrita antes o después de que apareciera
Sarkozy en su vida. ¿Le molesta?
–Mis canciones tienen mucha suerte
de conseguir toda esta atención. Me
encanta.
–La cuestión es que conocemos
todas sus conquistas desde que tenía
20 años por los medios de comunicación.
¿No le molesta?
–Para nada, he tenido una vida y ahí
está.
–Pero hay famosos que lo ocultan
todo... Que se esconden, que lo niegan...
–Es cierto, pero yo no puedo hacerlo.Y
como no puedo ni sé hacerlo, pues no me
oculto y lo llevo bien. Incluso estoy contenta
de no haber ocultado la historia de
amor con mi marido. Estamos contentos.
No podría ser de otra forma.
–¿Podemos repasar algunas canciones
para que me indique qué parte es la
autobiográfica?
–Claro.
–¿En Ma jeunesse se refiere a su
juventud perdida?
–Sí señor, Ma jeunesse se refiere a mi
propia juventud.
–¿Es una canción nostálgica?
–La juventud es una página que se
pasa. No es triste pasar página, es necesario;
no se puede estar toda la vida en la
misma página.
–Otro tema que ha dado mucho que
hablar es Je suis une enfant (Soy una
niña), en el que habla de sus cuarenta
años y sus treinta amantes...
–Y es cierto, soy una niña; una niña
vieja... Y no lo puedo evitar. Hay amigos
que se han hecho mayores y son sabios
y ministros. Pero yo no soy sabia. Soy
ignorante.
–¿Y los treinta amantes? ¿Es usted
una donjuán?; por cierto, he visto las
memorias de Giacomo Casanova en su
biblioteca...
–Soy una mujer normal. Y si alguien
me compara con Casanova, es que no ha
leído sus memorias.
–Usted siempre ha sido libre y muy
sincera en la expresión de sus relaciones
sentimentales. ¿Se ha sentido
víctima del machismo durante estos
primeros meses como primera dama?
–Vivimos en una sociedad machista,
pero eso está cambiando. No sé qué
habría pasado en el caso contrario: si
una presidenta se hubiera casado con un
cantante, porque creo que, en general,
los hombres son más aceptados que las
mujeres. Y, sobre todo, que un hombre
sea independiente es más aceptado por
nuestra sociedad que si se trata de una
mujer como yo.
–Otra canción, La possibilité d’une
île (La posibilidad de una isla)...
–La escribió Michel Houllebecq. Me
encantan sus novelas, y me encantan sus
poemas. Y como es la adaptación de un
texto suyo, que adoro, es su historia. Yo
sólo he puesto la música. Pero bueno,
tiene algo mío: es una canción de amor.
–Hablando de amor, vamos a
L’amoureuse, una de las últimas canciones
que compuso; de las que, según
parece, se desarrollaron después de
conocer a Sarkozy. ¿Esa enamorada es
usted?
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–Sí. Es una canción sobre los primeros
momentos del amor, cuando todo cambia
en torno tuyo, cuando todo se agita. Es un
sentimiento que conoce todo el mundo.
Quizá el amor sea la única verdadera razón
de la vida.
–Tu es ma came (Eres mi droga). ¿El
amor es su droga?
–Es una canción bonita que ya había
escrito hace bastante tiempo; es una canción
sobre el amor apasionado. Ese amor
desesperado de cuando uno necesita a
otra persona como si se tratase de una
droga; una verdadera adicción.
–¿Una adicción de por vida?
–Espero que sí.
–Por cierto, esta canción, en la que
usted afirma que su amante es más
mortal y peligroso que la “heroína afgana”
y la “blanca colombiana”, ha provocado
la queja formal del ministro de
Asuntos Exteriores de Colombia, que
ha afirmado que esa letra, en la boca de
la esposa del presidente de Francia, es
muy dolorosa para Colombia...
–Ohhh, creo que cuando la gente
escuche la canción se dará cuenta de que
la polémica se ha debido a la situación en
la que me encuentro.Y no tiene nada que
ver con la canción.
–No la entiendo...
–Muy sencillo. La reacción de esas
personas no procede de la canción en sí. Ni de lo que dice. Y, por tanto, estoy tranquila.
Ese lío procede de gente que no ha
escuchado la canción. Cuando escuchen
la canción, si son normales, se darán
cuenta de que no ha sido la canción, sino
esta situación de que yo esté casada con
el presidente de la República francesa, lo
que ha provocado su reacción. Pero eso
no me concierne como música. No me
afecta. Hay que hacer una distinción clara
entre la primera dama y la artista.
–Otro tema que puede suscitar la
polémica es cómo trata usted la religión
en sus canciones: siempre unida al
amor. En sus canciones habla de Dios,
el pecado de amar, Satán, el infierno...
y el amor.
–Pero no son canciones religiosas,
hago canciones laicas, muy lejos de la
religión. Péché d’envie es una canción que
habla de un pecado: el pecado de tener
ganas de muchas cosas, de comerse el
mundo.Y luego digo que espero que Dios
o el Diablo me perdonen ese pecado de
querer amar y vivir. Es una canción laica.
–¿No tiene usted un lado místico?–Para nada.
–¿Es religiosa?
–Totalmente laica.
–¿Voluble? ¿De grandes penas y de
alegrías?
–Soy muy tranquila. Nunca me llevo
malos ratos. Soy como parece que soy.
Dejo que las cosas fluyan.
–Sigamos con sus canciones. Por
ejemplo, Le temps perdu. Es muy hermosa,
suena a los años cincuenta, pero
es un poco triste...
–Me gusta esa sensación de que el
tiempo pasa rápido, me encanta perderlo.
Soy una profesional de perder el tiempo.
–¿Una top model que no teme que
el tiempo pase?
–Soy una ex top model. Mi tiempo
pasó. Una maniquí es como un deportista
de élite: a partir de los treinta está muerta.
Y a partir de los treinta y cinco tienes la
cara que te mereces. No puedes esconderte.
Tengo miedo a envejecer porque
quiero correr, porque no quiero morir, porque
no quiero enfermar. Porque no quiero
ver morir a la gente que amo. Pero no es
un problema de ser más o menos bella.
–Su vida es un ejemplo de reciclaje.
Cuando sacó su primer disco, Quelqu’un
m’a dit, en 2002, pensé: “otra topmodel
en decadencia intentando continuar en
el show business”, porque las experiencias
anteriores de Claudia Schiffer o
Naomi Campbell o Kate Moss haciendo
de artistas eran muy malas. Sin embargo,
su disco era muy bueno. Usted es
un ejemplo de reciclaje profesional, de
un éxito a otro éxito...
–Los humanos ahora tenemos vidas
muy largas. Hace un siglo, la gente moría a
los treinta, y ahora vivimos hasta los cien.
No es que haya reciclado mi vida: simplemente
vivo. Y la vida me ha dado esta
posibilidad y la acepto encantada.
–¿Esa evolución ha sido un proceso
natural?
–Cuando empiezas en la moda, nadie
te engaña: tienes que tener claro que dejarás
de ser modelo cuando llegues a una
edad determinada, así que simplemente
encontré otro trabajo. Fue así de sencillo.
No lo forcé. Pasó.
–Pero en esa profesión de modelo,
que fue la suya durante más de diez
años, es fácil volverse loca de fama, y
luego, más loca aún al caer en el olvido...
–Yo no. La gente ve desde fuera lo que
es ser una maniquí, las fiestas y los viajes
y las fotos, y le da envidia, pero no es lo
que yo quería que fuera mi vida. Yo leía. Y
pensaba en otras cosas. Lo que siempre
quise es ser seria.
–¿Cómo era de niña?
–Dicen que era mona e inteligente.
Pero yo me recuerdo tímida y soñadora.
–¿Tenía éxito con los chicos?
–Uhmm, a partir de los dieciséis. Antes
no. En realidad, cuando crecí, intentaba
tener éxito con los chicos y con las chicas.
Atraerles. Ser querida por todos.
–¿Necesidad de autoafirmación?
–Absolutamente.
–¿Y ahora? |
–Ahora también. Es lo mismo que
entonces. Mi eterna necesidad de estar
bien frente a los demás, de convencer.
–Debe de ser agotador...
–Sí, pero no es culpa mía. Es como
soy, debo admitirlo.
–¿Lee en la prensa todo lo que se
escribe sobre usted?
–No puedo. Es demasiado. Pero aveces sí lo hago.
–¿Tiene sentido del humor? Cuando
se meten con usted y sumarido, ¿se ríe,
se enfada...?
–Sólo lo leo para reírme. Si no, me
moriría.
–Por ejemplo, el semanario satírico
Le Canard Enchaîné publica un diario
apócrifo suyo, Le journal de Carla B,
donde usted llama a su marido “taconcito
mío”...
–Todo me hace sonreír. Le Canard
Enchaîné y Le Monde. Todo es muy agradable.
Están muy bien escritos.Y son muy
divertidos. Muy divertidos.
–Su marido no parece tener el
mismo sentido del humor, a juzgar por
algunas salidas de tono...
–Él se protege completamente. Yo no;
yo no necesito protegerme. No me afecta.
–¿Y esa confianza? ¿De niña mimada
por la vida?
–No soy una mimada, soy una luchadora.
–Pero le ha ido bien en todo: una
buena familia, dinero, buenos estudios,
unos padres cultos, top model, amante
de éxito, cantante de éxito, primera
dama. Es como un cuento de hadas.
–Tengo mucha suerte, pero eso no
ahuyenta los problemas o los desastres.
Todo el mundo tiene problemas, todo el
mundo tiene desastres. Nadie puede decir
desde fuera si eres feliz o no. Parece un
cuento de hadas, pero es una vida. Y tus
desastres nadie los conoce. Sólo tú.
–Pero usted es la imagen del éxito...
–No. Soy la imagen del trabajo, porque
podría haberme conformado con lo que
tenía cuando nací. Lo que me hace más
feliz es el trabajo que he hecho desde que
tenía dieciocho años.
–¿Ha tenido que trabajar mucho
para adaptarse a esta nueva situación
como primera dama? ¿A que todo el
mundo observe con lupa cada uno de
sus actos?
–Me preocupa mucho no decepcionar
a la gente; intento ser muy cuidadosa
cuando represento a Francia, sobre todo
porque soy italiana. Bueno, ya tengo el
pasaporte francés, pero siempre he sido
italiana. En cualquier caso, no me tomo
mi papel como un drama, sino como una
aventura.
–¿Se ha desnudado demasiado en
este disco? ¿Se arrepiente de haber contado
demasiadas cosas sobre usted?
–Sólo me avergüenzo de las cosas que
no he hecho.
–¿No la molesta que todos nos
hayamos convertido en voyeurs de su
vida y la de su marido?
–Nadie ve mi vida real. Nadie sabe en
realidad cómo vivimos.
–¿Ni siquiera un poco?
–Tengo muchísima vida privada y, aunque
la gente no lo crea, cada vez es más
grande. Cada vez vivimos una vida más
privada.
–¿Cómo se lleva tener dos sombreros
tan diferentes, el de cantante
bohemia y el de recatada esposa del
presidente? ¿No es algo esquizofrénico?
¿No se vuelve loca?
–Es muy sencillo, tengo dos sombreros,
pero la cabeza que hay debajo es la
misma: la mía, la de siempre.
–Mucha gente no comprende cómo
se puede compaginar el oficio de primera
dama con el de artista.
–Ser primera dama consistía hasta
ahora en estar casada con el presidente.
Y estar a su lado. ¡Hasta ahora! Yo tengo
claro que debo representar a mi país en el
tiempo público. Pero también tengo claro
que el tiempo público es muy breve. Así
que sólo tengo que portarme bien durante
un breve tiempo público. Y creo que lo
estoy haciendo bien. Hay otra cosa que
puede hacer una primera dama, y es ayudar
a la gente, porque es una posición muy
privilegiada y puedes pensar en la gente
que no tiene tanta suerte. Así que ambas
cosas son muy fáciles de compaginar,
porque ser músico es un trabajo distinto
de los otros, porque lo haces de una vez,
te pegas un atracón, y paras. Y lo puedes
dejar durante meses o años. Por lo que al
final no hay ninguna incompatibilidad, sólo
es cuestión de planificación, de calendario,
de organizarse. Es muy fácil.
–¿Fácil?
–Ser primera dama no es una labor
que lleve demasiado tiempo ni mucho
trabajo, incluso en el caso de hacerlo a
tiempo completo. Más o menos consiste
en estar con tu marido y ayudar a los
demás a través de la vida pública, pero no
es un trabajo de verdad, no es como ir a la
oficina todos los días.Y escribir canciones
tampoco es como ir a la oficina todos los
días. Mi función, que es la de ser mujer
del presidente, y mi trabajo, que es el de
hacer canciones, se pueden compaginar
porque no ocupan todo mi tiempo y puedo
hacer una cosa y la otra. Hago lo que
tengo que hacer, y lo hago con seriedad,
y el resto del tiempo hago mi música. Y
cuando termine de hacer mi música, como
no voy a ir de gira con el disco, dedicaré
toda mi energía a ser una perfecta primera
dama. |
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