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Canta Madame Sarkozy
ES LA PRIMERA DAMA DE FRANCIA Y UNA CANTAUTORA DE ÉXITO. CARLA BRUNI ABRE LAS PUERTAS DE SU CASA DE PARÍS, EL SECRETO MEJOR GUARDADO DE FRANCIA, PARA HABLAR DE SU MÚSICA Y SU AMOR POR EL PRESIDENTE FRANCÉS.

POR JESÚS RODRÍGUEZ FOTOGRAFIAS: GENTILEZA DE RANDOM RECORDSY AGENCIAS.

La espera transcurreen la cocina de la primera dama mientras su hijo, Aurélien, de siete años, corretea por el jardín entre rosas rociadas de gotas de lluvia de un chaparrón de verano, y Teresa, la niñera peruana, rezonga en castellano: “Mi hijito, apúrate”. Carla Bruni, madame Sarkozy, habita en una burbuja en el corazón del exclusivo distrito XVI de París. Un rincón secreto al fondo de un callejón con nombre de cardenal, empedrado y sin salida, donde dos miembros del Grupo de Seguridad del presidente, jóvenes y rapados, con vaqueros y pistolas al cinto, descienden a la carrera de la furgoneta en la que están apostados en cuanto detectan la presencia de un extraño y le exigen sin ceremonia la documentación. Tras el muro blanco y la puerta añil surge el secreto mejor guardado de la República: el refugio de la pareja presidencial. Un hotelito blanco, vetusto, pequeño y luminoso, que podría estar en la Provence o Normandía, enmarcado en un pequeño rectángulo de hierba. La entrada natural atraviesa la cocina. Es el alma de la casa. Allí el silencio es absoluto. Apenas los pájaros. Sobre una mesa, la correspondencia personal del presidente, una armónica abrasada y una caja para puros decorada con la imagen del Che en esmalte rojo y negro y una vistosa leyenda autógrafa: “Hasta la victoria siempre”. Regalo del Comandante.
Es la casa de Carla Bruni; su refugio; en el extremo opuesto del palacio del Elíseo, la Jefatura del Estado, donde su marido, Nicolas Sarkozy, atesora el gatillo nuclear de la fuerza de choque francesa en plena calle del lujo parisiense. Más allá de la distancia geográfica, la residencia de madame (como se refieren a ella los escoltas; o la artista, como la denomina su compañía de discos) está en las antípodas del suntuoso estilo de vida bling bling del Faubourg Saint-Honoré y toda la pompa sarkozyana. Esta casa es discreta, sobria, cálida y cómoda. Sin obras de arte ni muebles intocables. Con suelos de madera sin barnizar y techos infinitos. Troncos a medio consumir en la chimenea, una lámpara desvencijada para leer y Tome, el perro de la anfitriona, dormitando de un sofá.
Una casa de millonaria sin aspavientos. Su castillo.
Lo curioso es que Carla Bruni, ex top model planetaria, ex amante de Jagger, Trump y Clapton; cantante y compositora de éxito, mujer anuncio y, desde el pasado 2 de febrero (tras un noviazgo relámpago con Sarkozy retransmitido en directo), primera dama de Francia, no oculta ese coto cerrado al periodista. Lo abre de par en par. “Nunca me escondo; no sé cómo se hace”.
Bruni nos recibe en la suite de un hotel del centro de la ciudad a razón de 15 minutos por medio de comunicación rodeada de una corte de asesores para cumplir la penosa obligación de promocionar su tercer disco, que sale en estos días al mercado. Madame Sarkozy, de 39 años, recibe sola. En casa. Sin condiciones. Ni cuestionarios previos. Ni llamadas telefónicas intempestivas. Ni una cuenta atrás para concluir la entrevista cuando deja de interesarle. Madame Sarkozy recibe y despide con un beso y una sonrisa. Las únicas interrupciones durante la entrevista serán las quejas de Aurélien, exigiendo a su madre que le preste atención. Madame lo despacha firme.
Carla Bruni aparece en la cocina por sorpresa. Abre la heladera (abarrotada de yogures, agua Perrier y comida para niños), atrapa una cerveza y ofrece otra. La bebe. Enciende un cigarrillo apoyada sobre la mesada. Conserva el porte etéreo de aquella maniquí que desfiló entre 1988 y finales de los ‘90 para todos los grandes de la moda. Lleva un pequeño cardigan de cashmere gris de manga corta de Dior, un amplio pantalón azul y mocasines de Gucci. La única joya es la mínima alianza de brillantes en el anular izquierdo de unas manos grandes, como sus pies. Es alta y atlética. Con un físico de nadadora con curvas. Tiene una piel blanca y pecosa. Que se pliega en algunos rincones. Ya no es una niña. Pero cuando se desliza ondulante por el pulido mármol ajedrezado del pasillo déco, con la cabeza alta, la mirada perdida y el cigarro entre los dedos, uno tiene la sensación de verla surcando de nuevo las grandes pasarelas del mundo.
Sin embargo, su rostro despista. Es difícil de describir. Bello, pero irreal.
Luminoso, pero del tono y la tersura inmóvil de la cera. Lleva la cara
lavada y una media melena con reflejos cobrizos que cae sobre ella y la oculta en parte. Tiene unos ojos bailarines azul grisáceo ligeramente achinados. La nariz está perfectamente esculpida. La boca es pequeña y cuando ríe descubre unos dientes tallados a mano. La voz es suave aunque firme. Con una leve ronquera de fumadora. Salta del inglés al francés y al italiano. Acepta y practica el tuteo. Cosa rara en un francés. Menos aún si se trata de la primera dama de la nación. “No se olvide que soy italiana. Bueno, ya no lo soy... soy francesa... ya no sé ni lo que soy”.
–Me ha dejado entrar en su casa para hablar de su tercer disco, Comme si de rien n’était. ¿Qué le gustaría que la gente supiera sobre él?
–Lo que realmente me gustaría explicar es que hacer un disco, escribir y plasmar lo que quieres, es siempre una suerte; un refugio frente a la realidad de la vida. Pero hacer este disco al mismo tiempo que me estaba casando y con toda la sobrecarga mediática que teníamos encima, me ha proporcionado un refugio aún mayor; un refugio indestructible. Hacer este disco ha supuesto una de las épocas más agradables y más cálidas de mi vida. Porque a medida que mi vida se ha hecho más pública hacia el exterior, más he tenido que proteger mi interior. Me he desdoblado. Me he metido en una burbuja. Y la música y escribir canciones se han convertido para mí en algo más esencial de lo que era antes. En mi refugio frente a un exterior que me sobrepasaba.
¿Cuándo empezó a trabajar en él?
Empecé a escribir hace un año y terminé de grabarlo en febrero. El mes que nos casamos.
–El título del disco, Comme si de rien n’etait, (Cómo si no pasara nada) se ha interpretado como una metáfora de su curiosa situación como cantante y, al tiempo, como primera dama de Francia...
–Ese título es el de un retrato de mi hermano Virgilio que va dentro del álbum; pero, efectivamente, es algo más, describe muy bien cómo hicimos el disco. Lo hicimos como si no hubiera pasado nada,

aislados. Libres. Eso es importante para mí y por eso escogí ese título.
–¿Es un homenaje a su hermano? -
–Un poco. Murió de VIH hace tres años. Tenía cuarenta y cinco. Lo quería mucho. Era mi hermano mayor. Su vida era navegar. Hay una canción dedicada a él, un vals, Salut marin, en que le deseo una buena singladura.
–¿Por qué un disco ahora? Muchos pensaban que no iba a volver a cantar... Que tras su boda con el presidente de Francia entraba en una nueva etapa de su vida.
–Tuve mucha suerte con mi compañía discográfica al publicar mi primer disco, porque tuvo éxito y vendimos, y entonces tuve la oportunidad de hacer un segundo disco, Promises, y un tercero, que es éste. Todo viene del primero, no es una idea que nos haya surgido ahora... No es nada forzado. ¿Por qué he hecho este disco? Porque es mi trabajo y tengo la suerte de poder hacerlo.
–¿Le dio muchas vueltas al asunto? ¿Se cuestionó si era bueno para la carrera política de su marido?
–No le di ninguna vuelta. No gasté ni un minuto en pensarlo. Escribí todas las canciones y teníamos fecha para la grabación antes de todo el lío, y nunca, en la medida de lo posible, rompo un compromiso.
–¿Nadie la presionó desde el palacio del Elíseo? ¿Nadie le dijo que no era el momento?
–Nadie ha interferido en mis decisiones. A nadie le importan.
–Algunos medios de comunicación dicen que su disco favorece la carrera política del presidente en unos momentos en que su imagen pública está muy deteriorada; otros, por el contrario, piensan que la perjudica. El diputado socialista Pierre Moscovici ha llegado a afirmar que su presencia mediática como cantante “es, sin duda, parte de una operación de reconquista de la opinión pública por el jefe del Estado”. ¿Piensa que su carrera musical influye en la vida política del presidente?
–Tengo muy poca influencia en la vida política de mi marido, que es una cosa muy seria, un trabajo muy serio que tiene que ver con asuntos

muy serios y no tiene nada que ver conmigo. De lo que estoy segura es de que, al ser su mujer, mi vida puede enriquecerse más porque puedo aprender mucho y ayudar a la gente.
–La popularidad de su marido en su primer año de mandato ha caído en picada. ¿Cree que esa bajada en las encuestas tiene algo que ver con usted?
–Tiene que ver con los tiempos difíciles que corren para la gente en Francia. Tiene que ver con el hecho de que él quiere cambiar muchas cosas y a la gente no le gusta cambiar tanto. Hay mucho inmovilismo. Tiene que ver con la economía, que está en una situación difícil. Tiene que ver con los combustibles, que son muy caros... Pero, desde luego, no tiene que ver conmigo. No soy tan importante.
–¿El presidente ha apoyado su decisión de lanzar este disco?
–Todo el tiempo. Es difícil para él, porque tiene un trabajo muy duro y necesita una esposa que esté a su lado, pero también sabe que me tiene incondicionalmente y me apoya..
–¿Cómo?
–Dejándome tranquila cuando necesito tiempo; estando conmigo cuando pierdo la confianza; animándome cuando me deprimo (porque cuando escribo me vuelvo loca); empujándome cuando me vuelvo perezosa. En todo, como cualquier esposo. Mi marido y yo no somos diferentes de otras parejas.
–Usted firmó con su compañía por tres discos. ¿Será éste el último?
- No.
–Sin embargo, he leído que durante el tiempo en que el presidente Sarkozy esté en el cargo, es decir, al menos durante este quinquenio, no piensa hacer más discos...
–Si me llega la inspiración, haré otro disco. Si a la gente le importa lo que hago; si no le choca a la opinión pública, si no les molesta a los ciudadanos, haré discos hasta que me muera.
–¿No le molesta que el juicio de la crítica sobre su trabajo, para bien o para mal, sea todo menos musical?
–Lo que más me preocupa en la vida es la indiferencia. Quiero que guste o que no guste, con mayúsculas, pero que no deje a nadie indiferente.
–El problema es que llegue a

saber si es bueno o malo por su
calidad artística, no porque sea la esposa del presidente de la República.
–Tiene razón, pero yo hacía discos antes de conocer a mi marido y ya me juzgaron antes de conocer a mi marido. Escribía canciones antes de conocer a mi marido y espero poder seguir haciéndolo hasta que me muera. arla Bruni sopesa sus palabras con una balanza de precisión.

Cuenta y no cuenta. Responde a las preguntas comprometidas con frases cortas. Se refiere a Sarkozy como “mi marido”, nunca como Nicolás o el presidente. No levanta la voz. No se agita. Es de una calma zen. Juega a la ambigüedad. Como si estuviera relatando la vida de otra persona. Como si la primera dama no fuera ella. Como si todo fuera un juego. Una aventura. El salón donde transcurre la entrevista está abierto al jardín y repleto de discos. Clash, los Stones, Lou Reed, Bob Dylan, Gainsbourg, Brassens, Antony and the Johnsons, Cat Power, Portishead. Y de libros. Borges, Proust, Maupassant, Balzac, Ibsen, Joyce, Proust, Verlaine. Sobre la mesa, entre un revoltijo de papeles, un libro a medio leer del filósofo Ráphaël Enthoven, padre de su hijo. Y el caótico viejo cuaderno azul de colegiala donde escribe sus canciones: “Preferiblemente de noche, sola, aquí y con una cervecita”. En una esquina, el viejo piano Steinway de sus padres: él, Alberto Bruni Tedeschi, rico industrial turinés y compositor de óperas; ella, la bailarina y pianista Marisa Borini. Las raíces de su pasión por el arte y, sobre todo, por la música.
–¿Su disco está hecho con la cabeza o con el corazón?
–No hay discos hechos con la cabeza. En mi caso sería imposible. La cabeza no es importante en la música.
–¿Cómo es su proceso de creación?
–Cuando escribo una canción, lo hago desde la confusión que rige un momento de mi existencia; navego en ese desconcierto hasta que necesito precisar algo y entonces escribo la canción. Cada canción pone palabras a una confusión; después me siento aliviada.
–¿Un disco es algo más que un producto?

Los discos de Bruni: no hay dos sin tres.

–Puede que sea un producto para la discográfica; para mí no lo es. Para mí es lo que da sentido a mi vida, la expresión de lo que siento... el mejor trabajo que podría tener.
–¿Ha sido libre al hacerlo? ¿Ha hecho el disco que ha querido?
–Soy totalmente libre cuando canto y cuando compongo. Quizá demasiado libre...
–¿No se han quedado canciones en el tintero porque no les han parecido convenientes a sus asesores?
–Nunca tengo en cuenta esas consideraciones, nunca pienso en la opinión de otra gente. En lo que conviene y lo que no conviene. Puedo cometer un error, pero es como soy. Si considerara todo en profundidad, si le diera muchas vueltas, nunca haría nada de nada.
–¿Se puede adivinar cómo es madame Sarkozy a través de su disco?
–Probablemente, pero no es una elección deliberada. Creo que todo lo que se hace, todo lo que se escribe, es un autorretrato. Incluso cuando usted escribe sobre mí, está haciendo su autorretrato. Así es el ser humano.
–Pero en cuanto las polémicas letras de sus canciones se han filtrado a la prensa, todo el mundo las ha interpretado en clave autobiográfica. ¿Hay que escucharlo como una confesión?
– Todo lo que puedo decir sobre mí, lo más profundo, lo digo en mis canciones y me alegro de que las interpreten del modo que sea; no me quejo. Que cada uno las interprete como quiera. No puedo controlarlo; además, no me gusta controlarlo. No soy controladora. Lo que me gusta es que la gente interprete mis canciones. Y en ese sentido tengo mucha suerte.
–¿Esa mujer enamorada, apasionada, infantil, divertida, bucólica y un poco frívola que dibuja en sus letras es o no es usted?
–No es exacto que escriba sobre mí; más bien escribo a través de mí, a través de lo que siento. Escribo sobre usted, o sobre aquél, pero siempre soy yo, porque soy la que escribo. No es que intente dibujarme, intento escribir sobre lo que siento, y sale de mí como un chorro.
–Hay otro ejercicio que han hecho los medios de comunicación que es averiguar si cada canción de amor está escrita antes o después de que apareciera Sarkozy en su vida. ¿Le molesta?
–Mis canciones tienen mucha suerte de conseguir toda esta atención. Me encanta.
–La cuestión es que conocemos todas sus conquistas desde que tenía 20 años por los medios de comunicación. ¿No le molesta?
–Para nada, he tenido una vida y ahí está.
–Pero hay famosos que lo ocultan todo... Que se esconden, que lo niegan...
–Es cierto, pero yo no puedo hacerlo.Y como no puedo ni sé hacerlo, pues no me oculto y lo llevo bien. Incluso estoy contenta de no haber ocultado la historia de amor con mi marido. Estamos contentos. No podría ser de otra forma.
–¿Podemos repasar algunas canciones para que me indique qué parte es la autobiográfica?
–Claro.
–¿En Ma jeunesse se refiere a su juventud perdida?
–Sí señor, Ma jeunesse se refiere a mi propia juventud.
–¿Es una canción nostálgica?
–La juventud es una página que se pasa. No es triste pasar página, es necesario; no se puede estar toda la vida en la misma página.
–Otro tema que ha dado mucho que hablar es Je suis une enfant (Soy una niña), en el que habla de sus cuarenta años y sus treinta amantes...
–Y es cierto, soy una niña; una niña vieja... Y no lo puedo evitar. Hay amigos que se han hecho mayores y son sabios y ministros. Pero yo no soy sabia. Soy ignorante.
–¿Y los treinta amantes? ¿Es usted una donjuán?; por cierto, he visto las memorias de Giacomo Casanova en su biblioteca...
–Soy una mujer normal. Y si alguien me compara con Casanova, es que no ha leído sus memorias.
–Usted siempre ha sido libre y muy sincera en la expresión de sus relaciones sentimentales. ¿Se ha sentido víctima del machismo durante estos primeros meses como primera dama?
–Vivimos en una sociedad machista, pero eso está cambiando. No sé qué habría pasado en el caso contrario: si una presidenta se hubiera casado con un cantante, porque creo que, en general, los hombres son más aceptados que las mujeres. Y, sobre todo, que un hombre sea independiente es más aceptado por nuestra sociedad que si se trata de una mujer como yo.
–Otra canción, La possibilité d’une île (La posibilidad de una isla)...
–La escribió Michel Houllebecq. Me encantan sus novelas, y me encantan sus poemas. Y como es la adaptación de un texto suyo, que adoro, es su historia. Yo sólo he puesto la música. Pero bueno, tiene algo mío: es una canción de amor.
–Hablando de amor, vamos a L’amoureuse, una de las últimas canciones que compuso; de las que, según parece, se desarrollaron después de conocer a Sarkozy. ¿Esa enamorada es usted?

–Sí. Es una canción sobre los primeros momentos del amor, cuando todo cambia en torno tuyo, cuando todo se agita. Es un sentimiento que conoce todo el mundo. Quizá el amor sea la única verdadera razón de la vida.
–Tu es ma came (Eres mi droga). ¿El amor es su droga?
–Es una canción bonita que ya había escrito hace bastante tiempo; es una canción sobre el amor apasionado. Ese amor desesperado de cuando uno necesita a otra persona como si se tratase de una droga; una verdadera adicción.
–¿Una adicción de por vida?
–Espero que sí.
–Por cierto, esta canción, en la que usted afirma que su amante es más mortal y peligroso que la “heroína afgana” y la “blanca colombiana”, ha provocado la queja formal del ministro de Asuntos Exteriores de Colombia, que ha afirmado que esa letra, en la boca de la esposa del presidente de Francia, es muy dolorosa para Colombia...
–Ohhh, creo que cuando la gente escuche la canción se dará cuenta de que la polémica se ha debido a la situación en la que me encuentro.Y no tiene nada que ver con la canción.
–No la entiendo...
–Muy sencillo. La reacción de esas personas no procede de la canción en sí. Ni de lo que dice. Y, por tanto, estoy tranquila. Ese lío procede de gente que no ha escuchado la canción. Cuando escuchen la canción, si son normales, se darán cuenta de que no ha sido la canción, sino esta situación de que yo esté casada con el presidente de la República francesa, lo que ha provocado su reacción. Pero eso no me concierne como música. No me afecta. Hay que hacer una distinción clara entre la primera dama y la artista.
–Otro tema que puede suscitar la polémica es cómo trata usted la religión en sus canciones: siempre unida al amor. En sus canciones habla de Dios, el pecado de amar, Satán, el infierno... y el amor.
–Pero no son canciones religiosas, hago canciones laicas, muy lejos de la religión. Péché d’envie es una canción que habla de un pecado: el pecado de tener ganas de muchas cosas, de comerse el mundo.Y luego digo que espero que Dios o el Diablo me perdonen ese pecado de querer amar y vivir. Es una canción laica.
–¿No tiene usted un lado místico?–Para nada.
–¿Es religiosa?
–Totalmente laica.
–¿Voluble? ¿De grandes penas y de alegrías?
–Soy muy tranquila. Nunca me llevo malos ratos. Soy como parece que soy. Dejo que las cosas fluyan.
–Sigamos con sus canciones. Por ejemplo, Le temps perdu. Es muy hermosa, suena a los años cincuenta, pero es un poco triste...
–Me gusta esa sensación de que el tiempo pasa rápido, me encanta perderlo. Soy una profesional de perder el tiempo.
–¿Una top model que no teme que el tiempo pase?
–Soy una ex top model. Mi tiempo pasó. Una maniquí es como un deportista de élite: a partir de los treinta está muerta. Y a partir de los treinta y cinco tienes la cara que te mereces. No puedes esconderte. Tengo miedo a envejecer porque quiero correr, porque no quiero morir, porque no quiero enfermar. Porque no quiero ver morir a la gente que amo. Pero no es un problema de ser más o menos bella.
–Su vida es un ejemplo de reciclaje. Cuando sacó su primer disco, Quelqu’un m’a dit, en 2002, pensé: “otra topmodel en decadencia intentando continuar en el show business”, porque las experiencias anteriores de Claudia Schiffer o Naomi Campbell o Kate Moss haciendo de artistas eran muy malas. Sin embargo, su disco era muy bueno. Usted es un ejemplo de reciclaje profesional, de un éxito a otro éxito...
–Los humanos ahora tenemos vidas muy largas. Hace un siglo, la gente moría a los treinta, y ahora vivimos hasta los cien. No es que haya reciclado mi vida: simplemente vivo. Y la vida me ha dado esta posibilidad y la acepto encantada.
–¿Esa evolución ha sido un proceso natural?
–Cuando empiezas en la moda, nadie te engaña: tienes que tener claro que dejarás de ser modelo cuando llegues a una edad determinada, así que simplemente encontré otro trabajo. Fue así de sencillo. No lo forcé. Pasó.
–Pero en esa profesión de modelo, que fue la suya durante más de diez años, es fácil volverse loca de fama, y luego, más loca aún al caer en el olvido...
–Yo no. La gente ve desde fuera lo que es ser una maniquí, las fiestas y los viajes y las fotos, y le da envidia, pero no es lo que yo quería que fuera mi vida. Yo leía. Y pensaba en otras cosas. Lo que siempre quise es ser seria.
–¿Cómo era de niña?
–Dicen que era mona e inteligente. Pero yo me recuerdo tímida y soñadora.
–¿Tenía éxito con los chicos?
–Uhmm, a partir de los dieciséis. Antes no. En realidad, cuando crecí, intentaba tener éxito con los chicos y con las chicas. Atraerles. Ser querida por todos.
–¿Necesidad de autoafirmación?
–Absolutamente.
–¿Y ahora?

–Ahora también. Es lo mismo que entonces. Mi eterna necesidad de estar bien frente a los demás, de convencer.
–Debe de ser agotador...
–Sí, pero no es culpa mía. Es como soy, debo admitirlo.
–¿Lee en la prensa todo lo que se escribe sobre usted?
–No puedo. Es demasiado. Pero aveces sí lo hago.
–¿Tiene sentido del humor? Cuando se meten con usted y sumarido, ¿se ríe, se enfada...?
–Sólo lo leo para reírme. Si no, me moriría.
–Por ejemplo, el semanario satírico Le Canard Enchaîné publica un diario apócrifo suyo, Le journal de Carla B, donde usted llama a su marido “taconcito mío”...
–Todo me hace sonreír. Le Canard Enchaîné y Le Monde. Todo es muy agradable. Están muy bien escritos.Y son muy divertidos. Muy divertidos.
–Su marido no parece tener el mismo sentido del humor, a juzgar por algunas salidas de tono...
–Él se protege completamente. Yo no; yo no necesito protegerme. No me afecta.
–¿Y esa confianza? ¿De niña mimada por la vida?
–No soy una mimada, soy una luchadora.
–Pero le ha ido bien en todo: una buena familia, dinero, buenos estudios, unos padres cultos, top model, amante de éxito, cantante de éxito, primera dama. Es como un cuento de hadas.
–Tengo mucha suerte, pero eso no ahuyenta los problemas o los desastres. Todo el mundo tiene problemas, todo el mundo tiene desastres. Nadie puede decir desde fuera si eres feliz o no. Parece un cuento de hadas, pero es una vida. Y tus desastres nadie los conoce. Sólo tú.
–Pero usted es la imagen del éxito...
–No. Soy la imagen del trabajo, porque podría haberme conformado con lo que tenía cuando nací. Lo que me hace más feliz es el trabajo que he hecho desde que tenía dieciocho años.
–¿Ha tenido que trabajar mucho para adaptarse a esta nueva situación como primera dama? ¿A que todo el mundo observe con lupa cada uno de sus actos?
–Me preocupa mucho no decepcionar a la gente; intento ser muy cuidadosa cuando represento a Francia, sobre todo porque soy italiana. Bueno, ya tengo el pasaporte francés, pero siempre he sido italiana. En cualquier caso, no me tomo mi papel como un drama, sino como una aventura.
–¿Se ha desnudado demasiado en este disco? ¿Se arrepiente de haber contado demasiadas cosas sobre usted?
–Sólo me avergüenzo de las cosas que no he hecho. –¿No la molesta que todos nos hayamos convertido en voyeurs de su vida y la de su marido? –Nadie ve mi vida real. Nadie sabe en realidad cómo vivimos.
–¿Ni siquiera un poco?
–Tengo muchísima vida privada y, aunque la gente no lo crea, cada vez es más grande. Cada vez vivimos una vida más privada.
–¿Cómo se lleva tener dos sombreros tan diferentes, el de cantante bohemia y el de recatada esposa del presidente? ¿No es algo esquizofrénico? ¿No se vuelve loca?
–Es muy sencillo, tengo dos sombreros, pero la cabeza que hay debajo es la misma: la mía, la de siempre.
–Mucha gente no comprende cómo se puede compaginar el oficio de primera dama con el de artista.
–Ser primera dama consistía hasta ahora en estar casada con el presidente. Y estar a su lado. ¡Hasta ahora! Yo tengo claro que debo representar a mi país en el tiempo público. Pero también tengo claro que el tiempo público es muy breve. Así que sólo tengo que portarme bien durante un breve tiempo público. Y creo que lo estoy haciendo bien. Hay otra cosa que puede hacer una primera dama, y es ayudar a la gente, porque es una posición muy privilegiada y puedes pensar en la gente que no tiene tanta suerte. Así que ambas cosas son muy fáciles de compaginar, porque ser músico es un trabajo distinto de los otros, porque lo haces de una vez, te pegas un atracón, y paras. Y lo puedes dejar durante meses o años. Por lo que al final no hay ninguna incompatibilidad, sólo es cuestión de planificación, de calendario, de organizarse. Es muy fácil.
–¿Fácil?
–Ser primera dama no es una labor que lleve demasiado tiempo ni mucho trabajo, incluso en el caso de hacerlo a tiempo completo. Más o menos consiste en estar con tu marido y ayudar a los demás a través de la vida pública, pero no es un trabajo de verdad, no es como ir a la oficina todos los días.Y escribir canciones tampoco es como ir a la oficina todos los días. Mi función, que es la de ser mujer del presidente, y mi trabajo, que es el de hacer canciones, se pueden compaginar porque no ocupan todo mi tiempo y puedo hacer una cosa y la otra. Hago lo que tengo que hacer, y lo hago con seriedad, y el resto del tiempo hago mi música. Y cuando termine de hacer mi música, como no voy a ir de gira con el disco, dedicaré toda mi energía a ser una perfecta primera dama.