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El espectáculo del arte. Dinero, poder y egos...
POR MARCELO GANTMAN

EL ESPECTÁCULO DEL ARTE
Dinero, poder y egos. Los artistas se enfrentan a nuevos retos para no morir de éxito.
Una visita a los estudios y exposiciones de algunos de los mejores talentos internacionales permite ver
cómo trabajan y sobreviven a las presiones de un boom multimillonario nunca visto.
POR ANDRÉS FERNÁNDEZ RUBIO FOTOGRAFÍAS: BLOOMBERG

Jason Schmidt, neoyorquino de 37 años, es el fotógrafo
de los artistas del siglo XXI. Comenzó en 2000 con una
serie de retratos que han ido apareciendo en la revista V
bajo el título Work in progress (Obra en curso). Hoy, esas imágenes, recogidas en el libro Artists, que se acaba de publicar en Estados Unidos, son el carné de identidad de
131 protagonistas del arte de ahora mismo. Pero también son un reflejo del gigantesco boom que vive el mercado: un pulso de consecuencias aún difusas entre creadores y compradores
(los recién llegados al mercado pertenecen a mundos inquietantes: son los inversores de fondos de alto riesgo o hedge-funds, cuyo dinero fresco y especulativo está haciendo saltar los precios, y a ellos se unen los nuevos millonarios de Rusia, Georgia, Ucrania, China, Hong Kong o Taiwan). La globalización en el arte recupera así la pista de una vieja melodía: “Money makes the world go around...”. En el barrio de Chelsea (Nueva York) acaba de abrir la galería número 300, convirtiéndose la ciudad en la cúspide de un triángulo comercial que sigue en Londres y tiene su último vértice en Berlín. El caso de la capital británica, creciente colmena de millonarios del mundo, resulta determinante para analizar el fenómeno: las subastas de junio obtuvieron récords; marchands como Gagosian, de Nueva York, o Hauser & Wirth, de Zúrich, han abierto galerías en la ciudad; cada octubre, la feria Frieze atrae a los más avispados cazatalentos;
decenas de galerías han abierto en el East London, y la gente hace cola en la White Cube Gallery para ver el cráneo de
platino con 8.601 diamantes de Damien Hirst, a la venta por
72 millones de euros. El estallido se produjo con el cambio de

Por el amor de Dios:
el último chiste de Damien Hirst.

siglo. Los marchands buscan ahora a los artistas (a veces para malograrlos) en las atestadas y cada vez más numerosas escuelas de arte. Las suscripciones a las revistas especializadas crecen. Las exposiciones, las ferias, el
gallery-hopping (saltando de galería en galería) alcanzan cifras enormes de afluencia y actividad. Y las revistas y editoriales publican sus listas de los mejores creadores del momento. El espectáculo resulta fascinante. Afina las teclas de la vanidad. Crea superstars. Los egos se tambalean. Y surge una nueva etiqueta: “El artista convertido en cucurucho de palomitas de maíz”, según expresión del escultor
Richard Serra.

¿Locos o estúpidos?
Como suele suceder, también el mundo del arte contemporáneo puede contemplarse como una botella medio vacía o medio llena. Medio vacía si se rinde homenaje a Jean Baudrillard, filósofo y sociólogo francés fallecido el pasado 6 de marzo, y sus acusaciones al tendido artístico de duplicidad,
nulidad, insignificancia y superficialidad, a lo que se añade una pregunta muy clara en su confuso discurso, tan de moda a finales de los ‘80: “¿Cómo puede una maquinaria de este tipo seguir funcionando en medio de la desilusión crítica y en pleno frenesí comercial?”. La botella medio llena, sin embargo, quizá pueda encontrarse en las delicadas y evocadoras páginas de Artists, el
libro de Jason Schmidt. Aquí aparecen los creadores
sin intermediarios, son ellos mismos en la desnudez o abigarramiento de sus estudios, en los a veces muy complejos montajes de sus exposiciones, enfrentados a su
pulsión creativa sin trampa ni cartón. Antes de editar el volumen (Edition 7L), el fotógrafo expuso las

imágenes en Deitch Projects de Nueva York (espacio perteneciente a Jeffrey Deitch, una de las luminarias entre los galeristas actuales), y las colgó a un tamaño de 40 por 60 centímetros, todas iguales. “Poner a unos artistas más grandes que otros, de manera que unos parecieran más

21 de mayo de 2006: así se llama la obra de Ugo Rondinone.

Hirst posa delante de otra de sus joyitas: un tiburón en formol.

importantes, me pareció que sería injusto”, comenta el fotógrafo.“Así, con todos a pequeña escala,íntimos, traté de evitar cualquier aproximación editorial o basada en el prejuicio, de manera que el mensaje para el espectador fuera: ‘Esto es lo que hacen; decida usted mismo si es interesante o loco, apasionado o
estúpido”. ¿Estúpido? Dadas las cifras, de dinero y de personas, que
mueve el arte contemporáneo, se

deduce que crecen los apasionados y que se estanca o retrocede la cifra de quienes denuncian su presunta estupidez. Sin olvidar el regocijo de algunos articulistas londinenses tras el incendio de parte de la colección de Charles Saatchi en mayo de 2004, cuando se supo que una de las obras abrasadas era la tienda de campaña de Tracey Emin rotulada con los nombres de todos los amantes que habían pasado por su vida. El incendio de ese almacén fue una oportunidad para que algunos
denunciaran la supuesta alianza de fraude, dinero y falta de talento del arte británico, según apunta John Carey en su libro ¿Para qué sirve el arte? También se levantaron voces
críticas interesantes, como la de un artista, Sebastian Horley, quien, con gracia, echó de menos que en la pira funeraria no estuvieran los “bufones de la corte”, es decir, los propios artistas. “Eso sí que habría sido grandioso”. En opinión de Horley, los celebrados premios Saatchi, Jopling y Turner “son para tránsfugas y desertores, para forajidos de cartón que se ponen de rodillas para ser premiados por una sociedad
a la que juran despreciar. ¿Dónde ha quedado el desafío? ¿Por qué la generación punk se ha vuelto tan dócil, tan impotente?
¿Por qué estrecha la mano de la realeza del mundillo artístico y se mueve en los mismos círculos que su obra supuestamente
denuesta?”.

¿Artistas o payasos?
El artista suizo Ugo Rondinone y sus payasos gigantes de 180 kilos son un símbolo. Él considera a los payasos su álter ego y el de todos los artistas. En el circo del arte, la voz de los clowns emerge desde un escenario vacío por encima del ruido
y la furia ambiental. Tracey Emin, uno de los blancos favoritos de los tabloides británicos a la hora de denunciar el arte como

La campana de la libertad según Jeff Koons.

tomadura de pelo, posa en el libro de Jason Schmidt arrodillada bajo uno de sus cuadros, en el que se lee en letras muy grandes: “¿De qué cojones tienes tanto miedo?”. Hasta los medios populares parecen haber bajado la presión sobre ese tema recurrente, aunque en la pasada edición de Arco, la Feria de Arte Contemporáneo de Madrid, el programa de Tele 5 El buscador logró colgar un cuadro embadurnado
de colores por unos críos de una
guardería. El vídeo aún se puede ver en www.youtube.com, e incluye las opiniones admirativas de algunos asistentes (otros no se sorprenden de que el lienzo esté valorado en 15.000 euros). Lourdes Fernández, la directora de Arco, es la primera
en reírse con el asunto. “Pero no
comparto en absoluto esa actitud de que el arte contemporáneo es un bluff”, dice. “El arte contemporáneo es muy serio y conlleva un discurso y una posición arriesgados ante la sociedad y ante la vida. Por eso tiene esa aura, y cada vez más, y por eso unos son artistas y otros no lo podemos ser”.

Parecida ha sido la impresión de Jason Schmidt en su ambiciosa tarea. Porque una de las cosas de las que se dio cuenta al abordar su proyecto (que aún continúa; el fotógrafo ya está preparando una secuela) fue que cuanto más se documentaba, más partido le sacaba luego a la toma fotográfica y mejor alcanzaba a comprender al artista. Buscó encontrárselos de frente, trabar un espacio íntimo entre la lente de la cámara y su entorno sicológico, ya se tratara de un

Pintada por Warhol, Marilyn puede valer millones.

terreno de manifiestas aventuras
comerciales tipo Jeff Koons, ya de
bajada a los tugurios de Tokio con el fotógrafo japonés Nobuyoshi Araki, a quien acompañó a un karaoke y al que fotografió con una mujer desnuda en su regazo en su club favorito, el Rouge. Los editores que en 2000 le pidieron a Jason Schmidt la serie de fotografías para
la revista V, Alix Browne y Christopher Bollen, se detienen en el título del libro. En él, subrayan, falta el artículo determinado. No se llama Los artistas, sino artistas. “Esta
monografía no pretende afirmar un registro global de quién es quién aquí y ahora. Más bien es una colección de vislumbres, de testimonios, de intervenciones ocasionales, de puertas abiertas…”.

Jason Schmidt insiste en ello: “Este libro no es una enciclopedia, no hay reglas predeterminadas ni orden alfabético. No es una historia del arte, sino un punto de vista. Son

artistas que me interesan y me
estimulan, e intenté desaparecer como fotógrafo en el ambiente de sus estudios. Y cuando no podía encontrarlos allí, los busqué en las bienales o en las galerías donde
se exponían sus obras. En general, es un libro sobre gente que está en las galerías en este momento, no sobre gente que ya pertenece a los museos”. El hecho de que la revista pagara parte de la costosa producción hizo viable el proyecto, y buena parte de la frescura del libro se debe a la actualidad, a ese seguimiento arbitrario del calendario artístico: no está Jasper Johns,
pero sí Ed Ruscha; no Cy Twombly y sí Robert Irwin. El reservado Richard Serra aparece fotografiado en la Bienal de Venecia de 2001 junto a una de sus espirales, la número
cuatro. “Fue el más difícil”, recuerda
Schmidt. “No quería. Ya se sabe cómo es, cómo intenta guardar su intimidad: no está interesado en hacerse famoso ni en codearse
con ellos”. Desde un punto de vista
fotográfico, armado con su cámara Linhof 4x5, Schmidt apuesta por un plano general para medir al artista con su obra, una indagación sobre la escala, pero asimismo sobre el sentimiento que le produjo estar con él, como si temiese que, al aproximarse, Serra le fuera a advertir: “No te acerques”.
“De alguna manera me impuso su
figura, como impone su obra detrás”, explica. “Ni siquiera mira a la cámara. Hay que ser muy cuidadoso con él”.