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  Octubre 2006 | Nº167  
 
Cocina a la moda
 

 
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Amores Prohibidos
La sociedad uruguaya siempre ha estado acostumbrada a guardar las apariencias, pero también ha sabido de amores escandalosos, protagonizados por hombres y mujeres que desafiaron rígidas costumbres morales y le aflojaron el corset a su época. ¿Novios eran los
de antes?
Los 10 Mandamientos
¿No hay dinero para un wedding planner? ¿No alcanza el tiempo para estar en todo? Entonces, nada más útil que prestar oídos a la voz de la experiencia. Aquí, diez entendidos regalan consejos para que novios, parientes y amigos superen el trance de los preparativos sin morir en
el intento.
Pompas y Circunstancias
Alguna gente se casa a todo trapo. Ceremonias en castillos, banquetes pantagruélicos, vestidos principescos, anillos millonarios y un sinfín de excentricidades suelen caracterizar las bodas de las estrellas del cine, la música, la moda, los negocios y el deporte. Costumbre de pocos, pero espectáculo de muchos.
Algo en Común
Trabajar en la misma actividad tiene al menos una ventaja adicional para la buena marcha del matrimonio: llegada la noche, no hay que perder tiempo explicándole al otro los pormenores de una tarea que le resulta ajena. Ocho parejas uruguayas que comparten vocación, profesión o rutina de trabajo, cuentan aquí cómo es ser esposo y colega al mismo tiempo.
7 Mentiras sobre
el Matrimonio

Con treinta años como consultor de parejas a sus espaldas, el siquiatra estadounidense John W. Jacobs sabe que muchas de las cosas que se dicen sobre el poder infinito del amor no son ciertas.
En su libro All You Need is love, el experto revela estrategias para combatir mitos que conspiran contra la felicidad matrimonial.
 
 



CASAMIENTOS Y ALGO MAS

Pompas y Circunstancias





Alguna gente se casa a todo trapo. Ceremonias en castillos, banquetes pantagruélicos, vestidos principescos, anillos millonarios y un sinfín de excentricidades suelen caracterizar las bodas de las estrellas del cine, la másica, la moda, los negocios y el deporte. Costumbre de pocos, pero espectáculo de muchos.


Por K.S. | F otografÍas: A.P. y A.F.P.


¿Qué puede explicar que un hombre y una mujer recién casados salgan de la iglesia completamente cubiertos por una sábana blanca? ¿Algún insólito ritual religioso? Nones. Más bien, el hecho de haber vendido la exclusiva por un buen puñado de dólares. Pierce Brosnan y su esposa podrían contarlo con lujo de detalles, aunque quién sabe a qué precio. Lo cierto es que el actor de ojos azules –que se casó el 7 de agosto de 2001 con la modelo Keely Shaye-Smith– vendió los derechos de su boda a una prestigiosa revista británica por una suma cercana al millón de libras esterlinas. Saquen la cuenta. Negocios son negocios, y la sábana blanca que impedía ver atuendos y peinados era parte del curioso contrato.
Las malas lenguas pensarán que se trató de una inteligente manera de costear una fastuosa ceremonia, pero según el ex agente 007, las regalías fueron donadas a una obra de caridad. Creer o reventar. En todo caso, Brosnan se dio el lujo de casarse en una abadía irlandesa con 800 años de historia y celebrar sin complejos en un castillo medieval, convertido hoy en uno de los hoteles más exclusivos del mundo, con música de gaitas de fondo y un impresionante banquete que finalizaba con una torta idéntica a la que se sirvió en la boda del mismísimo J.F.K. El novio vistió un clásico jaquette con un lirio en el ojal, mientras la novia llevó un traje blanco diseñado por Richard Tyler, inspirado en el de la princesa Grace Kelly. La ceremonia fue tan secreta que, además de un celoso operativo de seguridad, los invitados fueron acreditados con nombres falsos y con el compromiso escrito de guardar silencio sobre los detalles del sarao, extremo que no se le hubiera ocurrido ni al propio James Bond.
Igual de escondidos se casaron, unos años antes, Brad Pitt y Jennifer Aniston. Aunque el matrimonio no funcionó y el actor más lindo del mundo se fue con Angelina Jolie, aquella boda fue celebrada por todo lo alto. O al menos eso dicen, porque el secreto quedó muy bien guardado entre los privilegiados invitados, que se dieron cita en un lugar al que sólo se accedía con santo y seña, y desde donde partieron rumbo a una fiesta de la que sólo trascendió la polémica generada en torno a la exclusividad de los anillos, presuntamente violada por el prestigioso joyero que los diseñó.
Volviendo al truco de la sábana blanca, en rigor el artilugio ya había sido utilizado por la supermodelo Claudia Schiffer, cuando contrajo matrimonio con el productor de cine Matthew Vaughn. La pareja fue bendecida en la Iglesia St. George’s de Shimpling, Inglaterra, y la modelo llevó un vestido de seda color marfil de Valentino, quien asistió a la fiesta como invitado. Más tarde, recepción en Coldham Hall, la mansión campestre de los novios, donde se sirvió caviar y se bebió champagne Dom Perignon.
Michael Douglas y Catherine Zeta-Jones sí anunciaron su casamiento con bombos y platillos. Y aunque el romántico encuentro terminó en tortuosas riñas financieras por los derechos de publicación de algunas fotos que mostraban detalles de la lujosa ceremonia, la pareja nunca ocultó el despilfarro que supuso aquella fiesta. Dos millones de dólares, dijo en su momento la prensa del corazón.
Adornado con 20 mil rosas frescas, el majestuoso hotel Plaza de Nueva York fue el escenario de la fiesta, con un desfile de celebridades digno de una alfombra roja: Sean Connery, Sharon Stone, Jack Nicholson, Steven Spielberg, Brad Pitt, Danny De Vitto, Oliver Stone, Meg Ryan, Goldie Hawn y otros cuantos faranduleros de Hollywood integraban la selecta nómina de invitados. Naturalmente, fueron llegando en limusinas, como si de la entrega de los Oscar se tratara.
En ese mismo y legendario hotel (hoy cerrado para transformarse en edificio de apartamentos) se había casado en su momento el multimillonario Donald Trump con la famosa Ivana. Quizás para no repetir el fracaso de aquella boda, para esta última –en enero de 2005, con la modelo Melania Knauss- el polifacético empresario eligió su propia casa: una majestuosa mansión en Florida, con pisos de mármol y doradísimos salones versallescos, adornados con diez mil flores blancas que hacían juego con la torta, de un metro y medio de altura...¡y tres mil rosas de azúcar!
Dijeron presente unos 500 invitados, algunas celebridades –como Bill Clinton, Tony Bennet o Billy Joel– y mucha, mucha ostentación.
La novia, 24 años más joven que su prometido, cumplió su sueño de princesa con un vestido diseñado por John Galliano para Dior, que requirió más de 90 metros de satén blanco bordado con mil 500 perlas. El traje pesaba 23 kilos y había costado 100 mil dólares. A la hora del baile, la novia cambió su atuendo por uno más cómodo, de la firma Vera Wang.
Otro casamiento muy extravagante fue el de la cantante mexicana Thalía y el empresario musical Tony Mottola. Con invitaciones confeccionadas en Tiffany’s y alianzas firmadas por Cartier, la boda comenzó en la iglesia San Patricio, en plena Quinta Avenida de Manhattan, y terminó con una cena fastuosa. Entre los más de mil invitados, Julio Iglesias, Michael Jackson, Jennifer López, Emilio y Gloria Estefan, Bruce Springsteen y Robert De Niro.
¿Un detalle revelador del grado de opulencia? La novia encargó al modisto Mitzy la confección de cuatro vestidos. El que finalmente eligió –los demás los guardó, vaya uno a saber con qué fin– estaba bordado en hilos de plata y piedras, tenía una cola de 16 metros, pesaba 70 kilos y estaba inspirado en los trajes de la emperatriz Carlota, mujer de Maximiliano de Habsburgo.
Al otro día de la fiesta, el matrimonio Mottola partió rumbo a las islas griegas para empezar una luna de miel que duró... tres meses.

Excesos Sajones
Para su fiesta de bodas con la ex modelo Heather Mills, Sir Paul McCartney no anduvo con chiquitas. Mandó modernizar un viejo castillo irlandés, remodelando las terrazas, incorporando toilettes portátiles con piletas de porcelana e instalando aire acondicionado para evitar golpes de calor durante el baile.
Banquete vegetariano, champagne francés a raudales, torta de cuatro pisos, agentes de seguridad, miles de flores traídas desde Holanda, fuegos artificiales y hasta una residencia temporaria para las vacas que rondan habitualmente por el castillo, sumaron más de un millón y medio de dólares en gastos.
Otros músicos, igualmente ricos y famosos (Eric Clapton, Elton John, Ringo Starr), llegaron para acompañar al ex Beatle, que había declarado antes del casamiento que la celebración sería “sencilla y muy familiar”. Al final de la fiesta, la parejita feliz fue recogida por un helicóptero rumbo a su luna de miel.
Pero el sueño de amor terminó pronto. Hoy, el músico –que ostenta una fortuna de más de dos billones de dólares– enfrenta demandas financieras de la ex modelo y ya ex esposa, que le están costando bastante más de lo que pensaba.
Los campos del Castillo Luttrellstown, en las afueras de Dublín, y un selecto grupo de 29 invitados –todos vestidos de riguroso blanco y negro, tal como se pedía en la tarjeta– fueron testigos de la unión matrimonial entre el astro de la pelota David Beckham y la ex Spice Girl Victoria Adams. Fue la tarde lluviosa del 4 de julio de 1999, con niños vestidos como ángeles y música de Mozart, Haendel y Bach interpretada por un dúo de arpa y violín.
La pareja deseaba mantener a la prensa lo más alejada posible de su propia fiesta. Y aunque habían prometido imágenes exclusivas a la revista OK, algún infiltrado publicó una secuencia fotográfica en el altar... y al diablo con el millón de libras acordado por la exclusiva.
Por su lado, la boda de la actriz Nicole Kidman con el músico Keith Urban fue definida como “la mayor concentración de estrellas en toda la historia de Australia”. A la ceremonia, celebrada según el ritual católico, la novia llegó en un Rolls Royce, acompañada por su padre. Desde la ventaba abierta del coche, los cientos de fans que la esperaban a metros de la capilla pudieron ver su vestido marfil, diseñado por Nicholas Gherquiere y adornado con un sencillo ramo de rosas blancas, un velo que le cubría la cara y sobrios pendientes de perlas.
El novio la aguardaba junto a unos 230 invitados, que habían sido custodiados por guardias privados y agentes de policía para evitar la presencia de intrépidos paparazzis en el lugar de la celebración. Sin embargo, Kidman había advertido que luego del casamiento ofrecería en forma gratuita las fotografías oficiales del festejo. Un anuncio poco hollywoodense, por cierto. Pero los periodistas no parecieron dispuestos a esperar, y los simples mortales pudieron ver a Nicole Kidman vestida de novia, casi en vivo y en directo. No como el día de su casamiento con Tom Cruise, cuando la prensa no pudo captar detalle alguno, ya que los rituales de la cienciología –a través de la cual se unieron en matrimonio– exigieron total hermetismo para que la boda se llevara a cabo.

Lujos Latinos
Para ingresar a la fastuosa ceremonia de Luis Alfonso de Borbón –bisnieto del generalísimo Francisco Franco y conocido en España como el “príncipe sin trono”– no alcanzaba con una invitación tradicional. La organización se había tomado el trabajo de mandarlas a hacer en plástico, a la manera de las tarjetas de crédito, y había que acompañarlas de documento de identidad o pasaporte, como para desestimular a potenciales colados.
El chico en cuestión, con más abolengo que cuenta bancaria, se casaba esa tardecita con María Margarita Vargas y Santaella, una venezolana bañada en petróleo.
Luego de una ceremonia sencilla, celebrada en una capilla construida a imagen y semejanza de la que todavía existe en el pueblo natal de Juan Pablo II, en Cracovia, la opulencia se daba cita en la mansión de los padres de la novia, en la caribeña Punta Águila. Sobre una plataforma de unos 4 mil metros cuadrados se montó una carpa transparente rodeada de bambúes y palmeras, con luces que cambiaban de color sincronizadamente. Los invitados eran recibidos por el personal del célebre restaurant neoyorquino Le Cirque, que había arribado dos días antes custodiando los vinos, el champagne, el salmón, los 60 kilos de caviar Beluga y los 40 de trufas blancas, para cocinar en el momento un impresionante risotto. Foie gras y patas de cangrejo, entre otras delicias, completaban el menú que esa noche deleitó a los comensales.
La novia apareció con un modelo en raso de los andaluces Victorio & Lucchino, con sobrefalda, velo y una cola de cuatro metros. Y el novio, que no quería pasar desapercibido, se animó a usar el uniforme de la Gran Cruz de la Orden de Malta, generalmente reservado para jefes de Estado y miembros de las Casas Reales.
Las crónicas de la revista Hola!, único medio acreditado en la fiesta, hablan de lujo, esplendor y fastuosidad, de operativos de seguridad dignos de controles aeroportuarios, y hasta de los negocios del papá de la novia, quien al parecer ha logrado amasar una buena fortuna desde que Hugo Chávez manda en Venezuela.
Había mil 500 invitados, entre ellos varios integrantes de la Corona Española. Pero curiosamente, la Casa Real brilló por su ausencia.
Colombia tuvo también una boda digna de estrellas. Fue la del piloto de Fórmula 1 Juan Pablo Montoya con Connie Freydell. Antes de la celebración, ambos habían declarado que su casamiento sería “un cuento de hadas”. Y así parece. Porque el deportista no escatimó recursos para hacerlo realidad. Para empezar, contrató un calígrafo profesional para escribir los nombres de los 600 invitados con una tinta especialmente preparada para la ocasión. Entre quienes recibieron el particular convite estaba el presidente de su país, Álvaro Uribe.
Luego de la ceremonia, celebrada en la iglesia cartagenera de Santo Toribio de Mogrovejo, los recién casados recorrieron a pie el trecho que los separaba del famoso hotel Santa Clara, acompañados de un solo de violín, y en medio de un sendero de antorchas. Ya en el banquete, los comensales disfrutaron de una extravagante propuesta gastronómica, inspirada en la cocina regional de distintas partes del mundo.
El novio lució un traje color perla; la novia, un vestido muy sencillo, acompañado por un ramillete de flores amarillas que llevaba en las manos. Al finalizar la fiesta, los recién casados abandonaron el hotel en un auto antiguo. Por una vez, Montoya cedió el volante y se dejó llevar hacia el secreto destino de su luna de miel.
En Brasil, se sabe, ya no hay reinas ni princesas. Pero cuando Athina Onassis, heredera del multimillonario naviero griego, llegó para casarse con el jinete Álvaro Alfonso de Miranda Neto, los aires norteños parecían evocar los tiempos de la realeza.
Un grupo de 750 invitados de la más alta sociedad acompañó a la pareja durante la ceremonia civil y religiosa, realizada en una casa museo del elegante barrio de Morumbí, en San Pablo, que sirvió más tarde como recinto de banquete, baile y festejo. Sólo el alquiler del lugar trepó a los 30 mil dólares. El vestido que llevó la niña fue un diseño del modisto italiano Valentino, y el peluquero Marco Antonio de Biaggi se encargó de dar forma a su cabello por la módica suma de 11 mil verdes. ¿Despilfarro? No para Athina, que maneja ella solita una fortuna de 3 mil millones de dólares.
Y si una griega podía celebrar en Brasil, ¿por qué un brasileño no podría hacerlo en París? Fue el caso de Ronaldo, cuya boda con la modelo Daniela Ciccarelli también pareció cosa de príncipes.
Si bien no fue un casamiento propiamente dicho (él todavía no estaba divorciado de su primera mujer), la parafernalia montada para el festejo costó 700 mil euros.
Ronaldo contrató un impresionante palacio francés construido en el siglo XVII, situado en un bosque al norte de París y habitado alguna vez por gente de sangre azul. Esta vez desfiló por sus salones la plana mayor de un equipo de fútbol, el ministro de Cultura brasileño Gilberto Gil, el superpiloto Michael Schumacher y otras estrellas del deporte y el espectáculo que viajaron especialmente a Francia para disfrutar de esa genial jugada de Ronaldo fuera de la cancha.

Manías de Estrellas
Tori Spelling no sólo es la protagonista de la archifamosa serial de televisión Beverly Hills 90210. También, la nena de papá Aaron Spelling, millonario productor de la pantalla chica. Así las cosas, su boda con Charles Shanian tenía que estar a la altura de las circunstacias. Fue en Holmby Hilss, la mansión familiar, que con la friolera de 45 habitaciones es una de las más grandes y lujosas de Hollywood.
Los 350 invitados –mascotas de la pareja incluidas– disfrutaron de una ceremonia con todos los lujos posibles, inspirada en los años ’20. La novia eligió un impresionante vestido diseñado por Badgley Mischka, estilo imperial, y deslumbró con un broche de diamantes con forma de flor en el pelo. Alianzas de platino y piedras preciosas llamaban la atención en las manos de ambos cónyuges.
Rusell Crowe resolvió los pormenores de su boda en su propia casa. Es decir, en la mansión campestre que tiene a pocos kilómetros de Sydney, con capilla y todo. Allí mismo se casó con la cantante Danielle Spencer, justo el día que él cumplía 39 años.
La fiesta fue millonaria. Los novios estaban vestidos por Armani y la seguridad no faltó a la cita: por decir algo, el diseñador italiano llegó un lujoso vehículo, custodiado por dos Mercedes Benz, una camioneta negra y dos patrullas de policía.
El famoso gladiador de la pantalla grande preparó una celebración memorable, que duró todo un fin de semana, y en la que no faltaron manjares de todo tipo, música en vivo y hasta un partido de cricket con el conocido jugador australiano Shane Warne. Sin embargo, la luna de miel sí que fue sobria. Eligieron una localidad ganadera cercana a la ciudad australiana de Brisbane, recorrieron la campiña en auto, comieron en restaurants poco exclusivos y pernoctaron en hoteles sin muchas estrellas. Como se ve, hay gente para todo.

 

 

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