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Modelo: Lucía Carriquiri
y Pedro Giménez
para Valentino Bookings.
Maquillaje: Ana Suárez.Peinado: Marcelo García.
Vestido: Oscar Alvarez.
Traje: Carlos Boullosa.
Fotografía: Marcelo Campi.
Producción: Cecilia Solari Scheck.
Asistente: Victoria Bernal.
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Editorial
Se dice en tono jocoso que el cien por ciento de los divorcios tiene su origen en el matrimonio, y aunque técnicamente no admita cuestión, es inevitable argumentar una defensa. ¿O acaso no hay casados que, aún con el desgaste de los años, siguen felices comiendo perdices, como el primer día? ¿Que son pocos? No lo creo.
Si no, que lo digan las muchas parejas de carne y hueso –algunas conocidas, otras no tanto– que sin inhibiciones se prestaron a hablar y figurar en esta edición especial de PAULA NOVIOS; todas, sin excepción, con un gran sentido del humor y sin misterios al momento de desempolvar fechas, fotografías y recuerdos compartidos entre ellos, con la sola y sana intención de demostrar que se puede y que no es una utopía. ¿Qué tal?
Así las cosas, con tono entre divertido y mordaz, el equipo de la revista en pleno, se propuso sacarle el corsé a la ardua tarea de vivir de a dos eternamente. De allí la selección cuidada de temas, consejos y novedades capaces de ponerle aire y aflojar tensiones propias de una época que reconocemos difícil, en la que ambos quieren y deben trabajar a la par, con la responsabilidad de educar a los hijos sin estar, más el peso de las cuentas y el duro ejercicio de renunciamientos en pos de la paz conyugal. ¡Todo eso sin dejar caer los brazos, ni parar de soñar!
¿Cuál es la receta?
No existe. En esto de escribir la propia historia no hay fórmulas milagrosas, ni pociones mágicas que aseguren un buen andar. A gatas si sirve señalar algunos falsos conceptos en boga, que confunden a la razón y no dejan oír al corazón, que es de lo que se trata.
Los detractores advierten: antes que te cases, mira bien lo que haces.
En eso se basan los que optan por uniones menos formales, que a lo largo y ancho del planeta se reproducen a la velocidad de la luz y obligan a que los Estados legislen, aunque más no sea corriendo de atrás, sobre lo que está establecido de hecho.
Como contrapartida, ricos y famosos del mundo ponen la nota –o mejor dicho los millones– para que su boda se parezca, lo más posible, a un cuento de hadas, no importa por cuánto tiempo, ni a qué costo.
Ello nos recuerda, a estas alturas, la vulnerabilidad humana frente a la saeta mortal de un Cupido juguetón. Víctimas no tan inocentes de un juego que no les es tan ajeno, suelen sucumbir a esa fuerza impetuosa e irrefrenable que los hace cometer las peores locuras. Sirven de testigos hombres y mujeres de todos los tiempos, protagonistas de casos muy sonados en la muy pacata sociedad montevideana, no muy diferentes a los que seguramente seguirán ocurriendo, cada vez que salte esa chispa que quema a los dos.
“¿Qué es el amor?”, se preguntaba Shakespeare, igual que tantos escritores y filósofos de otros siglos, intrigados ante esa hipnótica atracción que sólo ejerce una persona, ninguna más.
“¿En qué consiste este sentimiento volátil y a menudo incontrolable que nos absorbe la mente, trayéndonos la felicidad en un momento, y la desesperación al siguiente?”, pregunta Helen Fisher, por mucho tiempo convertida en mi consulta de cabecera.
Pero la conclusión es que de nada vale buscarle una explicación. Cuando se siente y se es correspondido, no hay dudas: el camino es la unión.
Felices los que están a las puertas de dar el gran paso. A ellos pertenece el reino de los cielos o el infierno. Mientras tanto, reciban nuestra bendición.
Pueden besar a la novia.
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