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domingo 28 de abril de 2024
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  Noviembre 2005/ Nº156  
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Moda
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Modelo: Varina De Cesare para Valentino Bookings
Ropa: Musculosa bordada en nácar y lentejuelas de Mongrell
Maquillaje: Inés Cazabán
Peinado: Federico Ceriani
Fotografía: Marcelo Campi
Asistente de fotografía: Ana Inés
Aramendía
Producción: Cecilia Solari Scheck
& Agustina Piacenza

Confieso –aunque no es mi estilo– que arrancar luego de una edición como la pasada, equilibrada en contenidos y con casi el doble de páginas de lo habitual, se hace muy difícil. Porque al esfuerzo que significa pensar y plasmar en la marcha una revista de semejantes características, se agrega la excitación de la salida, con los comentarios de recibo que implica. Y claro, fueron tantos y tan positivos los ecos que llegaron, que sin querer incrementaron el peso de una responsabilidad enorme de por sí.
Un estado de cosas que explica que este mes de noviembre nos encuentre pletóricos por la misión cumplida, pero a su vez inquietos por lo que vendrá.
Es la historia de la vida, dirán muchos; nada nuevo que no se pueda sobrellevar. Así lo manejamos y salimos al ruedo, con una mirada de tonalidad diferente.
Tal vez porque la luz de la estación ayuda a avivar distintos matices de la realidad; tal vez porque los colores resaltan según el cristal de turno. En sí, este punto no importa. Lo relevante es que logramos sacudir todo el azúcar de un ejemplar dedicado enteramente al amor ideal y de lleno nos abocamos a mostrar otras facetas de un Uruguay que quiere, en contraste con algunas ciudades del mundo que pueden.
¿O acaso la brasileñísima San Pablo no es digno ejemplo que confirma cuanto afirmamos? Basta un recorrido por Jardins, el centro de la elegancia paulista donde se dan cita los grandes nombres que dictan moda aquí y allá, para comprobar en apenas un instante que a tan sólo dos horas de vuelo desde la muy uruguaya Montevideo, se codean con la flor y nata de esta industria pujante, que tantos esfuerzos demanda por esta comarca.
No es un invento. Lo dicen y repiten hasta el hartazgo nuestros afamados diseñadores, cada vez que explican los denodados desvelos que les insume hacer un desfile en plaza. Para prueba, destinamos páginas y páginas a lo que vendrá en materia de trapos, en la certeza que más de uno abrirá su ojo avizor para no perderse y lucir en consecuencia, pues, como decía Oscar Wilde, ¿qué es la moda desde el punto de vista artístico sino una forma de fealdad tan intolerable que nos obliga a cambiar cada seis meses?
Pero como no todo es oro lo que reluce, también viene bien dejar por un momento ese colorido vibrante con que es mandato cubrir la fachada exterior, para dar un vistazo entre las luces y penumbras que asolan las almas.
Un primer acercamiento está dado en el adelanto exclusivo de las respuestas de tres de los cincuenta artistas e intelectuales uruguayos que se sometieron al célebre cuestionario Proust para un libro de Hugo Castillos que pronto saldrá a la luz.
El reportaje a un Joaquín Sabina recuperado de una larga angustia que hizo crisis dos años atrás, tras un infarto cerebral sin secuelas, profundiza esa intrusión a lo recóndito del ser y revela, a la vez, la milagrosa capacidad del hombre para sobrevivir a la nube negra de los pensamientos rotos. Un canto a la vida después de la muerte, que habla de desesperanza y también de amor, del poder del sentimiento ante la fatalidad, de la madurez, sus hijas, y todo lo que vale la pena.
Finalmente, una recorrida por la noche montevideana pone sobre el tapete el infierno que para muchos representa el ser diferentes. En una sociedad pacata donde todavía funcionan las apariencias y es ley guardar la verdad en el placard, es obvio que tiene que haber reductos donde encontrarse y dar rienda suelta a lo que se siente. Ojo, que vale para todos.
Por eso, al cerrar, elegí rescatar lo que para Sabina debe tener una canción, ya que se aplica especialmente a la vida. Tan sólo hay que reunir buena letra, buena música, buena interpretación, y algo más que nadie sabe lo que es, y que es lo único que importa.


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