Vaya que los humanos somos complicados!
Gracias
a nuestro cerebro bien desarrollado hemos sido
capaces de enredar la tarea más simple que a pie
juntillas cumple el resto de las especies: nada menos
que la de procrear, reproducir, multiplicar.
En el tiempo de los poetas se hablaba de pasiones
irrefrenables que hacían padecer y sucumbir
a los jóvenes amantes, indefensos ante semejante lujuria. Se
trataba de un mandato que se cumplía a rajatabla y nadie osaba
explicar. Existía, y punto. Pese a las bodas acordadas o al orden
familiar a respetar. Entonces se moría o mataba por amor, sentimiento
abrumador que tomaba por entero al corazón, no siempre
bien correspondido.
Hoy las cosas cambiaron. Si bien domina el instinto, y se
actúa con el mismo empuje e ilusión, se perdió la magia de penetrar
en territorios desconocidos, y a cambio tenemos el conocimiento
adquirido tras años de pruebas y estudios que explican
cómo actúa el hipotálamo o la amígdala a nivel cerebral, ámbito
poco romántico en el que estalla la química de la atracción, que
luego por la oxitocina irremediablemente se convertirá en apego.
Con métodos tan selectivos, no da para soñar. ¿O sí?
Habida cuenta que las costumbres cambiaron y la gente no
se rige tanto por creencias religiosas, como por convicciones a
nivel racional y moral, los casamientos -que los hay- se dan más
espontáneamente, no como una obligación, sino librados a la propia
y real voluntad.
¿Qué los hay por conveniencia? Como en todas las épocas;
aunque hoy se ha desatado una variante inusual. Con la cantidad
de inmigrantes que han debido ingeniárselas para trabajar sin
papeles en países con legislación estricta al respecto, nació el
negocio de conseguir la nacionalidad previo paso por el Registro
Civil. ¿Si vale la pena? Habrá que peguntárselo a quienes lo han
sufrido, pagando el precio de chantajes velados, sin ninguna otra
expectativa que el fin del plazo para divorciarse, echar alas y volar.
Pesares que ni se comparan a los que se sufren por desamor.
Carlos Chernov, siquiatra, sicoanalista y a la vez escritor, dedica
su inspiración a cuestiones tortuosas de pareja, que se alejan
bastante de los dramas comunes que aquejan a sus pacientes.
En sus relatos, la sangre es un común denominador. ¿Por qué?
Según su visión es símbolo de dolor, y por tanto alude a las heridas
que tarde o temprano causa el gran querer.
Pero Paula Novios no debe perderse por esos grises caminos.
Con o sin libreta, vivir en feliz compañía es, ante todo, una dicha
que vale la pena cultivar.
¿Cómo? Cumpliendo con el combo
básico: fuego ardiente, tolerancia, respeto, buena onda y apertura
al momento de acordar.
Mientras tanto, para los que de corazón sueñan con el día
de unir voluntades y jurarse amor eterno por siempre jamás, les
dedicamos muchas páginas con ideas para replicar. Desde vestidos
de novia para todos los gustos, trajes de hombre, peinados,
tocados, un menú con estilo, sugerencias para el ajuar, consejos,
en fin, todo lo que puede ser de interés antes de dar el gran paso,
más el premio de una luna de miel para los afortunados que
se ganen el prometido crucero de siete días surcando las aguas
del Caribe, previo vuelo directo de American, como para que se
tomen su tiempo, se pellizquen y comprueben que es pura realidad.
¿Algo más? Es posible.
Para verificarlo, pasen y vean por sí
solos cuánto de bueno tenemos para brindarles en esta nueva
edición especial que con gusto preparamos para ustedes.
Sean felices, y por si las moscas, bon voyage.
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Modelo: Jessica Wahl
Fotografía: Pablo Rivara.
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