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POR M.N.B. | FOTOGRAFÍAS: PABLO RIVARA.

Ahora que la sociedad parece más permisiva en materia sexual, que todo el mundo habla de sexo con más libertad, que los medios regalan erotismo día y noche, ¿puede decirse que la gente tiene más y mejor sexo que antes?
–Algunos cambios de las últimas décadas han hecho que podamos vivir nuestra sexualidad un poco más libres, aunque aún necesitamos muchas más habilitaciones y, sobre todo, desterrar mitos y falsas creencias que circulan y hacen daño. Necesitamos más educación e información. Si vemos el mapa positivo podemos decir que hoy se puede tener más sexo por lo gratificante y lo placentero que resulta. Estamos dando más lugar a nuestro ser erótico. Por lo general, queremos repetir las experiencias que nos hacen felices y nos dan placer, se refuerzan en sí mismas y buscan intensificarse. Si tú tienes más calidad erótica y más libertad para dar rienda suelta a tus fantasías, manejar más información y tener más educación, el sexo termina siendo mejor en calidad.
–El cambio parece ser más visible en las mujeres. ¿Qué cambios experimentaron los hombres en estas décadas?
–Es una dinámica. El hombre está pasando una etapa en la que se siente presionado o se tiene que acomodar a otro rol. Antes era el que dominaba, y la mujer era la reprimida. El hombre era más machista, aunque todavía veo en mis pacientes mitos que les generan muchos conflictos.
Antes, cuando el peso era mayor y existía la presión de sus pares, el hombre tenía que empezar su vida sexual sin información. La disfunción sexual en el hombre inhabilitaba el acto sexual, en cambio en la mujer no. La disfunción masculina es mucho más apremiante, así que también el hombre se vio más beneficiado al contar hoy con mayor libertad e información.
–¿Cuáles son las quejas que escucha con más frecuencia de maridos y esposas?
–Los varones y mujeres se quejan de la falta de comunicación. Esto es común a ambos sexos, pero lo manifiestan de diferente manera. El hombre suele no hablar, o hablar poco. No expresa sus sentimientos con detalle, e incluso deja de hacerlo cuando la relación, a su entender, se afianza. Es común que la mujer diga en las sesiones de terapia de pareja: “pero vos no me decís que me querés”, y que él conteste: “pero si ya lo sabés”. Esto también pasa en la cama. La mujer necesita que el hombre le diga cosas, que marque la presencia con su voz, porque es importante para el erotismo y para la respuesta sexual. El error de comunicación en que caen las mujeres suele ser otro. Ellas insisten mucho y se comunican demasiado, lo que hace que ellos sientan una especie de “ruido” y no discriminen los diferentes reclamos. Aprender a comunicarse en la justa medida, saber escuchar al otro y brindarle espacio, respetando los tiempos de cada uno, es fundamental.
–Hay parejas que recurren al sexo para solucionar sus problemas maritales ¿Es un método correcto?
–El sexo no debería ser un elemento de control para arreglar situaciones. El sexo no es una herramienta, sino una vivencia en conjunto. Pero la realidad es que muchas veces se utiliza este recurso para resolver problemas de pareja. Si el problema no es grande, si es una cosita de nada, puede dar un resultadillo. Pero utilizarlo siempre como método para arreglar conflictos mayores, no ayuda en nada e incluso los agudiza. Cuando hay un conflicto en la pareja uno se siente muy frustrado, y exponerse a una situación de intimidad hace que te sientas más en carne viva frente a la situación que te causa dolor. Por eso no es bueno tapar los problemas con el sexo.

–¿Y cómo se deben negociar las diferencias que surgen en la cama?
–La clave es el equilibrio, como en tantas otras áreas de la vida. Hay que ser tolerante. La convivencia implica cambios. Si hay amor, y ambos decidieron de común acuerdo esa situación, seguramente encontrarán la manera de equilibrar y negociar la diferencia. Si uno siente que siempre es el que da, y el otro no hace nada por cambiar o ajustarse a sus costumbres, no resultará. Es muy negativo que siempre sea la misma persona quien termina cediendo.
Por ejemplo, si a él le gusta mucho el sexo por la mañana y para vos esto no es una costumbre, tenés que valorar qué tan difícil es acomodarte a esta situación.
Quizás el ver su disfrute y el placer que da compartir una actividad puede reforzar la posibilidad de que lo incorpores sin problemas a tus costumbres. Ahí está el equilibrio. Si uno cede siempre se reprime, y esto se les vuelve en contra, convirtiéndose en una bola de nieve difícil de parar.
–¿La experiencia que dan los años de matrimonio puede compensar la pasión del noviazgo? ¿Cómo se mantiene vivo el interés por el sexo?
–Sí, se puede compensar e incluso superar.
Las parejas pasan naturalmente por diferentes etapas, las cuales pueden ser ricas y disfrutables, y son terreno fértil para descubrir cosas nuevas en el otro. La primera es el enamoramiento, que es muy pasional, pero más lábil o más expuesta a desencantos. Luego, con el tiempo, se empieza a desidealizar al otro, se lo comienza a ver como en realidad es. Pero no hay que desmotivarse. La naturaleza es sabia y seguramente nuestra afectividad nos está reclamando un poco más de seguridad y conocimiento del otro. Si la pareja viene bien, los vínculos se afianzan y en ese terreno se construye una vida erótica más plena. Lo que puede pasar es que, si después de un tiempo la pareja no mantiene alimentada la pasión, se entre en una rutina que puede traer algún conflicto a la cama. Hay que romper con la rutina. Las parejas deben seducirse y conquistarse cada día. No sólo al otro, sino a uno mismo. Uno debe reiventarse, tener creatividad, imaginación y volcar todo eso en la pareja.
Es un entrenamiento que luego se incorpora en uno. La fuente de sorpresas que puede brindar una persona es inagotable.
–Hablando de sorpresas, ¿cree que se deben revelar todas las fantasías o hay que reservarse algunas cosas sólo para uno?
–El mundo de las fantasías es muy amplio, y a veces hay problemas por cómo las vive cada uno. Existen culpas, sobre todo en la mujer, como consecuencia de la represión. Eso es penoso, porque las fantasías enriquecen muchísimo, son como la sal de la sexualidad. Por otra parte, también son cosas muy íntimas y no necesariamente tenemos que compartirlas. Podemos preferir mantener nuestra individualidad y decidir si queremos compartirlas o no. Puede ser igualmente enriquecedor para el vínculo mantener un poco ese misterio, hacer que el otro tenga algo que descubrir. También, claro está, la pareja puede compartir fantasías, sobre todo las que tienen en común.
A veces metemos la pata por ser abiertos y por querer compartirlo todo, y el otro muchas veces no entiende lo que está pasando.
–¿Debe existir, por parte de la mujer, esa cuota de “pudor” de la que hablaban nuestras abuelas?
–Pudor es una palabra compleja, porque se puede estar hablando de inhibiciones, que muchas veces son represiones.
Si hay inhibiciones, por lo general hay problemas. Una mujer que tiene inhibición con su cuerpo, no deja fluir naturalmente el encuentro entre dos.

Si, en cambio, llamamos pudor a guardarnos alguna fantasía o no contar todo y mantener el misterio, no tiene que ser negativo necesariamente.
–Es común escuchar matrimonios que, ante la llegada de los hijos, dicen que no tienen intimidad o tiempo para el sexo. ¿Qué consejo les daría?
–Es inevitable que las cosas cambien con la llegada de los hijos. Es una nueva etapa y se debe vivirla como tal. Hay que saber acomodar ese momento de la pareja y compartir otras gratificaciones. Eso no significa dejar la sexualidad totalmente de lado. Es muy importante que la pareja se ponga las pilas. Como tendemos a repetir las experiencias gratificantes, cuando éstas empiezan a desaparecer comenzamos a acomodar nuestros propios tiempos y cubrimos esa necesidad con otras cosas, y eso puede volverse costumbre rápidamente. Hay que tener cuidado con el deseo sexual, porque es muy plástico; se acomoda a lo que hay. Si tenés mucho, querés más, y si tenés poco, cada vez querés menos. Empezamos a perder el lugar y la energía libidinal se empieza a canalizar hacia otros terrenos, como el trabajo, el estudio o la computadora. De modo que por más que se tengan chicos, no hay que perder la dinámica.
–¿Hasta qué edad tiene importancia el sexo en la pareja?
–Es fundamental habilitar los espacios de vivir la sexualidad toda la vida, siempre y cuando así se desee. Entre los mitos más perjudiciales están los relacionados a la falta de interés del sexo en el adulto mayor, mitos que han condenado a muchas parejas. No hay edad para la sexualidad, que puede ser vivida de forma diferente a lo largo de la vida, con otros tipos de prácticas y con otros tiempos. Yo creo que el sexo va cambiando con los años, pero no creo que deba desaparecer.
–¿Si habláramos en porcentajes, qué valor le adjudicaría al sexo en el éxito de una pareja?
–No podemos fijar un porcentaje único, porque cada pareja es un mundo. La importancia del sexo debe estar dada por la vivencia y los convenios entre las partes. Hay parejas que viven felices teniendo una relación por mes, porque ambos comparten esta frecuencia. Otras, en cambio, tienen relaciones varias veces por semana y están igualmente satisfechas. Los problemas aparecen cuando no se llega a un acuerdo porque existen diferentes intereses sexuales. De pronto hay parejas que llevan cincuenta años de casados sostenidos por el sexo y nadie va a decir que eso está mal. Y también te encontrás con otras parejas de cincuenta años fielmente casados que no alimentaron su sexualidad, que son pobres desde el punto de vista erótico, pero que también continúan juntos y felices. Cada pareja es un mundo.
–Para terminar, ¿cómo debe ser la noche de bodas ideal desde su experto punto de vista?
–Es importante tener en cuenta cómo se desarrollaron los días previos al casamiento. Si hubo mucha ansiedad o nerviosismo, si la pareja pudo disfrutar en forma plena la preparación y la fiesta, son variables que luego van a repercutir en la intimidad. El ideal sería una noche que fuera la culminación de un hermoso momento que ambos decidieron vivir motivados por el amor. Aunque no haya nerviosismo y esté todo bien, el cansancio también puede jugar una mala pasada. Yo siempre digo que es mejor tener una buena mañana de bodas antes que una mala noche.


(Agradecemos al Hotel Four Points de Montevideo por la colaboración prestada en esta nota).