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OTRA OPORTUNIDAD
Tras la ruptura amorosa se abre una puerta para un segundo intento.
Reestrenar soltería lleva a algunos de la depresión al desenfreno, del cambio radical a la resignación.
¿Qué actitudes asumen quienes regresan al ruedo?

POR MACARENA LANGLEIB ILUSTRACIONES: LATINSTOCK

Los recién separados pueden obrar de modo polarizado. Basta pensar en dos casos públicos recientes.
El presidente Nicolas Sarkozy, de Euro Disney a El Cairo paseándose con su nueva novia Carla Bruni.
Aunque un 93% de los franceses cree que los medios se han inmiscuido demasiado en su vida, lo cierto es que el mandatario ha optado por mostrarse exultante con la conquistada modelo cantante. En las antípodas, el anuncio del fin del matrimonio de la infanta Elena de Borbón y don Jaime de Marichalar. Los duques de Lugo disolvieron su hogar con monárquica mesura. El Palacio de la Zarzuela utilizó el término “cese temporal de su convivencia conyugal” para comunicar el divorcio y las partes se manejaron por un tiempo en total coherencia con el eufemismo. Pero no hay discreción que alcance. El disgusto no tardó en hacerse más profundo para la Casa Real. “Elena vuelve a sonreír”, titularon las revistas del corazón cuando la primogénita de los reyes de España asistió a un concierto de Bruce Springsteen.
Tampoco olvidaron deslizar suspicacias sobre un jinete portugués que estaría consolando a la

otrora triste princesa. No es cuestión de juzgar sino de poner sobre la mesa el “mambo astral”, con permiso de Ludovica Squirru, que enfrentan los nuevo solteros. “Cuando una pareja se separa va atravesando distintas etapas” –explica la psicóloga y terapeuta de parejas Mabel García–. “Al comienzo hay dolor, acompañado muchas veces de broncas y resentimientos. Cuesta volver a creer, a confiar, el corazón se cierra. Hay que respetar esa etapa y atravesarla, para volver a estar pronto para una nueva relación. Cada persona tiene su tiempo. Cuando esa etapa pasa, aparecen dudas, incredulidades, '¿será que volveré a enamorarme?'”. El cálculo de probabilidades no ayuda. El último anuario dado a conocer por el Instituto Nacional de Estadística arroja que fueron 12.415 los matrimonios registrados en Uruguay durante 2006. No obstante, tal entusiasmo por pasar por el registro civil enfrenta una cruda evolución histórica en un país que supo ser pionero en la región al instaurar una ley de divorcio, allá por 1907. Mientras que en el decenio 1910 - 1919 se constataron 2.1 divorcios por cada 100 matrimonios, en el período 1990 - 2000 esta relación se ubicó en 40.2 divorcios por cada 100 matrimonios, según un informe sobre hogares redactado por Alejandro Retamoso. En El manual del amor y la culpa (Aguilar, 2007), el psicólogo especializado en parejas Álvaro Alcuri trae a colación datos aun más desalentadores. “Hasta la década del noventa el promedio anual se situaba en 6 mil divorcios, pero ya en 2002 la cifra se duplicó, y en 2003 y 2004 superó los 14 mil”. La crisis económica también hizomella en los lazos de amor y por primera vez los divorcios superaron las uniones. ¿A esa masa de gente con las ilusiones rotas qué le espera? “Salvo algunas, las mujeres que se han separado están en el horno”, opina enfático AS de 42 años, padre de dos hijos y uno de los que experimentó en carne propia ese tan común contratiempo del divorcio.

El suyo, avalando las estadísticas, ocurrió en 2003. “Por un lado está bien separarte si te llevás mal con alguien, pero por otro lado quedan con una mano adelante y otra atrás. Se creen que va a andar fenómeno y después no se sube al carro nadie. Los hombres les hacen el cuento.
El hombre sale mucho mejor parado: puede ser que el país le dé más oportunidades, que sea un poco machista”, concede este docente.
El factor económico parece determinante, en algunos casos, tanto para tomar la iniciativa de romper el vínculo como para afrontar los eventuales gastos que implica volver al ruedo. Aunque la situación de Uruguay no sea la más propicia, existen empero mujeres con bolsillo y actitud. Con 45 años de edad, Violeta Seferián, que trabaja en el área de marketing de la Fundación Itaú Educativa, cuenta su punto de vista luego de un único matrimonio que duró tres años y 14 desde que se quitó el anillo.
“Te volvés selectiva, más cuando sos una mujer independiente que se mantiene, los hombres te tienen un poco de miedo. Ojalá uno encuentre un hombre inteligente al que le guste una mujer que se financie. Hay muchas que están atadas por la parte económica”.

Locura momentánea
Para el psiquiatra Alberto Chertok “la separación y más aún el divorcio, supone una crisis vital porque exige de la persona una serie de ajustes críticos: en lo económico, en la forma de relacionarse con los hijos, a veces cambios de vivienda”. Este experto en terapia congnitivo conductual que desde hace dos décadas trata parejas, advierte que parte de esos ajustes consiste en recomponer la vida social y allí es donde aparecen comportamientos que pueden llegar a sorprender al entorno e, incluso, al mismo implicado. “Estas formas de vincularse con el otro sexo suelen ser transitorias y propias del período inmediato a la separación. Después normalmente se llega a un equilibrio, a un término medio”, tranquiliza el médico. A algunos se les pasa pronto, pero varios quedan sumidos en una segunda adolescencia.

Fernando Martínez, estudiante de Arquitectura de 36 años, pasó por ese trance al concluir un matrimonio de siete años. “Soy flaco, pero el estrés de separarme me hizo bajar drásticamente de peso. No tenía ganas de comer; lo que sí hice fue empezar a salir con amigos. Fue una ansiedad, un escape del momento”. Que levante la mano el que, en un instante de soledad, no revisó la agenda tratando de reflotar historias inconclusas. “Cuando se enteraron de mi separación, me empezaron a llamar conocidas de otros momentos de la vida para decirme que ellas también estaban solas, para invitarme a salir. No concreté con ninguna. Es una época en la que está todo acelerado y tenés que poner el freno de mano porque si no te perdés.
Es una vorágine. Tengo amigos que entran en esa y es una de cambiar, cambiar, cambiar. Pero yo quiero tranquilidad”. Así como unos disfrutan de esa vuelta a las andanzas en la que testean su valor de mercado, otros transitan su duelo íntimamente. Ése fue el caso de Ximena Correa, que trabaja en una importadora. Estuvo cinco años casada y se separó al cumplir los 30. “El primer año no quería saber de nada: me gusta mucho el cine y muchas veces iba sola. Me costó empezar a hacer otro tipo de actividad. Juegan un papel importantísimo la familia y los amigos. El caso de las mujeres quizás sea un poco más difícil, depende de cómo haya terminado la relación y la autoestima. Yo me encerré bastante. Mi hijo era chico y no era muy partidaria de salir. Tenía claro que tenía que ocuparme de mí primero, porque si no, no iba a poder encarar pareja ni nada”.
Será que, como afirma el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, es riesgoso aplicar a las relaciones humanas los modelos que rigen el consumo de bienes materiales. Para el teórico del best seller Amor líquido (Fondo de Cultura, 2005), los sentimientos son inestables como los fluidos. “Si un solo miembro de la pareja dice 'necesito más espacio' o cree que el pasto es más verde en el jardín de al lado, todo se acabó. Por eso, ambas

"CUANDO UNO ESTÁ LISTO, EL OTRO APARECE Y LA CAPACIDAD DE AMAR RESURGE.
ES MÁS IMPORTANTE AMAR QUE SER AMADO, PORQUE LA CAPACIDAD DE AMAR ES
MÍA, NO DEPENDE DE NADIE MÁS", AFIRMA LA PSICÓLOGA MABEL GARCÍA.

partes viven con el miedo permanente a ser descartados o cambiados”, declaró, desde su residencia de Leeds, Inglaterra, al suplemento argentino ADN, de La Nación. La antropóloga uruguaya Teresa Porzecanski afirma que “en los tiempos de amor líquido, los sujetos se cuidan de comprometerse emocionalmente”. La autora de los ensayos Cuestiones del corazón (Taurus, 2007) agrega: “la relación se construye y mantiene light, por lo que salir y entrar en estos vínculos deviene más un intercambio simbólico y una exploración social, que la experiencia removedora y sustantiva de que hablaba Barthes. En el sentido más crudo, se trata de una especie de 'consumo' de relaciones descomprometidas que el sujeto fagocita y agota, para luego buscar un nuevo objeto de deseo y consumo. Así, el sujeto urbano contemporáneo se piensa siempre libre, indemne en el proceso, minimiza los daños, se propone olvidar rápidamente lo perdido, y regresa a un estado de disponibilidad pura”

Oferta y demanda
“¿Volver al mercado?
¡Qué pereza!”, exclama una que recién dejó. Arreglarse, salir, volver a repetir el identikit frente a cuanto extraño resulte interesante. Para Magdalena Márquez, que se separó en mayo pasado, lo insólito es estar sola, prácticamente por primera vez. “Siempre estuve en pareja. Me casé a los 23, me divorcié, conviví con otra pareja cuatro años y después estuve dos años con esta última, entonces, el tema de encontrarse a los 34 años sola y encarar eso es toda una experiencia”. La vida de esta química dio un vuelco en el último año. “Me fui a vivir con mi viejo, porque al principio no estaba en condiciones de afrontar nada sola. Mi energía estaba canalizada en el laburo, que era lo que no podía descuidar, y en tratar de estar bien. Además, en el medio, me fracturé una pierna. Recién ahora me estoy mudando sola para empezar 2008 con otra energía”.
A la directora comercial de la boutique Límite, Jackie Devoto, las clientas le hacen cuitas cuando están en el probador. “Que va a salir con alguien, que hace tanto que estuvo casada... Cuando está casada la mujer se siente más acotada que cuando está sola. Hay un montón de mujeres que te dicen 'te lo dejo pago y lo paso a buscar después porque no quiero que mi marido vea la bolsa' o la pagan con tres tarjetas para que no parezca que compró tanto”. No es que cuando se divorcien tiren la chancleta, como decían las abuelas, si bien son más lanzadas a la hora de elegir el vestuario indicado para destacar sus atributos. “Se compran cosas específicas para una salida; en cambio, cuando estás casada te la comprás para todo el año.” El conjunto básico es típico de la esposa. La soltera de la segunda vuelta se compra esa prenda especial que la ayudará a matar durante el fin de semana. Al menos eso cuentan las vendedoras. Otra cosa: así como el asesino siempre regresa al lugar del crimen, las solteras vuelven por más accesorios, se prueban medio local, piden consejo. Salen más y necesitan variedad. En plan tranquilo, Burlesque, en Pocitos Nuevo, es un restaurant y pub de referencia. “Tenemos un buen porcentaje de divorciados. Es una onda de conocer gente: están los tipos que cargan a las nenas chicas y los que quieren conocer mujeres grandes. Hay grupos de mujeres o el típico hombre solo y ahí te das cuenta de que es un divorciado o que se escapó, una de dos”, admite Ana Laura Benseñor, hija y sobrina de los dueños del lugar.

Detrás de la barra, es partícipe de envíos de cartas, tragos y hasta postres, una forma de seducción muy en boga entre quienes van allí a cenar solos o en grupo. El trago, frecuentemente con champán; el postre, un brownie con helado.
¿El perfil del divorciado tipo que va a Burlesque?
“Un galán veterano, digamos, bien vestido, presentable. Se esfuerzan más que los jóvenes. A veces, además de tener más cancha que un chiquilín, tienen más onda. No tienen problemas en estar sentados solos en una barra, tampoco”. Benseñor asegura que el lugar ha propiciado varias parejas: “Tenemos a un extranjero que se casó con una chica que conoció acá, un yanqui divorciado que estaba viviendo en Montevideo. Pasa en una buena.
No es una cosa de levante.
”Los divorciados de ambos sexos se quejan de la escasa oferta de boliches para gente en su situación. Critican, ya que están, la inercia del coqueteo, la falta de humor y hasta lo caraduras que pueden ser algunos. “Debo decir que salgo más cerrada que abierta cuando voy a bailar. Primero porque a las tres de la mañana la mitad de los hombres están borrachos”, explica Correa y amplía el concepto. “También me pasó que se me acercaron tipos con el anillo puesto. Vienen y te dicen 'estoy re mal con mi mujer'. Pero m'hijo, ¿te golpeaste? ¡No podés!”. Son varios los que tienen una barra de amigos que insisten en oficiar de celestinos, pero otros han tenido que armarse de una en su misma condición para salir juntos de noche. El casado, casa quiere y el soltero, compañía. El contador Héctor Berrutti señala que mucho ha cambiado desde su juventud, para empezar, que ahora se sale más tarde. “Son distintas etapas. Tengo 42 años y no salgo a enloquecerme por ahí. Salgo con amigos a cenar, a algún pub, y nos quedamos tomando algo. Voy por esparcimiento pero, viste, nunca se sabe.
Hay gente para todos los gustos”. La falta de romanticismo y el recelo parecen agravarse producto de una modalidad que Correa describe así: “las mujeres ceden ante muchas cosas. Ahora la onda es que el tipo con el que salen no las invita a tomar algo o bailar. Fulana sale con sus amigas por un lado y fulano con los suyos por otro. Se mandan mensajes de texto a las cuatro de la mañana. '¿Dónde estás? Tengo ganas de verte. ¿Te paso a buscar?'”. Circular, simplemente circular. “Tuve etapas de salir a bailar y después como que no querés saber más nada porque en los lugares de la noche no encontrás personas para algo serio. Debe haber, pero el noventa por ciento no. Si alguien va a aparecer va a ser en el supermercado, igual”, confía Seferián.
“Estuve mucho tiempo sin salir y los lugares cambiaron”, acepta Márquez.
“Prefiero conocer gente por amigos comunes, en una cena. De repente a boliches voy con amigas una vez por mes pero no lo tomo como un lugar donde voy a conocer un tipo. Ellos vienen, pero nunca sabés en qué onda. Yo soy muy transparente y sigo encarando así. Si estás afín bien, si no, seguí tu viaje.”
La seducción nocturna no es la única viable. Hay gimnasios de fama bien ganada.
“Para el enganche se usan mucho las clases de spinning, que son mixtas”, aconseja un profesor. Entre “te cambio la bicicleta, correte a la camilla, permiso que necesito esa pesa”, finalmente se forman parejas de alumnos. En esta alternativa al boliche, el trago es la bebida sin azúcar, obviamente. Eso sí, a no descuidar la vestimenta, mantener el sudor a raya, y que parezca que el interés radica en el fitness, pese a todo.
Contra cualquier pronóstico, a Martínez, el futuro arquitecto, el

siguiente amor no le golpeó a la puerta, aunque sí a su dirección electrónica.
El cortejo tiene mil rostros.
“Me contactó a través del correo.
El servicio de chat te pedía un perfil, vio mi perfil y me escribió. Sorpresa total”. Él, que había completado el formulario como un requisito más de Internet, sin acudir a sitios específicos del rubro amoroso, como www.match.com o www.zonacitas. com.ar, se vio de repente intrigado por una profesional de buena prosa, que lo sedujo con su atrevimiento.
“No sabés a quién tenés enfrente. Te empezás a fijar en cómo relaciona palabras, la chispa que tiene.
”En plan virtual estuvieron meses hasta que se animaron a encontrarse.
“Ella es bien encaradora. Me dio el teléfono y seguimos saliendo”.

Ser y parecer
El 50% de las rupturas se da entre los 35 y los 49 años, cuando se puede plantear una nueva vida, sostiene un artículo publicado por los sociólogos Mario y Sandra Gaviria en el periódico La Vanguardia de Barcelona.
Se presume que a esa edad, la del adulto productivo, se cuenta con más capital, tanto en lo económico como en lo psicológico.
Pero vaya desconcierto ese de regresar al equipo de los solteros.
“Era una pesadilla vivir sin la posibilidad de poder escapar de las relaciones. Pero es también una pesadilla vivir siempre en un estado de ansiedad respecto al futuro de la relación en la que se está.
En ambos tipos de arreglo hay aspectos muy negativos”, recalca Bauman.
“La relación con mi ex es mucho mejor desde que me separé”, cuenta Berrutti, que vive su nueva situación desde 2004, tras siete años de pensar todo de a dos. El tiempo transcurrido no quiere decir tampoco que esté 100% habituado a la nueva vida: “Cuando uno está casado quiere estar separado y cuando está separado quiere estar casado. Uno quiere lo que no tiene”. Desde el costado femenino, Márquez recalca: “Es todo un aprendizaje, incluso con las amigas, porque después que pasás encerrada el fin de semana con tu marido y vas a la casa de los suegros, ahora es realmente encarar la vida de otra manera. Creo que los sacrificios, lo que implica la vida en pareja, es muy fuerte: ves con autocrítica lo que dependía de vos y lo que no. Los golpes te fortalecen, pero aparte hay que saber pedir ayuda.
Empecé terapia, llamé a amigas cuando estaba demasiado angustiada.
Está bueno decir 'sola con esta situación no puedo'”.
“Los que se casaron siempre vuelven a enganchar”, cuenta Correa que le dicen sus amigas, entre la hipótesis y cierto tono de envidia. ¿De verdad siempre se casan las mismas o se trata de un mito?
Un estudio llevado adelante entre 11 mil mujeres estadounidenses por The Centers for Disease Control and Prevention y divulgado por el Washington Post en el año 2002 rebate este latiguillo de las solteras. “Hay cada vez más gente divorciada y así más oportunidades para un segundo casamiento”, señaló Matt Bramlett sobre dicho sondeo. A pesar de la mayor disponibilidad, lo curioso es que a partir de los años 50 el porcentaje de mujeres que se vuelve a casar ha disminuido.
En aquella época dos tercios de las divorciadas volvían a comer perdices apenas cinco años después. En este comienzo de siglo sólo la mitad termina casándose en el lustro siguiente a su divorcio.

Entre el cartel invisible de "se busca" y el de "fuera de servicio" hay un mar de posibilidades
para una nueva relación.

“Cuando uno está listo, el otro aparece y la capacidad de amar resurge. Es más importante amar que ser amado, porque la capacidad de amar es mía, no depende de nadie más. Quien nunca estuvo en pareja y no le es fácil, quizás esté cerrado al encuentro y tenga que revisar si está realmente dispuesto a entregarse en una relación. Muchas personas tienen miedo de sufrir, dicen querer estar en pareja, pero hacen de todo para que nadie les venga bien, o para que nadie se les acerque, por eso me parece que es más fácil volver a enamorarse cuando ya lo hicimos”, recalca la doctora García. Su colega, Chertok, subraya que después de un divorcio la formación de una segunda pareja es optativa.
“No es tan preceptivo como en general lo es al principio. No se toma como un fracaso el hecho de que no vuelva a formar una pareja estable. Cuando se forma, suele darse sobre bases un poco más sólidas”, revela el especialista. En eso operan la edad y la suerte que haya corrido cada uno.
“La nueva relación deja de ser un fin en sí mismo y pasa a ser un medio para tener una mejor calidad de vida. Se piensa con otra madurez, se toman más en cuenta los aspectos prácticos de la convivencia, y normalmente eso asegura relaciones más sostenidas

en el tiempo”, augura Chertok. Quizás lo más complicado no sea encontrar pareja sino lograr un acuerdo que satisfaga a las partes. “El que se quemó con leche, ve la vaca y llora”, reza el dicho. “Aportando de uno siempre lo podés lograr. No hay que desesperarse, como escucho en mujeres: 'Voy a quedar sola'. La pregunta es si estás dispuesto a limitar tu libertad. Ya viví un poco y esas horas que puedo estar solo no te las cambio por nadie. La tenés que querer mucho. Andá a explicarle 'vamos a ser novios, quedate en tu casa y nos vemos tres veces por semana'.
O sea, menor cantidad y más calidad. Les parece una locura. He tratado, pero me han sacado volando”, se lamenta AS. Seferián coincide en esto último: “Creo que rejuvenecí cuando me separé. Estaba gorda, antigua... estaba casada, claro. No digo que no me volvería a casar, pero prefiero vivir en pareja, que también es difícil, o que cada uno tenga su casa. Hay casos espectaculares de mujeres que en tres meses están casadas y otras que hace diez años están separadas y nunca más han tenido un hombre.
Oportunidades hay, ya sea de pasatiempo o de quién sabe qué. Hay que aventurarse. Como cualquiera, de cualquier edad, uno se ilusiona cuando conoce a alguien”.

Correa se suma al equipo de los que descreen del nido de amor compartido.
“No estoy en la búsqueda; estoy a la expectativa.
Y está difícil. No tengo premura. No por eso reniego de la pareja; sí me adapté a vivir sola con mi hijo y creo que la convivencia me costaría un montón”.
Márquez, la que apenas estuvo sola, afirma sentirse más repuesta ahora que pasó casi un año de la última ruptura. “Mi objetivo es formar una familia; eso no ha cambiado, pero me doy cuenta de que estoy cascoteada y que necesito tiempo, reflexión y conocimiento de la otra persona.
Ya he pasado bastante y tengo otra edad.” En tren de caza, entonces, qué fauna sobrevive.
Ésa es otra cuestión.
“Todo depende de las posibilidades de acceso. Creo que depende más de eso que de condiciones personales”, observa Chertok.
“La persona que está embretada en una relación laboral en la que pasa la mayor parte del día metida en una oficina con poca gente y no tiene tampoco un núcleo social que le permita conocer personas lo va a encontrar difícil, seguramente. Las personas están; el tema es dónde encontrarlas”.
Atención a la receta médica: en procura de una nueva pareja, circulen, divorciados, circulen.

ALINEACIÓN Y BALANCEO
“Quiero cambiar el color; estoy deprimida”, puede ser el comienzo de un confesionario propio de Gran hermano. “Buscan verse más lindas, hacen dieta, se preocupan más; no quiere decir que no las veas impecables antes, pero hay un cambio cuando están solteras de nuevo”, detecta Marcelo Harin, de la peluquería Julio César Camacho. “Se ponen extensiones, cambian el color. Es un detonante de que se quieren ver más jóvenes y frescas”. Cuando llegan notoriamente conflictuadas el consejo es evitar la catástrofe. “Prefiero no cortar, porque la depresión va a ser doble. Mejor hacete un baño de brillo, claritos, porque eso se tapa y ya está". En clínica Laser Light todavía no ofrecen un combo para divorciados, pero su directora Helena Wernik los coloca en el mismo grupo que a los viudos y a los de cónyuges más jóvenes. Quienes recién dejaron, o acaban de estrenar, reclaman una mejora urgente. Predomina la franja de los 40 años.
Gastan de mil a tres mil dólares por tratamiento. Hay quienes por una puesta a punto se han colocado hasta 15 mil dólares encima. Empiezan por la cara y siguen con una lipo no invasiva. “Tienden a hacer una catarsis. Comentan que sufrieron y llegó el momento de decir 'acá estoy yo'”.
Traen la cara mustia, según la esteticista, y en un mes quedan renovados. Ellos se hacen dermage, o sea, lifting no quirúrgico, botox, dpl para las manchas, y liporeducción, sobre todo en los flotadores. Wernik recuerda el caso de una alemana cuyo ex le había comprado una casa para reciclar en Punta del Este y cuando cayó en la cuenta de que era ella la que estaba en ruinas, dejó la cocina a medio hacer y se fue a recauchutar. ¿Por qué no lo hacen antes de separarse? “Por más que tengan plata, él le pone las mejores ruedas al auto, pero a la mujer le dice que está bien. Por eso cuando se liberan lo gastan acá”, concluye Wernik. El cirujano plástico Hugo Mercatini explica que “en Uruguay es más frecuente que ellas se operen. A veces está mal encaminado; empiezan por lo físico, que es lo más fácil y lo que hay es un descontento espiritual”. Desestimular es necesario si la paciente no está en un estado anímico normal. “A veces encara mal y puede ser una eterna descontenta. Cree que con eso va a solucionar sus males y está equivocada. Nos ha pasado. La cirugía estética es una cirugía psicológica, opcional; el paciente no tiene una enfermedad, sino que se siente desconforme con su cuerpo”.
     
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