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  Marzo 2007 | Nº172  
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De Profesión, El Mejor
La formación profesional no
es algo para tomar a la ligera.
De hecho, más de un joven debe estar soñando con una especialización que lo ayude
a diferenciarse del montón.
¿Qué hacer? ¿Adónde ir?
Aquí, profesionales sobresalientes en nuestro medio aconsejan según su
real saber y entender. Es de rigor leer con atención.
Eterna Adolescente
Jane Birkin

La actriz y cantante inglesa que fue un símbolo de los años 60 no tiene pelos en la lengua y se anima a hablar de las cirugías estéticas, la vida loca junto a Serge Gainsbourg y hasta de su compromiso con las causas humanitarias.
Benditas y Malditas
Matemáticas

Son el dolor de cabeza de todo estudiante. Sin embargo, el abstracto mundo de los números rige, en buena parte, la vida de las personas. Mientras que en los demás países toman conciencia de esto, en Uruguay el tema sigue dormido.
¿Qué estamos haciendo CON NUESTRA VIDA?
Comunicación versus conexión. Éxito versus calidad de vida. Deseo versus necesidad. En medio de la maraña tecnológica, según advierten los expertos, ¿nos estamos perdiendo a nosotros mismos?
Pasaje a la Emoción
el espíritu de los antiguos exploradores seduce a una nueva generación de turistas dispuesta a recorrer el planeta en busca de aventuras. Aquí van veinte propuestas para viajar de una forma no tradicional, y acercarse a un mundo cada vez menos ajeno.
 
 


JANE BIRKIN




Eterna Adolescente

La actriz y cantante inglesa que fue un sÍmbolo de los años 60 no tiene pelos en la lengua y se anima a hablar de las cirugÍas estéticas, la vida loca junto a Serge Gainsbourg y hasta de su compromiso con las causas humanitarias.









Por: Marina Macome
Fotos: José Pereyra Lucena y Archivo El PAÍS


Astraerse de la imagen de mito erótico de los años 60 es casi un ejercicio vital para reconocer a la Jane Birkin de nuestros días: ni una gota de maquillaje, musculosa extra large, pantalones cargo y zapatillas. Inquieta un poco ver sus cordones desatados mientras corre por el aeropuerto de Buenos Aires junto con sus nietos, Alice y Ben. Una vez en el mostrador de Austral, se entera de que el esfuerzo fue en vano porque hay al menos tres horas de demora para el despegue de su vuelo con destino a Trelew. La noticia parece no afectarla y, en vez de vociferar como el resto de los pasajeros, propone un almuerzo. Intento recordar la dirección de algún restaurante très chic, pero por suerte la entrevistada simplifica las cosas: “Quisiera ir a esos lugares en los que se paga poco y sirven carne continuamente”. Terminamos en una parrilla de la Costanera, con la mujer que puede tranquilamente jactarse de ser la inglesa más famosa de Francia. Por el momento, no hay indicio alguno de que lo haga, aunque motivos le sobran: hija de la actriz Judy Campbell y de un aristócrata inglés, la chica de los inmensos ojos teatrales, minifalda y voz aniñada se convirtió en emblema de los años 60, cuando recién arañaba las dos décadas de vida. Su fugaz pero controvertido desnudo en la película Blow Up (que le valió la Palma de Oro a Michelangelo Antonioni) marcó el inicio de una carrera que trascendió las fronteras de una efervescente Swinging London e hizo escala en París, donde conformó, con el genial Serge Gainsbourg, una de las parejas más revolucionarias del showbiz internacional. Imposible olvidar su performance en el escandaloso tema Je t’aime, moi non plus, condenado por el Vaticano y censurado en medio Europa. Basta recordar que una entonces explosiva Brigitte Bardot, para quien la canción había sido escrita originalmente, se acobardó a último momento, circunstancia que hizo que Jane no lo pensara dos veces. Optimos reflejos: mientras una parte del globo se rasgaba las vestiduras con esos más que sugerentes suspiros plasmados en el vinilo, la otra le reservaba un lugar privilegiado en la historia de la música. A eso le siguieron éxitos discográficos que incluyen dúos memorables con artistas de los más diversos ámbitos y generaciones: Françoise Hardy, Brian Ferry, Beck, Manu Chao, Franz Ferdinand, Caetano Veloso. Una extensa carrera musical que vuelve a deleitar a sus seguidores con su recientemente aparecido Fictions, en el que, entre otras joyitas, reinterpreta la Harvest Moon de Neil Young, y Alice de Tom Waits.

Mujer Multifacética

La música ha sido su fuerte, pero no el único ámbito en el que esta eterna adolescente dejó su impronta. Después de Blow Up, intervino en decenas de películas, como La piscina, junto a la actriz Romy Schneider; Muerte en el Nilo, con Mia Farrow y Bette Davis, y La hija de un soldado nunca llora, entre otras. Las mismas dotes histriónicas que hoy vuelca en el teatro, donde personifica a Electra, actualmente ovacionada en los escenarios más prestigiosos del Viejo Continente.
Este 2007 la tendrá en el difícil rol de directora, con su nueva película, Boxes, que probablemente verá la luz en el próximo Festival de Cannes. La historia es de tinte autobiográfico, lo cual no es un dato menor si se tiene en cuenta cuán intensa ha sido la vida de esta leyenda viviente. Jane Birkin estuvo casada tres veces. Su primer marido fue el compositor John Barry, creador de bandas sonoras de películas como las de la serie 007 y con quien tuvo a su primera hija, Kate. Después llegó la simbiosis con Gainsbourg y su segunda hija, Charlotte, actriz y cantante, y razón principal del fugaz paso de Jane por la Argentina (estuvo rodando la última película de James Ivory, The City Of Your Final Destination, en la que Anthony Hopkins será parte del elenco). Su tercera pareja fue el director de cine francés Jacques Doillon, con quien tuvo a Lou, también actriz y flamante cara del Calendario Pirelli (comparte “cartel” con Sophia Loren, Penélope Cruz y Hillary Swank).



Jane Birkin sorprendió al mundo al interpretar la provocativa canción
Je t´aime, moi non plus que Brigitte Bardot no se animó a cantar junto a Serge Gainsbourg.








Ícono de la Moda


Jane Birkin es uno de esos símbolos de estilo que vuelve continuamente desde los 60 para marcar tendencia. Chanel se ha inspirado en su maquillaje, sus enormes cadenas de oro, la melena lisa, el flequillo recto y las minifaldas. El diseñador Marc Jacobs se suma al tributo y, de paso, le pide permiso para poner su nombre en algunas de sus prendas, circunstancia que sorprende a la propia Jane (confiesa incrédula, tocando la musculosa de algodón que lleva puesta), pero no al resto de los mortales. Es un hecho que el simple rótulo Birkin se traduce en un categórico éxito de ventas. Y de eso sabe mejor que nadie la Maison Hermès, cuya Birkin Bag, a pesar de venderse en decenas de miles de euros, tiene una frondosa lista de espera que sólo puede llegar a descongestionarse en años. Entonces asoma la faceta más interesante de esta inglesa de orígenes nobles, cuando confiesa haber donado esa primera cartera para una subasta en internet destinada a las víctimas de un terremoto en Taiwan. Y aquello es sólo un mínimo indicio del compromiso político y social que desarrolla desde hace años y que excede el legado del mismo Serge Gainsbourg.
–¿Hay fecha para el desembarco de su nueva película en el Río de la Plata?
–Justo me dieron la buena noticia de que tenemos distribuidor, por lo cual creo que Boxes verá la luz en el próximo Festival de Cannes. No como entrada oficial, sino posiblemente como una presentación. Si todo sale bien, la película podría estar llegando a la Argentina para setiembre. Mientras la preparaba, interpretaba a Electra en el National Theatre; no he parado de trabajar por dos años consecutivos. Estos son los primeros cinco días en los que no hago nada. Si hubiese tenido que seguir esperando la confirmación de un distribuidor, creo que me hubiese vuelto loca.
–¿Es una película autobiográfica?
–No exactamente… La película trata de mujeres, madres, hijas, fantasmas… Por ejemplo, yo nunca más volví a hablar con mi primer marido y, sin embargo, en la película aparece en mi dormitorio; Serge Gainsbourg está muerto y asoma como un fantasma por la ventana; también hago a mi padre volver de la muerte. Yo actúo supuestamente de mí, pero diez años atrás, cuando todavía creía en el amor y pensaba que tiéndolas en cajas y dejándolas atrás… Es por eso que elegí el título Boxes.
–Tengo entendido que su madre, la actriz Judy Campbell, iba a hacer justamente de su madre.
–La película la escribí, como te dije, hace diez años. Por aquel entonces estaba prevista su participación, pero los tiempos se dilataron y ella murió mientras esperaba hacer su parte. No llegó a tiempo. Su personaje es interpretado por Geraldine Chaplin, que adoraba a mamá. El papel de mi primer marido lo encarna John Hurt. El fue muy dulce: vino por dos días a filmar y no quiso cobrar un centavo.
–A mediados de 2006 presentó su nuevo disco, Fictions, definitivamente el más anglófono de todos. ¿Hay alguna razón en particular?
–Tuve la loca idea de que a los ingleses les encantaría y que todos dirían al unísono ¡Vuelve a casa Jane, vuelve a casa!, pero no lo hicieron (risas). Fictions es una especie de prolongación de Rendez-vous, mi álbum anterior, pero sin los dúos. En este disco interpreto todas las canciones que me sugirió el sello discográfico, a mi manera (como la irreconocible Alice, de Tom Waits). Para el próximo álbum quisiera escribir mis propios temas.
–A lo largo de su carrera ha colaborado con artistas de todos los ámbitos y generaciones. Al margen de Gainsbourg, ¿con qué otros músicos le gustó trabajar?
–¿Conoces al cantante Miossec? El es muy sexy. Entonces, pensé: qué fabulosa idea sería proponerle hacer un dúo. De esa forma, estaríamos en una pequeña cabina grabando juntos. ¡Una canción es una muy buena excusa! Otra persona con la que me gustó mucho trabajar fue Beth Gibbons, a quien adoro. De la colaboración con el italiano Paolo Conte también tengo buenos recuerdos.
–Al cumplirse 15 años de la muerte de Serge Gainsbourg, se le rinde todo tipo de homenajes, como Monsieur Gainsbourg Revisited. ¿A qué atribuye este interés de pesos pesados de la música actual por el trabajo de su ex marido?
–Creo que Serge ha estado siempre adelantado en todo lo que hizo. El último disco que estaba armando antes de morir era de jazz. Sin duda, habría estado quince años adelantado a la gran cantidad de gente que hoy revisita este género musical. La cosa maravillosa es que Serge murió sabiendo que Francia lo amaba. Hay muchos artistas demasiado avant-garde, como el pintor Amedeo Modigliani, que sólo son descubiertos una vez muertos. Cuando Serge adaptó La Marsellesa, lo hizo dos décadas antes de que los franceses se enteraran de la existencia del reggae.
–El conflicto entre Francia y Argelia era un tema candente y parece que muchos no tomaron muy bien semejante versión del himno francés...
–Me la pasaba saliendo de los hoteles por amenazas de bomba. Me acuerdo de que en una oportunidad había un gran número de turistas norteamericanos sentados en el pasto preguntándose furiosos qué hacían ahí afuera, a las cuatro de la mañana. Te imaginarás que yo no me podía poner a explicarles: “Lo que pasa, señores, es que a Gainsbourg se le ocurrió cantar La Marsellesa en clave de reggae y a algunos no les gustó la idea”.



¨Es difÍcil conservar la expresiÓn si se abusa del botox. no creo que sea algo bueno para una actriz. he visto gente que se metiÓ de todo, y para peor lo tiene que renovar continuamente.¨









Durante una gira por Estrasburgo aparecieron varios miembros del movimiento de la extrema derecha fascista para impedir que Serge se presentara con su banda. El se comportó como un héroe en esa ocasión. Les dijo a sus músicos rasta que se quedaran en el ómnibus para que no resultaran heridos: “Quédense aquí que ya tienen bastantes problemas en Jamaica”. A continuación, subió al escenario con la cara totalmente pálida, tomó el micrófomicrófono y empezó a cantar el himno a capella en su versión original. Entonces, todas esas personas que en un primer momento habían ido allí con la intención de agredir, de pronto no supieron qué hacer, si cantar con él, quitarse el sombrero... Quedaron totalmente descolocadas. Fue fabuloso.
–Pero no todos lo consideraban un héroe...
–Estaba este hombre bastante tonto de la Academia Francesa, Michel Droit (periodista e interlocutor favorito del presidente De Gaulle). El escribió un artículo sumamente desagradable en el que decía que Serge tenía nariz de gancho, e incluía una foto suya tomando cerveza. A continuación, hablaba de los orígenes judíos de Gainsbourg, al tiempo que se preguntaba si los judíos tenían el derecho de cantar La Marsellesa junto a una banda de jamaiquinos. Y remataba diciendo que el simple hecho de que Serge Gainsbourg estuviera respirando su mismo aire lo hacía sentir como si estuviera envenenándose con el caño de escape de un auto. Se metió en serios problemas por escribir semejantes cosas; se lo acusó de racismo. Al principio, Serge estuvo muy dolido, pero cuando la cosa tomó tales proporciones se sintió aliviado.
–¿Hubo algún artista capaz de llenar el vacío musical que se generó con su muerte?
–Creo que mucha gente admite que recibió su influencia.
–A simple vista no se le ve ninguna operación. ¿Cómo hace para aceptar tan naturalmente el paso de los años en una época en la que la estética es casi vital?
–Justamente, el otro día nos estábamos dando cuenta con Geraldine Chaplin de que somos las únicas dos actrices que no nos hemos hecho un lifting. Yo estuve una vez a punto, pero me dio miedo, y a ella le pasó exactamente lo mismo. Aquello se traduce en un buen presente laboral, porque no quedan muchas caras que puedan personificar a una abuela de sesenta años, o que puedan hacer de una mujer de cincuenta y tener un amante. Es difícil conservar la expresión si se abusa del botox. No creo que sea algo bueno para una actriz. He visto gente que se metió de todo, y para peor lo tiene que renovar continuamente. Por supuesto que no tienen una arruga, si llenan hasta el mínimo espacio, a tal punto que les queda una hermosa cara de melón. Pienso que si uno se hace algo en la cara para uno mismo es entendible, pero si lo hace para complacer a los demás... Yo hago cosillas, como teñirme las canas. Sé, por ejemplo, que Françoise Hardy se dejó el cabello blanco. Yo aún no me siento lista para eso; no sé cómo me vería. En varios casos empiezan a operarse a los treinta años. Veo este fenómeno como un gran miedo de no ser aceptadas. Y no lo condeno para nada. En los sixties nosotras solíamos maquillarnos muchísimo. Aunque no entráramos en los quirófanos, estábamos igual de confundidas. Nos cubríamos la cara con mucha base clara, nos delineábamos la boca y nos poníamos esas eternas pestañas alrededor de los ojos. Queríamos ser Jean Shrimpton, pero nos parecíamos mucho más a Bambi. A mí me llevó diez años dejar todo el maquillaje atrás y ser yo misma. Y la verdad es que me siento muy afortunada porque pude haber sido únicamente una mera “chica Bond”.
–Muchos han catalogado la canción Je t’aime, moi non plus como una provocación. ¿Usted también la vivió de esa forma?
–Yo no la pensé para nada como una provocación. La única posible provocación que veía con respecto a aquella canción era que Serge la cantara con otra. Así que no lo pensé dos veces y acepté de inmediato. Me imaginaba una interminable lista de chicas hermosas, todas dispuestas a cantar la canción que Serge había escrito para Briggitte Bardot.
–Como usted bien dice, el tema era originalmente para Brigitte Bardot, pero parece que de pronto no se animó a cantarlo.
–No era una cuestión de coraje; simplemente, ella era una mujer casada. De cantar ese tema, su marido le habría pedido el divorcio. Muchos años después del lanzamiento de la canción, y cuando ya no éramos pareja, Serge me llamó por teléfono y me dijo: “Tengo noticias que probablemente te vayan a herir”. Y yo le dije: “Dímelas rápido, Serge”. Entonces me contó que estaba sacando la versión de la canción Je t’aime... con Bardot. Le dije que no me importaba, sobre todo porque la recaudación estaría destinada a una buena causa, la de sus animales. Además, yo ya había cantado esa canción 20 años antes.
–¿Swinging London o Mayo del ’68?
–Ninguno de los dos. Para el Mayo del ’68 yo estaba en Londres. Muchos años después, en un momento en el que no me importaba morir, fui a Sarajevo. Estaba tan furiosa con la matanza de gente que me dije: “¿Por qué no morir allá?” Entonces, me subí a un tanque destinado a llevar ayuda a los estudiantes de una universidad que había sido bombardeada por los serbios. Y fue dentro de ese tanque que conocí a un hombre que en un principio creí que era sólo un escritor. Después resultó ser el líder original del Mayo del ’68. Su nombre es Olivier Rolin. Junto con él distribuimos libros, ropa y comida en Sarajevo. Un militante y un hombre muy interesante. Olivier aparece al final de mi película. Antes que a una Swinging London prefiero representar a Amnesty o a la Federación Internacional de los Derechos del Hombre. Por ejemplo, hacer algo al respecto con el caso de Aung San Suu Kyi. Esta mujer tiene mi edad y hace años que está presa en Birmania. Ella es budista, ganadora del Premio Nobel de la Paz; incluso ha habido una revolución en su nombre. Temo que muera en prisión. Por eso estoy haciendo todos los esfuerzos posibles para que se hable de ella. O de los chechenos, de cómo los rusos están acabando con ellos. Hoy me moviliza este tipo de causas; me siento identificada con ellas.
–No puedo dejar de preguntarle sobre la mítica Birkin...
–Todo ocurrió durante un viaje en avión, cuando extraje una agenda de la que cayeron varias fotos. Entonces, el hombre que estaba sentado a mi lado me sugirió: “Usted debería tener bolsillos en su agenda”. Le dije que Hermès no hacía agendas con bolsillos, a lo que él respondió: “Yo soy Hermès; si me da su agenda, le voy a hacer bolsillos”. Durante el vuelo también le pregunté si podía hacerme una cartera, e incluso se la dibujé: la quería un poco más grande que el modelo Kelly y con una abertura diferente, para que resultara más práctica de cerrar. Al poco tiempo me llamó para decirme que estaba lista. Entonces, me pidió permiso para llamarla Birkin Bag. ¡Me sentí tan halagada! El modelo se hizo muy famoso. A los cinco años los japoneses se volvían locos y querían a toda costa fotos mías con la cartera. En una ocasión fui a cantar a Nueva York y alguien me preguntó: “¿Usted es Birkin, como la cartera?”. Hace un tiempo le pedí a la gente de Hermès que apoyara mis causas con las ganancias que me corresponderían por las ventas de la cartera. Este año van a ayudarme con Aung San Suu Kyi, y también con los sin techo de las afueras de París. El año pasado las ganancias fueron para las víctimas de las minas antipersonales. Esto lo venimos haciendo desde hace tres años. Así que ya no me importa en lo más mínimo que siempre me pidan fotos junto a la Birkin Bag porque sé que el dinero estará destinado a buenas causas.

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