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Entrevista
del AMOR Y OTROS DEMONIOS
Relaciones perversas es el título que dará
a conocer en los próximos meses Ginette
Ortega. Mientras corrige su novela de
mayor aliento, la autora habla de los vínculos
y los códigos sociales, de la admiración
y el qué dirán, de los hombres, las mujeres y las mascotas.
Por: Macarena Langleib Fotos: PabLo Rivara
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Usa cartera dentro
de su propia casa
porque el lugar
es grande y más
vale tener todo
a mano, explica
antes de que se
prenda el grabador.
Una novela en las
gateras, una vida
social intensa y un
familión demandante integran la rutina
de Ginette Ortega, escritora, pero
también administradora de inmuebles,
y anteriormente decoradora y bailarina
profesional. Una señora que no se queda
quieta ni sola y que con los años que
calza, pero no confiesa, sigue yendo a
clases de danza tres veces por semana
y aspirando a un lugar encumbrado
en el mundo de las letras. Con sus
libros previos, publicados por Planeta,
consiguió colarse en la lista de los más
vendidos. No le fue nada mal y despertó
comentarios, por los visos de realidad
de algunos personajes y diálogos. En un
rincón de su décimo piso plagado de óleos
de firmas nacionales destacan las fotos
junto a Nureyev, Octavio Paz, Borges,
la autora maldita Armonía Somers y el
ex presidente Lacalle. “Releo a Proust,
Balzac, Flaubert”, responde sobre sus hábitos de lectura, que no incluyen a los
contemporáneos.
Es de las que creen
que el amor con mayúsculas llega una
sola vez y le preocupan las mujeres
que se entregan demasiado. A la gente
nefasta la aparta del camino, pero no
olvida, porque todo puede servir de
alimento para la ficción. Aunque tiene
fama de excéntrica, acepta que es más
conservadora de lo que aparenta. En
compañía de Eva María Braun, su perra
salchicha que vino con nombre incluido
y es guardiana contra lo que su porte
hace suponer, se desarrolla la siguiente
entrevista.
–¿cuánto tiempo le insumió esta
obra?
–Hace tres años y medio que estoy
trabajando en esta novela y viene
complicada por las actividades que tengo
a mi alrededor, que me impiden tener
una continuidad.
Escribo todos los días,
pero de pronto tengo que interrumpir
porque me dedico a la venta y |
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alquiler de
apartamentos, propiedades sobre el mar
que me quedaron de las épocas en que
trabajaba como decoradora, y me ocupo
de refaccionarlos. Por otro lado tengo
una familia que de ninguna manera
quiero posponer. Soy una gallina enorme
que protege a todos bajo sus alas. Les sigo la vida de cerca tanto a los que
viven acá como en Estados Unidos y
Perú. Tengo cuatro hijos, nueve nietos,
y con mis nueras, que es rarísimo, nos
llevamos espléndidamente. Aquí es el
refugio de todo el mundo y a mí me
encanta cocinar. Soy muy amiguera,
también, pero les permito venir sólo
sábados y domingos.
–¿si esto fuera un antiguo libro de
familia diría que los días de visita de la
señora ortega son los fines de semana
exclusivamente?
–No es tan estricto porque yo soy
muy permisiva. Si alguien me quiere ver
y me necesita siempre estoy a la orden.
Mirá, esta es la casa del pueblo.
Todo
el mundo festeja sus cumpleaños acá
y yo estoy encantada. Me gusta la vida
compartida, dado que mi actividad como escritora es terriblemente solitaria. Claro
que cuando estoy escribiendo estoy
viviendo otro mundo.
–¿en qué ámbito escribe?
–Cierro las puertas, pongo música
clásica y pueden pasar diez horas. Me
gusta mirar el mar, me parece que me
da su energía.
No puedo vivir sin la
computadora y la impresora. Siempre
tengo terror de que haya un apagón, de
que una ola gigante me tape la casa, no
sé qué es pero me protejo por todos los
medios. Son manías que tendrá la gente
que escribe.
–¿Qué volumen tiene esta nueva
novela?
–Es inmensa y estoy tratando de
comprimirla. Vienen a ser dos novelas
en una: la vida de una persona en una
y la de su heredera en otra. Hacer una
síntesis es muy difícil. En eso estoy.
–¿Qué más puede adelantar de la
trama?
–Me gustaría que permaneciera en el
misterio, pero el título ya está cantando
el tema.
A lo largo de la vida, y tanto
más si se ha vivido intensamente, se
conoce mucha gente, y después no es
que vaya a calcarlos, pero sí hay matices
de muchas personas que componés en
un personaje.
No íntegramente, pero
con muchas de sus características. Yo
he conocido gente deleznable y también
gente fantástica. Bueno, ahí van todos.
–Pero seguro que tienen un papel
protagónico los deleznables.
–Exactamente. Sus actitudes son por
lo menos más atípicas.
Se necesita
mucha experiencia, dejar de lado la
inocencia y la incredulidad para poder
tomar la esencia de ese tipo de gente.
Creo que estoy en el point. |
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–con la edad hay gente que se
siente más allá del bien y del mal y se
atreve a más cosas. ¿es su caso?
–Nunca estuve frenada absolutamente
por ningún comentario. Soy una persona
a la que no le importa nada lo que opinen
los demás. También en mi escritura: al
que le gusta le gusta y al que no, que
no me lea.
–Pero sí hubo gente molesta con las
cosas que escribió.
–Es posible, pero creo que nunca
he herido a nadie, porque no he puesto
nombres propios. Si la gente se imagina que estoy hablando de fulano o de
mengano corre por cuenta de ella.
–¿cuándo sintió que había
encontrado su estilo?
–Cuando gané el premio Jorge Luis
Borges; era muy joven, hace muchos
años, y aunque no creo en los premios,
me vino muy bien porque fue un estímulo
ganar entre ocho mil cuentos. Entonces
hice otros y Editorial Arca me propuso
publicarlos. Se llamaba El Ibbûr y otros
cuentos.
–¿tiene un lector de confianza?
–Cuando estuviera en los finales
iba a dársela a un gran amigo escritor
pero acaba de morir, Ricardo Prieto.
Cuando esta novela esté pronta se la
doy a Fattoruso, que fue quien me
llevó a escribir, aunque nunca pisé un
taller literario, ni de él ni de nadie. Soy
absolutamente autodidacta, pero fue él
quien me recomendó con Sudamericana
por Expreso al paraíso.
Lo demás se verá.
Esta novela es la más importante que
estoy escribiendo.
Es la más intensa.
–¿ahora enmascara sus modelos
reales más o menos que al principio?
–Creo que, salvando las formas, los
pinto en la medida de las crueldades
o de las traiciones que han cometido,
de repente no conmigo. Y todo eso
va pasando por un cedazo y el tiempo
transcurre y tú llegás al fondo de tu
memoria, un ejercicio que no hacés
cuando sos muy joven. Está todo
registrado. Me gusta sacarlo, traerlo a la
superficie y tirarlo sobre la mesa como
si fuera un mazo de cartas.
–¿Hace un acto de justicia en cierta
medida?
–Creo que sí; ésa es mi finalidad.
–¿no son pequeñas venganzas?
–Tengo una predisposición a tolerar,
pero dentro de mí hay una cajita que
va registrando todo lo bueno y todo lo
malo. Y cuando llega al tope de lo malo,
explota, y es para nunca más.
Cuando le
hago la cruz a una persona es porque lo
fui elaborando lentamente y no es fruto
de un impulso.
–¿es muy amplia esa lista negra?
–Sabés que no. Me siento una
persona muy querida, porque me lo
demuestran. La gente me es leal, tan
seguidora…
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–¿cómo ve la vida social acá? ¿se la pasa bien?
–En Montevideo la gente es muy
cálida. Sabe recibir, te invita, mucho petit
comité. Yo lamento no poder ir a todo lo
que me invitan, porque no me da la vida.
Todo tiene un límite. Además, es parte
de mi idiosincrasia tratar de que todo
se aproxime a la perfección. Eso es una
gran contra.
–nómbreme una gran decepción y
una gran satisfacción en su vida.
–La satisfacción la tengo conmigo
misma: soy la mujer que quise ser
desde que tengo uso de razón. No me
han quedado cosas en el tintero, tengo
una gran perseverancia y a través de
ella he llegado a los caminos que me
he propuesto. Y todavía tengo metas.
En cuanto a las decepciones, una mano
sobra para contarlas. Una decepción
es el padre de mis nietos, porque ser
abandonado por un padre siendo un niño
encuentro que es muy fuerte. Mi hija y
yo cargamos con una mochila pesada
por ese tema. Después, he tenido una
decepción importante con una amiga de
muchos años.
–¿esa amiga ya está en papel?
–No digo ni que sí ni que no. Que
lean la novela.
–¿Qué se hace cuando en un evento
social hay un elemento indeseable?
–La que se va es ella, no yo. Yo
frecuento diversos estratos de la
sociedad. Soy amiga de la gente de
teatro, tengo mis amigas del colegio,
del ballet. Hace poco hice una fiesta
y estuvieron todos. Fue una reunión
heterodoxa, no como hace el corriente de la gente, que invita integrantes de un
mismo grupo social, porque le parece
chocante mezclar. A mí no me importa
nada.
–¿sus amigos no temen que termine
haciendo comotruman capote y cuente
todo?
–Para nada, se divierten una
barbaridad. Los que podrían sentirse
un poco impresionados son los que
más se divierten, porque van a una
reunión atípica. Es como poner en una
licuadora diversos ingredientes y apretar
el botón. Sale una espuma muy rica, con
buena música, buenas copas. Nada más
aburrido que la gente que se vive viendo
todos los días y son del mismo grupito.
Yo carezco de pruritos.
–¿carece o los fue dejando de lado?
–Estaba dentro de mi personalidad
y el tiempo fue haciendo aflorar esa
modalidad que tengo y, como nunca me
sentí rechazada, apreté el acelerador a
fondo.
–en Montevideo se corre el riesgo
de ser tildado de excéntrico por el más
leve de los deslices. ¿Usted se siente
excéntrica?
–Me encuentro diferente, pero muy
proclive a relacionarme aun con gente
distinta a mí. |
"CUANDO LE HAGO LA CRUZ
A UNA PERSONA ES PORQUE
LO FUI ELABORANDO
LENTAMENTE Y NO ES FRUTO
DE UN IMPULSO"
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Con alguna, por el sentido
estético parecido al mío, pero sobre
todo porque sean bondadosas, más que
por la inteligencia. Si veo que hay una
tendencia al chisme, que detesto, con
esa gente no me voy a pelear, pero no la
hago amiga próxima.
–¿extraña algo de las reuniones
de otras épocas? ¿se han perdido
códigos?
–Si eran códigos para aburrirse, me parecen espantosos. Para mí sin música
no es una fiesta, porque tanto como
escribir me gusta bailar. Nadie puede
conversar en una fiesta, porque no se
puede escuchar. No vas a ir a hablar de
nada trascendente. En las fiestas saludo,
me beso, me palmoteo, pero lo que quiero
es ir inmediatamente a la pista. Me
gustan todos los ritmos. En la academia
de Nacho Cardozo hacemos jazz, salsa,
de todo.
–salta a la vista que también le
gusta la pintura.
–Mi último marido, Adalberto Fontana,
era coleccionista. Pero siempre estuve
rodeada de gente que aprecia la buena
pintura, y de plantas, y de perros. Se
me han muerto en los últimos tiempos,
pero siempre tuve boxers. La muerte de
quien fue mi empleado durante 40 años
para mí fue una panne terrible, incluso
para la novela, que se la dedico, porque
él sacaba y bañaba a los perros. Cuando
mi empleado Rufino estuvo enfermo yo
transformé esta casa en un hospital de
campaña. Él fue indispensable para mí.
Fue testigo y admirador de mi vida. Fue
un sostén que me simplificaba esta vida
que ahora encuentro tan complicada.
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–¿Y la discreción?
–Absolutamente discreto. Hasta
viajaba conmigo y nunca logré que se
sentara en una mesa a mi lado o a
mirar televisión. Se supo dar su lugar.
Me acompañaba a las fiestas cuando
me quedé viuda, se quedaba hasta las
cinco de la mañana porque no quería
que anduviera sola.
Fue una pérdida que
muy poca gente podrá entender, pero
la sociedad lo conoció. Rufino fue un
personaje y se merece que le dedique el libro, porque era el que lograba que
hubiera silencio para que pudiera escribir;
el que sabía qué música poner. Sabía
servir a la gente. Fue un hombre muy,
muy importante.
–aparte de sus hijos, sus nietos y
su mayordomo, por supuesto, ¿cuántos
hombres importantes pasaron por su
vida?
–Poquísimos. Diría que un solo gran
amor, que no está aquí; está en el cielo.
–¿Hace evaluaciones en ese
sentido?
–He sido y soy muy feliz. No me
detengo en el pasado o en pensar en
el futuro. Hago todo lo que tengo ganas
de hacer.
–Usted dijo alguna vez que la
infidelidad es algo muy vulgar. ¿vulgar
porque es muy común o porque es una
bajeza que no debería cometerse?
–Primero porque está muy de moda
el tema de las infidelidades pasajeras.
Y a mí me parece que una infidelidad
sólo es válida si es algo tan contundente
que pueda caerse en eso, pero no por
una
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atracción banal.
Creo que para la
mujer nada es tan importante como no
denigrarse.
Tú dirás que es una opinión
de una persona de otra época.
Fue la
manera como fui educada, pero pasar
de un hombre a otro por diversión me
parece terrible. No puedo entender
el amor como una cuestión física, ahí
está la cuestión.
No lo voy a entender
nunca. Ahora, si tenés la mala suerte de
fracasar, tuviste la mejor intención. Hubo
una buena razón, que es un amor que
trasciende tu espíritu.
–¿no tiene ganas de hacer sus
memorias?
–A veces lo pienso, porque los
hombres que tuve en mi vida, que
fueron poquísimos, fueron unas cabezas
excepcionales, gente que me enseñó
muchísimo.
Ahí estaba el enganche
conmigo, porque para mí todo entra por
la admiración.
Eso decía Rousseau.
–Hay quien ve el amor como una
relación de poder.
–Ahí está. Ellos han sido hombres
de poder y han ejercido sobre mí ese
magnetismo por el cual me sentí atraída.
Ahora, si hablamos de un gran amor, es
otra cosa, un peldaño más alto, que creo
que a muy poca gente se le da. Y a mí
se me dio.
–¿en ese momento se sintió
poderosa?
–Yo me sentí… la reina del universo,
muchísimos años. |
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