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Entrevista
PRIMERO YO
Tienen el ego por las nubes. Piden y piden hasta el
cansancio.
Los niños y
adolescentes de hoy no aceptan un “no” como
respuesta.
Mientras tanto,
los padres buscan
recuperar la autoridad.
Por: Carla Rizzotto. Fotografías: LatinStock. |
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El mundo sería mejor si yo
gobernase", "creo que soy una
persona especial" y "me gusta
ser el centro de atención",
son frases que sobresalen y
se repiten entre los nacidos
desde 1982 en adelante. Estas
afirmaciones, incluidas en un
estudio en la Universidad de San Diego,
no hacen más que confirmar la conclusión
obtenida: casi dos tercios de las personas
que nacieron en los últimos 27 años son
más narcisistas, individualistas y egocéntricas
que nunca.
La obsesión con páginas como Youtube,
Myspace y Facebook, que permiten la
autopromoción masiva; la fascinación por
los famosos y el materialismo reinante
son factores que podrían explicar esta tendencia.
Pero he aquí otra causa, no menos
importante, que radica en la educación
permisiva sobre la cual se criaron estas
personas y cuyos lineamientos están en
duda. La sicóloga uruguaya y doctora en
Ciencias de la Educación María del Luján
González asegura que esta tendencia a la
exaltación de uno mismo vendría asociada
al cambio en los estilos educativos, tanto
parentales como de las instituciones.
Sobre la relación entre padres e hijos,
la docente de la Universidad Católica del
Uruguay precisa que la laxitud en la educación
de estos tiempos es, de alguna
manera, consecuencia del modelo autoritario
de generaciones pasadas. “Si bien
podía haber un proyecto educativo basado
en el afecto, tiempo atrás se destacaba la
variable control de la conducta de los hijos
y la puesta de límites”, señala |
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para traer
a la memoria frases de esa época como:
“porque soy tu padre, tengo derecho a
decirte lo que tenés que hacer, con quién
tenés que salir y qué carrera debes seguir”. Esa valoración de la obediencia y restricción
de la autonomía dio como resultado
generaciones de niños almidonados, con
poca capacidad para adaptarse a situaciones
no estructuradas.
Como contrapartida a este modelo,
impulsado principalmente por el pediatra
Benjamín Spock, surge una corriente de
educación basada en el amor y no en la
disciplina, una educación libre y sin represiones,
denominada por algunos expertos
como laissez faire (dejar hacer), en la que
la exaltación del amor impide a los padres el ejercicio de la necesaria puesta de límites.
Este estilo estaría representado por
frases tales como "te quiero tanto que no
puedo decirte que no".
No hay que olvidar lo revolucionario
que fue el siglo XX en términos de protección
del niño: la Convención sobre los
Derechos del Niño, aprobada en 1989 por
las Naciones Unidas, es fiel prueba de ello. Tampoco se puede dejar de mencionar
el momento de transición en el cual se
encuentran las familias en su interna, que
aún se siguen acomodando a la salida de
la mujer del espacio estrictamente privado
y al nuevo rol que encarnan los varones en
la relación con sus hijos. Ahora, ambos padres generalmente trabajan y las horas de ausencia en la
casa no pasan desapercibidas. Juan Barrio
y su mujer, padres de dos varones de
cinco y siete años, son conscientes de
ello. “Estamos poco tiempo con nuestros
hijos por el ritmo de vida que llevamos,
entonces nos da remordimiento decirles
'no' ante determinadas demandas. Es
todo parte del vértigo en el que estamos
sumergidos hoy en día”, cuenta Barrio,
quien admite que tanto él como su esposa
tienen el 'sí' fácil. A él le gustaría poder
rescatar algunos valores de la educación
de épocas pasadas. “Antes te ponían en
penitencia uno, dos o tres días y tenías
que cumplirla. Hoy duran minutos”, reconoce
este padre que afloja cuando los
hijos tras recibir el primer "no" lo miran
con una carita que logra tirar por la borda
cualquier orden dada. “Termino cediendo
y después me arrepiento. Pero bueno,
no hay receta para ser |
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padres, por lo que
vamos aprendiendo de nuestros errores.
Límites sanos
Ya sea con aciertos o con errores, los viejos patrones educativos fueron trastocados
y los niños pasaron a ser los
nuevos reyes del hogar. Para el docente
de la cátedra de Siquiatría Pediátrica de la
Universidad de la República del Uruguay,
Fabricio Choca, los roles maternales y
paternales se ponen en tela de juicio en
mayor medida que en tiempos pasados,
cuando los padres eran los padres y nadie
se atrevía a juzgarlos, con todo lo que ello
tiene a favor y en contra”. Pero claro, la asimetría
familiar de otras épocas –donde los
roles estaban más que definidos– se fue
perdiendo para devenir en núcleos donde
“no se sabe quién es el padre, quién es el
hijo y quién el amigo”.
La alerta sobre las consecuencias
negativas que trae esta relación padre-hijo
no tardó en llegar, y hoy por hoy pocos
expertos dudan de la importancia de los
límites para la maduración de los niños.
“La recuperación de la jerarquía grandechico
permite establecer orden y elegir
entre los propios intereses para poder
llegar a una decisión”, asegura la sicóloga
y terapeuta familiar argentina Claudia
Messing. A esta visión se suman quienes manifiestan que la educación debe llevar a
la persona a comprender y aceptar que no
todo saldrá siempre según su deseo y que
no siempre logrará lo propuesto, lo que se
conoce como tolerancia a la frustración,
rasgo fundamental de una personalidad
madura. Si el niño o el adolescente permanece
en un estado de ilimitación, de
satisfacción espontánea de sus continuas
demandas, nunca llegará a la madurez. Como ha señalado Julio César Labaké en
su libro El problema actual de la educación:
“No hay educación sin una adecuada
dosis de frustración. Porque toda educación
supone la reducción del deseo y de la
fantasía de omnipotencia”.
Por eso, hoy en día la revisión no gira
en torno a la puesta o no de los límites,
sino en la forma en la que se los aplica.
En la actualidad, se intenta ir hacia estilos
educativos más democráticos, donde las |
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variables afecto y control encuentren un
equilibrio.
Este modelo balancea la expresión
del amor con puestas claras de límites,
sostiene la sicóloga González antes
de agregar que esas pautas deben ser
comunicadas a través del diálogo para que
prime la razón y no la imposición. No variar
constantemente las reglas básicas, es decir, sostener y mantener las pautas de
lo que se puede y no se puede hacer, es
vital para establecer una educación clara.
También es importante la negociación previa
entre los padres: “Si uno hace siempre
de “bueno” y el otro siempre de “malo”
seguramente habrá problemas.
Por eso
deben negociar los roles y, como primera
medida, tienen que evitar
desautorizarse delante de los
hijos”, recomienda González.
En definitiva, de esta constante
negociación de estilos
de padre y madre surgirá el
estilo educativo que vivenciarán
los hijos.
Pero
claro, la
familia
constituye
un espacio
de aprendizaje
no sólo para
los niños, sino también
para los adultos.
La relación
que se da entonces
es de naturaleza circular, se
trata de un proceso dinámico
de interacciones, donde,
sin dudas, es necesaria la
asimetría: “hay adultos y
niños y eso se tiene que
notar”. Desde el momento
en que nació su hija, Alicia
Olivera tiene bien claro
cuál es su rol. Apenas
supo de su embarazo
empezó a leer sobre
el tema y no dejó
pasar lo relacionado
a la puesta de límites.
“Los niños son más
conscientes del “no” a partir
del sexto mes.
Mi hija tiene
once meses y cuando le digo
que no, lo entiende; nota la
diferencia de mi voz, me mira
y para, aunque muchas veces
después siga”, cuenta quien
está convencida de que los
límites son necesarios,
aún desde los primeros
meses, y que jamás
desautorizará un regaño
de su marido hacia la
hija frente a la niña.
“Eso lo hablamos más de una vez y lo tenemos
bien claro”.
Si bien hay muchas decisiones
que llegarán con las diferentes etapas del
desarrollo de su hija, Olivera sabe que
debe ayudarla a conocerse a sí misma,
“que aprenda sus fortalezas y debilidades
para usar mejor su libertad”. |
"NO HAY EDUCACIÓN
SIN UNA DOSIS DE
FRUSTRACIÓN.EL
APRENDIZAJE SUPONE LA
REDUCCIÓN DEL DESEO
Y DE LA FANTASÍA DE
OMNIPOTENCIA." |
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Soy el mejor
Cierto narcisismo es normal y
deseable durante el desarrollo
infantil. A lo largo del proceso
de construcción de la identidad,
señala el sicólogo Erik Erikson,
los niños buscan ser admirados
y reconocidos por sus padres.
Necesitan sentirse valorados
como seres únicos, porque
de esa forma aprenden que
son diferentes a sus progenitores
y, por este motivo,
ellos pueden tener deseos y
necesidades disímiles a las
suyas.
Deben verse importantes
para poder construir
de este modo una identidad
y una autoestima que no
dependa de la aprobación de
los demás.
Cuando esta necesidad
de reconocimiento se ve
frustrada, el niño no se
siente especial, y de alguna
manera puede afectar su
autoestima. Frenteaesto, las
reacciones no siempre son
las mismas: puede dar lugar
a una personalidad dependiente,
centrada en la satisfacción
de las necesidades
de los otros para conseguir
su aprobación, o bien puede
desarrollar la aparición de rasgos
de personalidad narcisista,
donde la persona infla su ego
para compensar sus debilidades.
Así, se estructuran
seres con características de
grandiosidad, necesitados
de elogios, con fallas en la
empatía y mecanismos de
negación (ignoran quienes
realmente son y adoran
la imagen sobrevalorada
que proyectan de
sí mismos).
La envidia, la arrogancia y la manipulación se suman
a los rasgos que presentan las personas
narcisistas.
Para traer una cuota de alivio, el siquiatra
Fabricio Choca aclara que la gran
mayoría de los casos observados en la
población adolescente presenta rasgos
narcisistas de personalidad, no trastornos,
por lo que debido al proceso dinámico que
atraviesan en su estructuración psíquica
pueden funcionar normalmente en sociedad.
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Sin embargo, el profesional advierte
que hay un aumento de rasgos de personalidad
de tipo histérico o histriónico que
afecta indistintamente a ambos sexos.
“Las tribus urbanas como los floggers y
emos, tienen una presentación frente a la
sociedad que evoca ciertas características
histéricas.
Su presencia ante el mundo
está radicada en el peinado y hasta son
capaces de llevarse a un cumpleaños la
planchita de pelo para evitar cualquier
descontrol en el look.
Esos son rasgos que
obedecen a fallas en la estructuración de
su personalidad: necesitan que el mundo
les devuelva una mirada que los haga sentir
seductores y atractivos”, explica.
Lo quiero ya
El consumo es, sin duda, un valor
emergente que ocupa un lugar central en
los tiempos que corren. Los niños quieren
más y más, y los padres dan más y más.
Tal es así que los docentes les aconsejan
a los adultos que al menos una vez a
la semana salgan del supermercado sin
haberle comprado algo a sus hijos. La
directora del turno mañana de Snoopy
Jardín de Infantes, Sofia de Azevedo, se
pregunta si la educación permisiva es
causa o consecuencia del mundo actual.
“Estamos sumergidos en valores nuevos
de consumo y eso hace que la educación
tome ribetes diferentes a otros tiempos".
La función socializante de la educación,
que entre muchas otras cosas significa
frustrarse, hoy no está. “Ahora lo importante
es lo cómodo, lo rápido y esto va en
contra de los procesos de desarrollo del
niño. El consumo y las necesidades no van
de la mano”.
Más allá de la receta ideal aún no revelada
para educar a los hijos, De Azevedo,
madre de dos varones y una niña, asegura
que hay máximas indiscutibles. “No es
suficiente que un padre o una madre vean a su hijo sólo una hora diaria. Si eso
sucede, el niño se armará de imágenes
y referentes de otros porque los de sus
papás no le van a alcanzar”.
Si de rescatar aspectos positivos se
trata, actualmente los padres buscan más
información y ayuda que en épocas pasadas,
preocupados por la educación de sus
hijos. En Snoopy, como tantas instituciones
del país, dan charlas a los padres sobre
distintos temas inherentes a la realidad
actual: consumo y límites no pueden estar
ausentes en la lista de reuniones grupales.
En los talleres no se dan consejos sino
alertas: a modo de ejemplo, se plantean
interrogantes sobre cuánto tiempo debe
estar el niño frente al televisor o la computadora.
“El niño necesita moverse y para
eso se precisa tiempo y espacio. No hace
falta que tenga un jardín en su casa, pero
si está sentado frente a un aparato, seguro
no se mueve y eso va en detrimento de
su desarrollo”, explica
la docente.
En
cuanto a los límites,
el objetivo es dejar claro el mensaje
de que los padres
deben pararse en
su lugar. |
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Tendrán
que tomar las decisiones
por sus hijos hasta tanto ellos
puedan hacerlo por su cuenta. A modo de
destacar los cambios rotundos producidos
en la educación, De Azevedo recuerda
que hace veinte años, cuando ingresó a
trabajar en el jardín de infantes, las charlas
buscaban que los padres fueran más flexibles con los hijos.
Consejos prácticos
Para el siquiatra uruguayo Alexander Lyford
Pike, autor del libro Ternura y firmeza con
los hijos, el error más frecuente de los
padres radica en el miedoaexigir.
“Muchos
se sienten culpables porque no le dedican
suficiente tiempo a su familia y piensan que
si son firmes los hijos no los van a querer”,
dice el médico. Asimismo, agrega que
la educación que garantiza obediencia es
la que encuentra un justo equilibrio entre
ternura y firmeza. Para aquellos padres
a punto de entrar en desesperación, el
médico ofrece algunas recomendaciones
para tener en cuenta al momento de dar
una orden. La claridad en las palabras es clave: se debe usar un lenguaje concreto
y exento de frases imprecisas. Pedidos
tales como “quiero que te vistas ya para
ir al colegio” o “deja de molestar ahora
a tu hermana” indican
no sólo la orden
sino también cuándo
hay que respetarlas.
Los gritos no son
necesarios, señala el
siquiatra; la eficiencia
está en el tono firme
pero calmado y en la
mirada centrada en
los ojos del niño. La agresión no es un
método acertado para lograr una respuesta
positiva. En este sentido se dice que las
órdenes con agresividad son una “forma
equivocada de autoritarismo que demuestran
la desesperación de los padres y hace
que el niño se sienta rechazado”.
Las reglas de juego deben fijarse claramente.
Si esto es entendido desde un
principio, los niños estarán al tanto de que
determinada conducta inapropiada terminará
en una reacción específica de los
padres. Al tiempo de mantener una postura
firme pero a la vez flexible, los padres
tienen que dejar entrever el mensaje de
fondo que se busca transmitir, como por
ejemplo: “te queremos demasiado como
para dejar que te portes así”. Respaldar las
palabras con hechos también es parte de
lo aconsejado. Cuando la comunicación no
logra el objetivo deseado, es válido aplicar
un castigo. Los más eficaces son el aislamiento
(dejarlo en una situación aburrida)
y el retiro de actividades recreativas como
ver televisión o salir con los amigos. Ante una situación de este tipo, sirve plantear el
castigo como opción, así el niño tiene derecho
a elegir, por ejemplo, entre terminar
todo el plato de comida o irse a su cuarto.
Los consejos pueden resultar muy útiles,
pero lo cierto es que no existen fórmulas
exactas para educar a los hijos. La creencia
de que “de tal padre, tal hijo” se derrotó
hace tiempo. Si de algo sirve de consuelo,
todos los expertos coinciden en que la tarea
de ser padres no es nada fácil. |
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"AL PONERSE EN EL LUGAR
DE LOS HIJOS, LOS PADRES
MODERARON SU PODER
SOBRE ELLOS PERDIENDO
AUTORIDAD." |
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