A rey muerto, rey puesto.
Sí señores. Aunque cueste creer, el bisiesto
concretó su retirada y cedió la corona a un 2009
tímidamente esperanzador, que se anuncia complicado
de antemano.
Una crisis económica global, como nunca se
había visto en el mundo, amenaza con hacer trastabillar el orden
establecido, con graves consecuencias para todos los países,
muchos de los cuales –Uruguay incluido- apenas si las han
comenzado a sentir.
¿O sí? Porque son tantos y tan coincidentes los pronósticos al
respecto, que es inevitable querer tomar medidas, hacer ajustes,
recortes, en fin, lo que sea necesario para enfrentar el temporal
con el mínimo riesgo, que en definitiva, no se sabe bien cual es.
¿O acaso el achique no conlleva también peligro?
En este hemisferio al sur, donde la locura del cambio de año
se junta con el esperado intervalo que impone el verano, propongo
algo de reflexión durante la consabida siesta paralizante, para
ver si esta vez nos dejamos ganar por el coraje y no por la desazón,
mala consejera que distrae, poniendo dudas e inacción.
Para muestra, sirva de ejemplo la historia de algunos hombres
y mujeres que se animaron a jugarse por un pálpito o
profesión que ejercieron y desarrollaron por décadas. Son
memorias que además hacen a la otra cara de Punta del Este,
balneario privilegiado que no se agota en el descubrimiento de
sus facetas más puras.
El paisaje de azules inmensos, la gente amable y sin apuro,
la movida intensa, la buena mesa, el clima fresco, la energía
positiva, la magia que termina por encantar al visitante casual y
lo convierte en habitual, son parte de los bienes más preciados
de esa zona que durante tres meses al año da mucho que hablar,
pero que a estas alturas ha demostrado atributos suficientes
como para arreglárselas y sobrevivir, con creces.
Esa península que avanza a paso lento y seguro hacia el
este, da cabida a las nuevas tendencias que han colonizado y
transformado a José Ignacio en su mejor exponente.
La oferta
gastronómica se renueva temporada tras temporada, con jóvenes
chefs que han probado suerte en otras circunstancias, y vuelven,
a sabiendas que todo esto es por un rato a lo sumo.
Sin embargo, los clásicos reinan a su aire.
A nadie sorprende
que La Bourgogne se haya convertido en el templo del buen
comer.
También suman años El Floreal, Andrés o Doña Flor, por
citar algunos.
Es justamente en esa mezcla irreverente de lo actual con
lo que perdura, donde radica, para mí, ese atractivo irresistible
capaz de hacerme soñar con una escapada al dolce far niente,
aunque de hecho signifique que deba hacerme cargo de los
quehaceres más triviales.
¡Felices vacaciones!
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