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LA DIOSA DEL sexo
Alessandra Rampolla

Exitosa a rabiar, está haciendo del erotismo un imperio.
¿Cuál es el secreto de esta puertorriqueña de cuya boca nada suena mal?

Por Lorena Penjean. Fotografía: John Hernández.

El encantador y déspota escritor peruano Jaime Bayly la ama. “Qué honor, qué emoción recibir en este programa a la sexóloga más inteligente y mejor informada, y además más linda de la televisión no sólo en América Latina, también en España, Argentina... (...) Bienvenida Alessandra, soy tu más rendido admirador”, le dijo al recibirla en su programa El francotirador la primera vez que Alessandra estuvo en Perú. Luego, confesaría públicamente haber hablado con Bayly sobre su problema de disfunción eréctil en un fantástico almuerzo. Conductora del programa Alessandra a tu manera, de Foxlife, ninguna de las palabras que salen de su boca suena mal, ni cuando explica la importancia de los olores en las relaciones sexuales, ni cuando presenta a su didáctica y famosísima vagina de peluche.
Alessandra conversa sobre sexo como si estuviera hablando de comida o el colegio de los niños, suelta de cuerpo y muy femenina.
Formada en Sexología en el Institute for Advanced Study of Human Sexuality, de San Francisco, California, casada con John Hernández, –quien, ante el arrollador éxito de Alessandra, terminó convertido en su mánager– es también licenciada en Literatura Francesa, escribe columnas para la revista de Susana Giménez en Argentina y colabora en medios escritos de varios países de América. Además, acaba de presentar su segundo libro, La diosa erótica (Random House Mondadori), en la Feria del Libro de Buenos Aires.
El primero fue Sexo...
¡¿Y ahora qué hago?!, que ha vendido 100.000 ejemplares, y tiene a medio escribir un tercero sobre educación sexual infantil.

 

–Estudió en colegios de monjas, viene de una familia conservadora y es licenciada en Literatura Francesa. ¿Cómo llegó a la sexología?
–Estudié en colegios católicos y nunca se me ocurrió que podría ser sexóloga.
Esto surgió a partir de una conversación muy casual.
Quien ahora es mi cuñado, a pocos meses de terminar mi último año de universidad, me preguntó qué iba a hacer con mi “fantástico” grado de francés, considerando que en Puerto Rico ¡nadie habla francés!
Y yo no supe qué contestarle. Ésa fue la primera vez que me puse a pensar que estaba a punto de graduarme y que tenía que trabajar.
Y él, medio en broma y medio en burla, me dijo:
“Bueno, si pasas hablando de sexo con tus amigas deberías hacer algo como Doctora Ruth”, que es una sexóloga muy conocida en Estados Unidos.
Cuando me dijo eso fue como “wow, eso es lo que quiero”.
–Casi una epifanía...
–Si no me lo dice no se me ocurre. Yo tenía 20 años y siempre me atrajo el tema de la sexualidad, me parecía fascinante. En aquella época, con mis amistades cercanas, solíamos hablar de sexo, muy a lo Sex and the city. Y yo era la líder de ese tipo de conversaciones.
–¿Qué se estudia para ser sexóloga?
–Asignaturas muy interesantes, como homosexualidad y prácticas poco comunes: sadomasoquismo, tríos o swingers y sexo grupal. También anatomía, biología y técnicas sicoterapéuticas.
–Como el sexo es materia viva tiene que estar atenta a las nuevas tendencias...

 

–Son nuevos retos de aprendizaje, por ejemplo si comparamos el año 2009 con 1999, son sorprendentes los avances tecnológicos que han influido en muchos ámbitos sociales, entre ellos la sexualidad.
Ahora existe el sexo virtual, hace veinte años existía el sexo telefónico.
La semana pasada estuve en Costa Rica hablando en un auditorio para dos mil universitarios y comentábamos lo fuerte del avance de los mensajes de texto con alto contenido erótico y sexual que se da entre adolescentes.
Es una subcultura de la sexualidad que hace diez años no se conocía.
–Y los padres no tienen idea.
–Ya es normal que cada persona tenga su celular y muchas veces los padres no tienen idea de lo que hacen sus hijos con ellos.
Se trata de una nueva intimidad erótica y de una fuente de información para tomarle el pulso a lo que está pasando con la juventud.
–¿Qué opina del sexo virtual?
–Lo positivo es que en una época de enfermedades de transmisión sexual que se propagan tan violentamente, el sexo virtual es muy seguro.
Y es de mucha utilidad para parejas que están lejos porque, vía fantasía, mediadas por la tecnología y apelando a la masturbación, se pueden encontrar.
Lo negativo es que te mantiene alejado y no te permite generar vínculos reales; el sexo virtual usado incorrectamente aisla a las personas de la posibilidad de generar relaciones reales en su vida y ése sí que es un problema.

 

–Está preparando un libro sobre educación sexual para padres, ¿cuál es el foco que eligió?
–Brevemente: lo primero y principal que deben hacer los padres para educar a sus hijos y hablarles de sexo es educarse sexualmente ellos primero.
Si tú no sabes cómo llamarle a determinada acción o parte de tu cuerpo, ni qué vocabulario utilizar
–porque las palabras vulgarotas que nos decimos entre adultos no son las que le quieres decir a tu hijo
– no puedes enseñar nada. Los padres deben generar un ambiente de comodidad frente al tema del sexo desde que los niños son chicos, porque cuando llegan a la preadolescencia, que es cuando los papás fantásticamente escogen hablar de sexo con sus hijos, ellos no quieren hablarlo con sus padres.
–Se mueren de vergüenza...
–Sí. O hay rechazo.
Lo mejor es armarles el tema desde pequeñitos, de acuerdo a la edad y desarrollo del niño.
De esta manera se adelantan los temas y cuando lleguen a la edad en la que deben saber algo, lo sepan un año o dos antes.
No hay por qué esperar a los trece años para hablarle a una niña de la menstruación cuando pudo haber empezado a saber del tema a los nueve o antes.
–¿Cómo?
–Diciéndole, por ejemplo, de antemano: “Dentro de unos años tu cuerpo va a cambiar, te crecerán los senos, vellos en el pubis”.
Los padres deben saber que hablarles de sexualidad a los niños no es darles permiso para

 

que lo hagan a la libre, es darles herramientas para que tomen mejores decisiones y se puedan proteger.
Desde que son chiquititos se les debe nombrar las partes del cuerpo con los nombres oficiales y correctos: a la vulva se le llama vulva y al pene, pene.
Ni Dios lo quiera, pero si el niño sufre algún abuso sexual o comportamiento no adecuado con un adulto, va a tener las herramientas para decir qué fue exactamene lo que le hicieron y en qué parte del cuerpo.
No es lo mismo decir “allá abajo” que decir “me tocó la vulva y me metió los dedos dentro de la vagina”.
Son herramientas de protección.
–¿Cuáles son los temas que más le preocupan a su audiencia?
–En los hombres, el tamaño del pene.
Es muy gracioso, todos quieren saber si lo que traen de fábrica les rinde.
También preguntan mucho sobre control eyaculatorio, cómo durar más tiempo.
–¿Y qué tiene para decirles?
–En resumidas cuentas, que es mucho más importante que sea gordito a que sea larguito.
La verdad es que para la mujer, fisiológicamente hablando, no es más placentero un pene largo, incluso puede ser hasta doloroso cuando penetra y choca con la entrada del cérvix uterino.
Lo que sí es importante es que haya fricción entre el tronco del pene y las paredes vaginales.
Entonces el grosor es más importante, lo que no quiere decir que un pene delgadito no genere placer, sólo que hay que buscar posturas para que se genere una buena fricción.

 

–¿Y a las mujeres qué temas las desvelan?
–La falta de deseo que experimentan y las dificultades orgásmicas.
–¿Qué debería tener una cajita feliz para una estupenda noche de sexo?
–Un gran componente de imaginación, ninguna cajita feliz sirve si no hay imaginación.
Y una buena dosis de comunicación abierta y libre entre la pareja.
Para el arranque, lo único físico que debería llevar es una pluma, como para hacer cosquillitas, relajarse y hacer sentir muy bien a la pareja.
Y un lindo toque de lubricante artificial, que nunca está de más en las relaciones sexuales.
–¿Por qué con tantos avances, medicinas y hasta programas de televisión, todavía hay gente que tiene mal sexo?
–Porque, mientras exista el secreteo y toda esa represión y restricción en torno al sexo, no vamos a entenderlo bien y, por lo mismo, no vamos a tener buen sexo. Lo practicamos casi con los ojos bien cerrados, sin ver lo que hacemos, sin saber ponerle un nombre, sin saber cuál es la expectativa real que debemos tener ante un encuentro sexual, sin discutir ni revisar lo que nos provoca, sin atrevernos a decir lo que nos gusta, incluso sin atrevernos a tocarnos ni a mirarnos.
Practicar el sexo no quiere decir que sabemos lo que estamos haciendo.

 
 
     
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