Contraseña juvenil en ascenso, el alcohol
gana terreno entre los adolescentes, que empiezan a beber a edades cada vez más tempranas. Descontrolada, la creciente pasión por el fondo blanco puede suponer un futuro bastante oscuro para toda una generación.
La escena transcurre junto al minimercado
de una estación de servicio,
ya avanzada la noche. Todas están
peinadas con un jopo al costado,
visten una pollerita blanca con
volados y calzas que dejan los tobillos
al desnudo, llevan una mochila
garabateada o una cartera al hombro. A primera
vista, nada nuevo bajo las estrellas.
Lo nuevo del caso es que, muchas de esas jovencitas que intercambian mensajes de
texto desde los celulares que sostienen en
una mano, sostienen un vaso de plástico
en la otra. Y no con gaseosas, precisamente.
Ninguna debe pasar los 15 ó 16 años. Y
como todos los fines de semana, salen a
tomar alcohol hasta que las velas ardan.
La más reciente investigación nacional
sobre Consumo en Estudiantes de Educación
Media –una suerte de test de alcoholemia
generacional– revela resultados preocupantes. Uno de ellos es que las borracheras
de esta alegre muchachada se
producen a edades cada vez más tiernas.
Otro, es que cuando toman, toman.
En España, por ejemplo, los jovencitos
empiezan a empinar el codo a los 13 años [13.6 para respetar el promedio exacto]. Más precoces que sus pares de la Madre
Patria, los adolescentes uruguayos celebran
su borrachera iniciática a los 12.7
años de edad.
“Hasta los quince están experimentando
y se dan los primeros consumos esporádicos.
A partir de entonces se empiezan
a ver los hábitos de consumo más frecuentemente,
ya sea alcohol, tabaco o marihuana.
Los mayores de diecisiete empiezan
a pasarse a los tragos más fuertes”, dice
el sociólogo uruguayo Héctor Suárez, asesor de la Junta Nacional de Drogas.
En España, donde el cambio a nivel
epidemiológico es calificado por las autoridades
de “alarmante”, “sorprendente” y “muy preocupante”, se leen titulares como
este: “Son cada vez más chicos, toman
cada vez más bebidas y de mayor gradación
alcohólica”.
A Suárez no le extraña que la onda “botellón” haya aterrizado también acá. Los jóvenes uruguayos de hoy están más
sedientos que los de ayer. Según el citado
estudio, no es seguro que un adolescente
compatriota vaya al cine o al club el fin de
semana, pero es una fija que se tomará
una o dos cervezas.
El sociólogo francés Hervé Chavalier,
autor de El Último Trago. Crónica de un divorcio
del alcohol, bautizó la forma de beber
de esta generación como VSD, en alusión
a los viernes, sábados y domingos
consagrados al alcohol. Sin embargo, lo
que más preocupa a las autoridades no es
que los jovencitos tomen los fines de semana,
lo cual no es más que la extensión
temprana de un hábito cultural fuertemente arraigado en la sociedad adulta, sino el
brutal aumento del consumo y el hecho de
que los episodios de abuso se produzcan
cada vez con más frecuencia. Por abuso,
se entiende que una persona tome dos o
más litros de cerveza, un litro o más de vino,
o más de cuatro medidas de whisky.
“En adolescentes, el abuso estaría en
un escalafón inferior. Los chicos se ‘colocan’ más rápido. Nos dimos cuenta que
cuando toman, toman mucho. La mitad de
los que consumen los fines de semana tiene
un episodio de abuso”, sentencia Suárez
en Montevideo.
PAIS BEODO
Llegan en camionetas 4x4, ponen la música
a todo volumen, abren la enorme valija,
sacan sillitas plegables y una heladerita
portátil con toda clase de bebidas alcohólicas:
vodka, caña, whisky, cerveza, vino,
gin. Esas verdaderas barras ambulantes
congregan a jovencitos de todas las edades
y constituyeron el paisaje habitual de las noches
del verano que viene de despedirse.
Las vacaciones son la época favorita
de los jóvenes para tener su primer contacto
con las drogas. En Punta del Este
acaba de verse que buena parte del consumo
de alcohol se trasladó de los locales nocturnos a la vía pública. Según Roberto
Arévalo, titular del INAU en Maldonado, cualquier esquina, calle, vereda o cordón
con cierta panorámica resultaron buenas
para que grupos de chicos y chicas se juntaran
a bailar y tomar unos tragos. La nueva
modalidad desconcierta a las autoridades,
que no tienen cómo detectar la compra
del alcohol.
Claro que esa no es la única forma de “entonarse”. Muchos jóvenes prefieren
tomar en sus casas antes de salir, para ya
llegar “colocados” donde la diversión y
porque es más barato hurgar en el bar o la
heladera de casa que pagarse un par de
tragos en la discoteca. Y si en casa no hay
nada, siempre sale más en cuenta ir hasta
el almacén de la esquina.
Según el Código de la Niñez y la Adolescencia
está terminantemente prohibido
vender o suministrar alcohol a un menor,
pero ya se sabe que, hecha la ley, hecha la trampa. “El talón de Aquiles” –dice Walter
Senatore, director del departamento de
Espectáculos Públicos de INAU– “es que
hay demasiados giros. El alcohol se vende
en almacenes, bares, kioscos, panaderías
y estaciones de servicio abiertas las veinticuatro
horas. Habría que tener un funcionario
en cada lugar para constatar que se
cumple la norma. En Maldonado se detectaron, sólo en enero, doce casos de venta
de alcohol a menores. En todas las circunstancias
se salvaguardan los derechos
de los adolescentes, ya que el acto ilegal lo comete el adulto que le suministra la bebida”,
avanza el funcionario.
Según la médica toxicóloga Cecilia
Dell’Acqua, los adolescentes uruguayos“toman mucho alcohol rectificado, alcohol
con jugo de naranja, y una mezcla bastante
más tóxica que consiste en tomar alcohol
con bebidas energizantes”.
Aunque no todos terminarán siendo
adictos, las estadísticas permiten suponer que muchos de los adolescentes que hoy
se dejan ver bebiendo vino en caja en el
cordón de la vereda, o abusando de tentadores
cócteles en una discoteca, más tarde
o más temprano se convertirán en bebedores
abusivos y enfermos alcohodependientes.“Sabemos que un siete por ciento de los estudiantes terminan la secundaria
y nunca probaron alcohol, pero el
ochenta por ciento sí lo ha probado. Los
consumidores habituales, que beben el fin
de semana, son el cincuenta por ciento. Es
gente que corre el riesgo de desarrollar
una dependencia. Según la Encuesta de
Hogares, el siete por ciento de la población
consume alcohol todos los días”, apunta
Suárez y de inmediato aclara que no se
puede generalizar, ni asegurar que el alcohol sea la inexorable puerta de entrada a
otras drogas. “No es una carrera. De hecho,
la mayoría no va a probarlas nunca. Sí
es preocupante el abuso, porque es cuando
se producen la mayor parte de los accidentes.
Lo que queremos reducir son los
daños que ocasiona el uso abusivo del alcohol,
más allá de la dependencia que pueda
generar”.
En todo caso, el mismo estudio de Consumo
en Estudiantes de Educación Media
realizado en la región ubica a Uruguay en
los primeros puestos del ranking de “países
beodos”, codo a codo con Chile.
SER OTRO
Las razones que llevan a tiernas adolescentes
a empinar el codo como verdaderos vikingos
han de ser múltiples, y el problema
parece bastante más complejo que una
simple consecuencia de la edad del pavo.
En el libro Adolescencia bajo riesgo, un
grupo de especialistas franceses pone bajo
la lupa las conductas de riesgo que se
producen durante este periodo de alteraciones
hormonales y cambios varios. Allí
se mencionan, entre otros factores, la fantasía adolescente de la inmortalidad, la necesidad
de excitación sensual y sensorial,
así como de elaboración de sentido mediante
ritos íntimos.
También se citan otras situaciones que
gravitan más concretamente detrás del tintineo
de las copas, como la exclusión económica
y cultural que padecen muchos jóvenes
en la sociedad, la desintegración de
los lazos familiares, la imposibilidad de desarrollar
un proyecto de vida propio, el contraste
entre las aspiraciones y las posibilidades
de realización que ofrece la sociedad.
Los autores hablan de la dificultad de
ser, de un sufrimiento, de una llamada de
atención ante un futuro que es una interminable
fuente de dudas, de la imposibilidad
de encarar la vida como existencia dignas
de valor. De una voluntad no tanto de
morir, sino de no estar.
Cami [15 años] tiene una barra de amigos
que se reúne en la plaza Virgilio y en
una estación de servicio en Malvín. “Tomo
porque me gusta. Me gusta el sabor del
Martini con limón. Tomo cada vez que salgo,
pero sólo me emborraché dos veces”,
cuenta. “Y no me gustan los que toman
para hacerse ver: ‘uy, tomo, soy re loco’”,
ironiza la adolescente.
Gabriela Olivera, técnica asesora de la
Junta Nacional de Drogas, cree que los
episodios de abuso de alcohol por parte de
los adolescentes se relacionan con la falta
de alternativas, oportunidades y propuestas.“No se puede olvidar la situación social
que atraviesan. Los menores de veinticinco
años son los más castigados por la
pobreza en Uruguay”, dice Olivera, sicóloga
experta en drogodependencia.
Suárez considera que no siempre hay
un problema tan grave detrás de la adicción
al alcohol. “Muchos beben simplemente
porque les divierte, porque les gusta,
porque está legitimado socialmente y porque tomar es una de las actividades
que sus grupos de pares realizan. El problema
es el tipo de vínculo que se establezca
con el alcohol”, dice el sociólogo, convencido de que los adolescentes toman más
por placer que para ahogar penas.
Por su parte, Olivera no cree que los
adolescentes tomen porque no sepan divertirse
de otro modo. “Más bien tiene
que ver con problemas de autoestima, con
no saber ponerse límites a sí mismos y
buscar los límites afuera. Otros toman porque
es un modo de relacionarse con los
demás, cambiar la forma de ser, parecer
más alegre, estar más a tono. En definitiva,
ser otro”.
La lista de motivaciones para pasarse
de copas puede ser infinita, pero un somero
listado incluye: la necesidad de experimentar
nuevas sensaciones, de sentirse
adultos, de transgredir, de relajarse y sentirse
bien, de curiosear, de reducir el estrés.
Algunos estudios que indagan en la relación entre alteraciones sicológicas y
consumo de alcohol en jóvenes mencionan
también, como factores determinantes,
la ansiedad y el llamado de atención.
Dicen que un adolescente puede recurrir al
alcohol si se siente inferior, deprimido, culpable,
que no lo quieren, solo, que los
otros lo quieren perjudicar, celoso, mareado,
confuso, si tiene sentimientos cambiantes,
si se siente cansado, si piensa a
menudo en matarse, si quiere dañarse a sí
mismo, si llora mucho, si se preocupa demasiado,
si siente temor a pensar o hacer
algo malo. Si es ansioso, miedoso, si no
puede con ciertos pensamientos recurrentes,
o piensa cosas raras. Si está demasiado
pendiente de sí mismo o sueña despierto.
FONDO BLANCO
Conviene recordar, sin embargo, que el alcohol
no es un estimulante, sino un depresor: bloquea mensajes que intentan llegar
al cerebro. En pequeñas dosis, permite
que uno se relaje, altere su percepción y
sus emociones. Definitivamente quien bebe
quiere, por lo menos, encontrarle una
nueva arista a la realidad. El problema, según
Suárez, es que “a los trece años de
edad la percepción del riesgo del consumo
abusivo de alcohol es muy baja. El riesgo
va desde entrar en un coma etílico a subir
a un auto cuyo conductor esté alcoholizado.
Entrar en disputas, peleas, y tener relaciones
sexuales sin cuidarse, entre otras
cosas”, dice el sociólogo. Eva, de 37 años y madre de una adolescente
de 15, entiende que los jóvenes
están constantemente experimentando y
probando. “Siempre van a tender a ir al límite.
Prohibirle que tome sería irreal; igual
lo va a hacer lejos de casa o de mí. Yo cuido
que cene antes de salir porque si toma
le va a afectar menos, no le doy mucho dinero
y le pido que no permitan que alguien
maneje alcoholizado. Le explico que en
esos casos no se puede manejar y que es mejor tomarse un taxi. Además, le pido
que salga con amigas y con gente de confianza.
Es un tema de espacios, porque en
casa toma refrescos, pero si sale con amigos
toman otras bebidas. Me preocuparía
que llegara a depender del alcohol, que no
pudiera estar bien tomando un jugo”, resume
la madre.
Hay otros riesgos menos difundidos. “No se puede predecir si alguien va a desarrollar
una cirrosis hepática o no”, dice la
toxicóloga Dell’Acqua. “Hay bebedores
que tomaron toda la vida y nunca tuvieron
problemas. Sin embargo, a mayor cantidad y tiempo de consumo, mayor riesgo de desarrollar
rápidamente las distintas lesiones
que provoca el alcohol”, explica la médica.
A la larga, el alcohol produce algo más
que incómodas resacas. Y es un error asociarlo
sólo a las lesiones hepáticas. “Prácticamente
no existe un órgano del cuerpo
humano que no se vea afectado en los alcoholistas”,
agrega la doctora.
Puede provocar desde un hígado graso
a una cirrosis hepática, pero hay libros
enteros sobre patologías neurosiquiátricas
vinculadas al alcohol. Y enfermedades con
nombre y apellido, como la encefalopatía
de Wernike Korsakov, por mencionar sólo
una. “Además, se trastorna todo el metabolismo
de glúcidos, lípidos y las proteínas.
Produce gastritis, esofaguitis, pancreatitis
y anemia megaloblástica por deficiencia
de vitamina B12. Las lesiones neuronales pueden llegar a provocar una demencia
senil”, resume Dell’Acqua.
Eso no es todo. La especialista explica
que las mujeres hacen alcoholemias más
elevadas que los hombres porque tienen
mayor cantidad de grasa corporal. Por lo
tanto, desarrollan más rápidamente las lesiones.
Además, beber alcohol durante el
embarazo es la primer causa de retardo
mental en el mundo occidental.
Aunque no tiene estadísticas en su poder,
a Álvaro Galiana, médico pediatra del
Semm, le llama la atención que cada vez
más jóvenes se presenten en la emergencia
en estado de embriaguez. “Llaman
ellos, o sus acompañantes cuando se
asustan, sus madres cuando los ven llegar
alcoholizados a casa. Lo habitual es
que presenten un coma etílico o en una situación
de pre coma. Están sudorosos,
muy dormidos, pero al estimularlos responden.
Han vomitado o vomitan en forma
reiterada, tienen cefaleas agudas. El
problema es que pueden hacer hipoglicemias
importantes”.
Allí les dan medicación para cortar los
vómitos y les administran suero para paliar
la hipoglicemia. Al día siguiente pueden
sentir nauseas o dolores de cabeza, dependiendo
de la calidad del alcohol que hayan
tomado.
“No es raro que tomen alguna vez,
eso forma parte de las primera experiencias
que los adolescentes viven sin sus padres,
pero cuando lo hacen de manera
compulsiva es una manifestación de un
trastorno subyacente, una forma de evitar
enfrentarse con la situación problemática
que vive”, opina el pediatra.
ETAPA QUEMADA
La mitad de la población uruguaya consume
alcohol habitualmente. De modo que
el consumo adolescente no deja de ser reflejo
de esa situación. A no ser que lo impida
un precepto religioso, no hay celebración
que se precie sin alcohol a la vista. Tomarlo
en buenas dosis forma parte de muchos
ritos tanto para los jóvenes como para
los adultos, sólo que el consumo entre
los primeros es más visible. “La curiosidad
se despierta en los jóvenes porque vieron cómo afecta el alcohol a los mayores. Han
visto que estos toman y se ponen más alegres.
Han aprendido que esa sustancia sirve
de algo, y muchas veces ven como el
mundo adulto pone el alcohol en la mesa y
no es tan malo”, dice Olivera.
En la misma cuerda, Suárez opina que
el consumo de alcohol responde a una
arraigada pauta cultural, algo que lleva años
modificar. “Mientras no cambie esa pauta
habrá que tener un mayor control de la oferta
y cuidar que esta no exista cerca de los
lugares educativos”, agrega el sociólogo.
Por si fuera poco, la publicidad se ha
encargado de asociar el consumo de alcohol
a valores en alza como juventud, diversión
y hasta belleza. Tal como lo menciona
un estudio del sociólogo Lorenzo Sánchez
Pardo, se asocia tomar con el mejor momento
del día. Bebida se vuelve sinónimo
de aventura y erotismo. “Las bebidas alcohólicas
se promocionan con alternativas que
son muy prometedoras, por eso nos parece
fundamental trabajar el pensamiento crítico
de los adolescentes”, dice Olivera.
Para Eva, sería bueno que los avisos
dejaran de mostrar el mundo del alcohol
como un mundo maravilloso. “No es maravilloso,
ni glamoroso, ni fantástico, ni feliz. ¿Por qué no te muestran un linyera en la calle
con la botella como única compañía”,
cuestiona la mamá de una adolescente. Las medidas llegan un poco tarde. Eslóganes
como “la bebida cambia tu vida”,
“beber da placer”, “da nuevas energías”,
“beber te ayuda a tener éxito con las mujeres [o con los hombres]” y “bebiendo se
triunfa” han sido utilizados en todo el mundo
con total impunidad. “Ahora no se pueden
usar más. Eso está regulado por el Código
de Autorregulación Publicitaria, que
también establece que no se puede utilizar
la imagen de menores de 18 años en la publicidad
de bebidas alcohólicas”, defiende
José Luis Simone, gerente de la Cámara
de Anunciantes.
La fácil accesibilidad de los jóvenes al
alcohol es otro ingrediente de esta nueva
ecuación social que preocupa mucho en el
interior del país. “Sale más barato comprar
una botella de sidra que una de refresco”,
dice el inspector subjefe de Policía de Florida
Rúben Alba. A ojo de buen cubero, el
hombre estima que el consumo de alcohol
en Florida se mantiene dentro de los parámetros
normales. Aunque “en la última
reunión con el INAU se constató una mayor presencia de menores cometiendo infracciones
en comercios y pubs. Se encontraron
adolescentes de doce y trece
años en centros nocturnos autorizados para
mayores de quince”, cita a modo de
ejemplo.
Javier Cattáneo, propietario de Dos Caras,
uno de los pubs más concurridos de
Florida, está asombrado de la cantidad de
cerveza que toman las chicas. “Los chicos
no parecen tener una bebida favorita y se
nota que vienen con algo tomado de sus
casas.
La movida nocturna es una de las
pocas ofertas que tienen estos jóvenes en
la ciudad, y hacen de ella el epicentro de la
diversión. Ya no es común que practiquen
algún deporte, y tienen la atención puesta
en la noche. Queman etapas cada vez más
temprano, y cuando llegan los quince, tomar
es lo más normal”.
La gota desbordó el vaso en España,
donde el consumo de alcohol aumentó
diez puntos entre la población escolar. “Aquí todavía no hace estragos en las aulas.
El alcohol no es como la pasta base,
que en dos meses te deja fuera del sistema.
Es muy complejo atribuirle a una sustancia
todos los inconvenientes que un gurí
tenga en su rendimiento escolar”, dice
Suárez. Sin embargo, reconoce que el alcohol– junto con la pasta base– es la droga
que más hay que combatir porque es la
que ocasiona mayores problemas, ya sean
orgánicos, comportamentales o como fruto
de un accidente.
En España se han desarrollado campañas
con la consigna “¿qué quieres conseguir con
el alcohol?” Otras más agresivas muestran
una chica vomitando y dicen: “con el alcohol
puedes descubrir nuevas sensaciones”.
Aquí –explica Suárez– las campañas invitan
a “tomar una y sólo una”. No a decir “el alcohol te mata”, sino a decir, “te mata
si hacés determinadas cosas”. Otras
medidas apuntan a no venderle alcohol a
los menores e incorporar programas de
prevención. ¿Se viene una andanada similar a la del
tabaco? “No sé si se viene” –dice Suárez–
“pero sería uno de los caminos para tener
un mayor control del consumo y la venta.
No se trata de fomentar una ley seca, pero
cuanto más pudiéramos retrasar la edad
de inicio sería fabuloso. La otra urgencia es que los jóvenes entiendan cuáles son los
verdaderos riesgos del alcohol y convencerlos
de que en la vida no hay que ‘colocarse’
para estar bien”.