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Corazón de Hombre
Vibra con el éxito laboral, las emociones deportivas y los buenos desempeños sexuales.
Sse angustia cuando pierde posición económica y social, y se vuelve inseguro frente al avance de la mujer.
Así es el corazón de los varones.

POR CARLA RIZZOTTO. FOTOGRAFÍAS: LATINSTOCK.

A primera vista, no existen mayores diferencias entre el corazón de los hombres y el de las mujeres.
Ambos tienen forma de cono invertido, laten entre sesenta y cien veces por minuto y a grandes rasgos se asemejan a un puño, aunque el tamaño exacto depende de la masa corporal de la persona a la que le da vida.
Sin embargo, el corazón de los varones no se expresa de la misma manera que el de las mujeres. Por ejemplo, el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares es más alto entre los hombres en una etapa temprana de la vida. Pero fuera de lo estrictamente médico, las emociones masculinas también revelan formas de latir que son propias del género.
Puede que un hombre no lagrimee viendo una película romántica, pero es muy probable que lo embargue la emoción y lo supere el estrés durante un partido de fútbol, al punto de terminar infartado.
El último mundial, celebrado en Alemania en 2006, evidenció que las emociones fuertes pueden jugarle una mala pasada a los fanáticos, sobre todo si ignoran que padecen una afección cardiovascular. Durante el partido entre la selección local y Argentina, que se definió por penales, se registraron 60 ataques cardíacos. Lo mismo ocurrió en ocasión de la semifinal disputada entre alemanes e italianos.
El estudio, realizado en Munich y sus alrededores con la participación de
la mismísima FIFA, dejó en claro que el riesgo de sufrir un episodio cardíaco era tres veces superior en los hombres (contra dos veces en las mujeres) los días en que jugaba la selección alemana. Los motivos concretos para explicar el aumento de tales trastornos cardiovasculares no fueron demostrados, pero los médicos a cargo de la investigación apuntaron a la ingesta de alcohol y comidas abundantes en contenidos grasos, al consumo de tabaco y al estrés emotivo, junto a otros factores de riesgo (hipertensión arterial, diabetes y colesterol), que incrementan las probabilidades de sufrir un episodio vascular.
“En los espectadores de un evento deportivo, la fuerte emoción funciona como gatillo de una enfermedad cardiovascular preexistente”, explica en Montevideo Sergio Giovanetti, cardiólogo e intensivista de SUAT. “Tal vez una persona nunca sintió nada porque lleva una vida moderada, pero cuando se emociona mucho le aumentan las revoluciones por minuto del sistema circulatorio y se le dispara un infarto”.
Hablando de infartos, muchos recordarán el que sufrió frente a las cámaras de televisión, en agosto de 1997, el director técnico de básquetbol Víctor Hugo Berardi.
A quince minutos de finalizar el encuentro premundial entre Uruguay y Brasil, comenzó a sentir un dolor en el pecho que luego se tradujo en un infarto agudo de miocardio.
El entrenador sorteó con suerte ese
episodio, tal como le pasó al dirigente de Peñarol y actual vicepresidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol, José Carlos Domínguez, cuando el equipo de sus amores se consagraba campeón de la Libertadores, allá por 1982 y en Santiago de Chile, donde Fernando Morena le arruinó la noche al Cobreloa faltando menos de dos minutos para el pitazo final. El corazón de Domínguez, hoy con 62 años, no resistió tanta emoción. “Estaba en el campo festejando con los jugadores y el cuerpo técnico cuando empecé a sentirme mal. Tenía una mezcla de sensaciones. Por un lado estaba extremadamente feliz y por el otro me sentía muy angustiado”, recuerda hoy. Quienes acompañaban al dirigente notaron que se encontraba algo pálido y lo llevaron al vestuario para que lo vieran los médicos del club. Luego de darle una inyección, los profesionales pensaron que mejoraría, pero a las tres de la madrugada comenzó a perder nuevamente la respiración, y acabó con un preinfarto. Aunque todavía le hace mal dar demasiados detalles de aquel episodio, Domínguez no deja de bromear con el hecho de que un hincha de Nacional le salvó la vida alertando a los doctores sobre la falta de aire que padecía.
Él no se arrepiente de nada.
“Seguiré sufriendo de alegría, porque no tendría una muerte más feliz que viendo a Peñarol campeón”, dice sin lugar a dudas.
DIFERENCIAS POLÍTICAS
Tanto la senadora frenteamplista Mónica Xavier como el diputado blanco Jorge Gandini coinciden en que la política tiene códigos y formas típicamente masculinos. “La política tiene un lado muy crudo, porque la lucha por el poder es más descarnada y ahí quizás el hombre tiene una presencia más fuerte”, reconoce el legislador, quien ha ocupado diferentes
cargos políticos desde los años ‘80. Xavier, en tanto, grafica esta realidad con un ejemplo concreto. “Después de una gran discusión en el Parlamento, ellos pueden eventualmente tener una instancia de recomposición de los debates en el boliche, algo que no pasa con las mujeres”. Es que la dedicación femenina a la política se ve restringida generalmente por los horarios impuestos, que responden a una forma de vida mayormente masculina. Gandini no oculta que los tiempos profesionales que demanda la actividad pública no son compatibles, por ejemplo, con los de una madre.
“Se realiza en horarios normales, pero se extiende mucho debido a las reuniones de los sectores partidarios o las asambleas con los vecinos que no se pueden hacer a las tres de la tarde”. Las “peleas” políticas marcan aún más las diferencias. Xavier, senadora desde hace dos periodos, afirma que al hombre le provoca una herida narcisista perder terreno frente a una mujer. “Es que nunca deberían fallar, tienen que ser los más fuertes, los ganadores. Entonces cuando son superados por una persona del sexo opuesto no lo toman como algo positivo, sino como un golpe duro”
Riesgo en aumento
Si bien la mayor cantidad de hinchas víctimas de accidentes cardiovasculares son fanáticos del fútbol con mayúsculas, más de una vez el doctor Giovanetti tuvo que socorrer a espectadores de baby fútbol que sufrieron infartos mirando a sus hijos, sobrinos o nietos. Los burreros no se quedan atrás, y también padecen las consecuencias de los finales cabeza a cabeza “para el infarto”. Tanto, que ahora el Hipódromo de Maroñas cuenta con una cobertura establecida para atender estas urgencias. Lo mismo sucede en el Aeropuerto de Carrasco, donde las tristes despedidas o las emocionantes bienvenidas pueden derivar, aunque en contadas ocasiones, en ataques cardíacos. Pero si los simples testigos del deporte no están exentos de una mala jugada del corazón, qué puede esperarse de quienes protagonizan el espectáculo en las canchas. Más de una vez, el público vio desplomarse a un jugador dentro del campo de juego a raíz de un accidente vascular. ¿Un ejemplo reciente? El del futbolista paraguayo Sixto Rojas, de 26 años, fallecido en un hospital de Asunción tras sufrir un ataque cardíaco durante el entrenamiento. Unos años antes, el camerunés del Manchester City, Marc Vivien Foe, había muerto en plena disputa entre su selección y la de Colombia durante las semifinales de la Copa de las Confederaciones. Estos casos llaman la atención porque se trata de hombres que, a priori, no presentan factores de riesgo y sus muertes están asociadas a trastornos muy puntuales como los que explican la tristemente célebre “muertes súbitas”. Pero no sorprenden en demasía cuando afectan a personas en riesgo que no están habituadas al ejercicio. Ocurre que si bien la actividad física es recomendable para el buen funcionamiento del corazón, realizarla de forma extenuante puede desencadenar un accidente coronario. No por casualidad hay infartos que se manifiestan durante el acto sexual. La mayoría de esos casos permanece en reserva, pero el 24 de agosto de 2005 la prensa uruguaya dio a conocer uno concreto: la muerte de un hombre de 84 años fallecido en la habitación de un motel de Durazno mientras mantenía relaciones con una mujer de 40.
Los varones llevan las de perder, por lo menos hasta los 50 ó 60 años, cuando las mujeres los igualan en la probabilidad de sufrir trastornos cardiovasculares. La explicación radica en las hormonas. Está comprobado que la testosterona (hormona masculina que se pone en marcha desde la vida fetal por acción del cromosoma XY) anticipa la aparición de enfermedades como la hipertensión arterial, el colesterol elevado y la arterioesclerosis. También predispone a la acumulación de grasa abdominal, más activa para la formación de placa arteriosclerótica que la grasa subcutánea, y los hombres son los que acumulan más grasa en esa parte del cuerpo.
Por esto, la incidencia de infartos en el varón es el triple que en la mujer: seis por mil contra dos por mil, de acuerdo a datos publicados por el Tratado de Medicina Cardiovascular de la Sociedad Europea de Cardiología. También en la prevalencia los hombres llevan la delantera: un 4 por ciento sufrió un infarto en algún momento de su vida, contra el 2 por ciento de las mujeres. Pero no todas son malas noticias. Aunque los infartos se presentan con mayor frecuencia entre los varones, la mortalidad por enfermedades cardiovasculares es menor en el sexo masculino que entre las mujeres. Un informe del Instituto Nacional para el Corazón, los Pulmones y la Sangre de Estados Unidos, señala que ellas tienen un 50 por ciento más de riesgo de morir durante el primer ataque al corazón, contra el 30 por ciento de probabilidad en los hombres. “Hasta el momento, la razón por la cual los varones mueren menos es un misterio. Hay algunas teorías, pero no fueron totalmente confirmadas”, asegura el presidente de la Sociedad Uruguaya de Cardiología, Horacio Vázquez. Infinidad de investigaciones pusieron el énfasis en hallar hábitos o alimentos que disminuyan el desarrollo de enfermedades cardiovasculares. Aunque muchos de ellos parecen extremadamente curiosos, el cardiólogo uruguayo confirma la validez científica de esos estudios. Y, por ejemplo, destaca los beneficios del cacao. “Comer una barra de chocolate amargo disminuye a largo plazo el riesgo de padecer eventos cardiovasculares”, sostiene Vázquez, ratificando un estudio holandés publicado por Archives of Internal Medicine. La vida en pareja y los orgasmos (sí señor, sí señora: los orgasmos) también ayudan. A saber: los hombres acompañados sufren menos eventos vasculares que sus congéneres solitarios, mientras que en la mujer ése no es un dato relevante. Al mismo tiempo, está comprobado que la frecuencia orgásmica es fuente de salud. Una investigación reciente, que abarcó una muestra de 914 hombres de 45 a 59 años, demostró que los varones

que disfrutan de uno o dos orgasmos por semana tienen menos del 50 por ciento de posibilidad de padecer este tipo de enfermedades. Hay más. Según un estudio de la Escuela de Medicina de la Universidad de Atenas, Grecia, dormir una siesta de 30 minutos también atenúa los riesgos. Finalmente, Vázquez deja saber que tener mascotas también influye favorablemente en la prevención de los eventos cardíacos.

Emociones en baja
Mientras la ciencia demuestra que el corazón del hombre “siente” diferente al de la mujer, la cultura se encarga de marcar la disparidad en el terreno emocional.
Pero los argumentos, tanto médicos como culturales, no están aislados unos de otros.
Por el contrario, se mezclan para demostrar en el hombre una mayor racionalidad, un marcado interés por el trabajo y el sexo, y un retraído espacio para expresar las emociones.
En su libro La masculinidad tóxica, el argentino Sergio Sinay, consultor en vínculos humanos, dice que a los hombres se les encargó la conducción del mundo externo, político y social, y que desde allí se posicionó y extendió el modelo masculino que hoy conocemos.
Aunque Sinay acepta que este reparto de roles viene de antaño, entiende que el capitalismo moderno lo ha acentuado.
“En este nuevo contexto, los hombres se encontraron definidos como productores, proveedores, luchadores, fuertes, potentes, resistentes, decididos, asertivos, emprendedores, agresivos e impulsivos (...).
Para producir, proveer, luchar, competir y sobrevivir con éxito, hay que carecer de puntos débiles.
Y en este paradigma la emocionalidad es debilidad.
Los sentimientos, las dudas, los temores, la contemplación, el dolor, la pasividad, la piedad, la compasión, la intuición, observadas desde el modelo masculino que estamos explorando, ablandan, distraen, comprometen el logro de objetivos”.
La ciencia apoya su fundamento en el cerebro.
Algunos investigadores sostienen que las mujeres tienden a trabajar con los dos hemisferios cerebrales: el izquierdo, que controla todo lo que corresponde al pensamiento lógico y racional, y el derecho, que tiene que ver con las emociones, la fantasía, la subjetividad y la creatividad.
En tanto, los hombres son más dados a trabajar con un solo hemisferio a la vez, por lo que no tienden a mezclar la razón con las emociones.
La reconocida neurosiquiatra Louann Brizendine, autora de El cerebro femenino, explica que uno y otro son diferentes por naturaleza.
El cerebro original del feto, dice la experta, es unisex hasta las ocho semanas de gestación, cuando en los futuros varones aparecen los testículos, que empiezan a bombear grandes cantidades de testosterona y marinan los circuitos cerebrales con esta hormona, matando algunas células en los centros de comunicación y haciendo crecer otras en los centros sexuales y de agresión. La médica también revela que ellos tienen un menor nivel de inteligencia emocional que ellas.
“Si un hombre tiene una discusión con su mujer, dentro de diez años ni siquiera se acordará de la pelea, pero ella no lo olvidará nunca”, dice a modo de ejemplo.
La capacidad de empatía aumenta el listado de diferencias:
los hombres poseen menos neuronas espejo para lograr situarse en el lugar de los demás.
Esto no significa que la vida emocional del hombre sea menos rica, sino simplemente que las modalidades de expresión son diferentes, y en muchos casos, los hombres reprimen las suyas por aquel viejo mandato que les impide llorar.
Al uruguayo Carlos Páez, sobreviviente de la Tragedia de los Andes, le quedó marcado este precepto. Reconoce que no es de llorar seguido, pero que hacerlo le gustaría horrores. La última vez que recuerda haberse rendido fue hace un par de años, aunque no logra identificar una causa concreta.
“Me acuerdo que tenía la presión baja y fue como una necesidad. Lloré por todo lo que no había llorado en mi vida”, relata para luego confesar que en muchas ocasiones se emociona pero contiene las lágrimas.
La experiencia tampoco le jugó a favor. Según cuenta, su personalidad “extremadamente emocional” lo llevó a darse muchas veces contra la pared, y las emociones empezaron a quedar guardadas en su interior más profundo.
El psicoanalista Ricardo Landeira, fundador de la Escuela Freudiana de Montevideo, es más que claro:
“El hombre, al igual que la mujer, ama, odia, se angustia, tiene miedo, siente alegría. Las emociones no son otras que las de la mujer, pero se diferencian en cuanto a las expresiones.
Los sistemas culturales y sociales, y las distintas épocas, condicionan la forma de manifestarlas”.
En el terreno de los afectos, los hijos se ubican en un primer plano, como coinciden los varones consultados para este informe.

No obstante ello, los hombres reconocen que el trabajo les quita más tiempo del que quisieran para compartir momentos con la familia. El coordinador institucional de Peñarol, Juan Pedro Damiani, se define como un hombre de “cabeza fría y corazón caliente”.
Si bien se considera una persona muy sanguínea, dice que cuando debe tomar decisiones importantes prima en, él la racionalidad.
Su felicidad y angustia depende del bienestar de sus seres queridos:
las últimas dos veces que lloró fue cuando vio nacer a su último hijo
(de felicidad) y en el entierro de su padre, cuando derramó lágrimas de tristeza. Admite que él intenta “ser un padre omnipresente.
Quizás en mi juventud, por tratar de crecer profesionalmente, perdí muchas cosas de mis hijos que hoy no perdería”.
Es que para los varones, el trabajo es casi como un órgano vital. No sólo los afirma en su rol de proveedores de la familia, sino que además les garantiza una posición social que los fortalece.
“Socialmente se espera más de un hombre que de una mujer en términos laborales.
Está aceptado que una mujer no trabaje, pero no tanto que el varón no lo haga”, señala el catedrático de marketing de la Universidad ORT, Héctor Bajac, quien agrega que "la presión social obliga al hombre a ocupar espacios de relevancia y a tener poder, un símbolo de masculinidad pura”. En la misma cuerda, Sinay entiende que el hombre es lo que hace. Por eso, “cuando no puede producir ni proveer, su identidad masculina entra en crisis. Se le ha enseñado que el pan, el sustento, el techo y la seguridad de su pareja y de su familia son su responsabilidad.
Es lo que se espera de él como hombre. Si no puede hacerlo, sospecha que algo anda mal en su ser masculino.
Se trata de una sospecha inconfesable, de la cual a menudo no hablará ni con su mejor amigo”.
Aunque son multifactoriales, la mayoría de las depresiones y suicidios masculinos están estrechamente ligados con la desocupación y la falta de posicionamiento económico y social. Así lo corrobora Pedro Bustelo, psiquiatra uruguayo y director de la Fundación Cazabajones. “Cuando un hombre se queda sin empleo pierde mucho más que un sueldo, porque abandona su rol en la sociedad”. Por su lado, el sexólogo Carlos Moreira agrega que el varón vive la desocupación “como una castración”, y con ello grafica la importancia del empleo en el sexo masculino. En muchos casos, el trabajo es la única actividad del hombre, por eso hay una elevada cantidad de suicidios en adultos mayores que, luego de jubilados, no encuentran razón para aferrarse a la vida, confirman los especialistas. Si bien hay más tentativas de suicidios protagonizadas por mujeres, en la tasa de intentos consumados los varones llevan la delantera.
La explicación tiene que ver con el grado de violencia que utilizan para el cometido: echan mano a armas, se tiran desde un edificio de altura o se ahorcan.
De esta manera, el suicidio es una de las diez principales causas de muerte entre los varones de todo el mundo. La manifestación de la depresión también difiere a la de la mujer. Bustelo precisa que los hombres se quejan de fatiga, irritabilidad, pérdida de interés en el trabajo o pasatiempos favoritos y problemas de sueño, y no manifiestan otros síntomas como sentimientos de tristeza, falta de autoestima o culpabilidad excesiva.
También suelen recurrir al alcohol y a las drogas cuando se sienten frustrados, desanimados o enojados, en lugar de pedir ayuda.
El actor Roberto Jones pertenece al grupo minoritario. Según cuenta, no le costó para nada pedir auxilio cuando se vio sumergido en una profunda depresión, hace más de diez años. Avatares profesionales, sumados a la muerte de tres seres muy queridos (su padre, la cuñada y un amigo), lo arrastraron a un estado emocional que él denomina el cáncer del alma.
“En un principio tenía un fuerte y sostenido parpadeo de ojos. Fui al médico, me dio un medicamento y no le di más bolilla al asunto porque se me había ido ese síntoma. Pero al poco tiempo caí en un pozo de angustia y pánico”, recuerda Jones, quien se considera una persona extremadamente racional.
Al revés de lo que le sucede a muchos hombres, él no cayó en el alcohol y tampoco perdió el trabajo, algo que lo ayudó muchísimo a recuperarse.
“Dormía dos horas.
De mañana me arrastraba hasta el baño para ducharme y me iba como podía a trabajar.
Concretamente nunca pensé en el suicidio, pero sí tenía impulsos por momentos”, cuenta hoy, con 66 años, tres hijos y tres nietos.

CÓMO CONQUISTARLOS
La publicidad es un ejemplo concreto de cómo llegar al corazón (y al bolsillo) de los hombres.
Para el director general creativo de Young & Rubicam y ex presidente del Círculo Uruguayo de la Publicidad, Ignacio Vallejo, el varón es “mucho más fácil de conquistar: es impulsivo y de alguna manera más infantil que las mujeres”.
Su par Pablo Marqués, presidente de la Asociación Uruguaya de Agencias de Publicidad (Audap), lo califica como un ser más básico a nivel de consumo.
Sin embargo, reconoce que el varón pasó a incorporar una cantidad de hábitos que lo ubican en una permanente situación de elección entre una marca u otra y, a la vez, se halla más predispuesto a vivir experiencias con las mismas.
“Una marca se define como la relación emocional entre los consumidores y el producto. Por lo tanto, tocar la emoción es el principal desafío de la publicidad, tanto para hombres como mujeres”.
Llamar la atención es la premisa básica de la publicidad, dice el directivo de Audap: “el impacto no puede faltar jamás”.
Para Vallejo, lo que no puede faltar a la hora de captar la mirada de los hombres es... ¡una mujer!
“Ese recurso no falla”.

Siempre listos
Un rendimiento sexual malo o regular también es motivo de preocupación extrema en el hombre. Aquí vuelven a combinarse los argumentos médicos y culturales. ¿Por qué los pensamientos sexuales acuden al cerebro del varón a cada minuto y no cada dos días, como en las mujeres? La neurosiquiatra Brizendine detalla que
entre los 9 y 15 años, la testosterona se
multiplica por veinte o veinticinco entre
los hombres. “En los cromosomas del

varón está escrito que, cuando conocen a una mujer, en menos de un segundo, el cerebro primitivo decide si se acostarían con ella o no”, lanza por su lado Bustelo, quien agrega que por esta razón los varones no creen en la amistad con personas del sexo opuesto. Carlos Páez ejercita con frecuencia ese acto reflejo: mientras camina y observa a las mujeres, piensa con cuál tendría relaciones sexuales y a cuál rechazaría. Esta actividad le dio resultados sorprendentes: “son bastante pocas con las que me acostaría”, admite.
Estar “siempre listo” es, para el hombre, un mandato prácticamente inviolable.
El dolor de cabeza y el cansancio para evitar la relación sexual sigue siendo un argumento mayormente femenino, aunque de a poco los roles van cambiando.
“Aún continúa asumido en el varón el rol de que tiene que dar respuesta. Pero en los tiempos que corren es casi imposible. Todos estamos más exigidos por el trabajo, el estudio, la capacitación, y esto quita tiempo para el ocio y el disfrute que requiere el buen sexo.
Se necesita una preparación anímica y física”, comenta el sexólogo Carlos Moreira, director de la clínica Masters, que funciona desde 2000. No por casualidad, desde los años ‘60, la frecuencia de las relaciones sexuales descendió un 50 por ciento

en el mundo occidental. Más allá de esta notoria reducción, el hombre tiene todo el derecho de manifestar su falta de ganas.
“Cuesta, pero hay que animarse a traicionar el mandato y no pensar que se trata de un ataque al machismo”, añade Páez, de 54 años. Una frase del sexólogo y psiquiatra resume con claridad la sexualidad del hombre, totalmente centrada en el pene. “Más que hacer el amor con una mujer, se relaciona con su propio pene y tiene un diálogo permanente con el órgano”.
La penetración es lo más valorado por el varón dentro del acto sexual: si bien se permite cada vez más disfrutar de los juegos previos, “si no se produce la penetración el hombre siente que no hubo sexo”.
La cultura continúa siendo falocéntrica, por lo que el varón viene asumiendo por generaciones que, si no tiene el falo erecto, pierde la identidad, asegura Moreira. De hecho, la mayor frustración en la alcoba es el miedo a no poder funcionar, seguida por la eyaculación precoz. Desde el punto de vista médico, las causas de estos trastornos no se distancian mucho de las que ayudan a desarrollar las enfermedades cardiovasculares. Tabaquismo, sobrepeso e hipertensión arterial son algunos de los factores de riesgo que contribuyen al desarrollo de disfunciones sexuales varias.
Sin embargo, esto traspasa las

barreras científicas.
Los expertos coinciden en que el avance de la mujer, tanto en el terreno sexual como en muchos otros ámbitos de la vida, repercute directamente en el rendimiento masculino. En su libro, el argentino Sinay sostiene que “el miedo del varón a la mujer se hace presente con más fuerza en los últimos tiempos, especialmente desde que las mujeres salieron de los nichos en los que habían quedado recluidas (...). Conquistaron espacios profesionales, laborales y sociales que les eran negados. Han demostrado capacidad y se han convertido también en generadoras de ingreso. Esas mujeres recuperaron su derecho a desear y toman iniciativas sexuales. Como se dice vulgarmente, van al frente en las relaciones afectivas y sexuales”. Esta progresiva pero lenta transformación de los roles lleva a las mujeres “a buscar un hombre que aún no existe y a los varones a buscar una mujer que ya no existe”. Los tiempos cambian. Y aunque le cuesta la adaptación, el corazón del hombre se va moldeando a unmundo con nuevas estructuras sociales y otras formas de relacionamiento con el sexo opuesto. Sólo de esta manera, concluye el psicólogo Landeira, “el varón podrá hacer a un lado la melancolía para construir su masculinidad sobre otros cimientos”