Puede que el mundo sea ancho; pero no ajeno.
Si por esas casualidades todavía alguien
piensa que sí lo es, y que el desarrollo febril
sigue quedando a años luz de nuestro caótico continente, puedo asegurarle, sin temor a equivocarme, que a tan solo dos horas y poco de vuelo desde Montevideo, destellan las luces de una gran ciudad movida por el acuciante ir y venir de más de once millones de almas –por lo menos es el dato más próximo que conseguí- responsables del latir de ese corazón batiente de Brasil. Sí señores, me refiero a San Pablo, el gran centro de poder económico de nuestros vecinos del norte, el mismo que por un lado exhibe, sin pudor, los lujos nunca excesivos de quien sabe generar riqueza, y por otro sufre, casi con resignación, altísimos índices de criminalidad y pobreza.
En esa gran metrópoli; en medio de un tránsito que entre semana no avanza, mientras los motor boys driblean a cien por hora todo tipo de obstáculo; en donde los guardias privados son pan de cada día y la gente se acostumbra a la certeza de que en cualquier momento puede ser violentada; en donde los contrastes son arte y parte de una fisonomía cosmopolita que acepta alegremente la convivencia del sushi con la farofa y el macarrão; allí, entre los apacibles verdes del parque de Ibirapuera y a cobijo del Museo de Arte Moderno, tuvo lugar la vigésimo quinta edición de la tan mentada Fashion Week paulista, la misma que dos veces al año mueve a la farándula más variopinta que imaginar se pueda, y que con creatividad y solvencia ha sabido instalarse entre los que marcan tendencia a nivel internacional. Inmersa en ese mundo de múltiples oportunidades; atrapada por el estallido de color y calor humanos que sin dudas quisimos transmitir; abierta a aceptar que nada nos puede ser extraño y que finalmente si se quiere se puede, me predispongo a presentarles PAULA desde estos Estados Unidos hermanos. Ellos hablan su propio portugués, juegan fútbol como si bailaran samba, se saludan incluso con extraños, son amables, solidarios. Usan sunga, inventaron la tanga, tienen agua de coco y cachaça, ríen, cantan.
¿Qué más? Lo que quieran, porque a pesar de las grandes desigualdades, es un país rico de verdad.
Con un baño previo en su optimismo contagioso, y con la mejor de las ondas –qué otra puede uno tener en esta fiesta de diseño y cosas lindas– me sumerjo en el corazón de este número que tiene como primera intención homenajear a los padres y en su nombre, a los señores de todas las edades, verdaderos protagonistas de esta revista.
Y como desde un principio he pretendido dejar en claro lo importante que es sentirse actor, no sólo espectador, del acontecer global, es lógico entonces que abordemos temas que hacen a la realidad de casa, sin dejar de lado o ignorar sucesos o situaciones que se juegan en otros escenarios del gran concierto mundial. El resultado: un variado mix de informes que sobrevuela distintas áreas. Entrevistas, moda, deportes, religión, cocina, pasarelas, encuentros sociales y humor conforman un atractivo paquete que de seguro dará que hablar.
Los invito pues a disfrutar de la buena lectura. Y como dirían por acá: ¡Oi, gente, vamos devagar!
¡Parabéns para os pães pelo seu dia! |
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Modelo: Martín Kuchman
para Valentino Bookings
Fotografía: Pablo Rivara.
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