Siempre me pasa lo mismo. ¿Será producto de una búsqueda
inconsciente o un simple acto reflejo de neto
cuño profesional?
Lo cierto es que al cierre de cada
edición me sorprendo encontrando conexiones insospechadas
entre los diversos temas que mes a mes nos
ocupan. Y en este caso, no cabe la excepción.
¿Cómo podría, si justo el hilo conductor que hilvana
cada página de esta revista se basa en las grandes
cuestiones que históricamente han inquietado a hombres y mujeres
de este mundo; sus libertades y derechos, sus emociones y
ambiciones, sus oportunidades, sus trabajos, sus deberes y sus
retos?
Se sabe que en occidente, hoy, se vive en sociedades plurales,
con individuos de variadas edades e identidades, y cintura como
para ceder al reclamo de minorías, hasta hace muy poco discriminadas,
por no ajustarse a los valores morales tradicionales.
En
estas sociedades, se supone que los humanos, sin excepción, deberíamos
tener igual lugar. Flacos o gordos, ricos o pobres, blancos
o negros, viejos o jóvenes, homosexuales o heterosexuales, todos
somos, a estas alturas, únicos responsables de acceder a una vida
plena y feliz, tal cual lo hizo el conocido sociólogo Jeffrey Weeks,
una vez que se decidió a encarar su sexualidad diferente y ya en la
década de los ‘70 se unió, sin tapujos, al movimiento gay.
Sin embargo no existen fórmulas mágicas que garanticen nada.
Lo dice Sergio Sinay, quien alerta sobre la confusión que genera
la búsqueda de placer o de bienestar como sinónimos de dicha, y
advierte que ésta nunca será una meta en sí misma, sino una consecuencia
de nuestro propio accionar.
Confundidos; aspiramos y soñamos con mejoras económicas
a cualquier costo, y exigimos incluso a los más chicos, con miras a
futuro, sin siquiera considerar el daño por alejarlos en etapas cada
vez más tempranas, cuando existen programas humanistas que
proponen una contención más amorosa.
¿El resultado? Muchachos exitistas que se llevan el mundo por
delante.
Patrizio Bertelli, número uno de Prada, la tiene clara al respecto.
Decidido a mantener un equilibrio de edades entre los trabajadores
de su empresa, afirma que no es cierto que los jóvenes sean la
gran fuente de desarrollo; más aun, puntualiza que quienes les enseñan,
son mayores capacitados para traspasarles su experiencia.
Convencido de que la clave del éxito reside en el trabajo y en
la calidad, cuenta que por lo general se confunde producto de lujo
con precio alto, pero que en realidad es la identidad lo que lo hace
lujoso. Conceptos que bien vale la pena anotar y nunca olvidar.
Aunque da la sensación que muchos de los locatarios que eligieron
esa carrera, los desestiman.
Hace tiempo que me pregunto si los nuevos egresados de las
numerosas academias de diseño de moda en Montevideo, tienen
claro lo que significa participar en desfiles, pasarelas de fin de cursos,
o competencias busca talentos.
Es innegable que en nuestro
medio, dichos programas constituyen una plataforma de lanzamiento
única, con acceso a revistas y otras publicaciones especializadas,
donde –increíble pero cierto- hasta se codean con notas e
imágenes que hacen honor a los máximos popes del mundo.
¿Lo habrán pensado?
¿Tendrán una idea de lo que vale? Yo digo
que no.
Porque si en verdad supieran lo que cuesta un segundo de
atención, no dejarían que éste pasara como si tal cosa, sin esforzarse
ni en la ejecución, ni en la puesta.
Llegado al punto, no evado responsabilidad. Porque en el afán
de fomentar, a veces se comete el pecado de la indulgencia.
Que
no es justo con los que se lo merecen, y mucho menos con los que
no se lo merecen.
Como diría mi querido amigo Rafael Sardá, enough is enough.
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Modelo: Juan Pablo Brianza.
Fotografía: Pablo Rivara.
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