Es el sucesor improbable. El extraño que se ganó el corazón de la familia. Hermès llevaba sus 169 años de vida gestionada por algún descendiente de Thierry Hermès, el hombre que fundó la empresa. Y desde 1978 en las dos manos de alguien tan carismático y polifacético como Jean-Louis Dumas, que tenía un ojo puesto en el destino estético de la marca y el otro en el económico. Una dualidad que no le hacía bizquear a juzgar por los resultados: las ventas pasaron de 42 a 1.400 millones de euros en esos 28 años. Cuando a comienzos de 2006, Dumas, de 68 años, dejó la empresa, ésta no pasó a ninguno de los otros 10 miembros de la familia que trabajan en ella. Al menos no del todo. Cierto es que su hijo, Pierre-Alexis, y uno de sus sobrinos, Pascale Mussard, fueron nombrados directores artísticos, heredando así el ojo creativo. Pero el ojo financiero de Dumas fue para Patrick Thomas, un francés de 59 años. Hasta entonces, su fiel mano derecha.
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