¿Qué
son cinco minutos en la vida de una persona? Nada. O mucho, si se piensa
que es el tiempo que puede durar una puesta de sol inolvidable, una
gran canción, o el remoloneo que se disfruta bajo las sábanas
después que sonó el despertador. Para datos más
objetivos, cinco minutos es el tiempo de vida estimado que se roba cada
cigarrillo fumado. Mucho, ¿no?
No es novedad que el cigarrillo mata.
Entre todos los tipos de cáncer, el de pulmón es el que
más afecta a los uruguayos, y un 90 por ciento de los casos está
asociado al consumo de tabaco y nicotina. Aún sin otras enfermedades
de por medio, la vida de un fumador es, promedialmente, entre cinco
y ocho años más corta que la de un no fumador.
Y mientras cada cigarro se lleva cinco minutos de vida, 5 mil uruguayos
mueren cada año por su culpa.
Eso no es todo. A pesar de las numerosas campañas contra el cigarrillo,
la Organización Mundial de la Salud estima que hay mil 100 millones
de fumadores en todo el Planeta.
Entre ellos, 800 millones viven en el Tercer Mundo y 300 en los países
industrializados. Hoy en día, en los países desarrollados
sólo fuma cerca del 30 por ciento de los adultos, lo que equivale
a la mitad de viciosos que hace cuarenta años. En los países
en vías de desarrollo, en cambio, cuarenta años atrás
sólo fumaba el 20 por ciento de los hombres y muy pocas mujeres.
Actualmente, lo hacen la mitad de los varones y el 8 por ciento de las
mujeres, entre las cuales el hábito va en aumento.
¿Una posible explicación para tan desigual distribución
de la calamidad? En los países pobres, los cigarrillos son más
baratos que hace una década. Así lo afirma la Organización
Mundial de la Salud, que de paso advierte que los bajos precios incrementarán
las muertes relacionadas al hábito de fumar.
El estudio, que examina la variable precios entre los años 1990
y 2000 en más de 80 países, encontró que en algunas
naciones pobres, un paquete de Marlboro es más barato que dos
libras (unos 900 gramos) de pan o arroz.
"El mercado está trabajando a favor de que las personas
gasten plata en cigarros, sin ningún esfuerzo'', afirma sin pelos
en la lengua el doctor Derek Yach, uno de los autores la investigación.
El estudio también cita un reporte bancario mundial del que se
desprende que un incremento de precio del 10 por ciento podría
ser efectivo para reducir la demanda de tabaco en alrededor de un 4
por ciento en las naciones pudientes, y un 8 en países de bajos
y medianos ingresos. Si todos los países aumentaran un 10 por
ciento los impuestos a los cigarrillos, 42 millones de fumadores dejarían
el vicio, y un mínimo de diez millones de muertes serían
prevenidas, dice el estudio.
Si todas estas cifras no resultaran convincentes, hay otro cálculo
interesante que puede sacudir la conciencia a más de uno. En
Uruguay, una cajilla de cigarros cuesta 20 pesos. A razón de
una por día, el fumador está gastando 600 por mes y unos
7.300 por año, gasto que, con un poco de voluntad, puede transformarse
en ahorro. Y no parece un dinero a desmerecer en estos tiempos.
De
mal en peor
Aunque las tintas suelen cargarse en el cáncer de pulmón
(cuyo riesgo se multiplica por cuarenta entre los fumadores), las consecuencias
nefastas del cigarro sobre la salud van mucho más lejos. A saber:
enfermedades cardiovasculares como infarto de miocardio, oclusión
de las arterias, hemiplejías y hasta muerte súbita.
Cáncer en la cavidad oral, esófago, páncreas, vejiga,
riñón y cuello de útero. Enfermedad pulmonar obstructiva
crónica. Ulceras digestivas. Complicaciones en el embarazo como
el bajo peso del niño al nacer, retardo del crecimiento fetal
intrauterino, o muerte fetal y neonatal. Baja fertilidad y disminución
del deseo sexual. Osteoporosis y menopausia precoz que, en el caso de
la mujer fumadora que también consume pastillas anticonceptivas,
agrega el riesgo de trombosis mayores. Y hay más.
Aunque ese desagradable catálogo de amenazas está bastante
difundido, dejar atrás el insalubre hábito no es nada
sencillo para los fumadores. Kilos de más, ansiedad desbordada
y tentaciones permanentes son algunos de los síntomas de quienes
se ponen en campaña para abandonar el cigarro. Un arsenal de
terapias, así como recetas que van desde los antidepresivos al
rayo láser, de los chicles a los parches, intentan ayudarles.
Después de mucho esfuerzo, amén de la salud recobrada,
la recompensa para quien deja de fumar no es muy dulce que digamos.
Como a los no fumadores, a los flamantes "ex" les espera la
peor mesa del restaurant (siempre y cuando la casa tenga la gentileza
de separar terrenos), cuando no la mala cara de aquellos que se sienten
habilitados a contaminar el aire y, de paso, enojarse con quien se lo
recuerda.
Así son las cosas: en la República Oriental del Uruguay,
aunque la Ley ampara a quien no fuma, nadie se encarga de velar por
que ello ocurra.
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