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Fue en la catedral de la Almudena, la iglesia en la que se casó el 22 de mayo, cuando Letizia Ortiz comprobó en toda su dimensión cómo había cambiado su vida ya y cómo iba a cambiar en el futuro. Sucedió el 24 de marzo, en el funeral de Estado organizado en memoria de las víctimas del 11-M. Ese día, la prometida del Príncipe descubrió el importante papel de la Corona en momentos de dolor y tristeza, y sintió cómo los familiares de los fallecidos buscaban y encontraban el calor de los Reyes de España. Ese día, también ella se sorprendió cuando la reconocían como una más. Letizia ha asumido que nunca olvidará el dolor de aquellas personas y tampoco el consuelo que la familia real supo infundir en medio de la tragedia, y en especial la actitud de la Reina. Letizia Ortiz se confesaba abrumada cuando se refería a la ayuda que ha recibido de doña Sofía desde que el 1 de noviembre pasado se hizo oficial su compromiso con el Príncipe. La Reina ha estado pendiente de todo, hasta de que Letizia recibiera cada mañana en el pabellón de invitados de la Zarzuela, que ocupó hasta el día de su boda, toda la prensa, sobre todo la internacional, que a ella le gusta leer a diario. A pesar de haber cambiado su casa de Valdebernardo –un popular barrio de clase media de Madrid– y las comidas en el domicilio de su madre por el palacio y una convivencia diaria con la familia Borbón-Grecia, Letizia Ortiz se sintió cómoda durante aquel tiempo. La calidez de los Reyes y la complicidad de don Felipe le han ayudado. Una vez que don Juan Carlos y doña Sofía conocieron y aceptaron a la periodista como futura Princesa de Asturias, allá por setiembre, todo el engranaje de la Casa del Rey se puso en marcha para que la adaptación de Letizia a su nueva vida se realizara de la manera más natural, con la marca de la casa, como le gusta decir a don Juan Carlos. Todos los que llegan al palacio de la Zarzuela reciben rápidamente el mensaje de que allí no se actúa a golpe de impulso, tampoco en base a campañas de imagen; el trabajo que se hace allí es a largo plazo. Letizia Ortiz no entiende toda esa leyenda que se levantó alrededor de ella desde que se hizo pública su relación con don Felipe. Y lo niega todo, desde que hubiera un ultimátum de su prometido a sus padres, si éstos no la aceptaban a ella, hasta que sus relaciones con los Reyes no sean cálidas. Y es que la ya Princesa de Asturias no pierde oportunidad de saber qué se dice de ella, qué se escribe de ella, y tampoco de lanzar mensajes a través de su círculo de amigos fieles y discretos. Así asegura estar atenta a los mensajes que le llegan desde fuera de palacio. Dice querer ser la Princesa de Asturias que esperan todos los españoles y que por eso escucha con atención todas las observaciones que recibe. Los muros de su nueva residencia no parecen haberla apartado de la calle. Sigue teniendo comunicación diaria con su familia y, por supuesto, con sus amigos. Pero por encima de todas las consideraciones que recibe y pide, Letizia Ortiz confía en la opinión de doña Sofía. Por eso quiso que estuviera presente en los talleres del modista Manuel Pertegaz en los que se confeccionó su traje de novia y por eso se dirige a ella para preguntarle cómo actuar en cada ocasión. |
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Una chica disciplinada Quienes frecuentaron a Letizia Ortiz desde noviembre, cuando se trasladó a vivir al palacio de la Zarzuela, coinciden con los que fueron sus compañeros de profesión en que se trata de una mujer de enorme disciplina, tan preocupada por las grandes cosas como por los pequeños detalles, con una preocupación tal que a veces la convierten en un poco obsesiva. Es tan vitalista que para algunos se trata de una persona muy nerviosa que no sabe estarse quieta, y precisamente este tono vital es el que la hace permanecer tan delgada. Sabe que la gente en alguna ocasión se ha preguntado si tiene problemas alimentarios o si está obsesionada con el gimnasio. Ella lo desmiente, asegura que disfruta de la buena mesa y que aunque le preocupa estar en forma no está todo el día haciendo ejercicio. También está al día de lo que la prensa del corazón dice de ella y de los especiales que las cadenas de televisión han hecho sobre la boda. Desmiente esa imagen de mujer ambiciosa, fría y calculadora que algunos de los que han sido sus compañeros de televisión han dado. Se reconoce ambiciosa en su pasado profesional, pero como afán de superación, nunca como actitud para despreciar o pasar por alto al compañero. Le molesta que se diga que si llegó a presentar la segunda edición del telediario con Alfredo Urdaci fue por una llamada de la Casa del Rey al entonces director general de Televisión Española. Y cuenta que se ganó su puesto en ese informativo gracias a un video que ella mandó personalmente a Urdaci. Y se ríe cuando la retratan como una profesional que peleaba duramente por una sustanciosa retribución económica. La misma insistencia que la lleva a aclarar una y otra vez las cuestiones en las que no está de acuerdo con la imagen que se da de ella, parece que le va a ayudar a desempeñar su papel de Princesa de Asturias. El día 1 de noviembre de 2003 colgó para siempre su trabajo de periodista y se metió en otro bien distinto pero que afronta con el empeño con el que desde pequeña se empeñó en ser periodista.
Una mujer interesada Todo comenzó en octubre de 2002. Recién instalado en su nueva casa, y todavía recuperándose de su ruptura con Eva Sannum, don Felipe descubrió un día haciendo zapping a una periodista de imagen amable y voz firme que trabajaba en los informativos de Televisión Española. ¿Quién sería esa chica? ¿Cómo sería? Pedro Erquicia, con el que entabló amistad tras una larga entrevista, le ayudó a conocerla. Erquicia desplegó todas su dotes de gran anfitrión y organizó una cena en su ático desde el que disfrutan unas magníficas vistas de la Puerta de Alcalá. A la cita fueron invitadas 16 personas, entre ellos los periodistas Luis Mariñas y su esposa, Beatriz Aranda; el director de cine Emilio Martínez Lázaro y su esposa; el hermano del anfitrión y el realizador y subdirector de Informe Semanal, Manuel Rubio, que llegó acompañado de Letizia Ortiz. Don Felipe fue el último en comparecer; lo hizo vestido de manera informal y acompañado de su secretario Jaime Alfonsín con su esposa, Cristina. Todos los asistentes comprobaron al final de la velada que el Príncipe y Letizia habían congeniado. Se les oyó hablar de muchos temas de actualidad, de esas noticias que ella contaba en televisión y que él en ocasiones protagonizaba. También compartieron los avatares de sus nuevas casas. Don Felipe acababa de mudarse a un palacete de 1.800 metros cuadrados dentro del complejo del palacio de la Zarzuela, y ella, a un piso en Valdebernardo de 110 metros cuadrados, casi el mismo tamaño que el dormitorio del Príncipe. –¿Cómo se conocieron? –Bueno, la primera vez, hace más de un año, fue un encuentro casual y no tuvo ninguna consecuencia. Fue en la primavera cuando entablamos más contacto y aquello fructificó. Ésa fue la primera pregunta que una veintena de periodistas hacían a la pareja en su primera comparecencia ante los informadores como novios en la residencia del Príncipe el 3 de noviembre de 2003. El año que transcurrió desde el día de su presentación hasta su aparición como novios pasaron muchas cosas. Cuando Letizia acudió aquella noche a cenar a casa de Pedro Erquicia, todavía salía con David Tejera, un periodista de CNN+. Su relación era intermitente, pero se alargaba tres años en el tiempo. Y don Felipe todavía añoraba a Eva Sannum, pero intentaba conocer nuevas chicas. Diana Martínez-Bordiú y la alemana Cristine fueron algunas. Pero ninguno de esos intentos progresó. Don Felipe seguía parándose ante el televisor cuando descubría a Letizia, aquella chica a la que conoció en casa de Erquicia. También a través de la pantalla supo que la periodista estaba en Irak. “Una de las tareas más interesantes del periodismo es estar en los lugares donde ocurren las noticias, salir a la calle y contar cosas, con lo cual me pareció muy interesante estar en Um Qasar y contar la labor que estaba haciendo el Ejército español en ese país. Yo llegué cuando ya había caído Bagdad y no viví directamente la guerra, pero fue importante convivir durante 15 días con los militares para apreciar cómo realizaban su trabajo. Y fue genial poder estar en suelo iraquí para ver cómo vivía la gente”, comentó en una ocasión la periodista Letizia. El Príncipe siguió con atención sus crónicas y cuando supo que había regresado a Madrid consiguió su teléfono y la llamó. Ahí empezó todo. Era la primavera de 2003. Don Felipe descubrió en ella una mujer interesada por la política internacional y sobre todo una periodista entregada de lleno a su profesión, esa que él ha reconocido hubiera elegido de no ser Príncipe de Asturias. |
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