|
La muerte puede ser
una forma de vida. Y si no, que lo digan los protagonistas de la
exitosa serial televisiva Six Feet Under, que ahora puede verse
también en estas tierras a través de la señal
de cable HBO.
No hace falta remitirse a Estados Unidos, sin embargo, para verificar
que el negocio de la muerte, por macabro que parezca, puede ser
más que rentable.
Del otro lado del mostrador, más tarde o más temprano,
la incógnita acucia a cualquier mortal: ¿cuándo
y cómo me sorprenderá la Guadaña?, ¿cuánto
costará el último viaje?
La toma de conciencia llevará su tiempo, pero es un punto
de inflexión, generalmente desencadenado por el fallecimiento
de un ser querido, la inmolación de un ídolo popular,
o simplemente la crisis existencial de los 40.
"Acá todos los días traen flores", dice
Marcos Toledano, funcionario del Cementerio Central. Rodeado de
montículos de arena que usan para rellenar floreros y macetones,
y de los carteles contra el temible mosquito aedes aegypti, el hombre
habla con el cigarro en la boca y radio Clarín en sintonía,
para matar las horas de trabajo muertas, con los gatos que merodean
el cementerio como únicos testigos.
Toledano cuenta que un entierro no lleva más de quince minutos
de trabajo, y que demanda cuatro personas porque ése es el
número mínimo de manijas que tiene un féretro.
Ya se lo advertía Alfredo Zitarrosa a Doña Soledad:
"usted se puede morir/ eso es cuestión de salud/ pero
no quiera saber/ lo que le cuesta un ataúd".
Es justamente el cajón, y las suntuosidades que lo rodeen,
lo que encarece el servicio fúnebre. Cada vez menos cedro,
menos trabajo artesanal; el bronce, reservado a unos pocos, generalmente
jefes de Estado.
Previsión Sociedad Anónima, por ejemplo, ofrece cinco
planes que incluyen desde el "ataúd social" al
"París Fino" que no es el nombre de una excursión
a la Ciudad Luz, sino el de un féretro en cedro o caoba con
argollones.
Mortajas, carrozas, capillas, inscripciones, sellados y otros trámites,
álbumes, avisos, salas velatorias y flores, dependiendo de
su cantidad y calidad, suman más billetes a estos paquetes
pre-negociados que ya cuentan con el aval de 180 mil afiliados individuales
y otros 88 mil asociados mediante convenios colectivos.
El plan más económico para una familia tipo (padre
y madre que superen los 60 y 50 años respectivamente, y dos
hijos menores de 30), costará 44 pesos per cápita,
en tanto el plan 5, trepa a los 130 pesos por persona, cifra que
puede aumentar dependiendo de la composición familiar y la
edad de sus miembros.
La propuesta menos onerosa garantiza un "ataúd social",
carroza moderna, tres remises de acompañamiento, capilla,
álbum papel grande, mortaja de primera, trámites y
sellados municipales, inscripciones, un aviso fúnebre a una
columna, un aviso radial y sala velatoria. El plan más costoso
asegura, entre otras extras, el ataúd "París
Fino", una carroza de flores, una berlina y un remise extra,
álbum y mortaja especiales, y dos avisos en la prensa a dos
columnas.
"Más de una vez la gente confunde inversión con
ganancia", advierte Angel Rogelio Martinelli Moreira, cuarta
generación de una familia que se inició en el rubro
hace 150 años con una cochería cuya flota suma hoy
alrededor de cuarenta vehículos (entre autos y carrozas Mercedes
Benz) y atesora treinta en su colección histórica.
"Mi abuelo se inició en la cochería prestándole
al presidente de la República un servicio de carruajes, y
conservamos una foto del 4 de agosto de 1904, cuando el atentado
a Batlle y Ordóñez en Montecaseros. Mi abuelo estuvo
allí ese día, y aunque la bomba explotó frente
a los caballos, se salvaron él y el presidente".
El nieto de aquel empresario tan visionario como afortunado, asume
que hoy en día hay que "obrar a criterio del cliente,
darle el gusto. La empresa no manda".
En Martinelli, el precio de un servicio fúnebre suele arrancar
en los 8 mil pesos, y puede trepar hasta decenas de miles. Cada
remise extra, por ejemplo, cuesta 415 pesos dentro de Montevideo.
Empeñada en abarcar todos los rubros, la firma suma la prestadora
de servicios fúnebres, una previsora que vende servicios
prepagos en Montevideo Pan de Azúcar, Lagomar y Paso Carrasco,
y hasta un cementerio propio en la ruta 102. "Queremos que
sea más popular", dice Martinelli Moreira antes de contar
que la parcela más económica ronda los 3 mil dólares,
a los que hay que sumar IVA y otros impuestos. "Un cementerio-parque
es como un condominio: requiere vigilancia, aseo, y una tasa de
conservación anual", resume el empresario.
Calcular el futuro
En el negocio de la muerte, las ofertas son múltiples, aunque
nunca tan escabrosas como en Six Feet Under, donde un restaurador
de cadáveres puede ganar mucho dinero dejando "como
nuevo" a un pobre hombre "amasado" por una trituradora.
En Uruguay, los interesados suelen enterarse de tales ofertas a
través de las mutualistas (que ofrecen una asistencia standard,
en algunos casos con panteones propios, previo pago de una sobrecuota
que promedia los 55 pesos), o prevén esos asuntos con la
contratación de un seguro de vida.
También es habitual que la cobertura fúnebre esté
contemplada en los convenios que firman muchas empresas privadas
u organismos públicos para beneficio de sus empleados, pero
siempre es posible hallarse aún así librado a la propia
suerte. En tal caso, el rompecabezas consistirá en optar
por una previsora u otra, abonarse individual o familiarmente, licitar
un humilde nicho en un camposanto municipal, o comprar la parcela
vip de un cementerio parquizado.
En el Interior del país funciona, hace 14 años, una
asociación de empresas fúnebres (Aefi), integrada
por unas 90 firmas, en su mayoría previsoras. La comercialización
de sus servicios corre por cuenta de Ceti, una sociedad anónima
que muchas veces actúa como corresponsal de las empresas
montevideanas.
Ya sea en la capital o fuera de ella, de acuerdo al programa que
la persona suscriba, contará con derechos bien distintos.
Hay instituciones cuya máxima es hacerse cargo del desagradable
trance desde el momento en que hay que enviar una ambulancia al
lugar donde falleció la persona, hasta la reducción
de los restos que se practica un par de años después
del entierro. Otras ofrecen sólo servicios muy puntuales.
En general, la edad del afiliado es el patrón utilizado para
discriminar por categorías: a mayor edad, más alta
la cuota y mayor el número de condiciones.
En el extremo se encuentran quienes firmen una solicitud pasados
los 90 abriles, puesto que deberán esperar tres años
para usufructuar los servicios.
Por otra parte, una declaración jurada comprometerá
al nuevo socio, cualquiera sea su edad, a no ocultar enfermedades
graves al momento de suscribir el convenio. De más está
decir, los aspirantes deben leer con sumo cuidado la letra chica
que advierte sobre excepciones varias, como guerras, epidemias,
u otro tipo de cataclismos.
Los gastos no se acaban a la salida del cementerio, ni los familiares
directos son los únicos involucrados en las cuentas.
Hasta hoy, sigue siendo apreciado como muestra de respeto publicar
una participación en la prensa en recuerdo del fallecido.
Los matutinos montevideanos dan facilidades de pago por la publicación
de avisos fúnebres en sus páginas: permiten el uso
de tarjetas de crédito internacionales, y aceptan tres cuotas
sin recargo. No es para menos: dependiendo de su tamaño,
esas expresiones de condolencia cuestan entre 600 y 3 mil pesos.
Es sabido que, una vez muertos, artistas, deportistas, políticos,
o celebridades de cualquier calibre tendrán mucho más
espacio asegurado en los medios gráficos y audiovisuales.
Sin embargo, hasta el difunto más ignoto es anunciado diariamente
por radio Carve. La 850 AM emite su informativo necrológico
cada mañana entre las 7.15 y las 7.30, con datos proporcionados
por las empresas fúnebres. La información también
es remitida a su sitio en Internet.
Además de aparecer en la prensa, muchos se valen de arreglos
florales para ofrecer su pésame. El envío de una corona
de flores respetable puede costar entre 2 mil y 5 mil 500 pesos.
El rubro también sabe de modas: las coronas de hoy son menos
rígidas que las de antes, mientras gladiolos y claveles se
cuentan entre las flores más empleadas, aunque ninguna está
prohibida a la hora de un funeral.
Quienes quieran gastar menos deben saber que una sobria palma requerirá
un desembolso promedio de mil pesos, mientras una cruz rondará
los 500.
Aunque aseguran que no se trata de regatear, los floristas admiten
que el costo de un arreglo también depende de la hora a la
que parta el servicio, cuán frescas estén las flores,
y cuántas se coloquen "para armar bulto".
Hay otros detalles a tener en cuenta. A diferencia de lo que puede
verse en Six Feet Under, o en más de una película
made in USA, maquillar o afeitar a los muertos no es un servicio
de rutina en las empresas fúnebres locales, y semejante faena
suele quedar a cargo de la propia familia, que también decide
si el ataúd permanecerá abierto o cerrado durante
el velatorio.
En Montevideo se realizan 15 mil entierros al año, de los
cuales un 80 por ciento se registra en el Cementerio del Norte,
un irregular predio de 124 hectáreas que administra la Intendencia
Municipal.
Las lápidas deben ser encargadas a particulares, a los cuales
la Comuna cobra un permiso de colocación de 270 pesos. La
Intendencia también establece una tasa anual de mantenimiento
en los cementerios del Cerro, Paso Molino, Buceo y Central, donde
mantener un panteón puede costar algo más de mil pesos
al año. En caso de arrendamiento, el tiempo límite
para conservar las inhumaciones en tierra es de tres años,
plazo que se acota a dos para los cuerpos depositados en tubulares
y nichos.
Vencidos esos lapsos debe realizarse, en el correr de los 30 días
siguientes, la reducción de los restos óseos. Dicho
trámite implicará otros 762 pesos, pero tal obligación
no corre en el caso de los panteones, cuya regularización
está a la espera de ser autorizada por la Junta Departamental.
El gobierno municipal debe costear el sepulcro de los indigentes.
Por tal razón hay seis salas velatorias públicas,
y la Intendencia asiste los velorios a domicilio. Esta modalidad
totalizó el 40 por ciento de los velorios organizados el
pasado 2001 por la Comuna capitalina, y sigue incrementándose
ante la dificultad de trasladarse que aducen muchos montevideanos
en aprietos económicos o aquejados por problemas de salud.
El sector fúnebre de la Intendencia tiene 30 empleados y
una flota de cinco coches: dos furgones y tres camionetas. Un velatorio
y el traslado del ataúd hasta su inhumación en tubulares
o en tierra en los cementerios del Norte o del Cerro ronda los 4
mil 700 pesos, y en la operación suelen intervenir un chofer,
un enlutador y dos peones.
Para acceder gratuitamente a estos servicios se debe solicitar un
certificado de indigencia en la seccional zonal, presentarlo luego
en la Intendencia ante un asistente social y firmar una declaración
jurada.
En cuanto a las cremaciones, éstas se realizan únicamente
en el Cementerio del Norte, y cuestan mil 630 pesos en el caso de
los fallecidos recientes, y 762 si se trata de restos inhumados
tiempo atrás.
En el Interior, suele haber al menos un cementerio en cada capital
departamental y otro en toda población que cuente con una
Junta local. Dejando fuera a Canelones (que ostenta un récord
de casi 20 cementerios), el promedio es de seis por departamento,
contabilizando municipales, privados y hasta pequeños camposantos
como los que sobreviven en más de una estancia.
|
|