Verdor
eterno
Los Fresnos de Carrasco, uno de los cementerios privados habilitados
en 1991 (ya los hay en Canelones, San José, Treinta y Tres,
Durazno y Salto, y se proyectan otros en Maldonado, Cerro Largo
y Soriano), puso su piedra fundamental en 1993 y completó
su primer servicio al año siguiente. Con el césped
que no consigue casi ningún jardín, este inmenso remanso
ubicado en el kilómetro 24 y medio de la ruta 101 ofrece
la alternativa de parcelas a perpetuidad que cuestan entre 2 mil
y 14 mil 700 dólares, dependiendo de su ubicación
en el parque (más o menos cerca de los senderos) y de la
distancia respecto al edificio principal. "En el Cementerio
Central los panteones de la entrada están estimados en 120
mil dólares", compara en representación de la
firma Patricia Canessa. Según ella, hace unos años
la idea de un cementerio parque parecía dirigida sólo
a los estratos económicos más altos, pero actualmente
los valores se han adecuado a la realidad imperante y un cementerio
como Los Fresnos puede ser "para todos".
Además de las parcelas de tres niveles con capacidad para
igual número de cajones o 18 urnarios, la empresa ofrece
la alternativa de desembolsar 750 dólares por un único
nivel, y hasta cupos para urnas individuales que compartirán
el espacio de una parcela con otras. Pero más allá
de defender sus precios, los directivos de Los Fresnos insisten
en las virtudes de un cementerio-parque a la hora de enfrentar el
trance de la muerte. "Acá vienen hasta niños",
remata Canessa.
Sus colegas salteños de Los Azares abrieron las puertas en
1999 y llevan vendidas algo más de 40 parcelas. Acceder allí
a una parcela individual cuesta 350 dólares, a los que debe
sumarse una tasa de mantenimiento anual de otros 50. En ese mismo
sector económico, una parcela familiar asciende a 530, y
su mantenimiento sube a 60 dólares, lo mismo que cuesta una
placa grabada.
Los interesados en embellecer sus panteones en los cementerios tradicionales
querrán saber, por su parte, que una lápida de hormigón
promedia los mil 500 pesos, y sube hasta los 4 mil (permisos y colocación
incluidos) si se la reviste en mármol de Carrara. Las placas
son más económicas: entre 200 y 400 pesos, dependiendo
de su tamaño.
Regreso sin gloria
Morir en el extranjero pone a prueba la globalización. Cruzar
cualquier frontera equivale a someterse de lleno a las burocracias
propias y ajenas. Donde lo hubiere, el Consulado Uruguayo asiste
ante los mil y un inconvenientes desatados por una muerte lejos
de casa. Sin embargo, el dinero que se gasta en repatriar un cadáver
es menor al que muchas veces insume traer de regreso a un enfermo,
que necesita cuidados especiales y, a diferencia de un muerto, no
viaja en la bodega del avión, pone en claro Enrique Vidal,
asesor de la Dirección de Asuntos Consulares de la Cancillería.
Así el insuceso ocurra en Buenos Aires o en Pekín,
el Ministerio de Relaciones Exteriores no puede dejar de tomar cartas
en el asunto: debe ocuparse de expedir los certificados del caso,
salvo la legalización de la partida de defunción (que
cuesta unos 42 dólares), a cargo de la autoridad local. El
embalsamamiento (que puede costar entre 2 mil y 6 mil dólares,
dependiendo del país en que se realice) es un procedimiento
común en esas circunstancias. Después hay que contar
con los gastos ocasionados por las demoras de rigor, que dependen
de qué tan bien o mal asistida esté la persona en
el Exterior, las influencias que puedan ejercer sus eventuales acompañantes,
y la forma en que viajó fuera del país.
Si a diferencia de lo ocurrido en casos como los de Gonchi Rodríguez
(fallecido en una competencia automovilística); el director
teatral Atahualpa del Cioppo (muerto durante un festival en Cuba);
o el guitarrista Abel Carlevaro (que dejó de existir en medio
de una gira europea), la muerte sorprende a alguien que no está
asegurado ni puede asumir los gastos, la cremación del cuerpo
en el país donde ocurrió el deceso es una alternativa
frecuente, mucho más económica que el embalsamamiento.
El costo del duelo
Para los deudos, muchas veces la pérdida va más allá
de lo afectivo. Una muerte sorpresiva, eventualmente agravada por
la falta de cobertura, puede derivar en serios problemas económicos.
Muchas veces, sin embargo, los dolores de cabeza y de bolsillo pueden
empezar antes de la muerte, cuando un enfermo requiere de cuidados
especiales en su domicilio o donde esté internado. Los servicios
de acompañantes ofrecen múltiples convenios, y los
precios varían sensiblemente de acuerdo a la edad del socio,
los servicios, y las horas contratadas.
Hay más. Alrededor de 600 pacientes terminales pasan cada
año por los Hospi Saunders, instituciones que funcionan desde
1985 en Uruguay, con el objetivo fundamental de ofrecer cuidados
paliativos que contribuyan a la calidad de vida que le resta al
enfermo.
La Asociación Española cuenta con dos Hospi Saunders
en Montevideo, de 22 y 23 camas respectivamente. La estadía
promedio de los pacientes terminales se extiende durante 20 días,
y la institución asume un costo por jornada y por cama que
duplica al de la internación común.
Una vez ocurrido el desenlace, seguir adelante con la rutina de
trabajo y otras obligaciones cotidianas requiere a los deudos no
sólo reponerse emocionalmente.
En la actividad privada no hay ninguna norma que conceda el beneficio
de días libres antes que el familiar del fallecido se reintegre
a su empleo. "Eso no impide que existan convenios colectivos
específicos entre los sindicatos de empleados y ciertas empresas",
advierte la abogada Gabriela Pereyra.
El sindicato de los bancarios privados, por ejemplo, otorga una
licencia especial de tres días a partir del fallecimiento
de familiares directos (cónyuges, padres, hijos, hermanos,
padres políticos y abuelos).
Las cosas son distintas en la actividad pública, donde las
normas que rigen a los funcionarios establecen diez días
de licencia con goce de sueldo en caso de muerte de padres, hijos
o cónyuges de los citados empleados; cuatro días en
caso de tratarse de hermanos; y dos si los difuntos son los abuelos,
nietos, padres, hijos o hermanos políticos, padres adoptantes,
hijos adoptivos, padrastros o hijastros.
Como se ve, el duelo es cosa seria para los empleados de la administración
pública.
En cualquier caso, además de una pausa en el trabajo, el
doliente puede requerir ayuda profesional o al menos el apoyo de
quienes hayan pasado por un trance similar.
Consultar a un sicólogo puede costar entre 300 y 800 pesos
por sesión, arancel que puede descender a 200 si se trata
de profesionales principiantes o muy sensibles a la situación
económica. También queda el recurso de la cartelera
solidaria del Gallito Luis, donde cada tanto suelen publicar sus
ofertas los sicólogos que están haciendo sus primeras
armas y están eventualmente dispuestos a atender gratis.
En fin: la cuenta es larga y puede quitarle el aliento a más
de uno. Pero como dice la promoción de Six Feet Under, "toda
su vida terminará en esto".
Ya lo sostenía Woody Allen: "no tengo miedo de morir.
Sólo quisiera no estar presente cuando eso suceda".
Los de arriba y los de abajo
El
Panteón Nacional es, de hecho, la cripta de la capilla
del Cementerio Central, que la costumbre autorizó como
lugar donde rendir honores a quienes sirvieron a la República.
Figuran en él familias patricias y personalidades que cubren
la nomenclatura más selecta de Montevideo: Ricaldoni, Rodó,
Soca, Zorrilla de San Martín, Rondeau, Garzón, Blanes,
Narvaja, Buxareo, y Herrera y Obes, entre otros. La nómina
es tan larga que, muchas veces, los honores oficiales del caso
se hacen a la entrada del Panteón Nacional -donde sólo
queda sin ocupar algún lugar del lado exterior- y los difuntos
que ameritan tales honores acaban siendo trasladados a otro cementerio.
Opuestas a toda pompa son las vías por las cuales los cuerpos
son derivados a la Facultad de Medicina: o bien se trata de donaciones
o de personas no identificadas a las que el Poder Judicial asigna
ese destino. Tienen ese final un número elevado de personas:
en costas, parques, plazas y veredas aparecen unos veinte cuerpos
por mes, lamenta reconocer Roberto Villamarzo, director municipal
de Acondicionamiento Urbano.
La experiencia demuestra que hasta para evadirse del mundo hay
que tener las cuentas y los documentos al día, sobre todo
si se pretende evitar a los parientes un dolor de cabeza. Por
fortuna, aún los epitafios no se venden en planes de pago.
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