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UN JARDIN DIFERENTE En los veinte mil metros de terreno que rodean su chalet Los Felinos, Petreanú ha ido transformando la naturaleza, potenciando especies ya existentes e incorporando otras nuevas, hasta crear un parque que va de lo tradicional a lo salvaje. Un cuidado césped y gran variedad de rosales rodean la casa y la piscina. Pero a medida que se avanza por el parque se descubre que no todo el encanto de las flores queda en los canteros, o los rosales de pie. También se encuentra en las ramas de vigorosos árboles, repletos de llamativas sorpresas. Allí se puede descubrir desde un ombú hasta un baobab. Pero lo que han tratado por años de potenciar es la flora indígena. El bosque autóctono, en la parte más alejada del terraplén, aloja unas doscientas especies indígenas (acacias, pata de vaca, tembetarí, sombra de toro, y coronillas entre otras). “Evito lo exótico, nunca se sabe cómo influirá en la reproducción de otras plantas. Además yo disfruto mucho del canto de los pájaros y las aves no anidan en plantas foráneas”, consigna. Uno de los lugares más mágicos es una pequeña pradera sembrada de cosmos dominada por una magnolia ubicada en un pequeño claro del bosque. También hay rarezas como un cantero de cactus, un árbol caído abrazado por jazmines, y un estanque donde reinan los nenúfares. Justo en la entrada de Los Felinos se encuentra la huerta, que no está como es tradicional, en la parte trasera de la casa. Allí cultivan todos los productos que se pueden encontrar en una verdulería de manera ecológica. A unos metros, un pequeño vivero garantiza la existencia de un remanente de ejemplares para transplantar en el momento propicio. El terreno está alejado del mar, rodeado de árboles. Petreanú y su jardinero Freddy Tejera, atribuyen a ese microclima creado el hecho que todo crezca fantásticamente bien y a una velocidad pasmosa, y que todo, hasta los peces que nadan en el estanque, se conviertan en vigorosos ejemplares, como por arte de magia. No es especialista en botánica, ni paisajista. Se dedica a la jardinería por hobby. Su jardín, que ha recibido más de treinta premios, recibe anualmente cientos de visitantes, entre ellos varios especialistas extranjeros. |
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“La situación se pone difícil –confiesa Le Mehauté– cuando los suelos son arcillosos y el aire es salino. En estos casos las especies que soportan mejor son las acacias trinervis, los olivos de Bohemia (o eleagnus angustifolia dicho en la jerga de los paisajistas), los pittosporum, las araucarias excelsas, los tamarindos, los agapantos, las gauras y los cosmos entre otras especies”, dice la experta a modo de enumeración de sus caballitos de batalla. Le Mehauté tiene 34 años de profesión, lleva diez años participando en Casa Foa y quince trabajando en Uruguay. ¿Qué le gusta que inspiren sus jardines? ¿serenidad, vitalidad, refugio? “Lo mejor sería que un ser humano –que es el cliente– quede satisfecho. Poder provocar sensaciones en el otro es una tarea compleja. Creo que lo más atinado es poder meterse en el alma del otro”. ¿Y cuál es la mejor hora para disfrutar el jardín?: “la hora azul, la de la tardecita, la de Picasso”. |
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