Propuestas estéticas

Que lo oriental está de moda no es ningún secreto. Cada día ejerce más influjo en quienes se sienten atraídos por el minimalismo y la simplicidad. La jardinería también se ha empapado de la modalidad japonesa. Una de las influencias más claras que se ve en los refugios naturales de la zona es incluir modernas estructuras que permiten explorar todos los aspectos del agua: transparencia, quietud, sonido, silencio, y energía. O bien incluir pequeños estanques naturales que invitan a la contemplación. “Hemos pasado del jardín barroco al jardín minimalista que trabaja con los mínimos datos de la realidad, con elementos depurados, que permiten visualizar la esencia de los lugares”, señala Mulieri.

Jardines más bellos y más perdurables. Más naturales y menos versaillescos. Eso es lo que los paisajistas cultivan en el Este. “La idea es diseñar jardines que se puedan usar, no sólo mirar. Se busca algo más allá del cantero con florcitas, algo que dure todo el año”, explica Artagaveytia.

¿Y qué tanto considera que le preocupa a las autoridades del departamento la preservación del paisaje?

Le Mehauté confiesa que desconoce el tema, pero nota que el mercado inmobiliario hace estragos, y ve con buenos ojos la disposición de no permitir el acceso de vehículos a las playas.

Según Mulieri el maravilloso panorama del departamento está bien cuidado, pero falta aunar voluntad, planificación y capacidad. “Hay una sana intención, falta incluir en la planificación de los espacios públicos de uso comunitario a los profesionales que entiendan del tema”.

Para Petreanú “un loteo demasiado excesivo limita al paisajista y a la belleza del lugar”. En la zona donde reside no se permiten lotes de menos de cinco mil metros. “Es difícil hacer algo atractivo en un terreno pequeño, es como tratar de hacer algo encantador en un balcón”, determina.

Tecnología y arte

Por otra parte, la tecnología ha permitido un mejor uso de los recursos naturales, así como un manejo más cómodo de los mismos. “Los terrenos de grandes extensiones cuentan con sistemas de riego controlados por ordenador que pueden programarse con antelación. Los polímeros –que se usan a la hora de la plantación– permiten mantener por más tiempo la humedad de las plantas. El riego mediante microaspersores, o por goteo, economiza grandes cantidades de agua”, explica Artagaveytia.

¿Puede considerarse al paisajismo una nueva expresión artística? “Yo pensaba que no, que era una conjunción de criterios y técnicas. Ahora estoy por aceptar que es un arte. Siento que con las texturas, la forma y el color estoy continuamente componiendo. Se trabaja con las mismas dimensiones que las otras artes: el ancho, el alto y la profundidad, pero se agrega el factor tiempo con sus cuatro estaciones y sus dinámicas. El producto puede definirse como la naturaleza mejorada”, reflexiona Mulieri.

“La naturaleza se puede recortar, estructurar, ajustar, contener. Es una ida y vuelta constante. Ella hace sus caprichos y tu hacés los tuyos. Y siempre hay puntos de encuentro. En este mundo de tantos elementos la tarea del paisajista pasa por orquestarlos, por dirigir el concierto para que nadie desafine”, concluye.

PAZ Y ASADOS

Ya van dos clientes europeos que le piden: “poneme hortensias”. “Lo ven como lo típico”, explica la paisajista uruguaya Elena Artagaveytia. “Estamos conservando el pinar, pero avejenta y muere cada vez más. No es algo que vaya a persistir. La variedad de pino se pierde día a día”, lamenta.

“El viento del mar y la sal secan los árboles, queman la superficie. Y producen árboles bandera, que tienen el ramaje de un lado, y del otro están completamente pelados”, explica la experta.

“Al trabajar junto al mar, lo principal es no tapar la visual, pero también utilizar especies que se adapten. Trato de manejarme con movimientos, incorporar plantas que se adecuen como la gramíneas y la cortaderia (pajas bravas), que se dan muy bien en la costa. Pero lo primero es descubrir el ángel, la magia del lugar y conservar lo que hay alrededor”, opina.

En el jardín de la casa ubicada en Punta Ballena, Artagaveytia optó por una vegetación cuyos colores no desentonan con los de la morada, así como por las gramíneas que otorgan movimiento a las líneas rectas propuestas por la arquitectura. También se replantaron los pinos. “Me gusta que el jardín de paz. También que

 

si querés hacer un asado con un grupo de amigos lo puedas hacer. La gente pide espacios para disfrutar y no ese jardín que no se puede ni tocar, y los niños no pueden ni jugar a la pelota”.

Artagaveytia se formó en el Jardín Botánico, realizó cursos de flora indígena en Buenos Aires. Hace 23 años que trabaja y vive en Punta Ballena.

 

 

LLAMADA A LOS SENTIDOS  

Al llegar al Parque de la Percepción, una auténtica sinfonía vegetal se apodera sorpresivamente de todos los sentidos del visitante. Un jardín de austeridad zen da la bienvenida. Grandes cipreses enmarcan el paisaje y permiten asomarse a él como a través de una ventana. Impactantes topiarias, aterrazamientos, estructuras de hierro donde trepan las enredaderas, participan en el concierto de verdes.

Roberto Mulieri está podando una planta que vulgarmente se conoce como mota de negro, y que él ha modelado pacientemente hasta convertir en una suerte de escultura vegetal con una silueta de lo más imaginativa. “Hacerle el service, llevarla a la peluquería tarda unas tres horas”, dice entretenido. Su jardín –explica inmediatamente– está enclavado en una situación tan arbustiva y frondosa, que él trató de marcar estructuras rígidas y podadas, para contrastar lo estructurado con la libertad que tienen los bosques. “Uso el topiario –podado– no sólo como escultura vegetal sino para marcar la libertad del entorno en las composiciones que hago”, dice el paisajista argentino que hace 8 años optó por hacer de su jardín un parque abierto al público.

La muestra de paisajismo está instalada en la Sierra de la Ballena, en una fracción llamada Sierra del Diablo, sobre un basamento de material rocoso de constitución tan rica como el abono. “Diseñar es sistematizar la percepción recibida”, consigna Mulieri que trabaja con los mínimos elementos que representan la esencia del lugar. El parque estalla en flores rosadas y azules que dan un toque de color a la sierra cubierta por un manto verde. Las especies básicas que utilizó son el eleagnus rastrero que juega con los grises del lugar; los hibiscus rosados y los laureles, que incrementados por el celeste de los jazmines del cielo dialogan con el atardecer. Los límites del parque están marcados por una vegetación profusa (arazá, chirca de monte, durantas). También hay cientos de rosales de variedades espectaculares.

Mulieri no se compromete con ninguna de las formas preexistentes de recrear la naturaleza, pero se enriquece con todas. “Todo aporta, todo sirve, pero yo tengo mi propio estilo. Podría decir que soy un moderno peleado con la modernidad, que no es lo mismo que ser modernoso. Ser moderno es dar respuesta a la necesidad de identidad que tiene la civilización. Correr detrás de los materiales de moda es ser un vulgar consumista”, subraya.

Su paleta, no está conformada por flores, sino por plantas, árboles y arbustos de bienvenida floración. Le interesa la combinación de colores, tamaños y texturas. Más que las flores, la sorpresa que depara la flor cuando el arbusto en su madurez hace eclosión. El milagro de la luz, el juego entre luces y sombras. El prodigio del agua, que rodea el jardín y él hace participar de este concierto. El parque tiene un sistema de riego que no utilizan mucho porque “es anti-económico”. “De día, gracias al rocío, todo aparece como regado. Es una maravilla que nos regala el clima de la sierra”, asegura el paisajista.

Durante el atardecer, cuando el jardín empieza a trabajar con la sombra que trae el plateado de la bruma de la lejanía del mar, y de la proximidad de la laguna, es la mejor hora para disfrutarlo, para cargarse de perfumes, de colores y de cantos de pájaros.

Roberto Mulieri, quien acaba de recibir varios premios en el concurso de jardines realizado en Punta del Este, se formó en la Escuela Superior de Jardinería de la ciudad de Buenos Aires. Estudió la teoría de la forma y el color, pero prefiere decir que es autodidacta. Algunos lo recordarán por el jardín plateado enteramente realizado con chatarra y desechos de la sociedad de consumo que realizó en Buenos Aires, otros por el homenaje que rindió a los enanitos de jardín –personajes emblemáticos de los jardines populares– el año pasado. Otros tantos no podrán olvidar la maravilla de visitar su casa-estudio.




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