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El shintoismo, el confucionismo y el zen nos enseñan que el hombre no está completo sin la naturaleza. Sería como un huérfano si no se sintiera hermano del agua, las plantas o las rocas”. La reflexión pertenece al paisajista japonés Chisao Shigemori, pero en todos los sitios y épocas los hombres se han preocupado por manejar el entorno natural y recrearlo con distintos criterios para mejorar el paisaje existente. A modo de ejemplo basta citar los jardines de Versailles en Francia, o los de Bóboli en Italia, que se han mantenido a través de los siglos. Es precisamente en busca de esos santuarios donde la sombra, el agua y el perfume de los pinos se convierten en tesoros ineludibles que todos los años miles de turistas llegan hasta Punta del Este. Allí, la amplia gama de opciones que ofrece el reino vegetal es fuente inagotable de recursos para mantener los jardines siempre rebosantes de belleza. El secreto, según reza el abecé de los paisajistas, reside en conocer las condiciones ideales de cada especie, tener en cuenta los requerimientos y las características ambientales del lugar. Las formas que ellos han ideado para recrear la naturaleza son innumerables. A grandes rasgos se puede mencionar el jardín francés, con toda su riqueza estructurada; el italiano, con su impronta de límites topiarios; el inglés organizado en grandes masas florales donde la mano del hombre prácticamente no se nota; y el japonés donde todo parece estar en su lugar. Esas tradiciones y disposiciones modernas –que también han dejado su impronta en la Península– hoy son interpretadas de manera contemporánea. “En la actualidad existe un resurgimiento de jardines con una marcada organización y planificación, agradables a la vista y fáciles de mantener. La imaginación es libre. Las distintas influencias se absorben y reinterpretan, los nuevos materiales suponen estimulantes ideas experimentales, y las artes visuales sugieren nuevas direcciones que exploran el espacio, la forma, la textura y el color. El jardín es ahora una expresión personal del propietario, un espacio totalmente único que refleja y resuelve sus particulares características”, menciona Jill Billington en su libro Jardines Modernos. Ese nuevo enfoque cultivado por la jardinería contemporánea y el paisajismo, echó raíces en el departamento de Maldonado, donde las autoridades se han ocupado de preservar las características ambientales del lugar y la hermosura de sus estampas. No sólo en respuesta a apasionados puntos de vista sobre cuestiones ecológicas sino también en pro de mantener espacios agradables a la vista y más fáciles de mantener. Actualmente, el desafío es llevar el verde al máximo de sus posibilidades. Una de las tendencias más positivas de la jardinería actual es el respeto hacia la naturaleza: cultivar de manera orgánica, conservar los recursos naturales y favorecer las especies autóctonas. Sobre este y otros temas, Paula conversó con tres connotados paisajistas y un amante de la jardinería varias veces galardonado en los concursos de jardinería que se organizan en la Península.
Culto al jardín En Latinoamérica el diseño del paisaje es relativamente nuevo. En Uruguay, si bien existen profesionales en el tema, la licenciatura de paisajismo no está planteada a nivel universitario. Sin embargo “es una profesión que año a año se va afianzando”, asegura el paisajista argentino Roberto Mulieri artífice del Parque de la Percepción, ubicado en las Cumbres de la Ballena en Maldonado. En eso coincide con su colega Elena Artagaveytia, una uruguaya casada con uno de los descendientes del legendario Antonio Lussich, que hace veinte años se dedica al paisajismo. “En Punta del Este se esta produciendo una suerte de culto al jardín. Se apuesta por espacios verdes mejor diseñados y más lindos. Contratar un paisajista sigue siendo nuevo para los uruguayos, pero hay una tendencia reciente a realizar las cosas de manera más integral. A manejarse con los planos y con el arquitecto a la hora de planificar el parterre. Y a hacer algo más que un cantero. El jardín moderno es más pensado, más trabajado, aunque requiere menos mantenimiento y tiene más que ver con el entorno” explica Artagaveytia. Por su parte, la argentina Cristina Le Mehauté, referencia ineludible del paisajismo de su país que ha realizado los jardines de varias de las celebridades de bajo perfil que optan por Punta del Este a la hora de alejarse del mundanal ruido, recita de memoria las claves de la jardinería: “interpretar a las plantas, recordar que no son de plástico”. Y las del paisajismo: “interpretar al cliente, a la arquitectura y al paisaje”. Otra máxima: “hay que saber escuchar las voces de cada lugar” dice Mulieri. En su libro Paisajes Esenciales, insiste en comprender e interpretar el sitio para no traicionarlo. “El paisajista no es un jardinero delicado, sino que tiene una responsabilidad social: participar en la armónica construcción de la ciudad”.
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Identidad de paisaje Si en algo están todos de acuerdo, es que en Punta del Este las lomas tapizadas de verde, salpicadas de hortensias y pinos, han ido conformando una identidad. Esas grandes superficies de césped prolijamente cortado que producen un aire señorial, hacen al típico vergel puntaesteño. “Sólo ustedes pueden con ellas”, ironiza Le Mehauté a sabiendas que mantenerlas siempre impecables no es tarea sencilla. “Es un estilo que impuso una señora inglesa –Catherine Coombs– a la que habría que rendirle homenaje. Ella no creía en la diversidad del mundo vegetal y trabajaba con muy pocas especies. Tenía un concepto dictatorial, pero sus parques eran geniales”, recuerda Mulieri. Pero así como hay intervenciones jardineriles que contribuyen a la unidad del entorno, y se integran al panorama determinado por las dunas, el mar, los pinos y los grandes macizos de rocas, existen otras que crean “una vista ocasional de verano”, agrega. Si uno se adentra por la Mansa hasta el corazón mismo de la Península, la tendencia parece ser disfrutar de la presencia de flores de coloridos pétalos. A Mulieri, los delfines dibujados con flores que juegan con pelotas de corales junto a unos soles circundados por desorbitantes estrellas realizadas con flores amarillas, le parecen “el delirium tremens”. “Los jardines evolucionaron a una cosa muy artificiosa. El típico vergel puntaesteño es cachirulo, puesto a punto para el verano y con espíritu competitivo”, dice sin pelos en la lengua. “La competencia jardineril de grandes canteros de flores que muchas veces se contraponen y se llevan muy mal entre sí, establecen una mala relación de vecinos. De todos modos, la naturaleza del lugar armoniza el paisaje de mal gusto que hace el hombre. Simultáneamente, se va tomando conciencia y se va armando una cultura del jardín, con mucha gente interesada en conservar un buen vergel todo el año. Y eso es bueno porque plantea un lenguaje, una temática y le da a la zona una característica”, agrega el paisajista. Él no es el único reacio a incorporar vivaces pimpollos de temporada. Artagaveytia también se niega a poner en un mismo cantero muchos impactos de color. “Prefiero las herbáceas perennes, las gramíneas, los arbustos. Me gusta un jardín de tonalidades más suaves, que se integre con el lugar”, confiesa la paisajista uruguaya. En cambio a Le Mehauté, los cetáceos dibujados con plantas y flores en las entradas de los edificios de la zona de la Mansa, “delfines que vestidos de flores bailan en un césped inmaculado”, le parecen de lo más simpáticos. “Punta del Este es naturalmente un paraíso con una personalidad que no varió”, considera. ¿Cómo debe relacionarse lo natural con lo artificial? “No sé si hay una ley, puedo hablar por mí. Hay pueblos que han mimetizado el color de su piedra con el de sus viviendas, esto arma un paisaje armónico, pero puedo también decir que La Barra es un arcoiris lleno de alegría. Una intervención interesante”, consigna Le Mehauté. También para el ingeniero Jorge Petreanú, un amante de la jardinería que parquizó las dos hectáreas del terreno que rodean su residencia en el barrio El Golf, “el eclecticismo es el mayor atractivo de este hábitat de veraneo”. A su entender, en los últimos años se pasó de potenciar lo edilicio a valorizar el entorno natural. “La proliferación de casas importantes, de parques, de conciencia ecológica y fundamentalmente la creación del famoso concurso Parques y Jardines, han incrementado la dedicación de la gente a sus espacios verdes. Y sobre todo han llevado a tomar conciencia sobre las muchas maneras de parquizar, más elaboradas, más organizadas, más salvajes, más agrestes” agrega. |
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