Lo que vendrá

Según los expertos, alentado por la globalización está emergiendo un nuevo ideal estético. Multirracial y exótico, fascina tanto a Orientecomo a Occidente. ¿Qué está dispuesta a hacer la gente para conseguirlo en un mundo donde la industria cosmética y las cirugías estéticas aumentan sin descanso?


Saira Mohan es la mujer más linda del siglo XXI. No sólo parecen opinar así los transeúntes que se quedan paralizados al verla posar –reconozcamos, con escasa ropa– para una producción de moda en una estación de trenes neoyorkina. O la revista Newsweek, que recientemente cubrió su tapa con Mohan, presentándola como “la nueva cara de la belleza mundial”. También así la consideran los principales científicos especializados, como Nancy Etcoff, profesora de neuropsicología de la Escuela de Medicina de Harvard, que ha pasado los últimos diez años investigando cómo se perciben las distintas formas del rostro humano; o Armand Leroi, profesor del Imperial College de Londres y celebridad del mundo de las mutaciones genéticas que resultan en los seres más estéticamente perfectos.


Saira –una modelo de 25 años, descubierta por los agentes de Elite y que fue tapa de Elle y de Sports Illustrated, desfiló para Chanel y apareció en el codiciado catálogo de ropa interior de Victoria's Secret– nació en Canadá y es de ascendencia india, irlandesa y francesa. Su mezcla étnica la convierte en una “flor híbrida”, que puede pasar tanto por asiática como por africana o europea, según qué rasgos elija resaltar. ¡Hasta luego Claudia Schiffer, Cindy Crawford, Christie Turlington! Saira es lo que, a medida que progrese el siglo, no sólo será la mujer bella por excelencia, sino que lo será en todas partes del mundo, ya que los estudios demuestran que la estética humana está evolucionando hacia un modelo de belleza global.

“Es un proceso de ida y vuelta en el que se mezclan varios factores”, explica Etcoff, autora del best seller científico La supervivencia de los más guapos (Editorial Debate).

“Mientras que en Asia y en Africa las mujeres buscan occidentalizarse, en Occidente no sólo están cada vez más de moda las “exóticas”, sino que, gracias a la popularidad de procesos quirúrgicos como la aplicación de siliconas para agrandar los labios y pechos, rasgos que tradicionalmente eran percibidos como africanos, ya empiezan a ser de rigor cuando se piensa en una belleza ideal”.

 

De Beverly Hills a Pekín

La influencia actual de Occidente sobre lo que es el modelo de belleza en el resto del mundo no es nuevo, y en el transcurso de todo el siglo XX se exacerbó a través de las imágenes del cine y la televisión. En los últimos años, esto se vio potenciado por el satélite y por Internet, pero es la proliferación de la cirugía estética la que le ha dado a esta tendencia un nuevo giro veloz. A medida que los precios descienden, cada vez más mujeres –y hombres– aceptan pasar por el cuchillo en busca de un creciente estándar de belleza global.

Lo que empezó hace muchos años en los exclusivos consultorios de Beverly Hills ha llegado hasta los pueblos más humildes cerca de Pekín, pasando por gran parte del mundo en su recorrido.

Así, la industria internacional de la belleza mueve 160 mil millones de dólares por año, según datos publicados por la revista Newsweek. El año último se realizaron casi 7 millones de intervenciones quirúrgicas, un aumento del 226 por ciento desde 1997. En el resto del mundo la tendencia continúa al galope.

“Ya no son sólo los extraordinariamente ricos quienes pueden cambiar su apariencia para estar a la moda. Una creciente clase media global cada vez acepta más la idea de aumentar el pecho o los labios, o sacarse unos milímetros de los pómulos”, explica Etcoff.

El caso paradigmático es China. Durante siglos, las mujeres asiáticas prefirieron la piel clara, una boca delicada, una nariz pequeña, el pelo negro y lacio, y una cara redonda. Ahora, muchas se tiñen el pelo de rubio y se lo ondulan, piden que sus rostros se alarguen y que los pómulos queden marcados.

Una compañía privada, Evercare, hace media docena de operaciones de cirugía estética por día en China, ya sea en hospitales, en clínicas o incluso en centros de belleza. Aunque el gobierno chino no lleva estadísticas oficiales, el número de operaciones realizadas el año último es de varios millones, ya que incluso las chicas más pobres de las zonas rurales están dispuestas a invertir meses de sueldo en intervenciones que les den a sus ojos un look más occidental y menos rasgado. Tanto así que hace poco The New York Times, en una gran nota sobre esta tendencia, adelantó que este año se realizará en Pekín un concurso de belleza en el cual sólo estas nuevas “bellezas artificiales” podrán participar.

El cálculo oficial es que en China la industria de la belleza, considerada durante décadas una “polución espiritual burguesa de Occidente”, mueve hoy anualmente 24 millones de dólares. Y las ventas del gigante de los cosméticos L'Oréal, por ejemplo, subieron en ese país un 70 por ciento el año último.

“Hay evidencia bastante clara de que el impacto de los medios americanos está siendo cada vez mayor y con mayores repercusiones globales sobre los ideales de belleza compartidos”, dice el profesor Peter Stearns, autor de Bodies and Beauty in the Modern West.

Un reciente estudio sobre islas de la Micronesia, en el Pacífico, mostró cómo mujeres que de haber estado paseándose en biquini por Punta del Este hubiesen corrido a taparse con el pareo por sentirse definitivamente gordas, eran consideradas las más deseadas. Pero en cuanto la televisión por cable pirateada de Estados Unidos fue invadiendo sus hogares, en pocos años comenzaron a adjudicar mucha importancia al peso y al ejercicio físico. No sólo cambiaron los parámetros de belleza que se habían mantenido intactos a lo largo de generaciones en esas alejadas islas: por primera vez se multiplicaron desórdenes alimentarios tales como la anorexia y la bulimia.

En Japón, mientras tanto, una forma de rebelión para las adolescentes es mostrarse con el pelo teñido de rubio y comiendo pizza. Los cambios en la dieta nipona también alteraron las dimensiones de los cuerpos de las chicas. Y en Corea del Sur, hoy existe el promedio más alto de cirujanos estéticos per cápita en el mundo.

En muchos casos, sin embargo, no se trata puramente de una cuestión de vanidad. Muchos siguen creyendo que un retoque occidentalizador ayudará a conseguir mejores esposos o empleos más rentables, en una sociedad cada vez más competitiva.

 

Viva lo raro

Mientras tanto, en el Primer Mundo aparece la otra cara de la moneda, que Etcoff describe así: las “exóticas” están en alza, y los rasgos que antes eran “exóticos” cada vez son más solicitados.

No sólo hubo ya íconos populares, como las chicas Bond o los Ángeles de Charlie, negras y orientales. En París, el año último, la Asamblea Nacional Francesa llegó a montar una gigantesca exposición en la fachada del edificio más emblemático de la república, titulada Les Mariannes de hoy, con fotos de 13 mujeres, ocho de ellas descendientes de inmigrantes africanas, elegidas para mostrar “el rostro ideal del país”.

Ya no sorprenden las historias de chicas descubiertas en una aldea de Sudán que se convierten en supermodelos en Nueva York. Al mismo tiempo, “cada vez hay una mayor conciencia de todo lo oriental en Occidente; y con la emergencia de China, esta tendencia claramente continuará”, dice Calvin Cheng, director para Asia de la agencia de modelos Elite, la que representa a Saira Mohan y a toda una serie de mujeres de razas híbridas.

¿Pero por qué nos van a parecer bellas estas mujeres “mezcla” o al menos, más que ahora? “Porque van a ser más comunes y van a estar más reproducidas por los medios, y el cerebro reconoce la belleza de dos maneras: como un promedio de todo lo que ve y por su familiaridad”, resume Etcoff.

Es decir que toda la manipulación con la belleza, tanto la natural, por la exacerbación de la mezcla de razas en un mundo globalizado, como la creada por los cambios artificiales introducidos merced a la cirugía estética, cambiará la manera en que nuestro cerebro percibe la belleza.

Mohan, por supuesto, no es el resultado de la cirugía estética: es toda natural. Sin embargo, lo interesante es pensar hasta qué punto su modelo es popularizado por la cirugía plástica, en la cual todos los rasgos distintivos pueden fusionarse en un parámetro único de lo que es el ideal global.

Pero hay algo más: para Leroi, la belleza es un certificado de salud; en particular, de salud genética. “Es probablemente por eso que la gente con mezcla de razas hoy nos resulta tan atractiva. Dado que la mayor parte de las mutaciones genéticas que nos afectan son debidas a caracteres recesivos, y hay que tener dos copias del gen mutante para ver sus efectos, los problemas genéticos rara vez se manifestarán en gente de antecedentes genéticos muy variados. Por eso –concluye–, lo que hace a Saira tan interesante es que es un símbolo de algo que se convertirá en una tendencia muy fuerte: gente de ancestros o raza imposible de identificar, indeterminada e inclasificable”.

Egipto: los símbolos

La belleza en el Egipto del tercer milenio a.C. era un atributo de la clase sacerdotal. Cada acto vinculado con el embellecimiento tenía un sentido simbólico y una función médica. El kohol con el que los egipcios se pintaban los ojos prevenía las oftalmías del desierto, además de estar vinculado con el ojo de Horus, el halcón sagrado.

Grecia: la armonía

El ideal de belleza en la Grecia antigua no radicaba ni en los cuidados del cuerpo ni en el adorno artificial de éste, sino en la armonía del todo, desde cada una de sus partes. La belleza residía en la perfección de las proporciones. Los griegos contemplaban el mundo y a sus seres, como una obra de arte.

Edad Media: la pureza

La mujer ideal de la era medieval era rubia, con el cabello rizado, en trenzas o suelto; con la tez bien blanca (como símbolo de pureza), tono pálido que se extendía hasta el cuello y las manos. La frente, ensanchada y brillante, era un canon obligatorio, que agrandaba los ojos y delimitaba la raíz de los cabellos en forma de corona.

Renacimiento: equilibrio

En el Renacimiento, Durero y Leonardo da Vinci establecieron diagramas precisos para la figura ideal. La mujer debía poseer tres elementos blancos (la piel, los dientes y las manos), tres rojos (los labios, las mejillas y las uñas) y tres negros (los ojos, las cejas, las pestañas), y responder a los siete, nueve o treinta y tres cánones del cuerpo ideal.

Belleza barroca

La veneciana Catalina de Medici se constituyó en la promotora de la belleza barroca. No hay mayor hermosura que la de las rubias de piel transparente. Por esa misma época comienzan a verse lunares postizos, que sirven para disimular pecas o granos, y el colorete, aliado que oculta la palidez que producen las noches de vigilia y las cenas.

Siglo XVIII: el corsé

A comienzos del siglo XVIII, lo pequeño y afectado es bien visto. Las mujeres utilizan el corsé, y su abuso provoca desmayos, hipocondrías y anemias. Las caderas deben ser más anchas que los hombros, los brazos regordetes, los tobillos finos, las manos alargadas y la boca pequeña.

Siglo XIX: el baño

La limpieza, a principios del siglo XIX se transforma en cualidad que distingue a la burguesía del proletariado, y es símbolo de belleza. El hábito de bañarse se impone a medida que se construyen los cuartos de aseo en las viviendas. Como regla, los pies deben lavarse cada ocho días; los cabellos cada dos meses, y los dientes, una vez por semana.

Siglo XX: la liberación

La expansión de las revistas femeninas cambia la forma de mirar el cuerpo. La mujer de la primera mitad del siglo XX lucha por sus derechos cívicos y políticos. Dejan de importarle los cánones de belleza que dictan los hombres. La figura femenina tiene como ideal un vientre plano, pechos pequeños y hombros masculinos. Un cuerpo andrógino y ambiguo.

Cirugías estéticas

En 1919, Francia introduce la cirugía estética y las actrices de la época se transforman en los modelos por seguir. El lifting, la supresión de las patas de gallo y la eliminación de la papada se convierten en las operaciones más frecuentes. En esos años, los salones de belleza son visitados por miles de mujeres, y la dolorosa depilación de las axilas con la llama de una vela se sustituye por el afeitado.

Un buen bronceado

Coco Chanel fue la precursora de las pieles bronceadas al abandonar la sombrilla y crear trajes de baño que

dejaban ver las piernas. En 1925 las mujeres comienzan a disfrutar de los beneficios del sol. Se ponen de moda las pieles cobrizas. En 1930, se imponen las uñas pintadas.

Estrellas

En 1935 está de moda tener un aspecto juvenil. Como las actrices de Hollywood, representantes de la belleza ideal, las mujeres lucen un rubio platinado y ondulado, al mejor estilo Jean Harlow; labios carnosos, como los de Marilyn o Brigitte; cejas altas y dibujadas en arco, como las de Sophia Loren.

Los 80 y los 90

En la década del 80, la imagen de la mujer ejecutiva irrumpe en el mercado, la belleza se convierte en un hecho social y en un reflejo del grupo al que se pertenece (punk, yuppie, rocker, tecno). En los 90, se apuesta por una belleza natural, cuidada, equilibrada.

Nuevo milenio

Según el doctor Devendra Singh, de la Universidad de Texas, la atracción que despierta una mujer se puede medir con una fórmula que denominó “coeficiente de atracción física”. El resultado se obtiene al dividir el perímetro de la cintura por el tamaño de la cadera. Singh sostiene que el ideal es 0.7. O sea, una cintura de setenta centímetros y una cadera de noventa. Por lo que Barbie (0.54 de coeficiente) ¡no es perfecta!

Los lindos

Estudios realizados en varias partes del mundo sugieren que la gente bella es más exitosa, gana más dinero y tiene más posibilidades de conseguir trabajo. Y una investigación realizada en la Universidad de Nuevo México demostró que los hombres prefieren a mujeres con piel suave, ojos grandes, cuerpos curvilíneos y labios gruesos, indicios de buena salud y fertilidad.

Obsesión

Responder a los parámetros de belleza sigue siendo una obsesión. Esta búsqueda empujó a miles de mujeres a modificar su conducta. Ejemplo de esto es el gusto de las esquimales por un estilo de bota que dejaba pasar la nieve, pero que pese a su incomodidad resultaba atractiva para los hombres. O la práctica en China, hoy ilegal, de vendar los pies de las mujeres (por creer que los pies pequeños son más atractivos).

Las nuevas caras

Las más importantes firmas de cosméticos consideran que no basta con tener un rostro bonito. Además de poseer belleza, las modelos elegidas deben tener carisma y personalidad para proyectar actitudes cómplices con la mujer de hoy. Liv Tyler, Angelina Jolie, Charlize Theron, Beyoncé, Halle Berry y Eva Mendes son sólo algunos de los nuevos íconos.

(Fuente: La Historia de la Belleza, de D. Paquet. Ed. Claves)

 




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