Entrevista a Marcos Aguinis
Cada palabra del escritor argentino retumba en ambas márgenes del Río de la Plata. Polémico y apasionado como siempre, llegó a Uruguay para presentar su Último libro. Aquí no teme hablar de las confusiones de la izquierda, el nuevo antisemistimo y el Estado de Israel.
Por: María Noel Bergeret

Es la hora del desayuno y está conversando en la mesa de un hotel de Punta del Este frente a un reducido público. Así parecen ser todos los días de Marcos Aguinis. La gente quiere escucharlo opinar y debatir sobre temas varios. El autor de la Gesta del Marrano hace una broma al respecto: “las personas creen que sé sobre todo y de todo. Para eso tenemos a Maradona”, se ríe el doctor honoris causa de la Universidad de Tel Aviv. La sociedad rioplatense, especialmente la comunidad judía, encuentra en Aguinis a un orientador. Su pensamiento es sencillo y claro como para que lo entiendan las grandes plateas, pero esto no lo hace menos polémico y hasta puede llegar a irritar a más de uno. No regala simpatía ni es complaciente; tampoco pierde la serenidad, aunque por dentro la pasión esté en estado de ebullición frente a los temas que hoy preocupan al mundo entero.

 

–En estos tiempos donde el caos parece reinstalarse, ¿cuáles deberían ser las responsabilidades de los intelectuales?

Tienen una responsabilidad muy grande porque se ha generado, a partir de la implosión de la Unión Soviética y de la caída del Muro de Berlín, una enorme confusión ideológica. Por ejemplo, cuando Gorbachov comienza con la glasnot y la perestroika, la pregunta del millón era: ¿Gorbachov es progresista o reaccionario? ¿Y Breznev? ¿Cuál de los dos está a la izquierda? Esta pregunta es una confusión que sigue hasta hoy. Nos encontramos que el concepto de izquierda y derecha, que se consolidó en la Revolución Francesa, ahora presenta problemas muy serios. Muchos movimientos de izquierda, especialmente en América Latina, son conservadores y tratan que nada cambie, creyendo que el status quo es lo mejor como si viviésemos en un mundo maravilloso. A la vez, los que pretenden los cambios, que son los sectores de centro y los liberales, son visto como la derecha. Aquí hay una confusión muy grande. Nos encontramos con una izquierda que ha arreado todas sus banderas en la defensa de los derechos humanos y en la lucha contra las dictaduras, y ahora todo su capital ideológico se reduce a ser antinorteamericano. Y no tiene otra propuesta, porque no sabe qué decir. Esto habla de una crisis muy seria y aquí es donde los intelectuales tenemos la obligación de pensar, de imaginar y de replantear muchas cosas.

–¿Existe la confrontación seria de ideas en el mundo intelectual?

El debate que se da no es el antes, donde había una gran pasión pero se respetaba al otro, en el sentido de escucharlo y rebatirlo seriamente. Ahora hay un juego de artificio, en el cual los medios de comunicación se ocupan de convertir todo esto en una suerte de show donde nada queda claro. Incluso los intelectuales que no tienen acceso a los medios masivos no trascienden demasiado. Yo he señalado que los intelectuales de nuestro tiempo son los buenos periodistas, porque son los que forman opinión. Antes eran los que publicaban un libro. Bastaba con editar mil ejemplares para influir, hoy en día no basta con veinte mil para cambiar una opinión pública.

–¿También en el conflicto palestino-israelí existe esa confusión? Se lo pregunto porque originalmente el concepto de un Estado de Israel nace de la izquierda judía, mientras los ortdoxos se oponían al movimiento sionista.

–Exacto. Hoy la izquierda, la arcaica, se ha vuelto anti-israelí. La izquierda fue la fundadora, la que apoyó la creación de Israel. Esto se asocia a una enorme ignorancia y a la distorsión que producen los medios, que ha provocado un maniqueísmo peligrosísimo que no contribuye a la paz, convirtiendo a los palestinos en víctimas privilegiadas y a los israelíes en victimarios inclementes. Y eso no es cierto, porque en ambos sectores encontramos gente buena y mala.

–Después de la caída del Muro de Berlín más de un optimista se atrevió a pronosticar un futuro pacífico y lleno de prosperidad, sin embargo no fue así. Usted acaba de publicar el libro Las Redes del Odio donde denuncia la vuelta del odio con una nueva cara. ¿Qué apariencia ha tomado en el nuevo milenio?

–La caída de la Unión Soviética le dio como nunca la razón al libro de Eric Fromm, El miedo a la Libertad. El escritor demostró que el género humano le teme a la libertad y en vez de avanzar hacia una armonía universal, y apoyar la democracia eliminando el hambre, la explotación de los niños y ayudando a la igualdad entre los seres humanos, se produjo una regresión a una etapa que parecía sepultada. Resucitaron los conflictos étnicos y religiosos que parecían completamente olvidados. Estas rivalidades crean una nueva certeza junto al miedo a la libertad: el hombre le tiene miedo a la incertidumbre. El fundamentalismo y el fanatismo brindan los beneficios de las certezas. Esto ha generado una gran simplificación y el desarrollo del odio. La persona que no tiene una gran seguridad y convicciones firmes es la que más odia al que piensa distinto. Teme que esa opinión diferente lo vaya a desestructurar y a destruir. En cambio, la persona que está conforme con sus ideas o que tiene una gran flexibilidad mental no odia al diferente, al contrario, piensa que lo va a enriquecer.

–¿Hay que acostumbrarse a convivir con la incertidumbre?

–Estar inseguro no es malo. Lo importante es no desesperarse por saber que uno duda. La incertidumbre es buena. El problema es cuando uno vive la duda con gran angustia y desesperado para que eso desaparezca.

–¿El odio se encuentra en etapa de expansión y crecimiento?

–Es parecido a lo que ocurrió en la década del treinta. A pesar de que se tenía la cercana experiencia de la Primera Guerra se produce el desarrollo del nazismo, del fascismo, de los crímenes de Stalin y de las leyes raciales. Esto está volviendo con la aparición del fundamentalismo religioso. Estoy muy preocupado y afligido, porque considero que la humanidad está entrando en una etapa muy parecida a la década del treinta. Las fuerzas destructivas están teniendo un gran poder y logran producir una enorme confusión, que lleva a que mentes lúcidas no puedan distinguir por dónde pasa el mayor de los peligros.
Lo voy a poner con un ejemplo, en la década del treinta Argentina tenía grandes pensadores como Scalabrini Ortiz que habían preferido apoyar al eje, Hitler-Mussolini, porque les resultaba odioso el eje Francia-Inglaterra. Un hombre muy lúcido fue Gandhi, que estaba empeñado en su levantamiento no violento contra Gran Bretaña, pero dijo que frente al peligro nazi había que aliarse con Gran Bretaña que era su enemigo, para luego seguir luchando contra Inglaterra. Actualmente tenemos que decir lo mismo. Nos encontramos que hay una gran desconfianza y resentimiento contra Estados Unidos, pero el gran enemigo del mundo es el terrorismo fundamentalista. Estados Unidos, con todos sus defectos es una democracia.



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