Según cómo se mire

Dada la dificultad de caracterizar las orientaciones sexuales, hay quienes hablan de diferentes bisexualidades, estrechamente relacionadas con las pautas culturales y el grado de permeabilidad que tenga la persona. La bisexualidad simultánea (una persona se siente atraída al mismo tiempo por hombres y mujeres) parece menos frecuente que la bisexualidad consecutiva, que responde más bien a diversas etapas de experimentación a lo largo de la vida.
Hay quienes hablan de bisexualidad abstracta, en la cual el individuo se enamora de una persona independientemente de su sexo, que sería apenas una “contingencia”.

Cuanto más amplia e intrincada sea la gama de opciones, más confusa aparece a los ojos de la mayoría heterocentrada, que suele ver a los bisexuales como personas inmaduras, confundidas, egocéntricas o hipersexualizadas.
Esto último es un mito, apunta Spinelli, ya que el hecho de que los bisexuales tengan sexo a dos puntas no significa que mantengan relaciones con mayor frecuencia que los heterosexuales, ni que sean sexadictos. Tampoco está demostrado que los bisexuales tengan alguna característica síquica peculiar ni que su opción esté determinada genéticamente.

La discriminación a los bisexuales no es exclusiva de los hetero. Aún dentro de la comunidad gay los bisexuales suelen ser vistos con cierto recelo, como “impostores” que no quieren asumir su condición homosexual.

La fotógrafa y activista lesbiana Diana Mines, integrante del grupo Diversidad (que defiende los derechos de las minorías sexuales), cuenta que cuando se reformuló la Asociación de Lesbianas del Uruguay y ella propuso llamarla de Lesbianas y Bisexuales se “armó un gran revuelo”.

“Había miedo” –resume Mines– “y hubo quienes sostenían que si alguna tenía una pareja hombre podía llegar a contarle las intimidades del grupo”. El diferendo se saldó incluyendo un reglamento que guardaba el deber de secreto.

Pablo Gallego, empresario de la noche y ex propietario de boliches que apostaron a la diversidad, como Milenio o Spok, tiene una visión un poco diferente. Sus años de ver gente de “todo tipo” le permiten afirmar que “no es que al gay no le guste el bisexual, más que sentir fobia, le gusta”. En los hechos, sostiene, entre las diferentes orientaciones sexuales “el puente se vive cruzando”.

El sexo casual, sin vínculos de afecto, parece un terreno propicio para la experimentación. Pero tener una relación afectiva estable y ser bisexual simultáneo parecen opciones incompatibles, a no ser que se presuponga la infidelidad.

Diana Mines hace una precisión (“si las reglas de juego están claras no hay infidelidad”), pero reconoce que eso inquieta y se ve como algo “desleal y sucio”, que en cierto modo acaba condenando a la persona a la soledad.

El famoso periodista y escritor peruano Jaime Bayly, autoproclamado bisexual, opta por una misteriosa fidelidad a sí mismo. Casado, con 38 años y dos hijas, en una entrevista concedida hace poco tiempo al diario español La Vanguardia comentó que fue a los 18 cuando descubrió “con pavor” que no sólo le gustaban las mujeres. A los 25 conoció a Sandra, su actual mujer.

–Ella ha sido como un ángel para mí.

–¿Cómo aceptó su bisexualidad?

–Con el mismo amor que yo he estado con ella todo este tiempo. La mejor manera de amar a tu pareja es no mentirle nunca y atreverte a enseñarle tu lado más oscuro.

–¿Es usted un hombre fiel?

–Soy fiel a mí mismo. El amor está hecho a base de entregar pedazos de tu libertad y de hacer concesiones, es una bendición y una condena.




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