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Trastorno por Déficit de Atención o Attention Deficit Disorder
(ADD) se cuenta hoy entre uno de los motivos de consulta más frecuentes
a siquiatras y sicólogos infantiles en Uruguay.
Se estima que entre un tres y un cinco por ciento de los escolares del
mundo padecen este trastorno, que suele comprometer seriamente su conducta
y rendimiento en clase. Proyectados a Uruguay, esos porcentajes equivaldrían
a casi 15 mil niños de entre 6 y 12 años afectados, aunque
los especialistas locales lamentan que aún no se conozcan estadísticas
oficiales.
Los síntomas del ADD hacen que muchos niños sean catalogados
de tontos, inmaduros, irresponsables, y hasta agresivos, aún sin
serlo. En la escuela, suelen ser constantemente rezongados por sus maestros,
y es habitual que repitan el año.
Este síndrome responde a un conjunto de comportamientos y características
neurológicas y de personalidad que pueden darse en forma leve o
extremadamente exagerada. Considerando que buena parte de los niños
pueden presentar algunas de estas características a lo largo de
la infancia, vale preguntarse ¿en qué momento se puede determinar
que padecen un déficit atencional?
"Cuando los niños con ADD son hiperactivos, el trastorno puede
detectarse desde que empiezan a caminar, pero cuando no hay hiperactividad,
por lo general se hace visible recién en la escuela, una vez que
empiezan a presentar problemas en el aprendizaje", explica la neuropediatra
María Antonieta Rebollo, rectora del Centro de Estudio de Investigación
en Aprendizaje (Cediap) y luego aclara: "yo empecé a tratar
este trastorno hace más de treinta años, cuando se lo conocía
como Disfunción Cerebral Mínima. Lo llamamos ADD desde los
años' 80, y yo no creo que haya aumentado tan sensiblemente el
número de niños que lo padecen. Simplemente, ocurre que
cada vez se consulta más, y las condiciones de vida actuales favorecen
su manifestación".
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Radiografía
del ADD
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El déficit
de atención es un trastorno que tiene una causa biológica
relacionada con los neurotransmisores, las moléculas mensajeras
que permiten la comunicación entre neuronas. Una inadecuada inhibición
de estos neurotransmisores, imposibilita a los niños que padecen
el déficit atencional controlar y mantener la atención,
o seleccionar los estímulos relevantes de los que no son tales.
Por ejemplo, cuando trata de leer, el niño no puede formar una
"barrera" que le permita inhibir todos aquellos estímulos
que lo distraen, y aunque llegue a concluir una página, no ha
podido captar nada pues su mente se encontraba en otra parte.
Ocurre algo similar con un niño que intenta seguir a su maestra,
de pronto se siente atrapado por una mosca que vuela, o por algo que
hace el compañero de al lado, y la maestra pasa inmediatamente
a un plano inferior, o inexistente.
Sin embargo, en este cuadro de total distracción, ocasionalmente
el niño puede estar muy concentrado, lo que desconcierta a padres
y maestros.
"De repente la maestra está explicando las Invasiones Inglesas,
y casualmente eso le interesa a este niño, que está atento
y sabe de lo que se habla. Entonces la maestra le dice: '¿ves
que cuando querés podés?', y los padres agregan: 'te hacés
el vivo'. Pero esta variabilidad es parte del cuadro", explica
Andrea Constanst, siquiatra infantil y sicoterapeuta de niños
y adolescentes.
Universalmente, existen tres conductas que caracterizan al niño
con déficit de atención: distracción, impulsividad,
e hiperactividad.
Según el uruguayo Ariel Gold, director del Departamento de Niños
del Centro Clínico del Sur y docente de sicofarmacología
infantil en la Cátedra de Psiquiatría de la Facultad de
Medicina, lo que ocurre en el cerebro del niño puede explicarse
de la siguiente manera. "Nosotros tenemos en nuestra cabeza una
serie de programas -como los de una computadora- que a veces fallan.
En el déficit atencional, el programa que falla es el de la atención
y el de la capacidad de organizar una tarea y poder parar, pensar, y
después actuar.
A esos programas se les llaman Funciones Instrumentales. Al fallar el
programa de la atención, existe una dificultad real de atender
lo que no me interesa, que es diferente a no atender. Las personas que
tienen ADD están condenadas a atender sólo cuando algo
les interesa mucho, dura poco, o no es tedioso. El cerebro no les permite
atender demasiado", resume Gold antes de acercar otra comparación
ilustrativa: "la atención es en este caso como un reflector
de teatro que ilumina un centro, y deja la periferia a oscuras".
La impulsividad es otra característica de estos niños,
que no pueden detenerse a pensar antes de actuar. Interrumpen para contestar
antes que se les termine de hacer una pregunta, pueden golpear a un
compañero al sentirse frustrados sin medir las consecuencias,
y son muy impacientes. No pueden esperar, ni controlar sus impulsos
de hacer o decir lo que se les ocurre. Son tan impulsivos que no respetan
ni siquiera las reglas de un juego. Es habitual que empujen sin querer
y siempre quieran ser los primeros en pasar, por lo que son tildados
de agresivos y segregados por sus compañeros de clase.
La hiperactividad se manifiesta cuando un niño está en
constante movimiento. Puede hacerse patente en un continuo mover de
manos o pies, levantándose varias veces, paseándose de
un lado a otro, o cambiando permanentemente de actividad, sin terminar
ninguna. "Un niño con déficit de atención
de pronto no puede quedarse quieto en la mesa ni para comer, sino que
corre alrededor de ella como un preescolar. Es un niño difícil
para convivir con él, porque exaspera a su entorno", sentencia
Constanst.
De acuerdo a sus características, el déficit atencional
reconoce tres tipologías.
El más común es el "déficit de atención
predominante hiperactivo impulsivo". La variante que no presenta
síntomas de hiperactividad (y por ello es más difícil
de diagnosticar) se denomina "predominante inatento", y corresponde
al tipo de niños que parece estar todo el día en las nubes.
Una tercera clase, llamada "déficit combinado", presenta
las características de las dos anteriores, y corresponde a los
niños que por momentos son hiperactivos e impulsivos, y en otros
se muestran lentos, pausados, y muy distraídos, como "desconectados".
En el déficit predominante hiperactivo, la inquietud que se manifiesta
en la niñez generalmente disminuye en la adolescencia. Sin embargo,
buena parte de los síntomas que caracterizan a este trastorno
permanecen a lo largo de toda la vida. Por eso en los adultos se habla
de un ADD residual.
Este trastorno es congénito, con una fuerte influencia hereditaria,
y suele ser más común en hombres que en mujeres.
Los especialistas también insisten en aclarar que la hiperactividad
puede ser un síntoma del déficit de atención, pero
puede estar igualmente asociada a otra alteración neurológica.
Las claves del diagnóstico
"El
diagnóstico es clínico", coinciden los expertos uruguayos
para aclarar que estos casos requieren una entrevista profesional, y
no un examen de sangre o una tomografía para ser detectados.
Las pruebas neurológicas, junto con el reporte de padres y maestros,
son los elementos más importantes para el posterior diagnóstico
y seguimiento del déficit de atención.
Tanto para el diagnóstico como para el tratamiento, se requiere
de un equipo multidisciplinario que normalmente deben integrar un sicólogo,
un neurólogo o siquiatra, padres y maestros.
Las últimas investigaciones indican que existen evidencias anatómicas
y fisiológicas que ayudan a corroborar la presencia del déficit
atencional: la simetría entre los hemisferios frontales, el flujo
sanguíneo y los niveles de dopamina (un neurotransmisor de la
familia de las catecolaminas) en el sistema nervioso. Un análisis
de orina permite detectar los valores de dopamina en el organismo, aunque
los especialistas coinciden en que se trata de un examen secundario,
que no hace otra cosa que reforzar el resultado del diagnóstico
clínico a cargo de siquiatras y neuropedriatas.
Para tratar a un niño con ADD, se debe prestar atención
a varios aspectos. Desde el punto de vista educativo, es indispensable
inscribirlo en una escuela adecuada, con pocos alumnos en la clase y
una atención más personalizada. Los niños con déficit
atencional no requieren escuelas especiales, porque no tienen problemas
de inteligencia.
La modificación de ciertos hábitos de conducta requerirá
el manejo consistente de un ambiente bien estructurado, en el que se
refuercen las conductas deseadas y se reduzcan o supriman las indeseables.
No se debe presionar y criticar lo que el niño hace mal, sino
enseñarle, con cariño, la forma correcta de hacer las
cosas. Es necesario determinar los límites, poner reglas claras,
así como crear y fortalecer hábitos positivos.
A la hora de dar una orden a estos niños, Gold recomienda los
siguientes pasos: primero, pedirle que interrumpa lo que está
haciendo en ese momento. Luego, solicitarle que mire atentamente a los
ojos. Concitada su atención, decirle suavemente: "quiero
que hagas tal cosa", y finalmente, preguntarle "¿qué
fue lo que te dije?", y esperar la respuesta para asegurarse que
el niño escuchó correctamente.
Según los expertos, familiares y maestros necesitan saber cuánto
implica este padecimiento, hablar de sus métodos, exteriorizar
sus frustraciones y exponer todas las dudas.
La combinación de las estrategias descriptas con el uso de medicamentos
ha sido un procedimiento muy beneficioso en la mayoría de los
casos.
El principal fármaco usado en los niños es la Ritalina
(Metilfenidato), por sus resultados favorables (disminuye la actividad
motriz y la impulsividad, y también ayuda a mejorar la atención),
y los escasos efectos secundarios (cefaleas o irritabilidad).
Sin embargo, en la actualidad existe una gran controversia respecto
al uso y abuso de esta droga, que ya usaban en su tiempo los hippies
del Primer Mundo para entrar en estado de trance.
Gold, que en el año 2000 se especializó en la Universidad
de Harvard en el tema del déficit atencional, apoya su uso cuando
lo considera necesario, aunque reconoce que muchos colegas los recetan
incorrectamente. "La Ritalina es una herramienta, no un fin en
sí mismo. Está mal usada cuando se la administra a cualquier
niño que se mueva demasiado, cuando se la receta para que al
nene le vaya mejor en la escuela, y cuando no se informa adecuadamente".
No existe una regla para determinar a quién y cuándo debe
administrarse un medicamento. La decisión depende de los especialistas,
del rendimiento escolar, y de las necesidades de cada niño y
de su familia.
¿Cuándo medicar? Tanto Constanst como Gold coinciden en
que debe echarse mano a los remedios cuando el trastorno repercute en
la vida del niño en forma severa. Las investigaciones indican
que, a corto plazo, un 80 por ciento de los niños con ADD que
toman este tipo de medicamentos se ven notoriamente beneficiados, y
que su consumo influye indirectamente en que sean mejor aceptados y
con ello mejoren su autoestima.
¿La enfermedad de moda?
Hace unos treinta años que empezó a hablarse del ADD.
En este tiempo se descubrió que muchos de los niños que
habían quedado repetidores padecían el trastorno, y que
por esto habían sido menospreciados y agredidos. Hoy, los padres
y las escuelas siguen queriendo que a los chicos les vaya bien, atiendan
y no molesten en clase, y pasen de año.
Constast estima que en una clase de 40 niños, al menos uno tiene
ADD. El aumento en la injerencia de este trastorno tiene que ver, según
ella, "con la forma en que estamos viviendo, con el caos familiar
cada vez más frecuente, elementos a los que nuestros niños
no están ajenos".
Aunque la enfermedad es de origen genético, los casos de pseudo
déficit atencional -es decir, aquellos que no corresponden a
ningún problema neurológico- son cada vez más comunes.
Según Gold, "si tomás a un niño y lo educás
en un ambiente caótico, seguramente resulte un diagnóstico
de déficit atencional (por la similitud del cuadro), aunque él
no tenga nada en su cerebro, sino que ha aprendido a vivir una vida
caótica".
Así las cosas, el riesgo de diagnosticar equivocadamente como
ADD a cualquier niño que molesta en clase, se muestra demasiado
inquieto o no presta mucha atención, también va en aumento.
"Ni una cosa ni otra es buena. Los que pueden decir si una persona
tiene déficit atencional son los siquiatras infantiles o los
neuropediatras", resume Gold.
Una vez formulado el diagnóstico certero y encarado el tratamiento,
nada indica que ese niño no pueda evolucionar a la par de sus
compañeros, aunque los progresos dependerán del nivel
intelectual de cada uno.
Hay otros problemas asociados al ADD, al punto que de cada diez niños
diagnosticados con ese déficit, siete tendrán alguna comorbilidad,
es decir otros problemas, generalmente siquiátrico-sicológicos.
Entre el 30 y el 40 por ciento de la población que tiene ADD
puede padecer el trastorno oposicionista-desafiante. Son niños
que siempre llevan la contra, quieren tener la última palabra,
discuten con los adultos, se niegan a seguir las reglas, y pierden el
control con facilidad.
Entre un 15 y 20 por ciento puede padecer depresión; entre un
25 y un 30 puede presentar trastornos de ansiedad (miedos, preocupaciones,
vergüenzas excesivas y problemas para descansar cuando duermen)
y un grupo algo menor tener otros tics asociados.
Los niños con déficit atencional también suelen
presentar problemas de aprendizaje, como por ejemplo la dislexia, y
los estudios más recientes sugieren que los adolescentes con
ADD presentan un riesgo mayor al consumo de cigarros, alcohol y drogas.
Sin embargo, y al contrario de lo que indican las creencias populares,
los jóvenes que fueron tratados con medicamentos, muestran menor
adicción a estas sustancias.
Los siquiatras sugieren sensibilizar a padres y maestros, erradicar
el mito del niño problemático que no puede aprender, y
mostrar que la mayor parte de los problemas de los niños con
ADD acaban solucionándose.
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