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Traspasado el umbral, la ambientación (a cargo de la diseñadora Cristina Gabás), sorprende por su propuesta ecléctica, jugada a la sensualidad y a la excitación de los sentidos. Así, la vista se ve recreada por una gama de colores que se turna en cada uno de los tres pisos del hotel: los renacentistas rojos, negros, plata y azules imperan en la primera planta; la segunda, está bañada por tonos más neutros; y la tercera de inspiración ligeramente selvática, descansa en el encanto de verdes y dorados. |
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Las habitaciones del hotel tienen comunes denominadores, aunque batallan por alejarse de la falta de personalidad de un albergue estándar. Trípticos a cargo de renombrados artistas locales coronan la cabecera de las camas, maderas rugosas garantizan un acabado muy especial en los muebles y hasta el parquet de los pisos juega con un pequeño relieve. Por su lado, el obligado arsenal tecnológico garantiza la satisfacción de los apetitos visuales y auditivos de los pasajeros, que disponen en cada habitación de televisores con pantalla de plasma, reproductores de discos compactos y conexión a internet. |
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